domingo, 5 de enero de 2025

"Para mucha gente las matemáticas son una especie de amor imposible, porque no pueden vivir sin ellas pero cuando lo intentan no funciona"

 Almudena de Cabo   HayFestivalArequipa@BBCMundo

El físico y divulgador científico Alessandro Maccarrone vive enamorado de las matemáticas, y ha hecho del empeño por explicarlas una verdadera pasión.


"Por mucho rechazo que puedan suscitar, las matemáticas no solo son necesarias para resolver situaciones prácticas, sino también para procesar la información que recibimos diariamente y para tomar decisiones con sentido crítico", dice en entrevista con BBC Mundo.

Por eso le cuesta entender que la gente se avergüence por una falta de ortografía o por un error importante en cultura general y sin embargo no le importe reconocer abiertamente su falta de conocimiento matemático bajo la famosa frase: "Yo es que soy de letras".

En su libro “El infinito placer de las matemáticas", Maccarrone -nacido en Barcelona en 1980 y de padre italiano trata de acabar con el estigma que las rodea y el miedo que muchos sientes antes ellas.

A lo largo de su libro, enseña al lector de forma gráfica y divertida 17 conceptos básicos, que van desde los números primos hasta fracciones o la teoría de la relatividad.

Cada capítulo va acompañado de preciosas ilustraciones de Luis Paadín y afronta una de las grandes ideas matemáticas que en su opinión “cualquier persona debería dominar para ejercer una ciudadanía plena”.

Pero, sobre todo, quiere mostrar que las matemáticas son simples e incluso divertidas cuando se explican de manera adecuada.

BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival de Arequipa, que se celebra del 7 al 10 de noviembre.

¿Cuál es la historia de este libro: por qué escribir sobre las matemáticas?

Yo tengo un tío del que me viene la doble pasión de las matemáticas y la física, por un lado, y la pasión por explicarlas y compartirlas, por otro.

Toda mi historia va sobre estos dos carriles. He sido profesor, he formado a docentes, he elaborado materiales didácticos y llevaba muchgo tiempo reflexionando sobre la imagen que hay de las matemáticas a nivel social, la mala prensa que tienen, el estigma que hay a su alrededor.

Sobre cómo para mucha gente son como una especie de amor imposible, porque no pueden vivir sin ellas pero cuando lo intentan no funciona.

Yo le iba dando vueltas a intentar hacer algo para cambiar esta visión y se dio la coincidencia de que recibí una llamada de Jan Martí, que es el director de Blackie Books, que había sido compañero de escuela de mi hermano y alumno mío de clases particulares.

Fue él quien me propuso escribir un libro de divulgación sobre las matemáticas, escrito desde el placer, para romper el mito de la dificultad. Y me lancé de cabeza.

Dices que es un libro dirigido a gente como tu hermano, el músico, o tu hermana, la filósofa. ¿Cómo le explicarías a esa gente lo que supone para ti el infinito placer de las matemáticas?

Yo diría dos cosas.

Una es que el placer de las matemáticas es una cosa mucho más sencilla y accesible para todo el mundo que las fórmulas, los algoritmos y las cuestiones complicadas.

Es el placer de buscar patrones, regularidades, de hacerse preguntas, de intentarlos entender y darles sentido y esto es algo que se puede hacer en cualquier momento del día.

A mí me pasa cuando estoy en la ducha y observo el desagüe y me pongo a pensar de cuántas maneras puedo contar sus agujeros, o cuando estoy desayunando y cojo una servilleta y empiezo a preguntarme de cuántas maneras distintas se puede doblar. Al final la esencia de las matemáticas es esto.

Cuando hago mención a mi hermano el músico y mi hermana la filósofa es con esta idea de reivindicar el papel humanístico de las matemáticas, sobre cómo más allá de resolver cuestiones prácticas, son una parte esencial de nuestro patrimonio cultural y, entre otras cosas, nos ayudan a configurar nuestra visión del mundo, de la realidad.

Un ejemplo muy paradigmático: cada vez que vemos la típica estadística de que el 1% más rico de la población mundial posee el 40% de las riquezas nos escandalizamos.

Aquí lo que estamos haciendo es utilizar un concepto matemático, el de proporcionalidad, para emitir un juicio ético. Por lo tanto, las matemáticas, al final, si le damos esta visión interpelan más a todo el mundo.

Pero, ¿por qué parece entonces tan complicado transmitir el placer por las matemáticas?

Porque creo que tradicionalmente se ha vendido como matemáticas un sucedáneo de ellas.

Es como si toda la lengua y la literatura se hubieran reducido a escribir manuales de instrucciones para aparatos, o la música a componer jingles para anuncios publicitarios.

Por razones históricas, económicas, sociales, se ha promovido una enseñanza de las matemáticas muy basada en la resolución de algoritmos, una visión muy mecánica, donde se estigmatiza mucho el error y hay poco lugar para el razonamiento, para la creatividad, para la indagación.

Y aunque en realidad las matemáticas tienen mucho más de esto último, por desgracia es la primera idea la que sigue siendo hegemónica.

En parte, el libro buscaba también romper un poco esta visión tan cerrada, tan limitada de las matemáticas.

Entonces, ¿cómo crees que habría que enseñar las matemáticas en las escuelas para que la gente les pierda ese miedo?

Lo primero sería pasar de esta idea de que es importante hacerlo lo más rápido y de la manera más precisa posible y no equivocarte, a otro planteamiento que sea, vamos a analizar un problema, a ver todas las maneras que se nos ocurren de afrontarlo y a partir de los errores vamos a entender por qué eso es un error.

Y lo segundo es fomentar unas matemáticas mucho más basadas en darle sentido a los conceptos matemáticos, en su comprensión, en la indagación.

No tiene sentido ponerme a hacer operaciones largas y enormes de fracciones si yo no tengo claro qué significa dividir entre una fracción.

Es decir, la clase de matemáticas debería partir siempre de algo que resulte familiar para los estudiantes, algo que puedan manipular, entender, y a partir de aquí hay que plantear preguntas incómodas que obliguen a ir más allá de lo que se sabe.

Por lo tanto, comprensión e indagación serían un poco las pautas.

Muchos se preguntan para qué sirven las matemáticas. ¿Qué le dirías a ese gente sobre cuál es su utilidad social o práctica? ¿Dónde es importante especialmente tener conocimientos de matemáticas?

Todos sabemos que las matemáticas son útiles para cuestiones prácticas cotidianas, como pequeñas transacciones, ir a la compra, pagar y recibir el cambio, pero también para cuestiones de proporcionalidad a la hora de adaptar recetas para otro número de personas, saber cómo tengo que variar los ingredientes, visión espacial para montar un mueble de IKEA.

Luego también son útiles para procesar toda la gran cantidad de información que recibimos por redes, medios de comunicación, al contratar un servicio de cualquier tipo.

Aquí por ejemplo está toda la cuestión de interpretar correctamente las gráficas, fijarse en todos los detalles, entender el significado de los parámetros estadísticos, que si hay un promedio obviamente hay individuos que están por debajo y por encima.

Tenemos que usarlas para ver si una cantidad que oímos, que nos comunican, es grande, es pequeña, o irrelevante, para saber hacer estimaciones.

Todo esto para ejercer una ciudadanía crítica. No quiero decir que tenga que ser el único criterio para valorar una noticia, una decisión, simplemente es un criterio importante a tener en cuenta.

Y luego, si queremos entender un poco más la ciencia y la tecnología y cómo moldeamos con ellas el mundo actual, hay que tener presente que ambas se expresan en el lenguaje de las matemáticas.

Lo que pasa es que aunque yo estoy de acuerdo en que éstas son las utilidades de las matemáticas, creo que ésta no es la motivación que nos lleva a querer aprenderlas.

Yo cuestiono que este tenga que ser el motivo.

¿Y cuál es la motivación?

El placer.

¿Cómo llegar a él, a apreciar la belleza de las ecuaciones o las matemáticas?

Hay varios tipos de belleza. Por un lado, la de la comprensión. Cuando vemos un cuadro y nos han explicado su historia, la composición, el juego de sombras, y claroscuros, la luz... Todo esto nos hace apreciar mucho más esta belleza.

En el caso de las matemáticas, hay mucha belleza matemática a nuestro alrededor en patrones, en formas, en regularidades, pero que solo apreciamos a fondo si tenemos este conocimiento matemático, que nos permiten superponer una capa más de información a todo lo que vemos.

Luego está la belleza de los razonamientos.

Cuando uno le pierde el miedo a razonar, a demostrar conceptos matemáticos, se puede desarrollar un gusto por apreciar si una demostración es o no bella.

Es una belleza que tiene mucho que ver con la simplicidad.

Muchas veces las demostraciones más bonitas son las que son diáfanas, claras, pero muy sencillas.

El poder entender algo complicado de una manera muy sencilla y muy directa esconde también mucha belleza.

Y también está el propio lenguaje matemático, que puede tener en sí mismo una belleza por su capacidad de condensar.

Yo pongo el ejemplo de E = mc2. En tres letras y dos símbolos se condensa el origen de la vida en la Tierra, porque explica la fusión de las estrellas que genera la energía del Sol que permite la vida en la Tierra.

Y explica además la capacidad de acabar con la vida en la Tierra, porque explica el funcionamiento de una bomba atómica.

Todo en tres letras y dos símbolos. A mí esto me inspira belleza.

En el libro hablas también de cuestiones de pura belleza como los mosaicos de la Alhambra de Granada...

Las matemáticas inspiran otras ramas de las humanidades como la pintura, el arte, en este caso el arte de los mosaicos, la literatura, el papel de la probabilidad en Borges, la música, las obras musicales que siguen el patrón de la sucesión de Leonardo Fibonacci.

A lo largo de las páginas explicas lo absurdo que resulta que la incultura matemática esté normalizada o incluso bien vista. Todo el mundo ha oído en alguna ocasión esa famosa excusa “Es que soy de letras”. ¿Por qué crees que no hay pudor o vergüenza en reconocer que no se sabe matemáticas?

Bueno, seguramente porque hay esta visión reduccionista y errónea de lo que son las matemáticas como algo frío, algo donde no hay lugar para la creatividad, para la belleza, para la inspiración.

Entonces nos reivindicamos como humanos rechazando lo robótico de las matemáticas cuando en mi opinión, es todo lo contrario: no hay nada más humano, más esencialmente humano, que la capacidad de razonar. Y no hay razonamiento más libre que el de las matemáticas.

La comarca valenciana que mira al cielo por la maldición de las riadas: “En 1982 sí que nos avisaron por la radio y con altavoces”

 Raquel Ejerique   11 de diciembre de 2024 

“Desaparecido en l'Alcúdia el conductor de un camión tras cruzar un barranco”. El titular de la prensa, en la mañana del fatídico 29 de octubre, fue el primer aviso de lo que venía en la peor DANA del siglo. Los habitantes de este pequeño pueblo –conocido por su rica vida cultural, la multinacional de túneles de lavado de coches Istobal o el cultivo de la naranja y el caqui– vieron su nombre en los periódicos porque fue allí el lugar donde desapareció oficialmente la primera persona de la provincia de València. Un camionero cuyo cuerpo se encontró sin vida tiempo después más abajo.

La localidad pertenece a la comarca de La Ribera, a unos 40 minutos en coche de la capital, y cuyas inundaciones no se debieron al mortal barranco del Poyo, sino al desborde del Magro, que había empezado en Utiel y que fue bajando y acumulando miles de litros en la presa de Forata, que estuvo a punto de colapsar y romperse por la tarde. Aquí saben bien de los peligros del agua. Hay una cultura de precaución que no se puso en marcha porque nadie avisó de manera eficaz y masiva. Aun así, la lluvia persistente en muchas localidades hizo que sus habitantes, por ese “respeto” ancestral al agua, se autoprotegieran o que los ayuntamientos cancelaran clases y algunas empresas mandaran a casa a sus trabajadores.


 

En La Ribera saben de sobra lo que es lluvia y desborde, y que “al fuego se le puede parar, pero al agua no”. También recuerdan bien lo que significa una amenaza de rotura en una presa. A las 19.15 del 20 de octubre de 1982, la misma hora del mismo mes que estas riadas hace 42 años, se les cayó encima el contenido de la presa de Tous con todos sus litros acumulados. Dejó 8 muertos (frente a 223 hoy y cuatro desaparecidos) y 300 kilómetros cuadrados arrasados (frente a los más de 500 de este octubre).

Lo que llovió en 1982 es lo que hoy se hubiera conocido como DANA explosiva: el caudal del Júcar llegó a registrar una crecida punta de 16.000 metros cúbicos por segundo, y la presa de Tous estaba diseñada para un máximo de 7.000 metros. Dos pueblos, Gavarda y Beneixida, cambiaron su ubicación a raíz de ese trágico suceso.

“En esta explanada aterrizaban los helicópteros militares en 1982, en el colegio instalaron literas y allí estaba un centro logístico donde repartían comida y víveres sobre todo a Alzira, que fue la localidad más afectada”, recuerda Manuel Alarcón, responsable de la vivaz Casa de la Cultura de l'Alcúdia, en la que se inundaron los sótanos en esta ocasión. La pantanada no llegó a alcanzar a este pueblo y aun así “entonces avisaron con megáfonos la noche de antes de la rotura, la gente se fue a casas altas o con familiares”. En 1988 también hubo otra inundación de menor nivel, aunque llegó casi a la cadera: “Mi padre elevó la casa un par de escalones entonces, y se ha notado mucho en esta ocasión”, cuenta Manuel mietras los niños del pueblo salen al patio, que es la plaza. “Esa noche estuvimos pegados a la radio, yo era una niña, y recuerdo que también pasaban coches de policía pidiendo el desalojo”, recuerda a su lado su amiga Anna.

El agua y La Ribera son viejas conocidas. Que entre un “pam d'aigua” es normal en muchos bajos cuando llueve. Cuando cae brutalmente se contiene la respiración y se ponen en alto las cosas valiosas. Hay quien echa mano de los sacos de arena para cubrir rendijas y puertas, en una zona donde las viviendas de planta baja son habituales. Por ejemplo, el concejal de Cultura de l'Alcúdia trasladó a una zona alta todo el registro municipal y obras de valor antes de verano por precaución, conoce su territorio. Aquí lo valioso se suele tener a más de un metro. Los mayores conocen la orografía y de la virulencia de los ríos. Saben en qué curva desborda el río y dónde está “fondo”, es decir, donde se cubrirá de agua primero si llueve mucho. También saben dónde hay que aparcar si amenazan las nubes. Todo eso se sabe en la comarca, pero el 29 de octubre llegó lo imposible.

“Yo pensaba que podía nadar, hasta que me vi en la calle ese día”, explica Toni Benavent, una de las dos almas de la compañía de teatro valenciana Albena Produccions, que ha perdido “cinco camiones enteros de material” y saca cada día 8 litros de agua del humidificador que ha puesto en el almacén que resguarda lo que les queda de escenografía. El día 29 intentó irse a casa y en la esquina de la calle ya no pudo, se quedó dos horas amarrado a una reja con agua por la cintura. En un momento dado, sonó la alarma de aviso del móvil, que se envió a las 20.12 de la tarde. “En la 'pantanà' recuerdo la policía, los megáfonos avisando, la gente se puso a salvo”.

“A las 5 de la tarde la gente estaba subiendo los coches por esta calle para ponerlos a salvo”, cuenta Vicenta desde la zona más alta del pueblo, una vecina que también vivió la “pantanà de Tous”. El día 29 a primera hora de la tarde ya “había mucho ruido y se oía a la gente gritar. Decían 'que ve el Magre!'”. A esa hora se acababa de convocar el Cecopi para empezar a gestionar una emergencia a la que Mazón se incorporaría dos horas y media más tarde.

Lo que vino después del día D en l'Alcúdia –que viene del árabe al-kúdya, significa lugar elevado y aun así se inundó– es común a lo que pasó en la zona del barraco del Poyo. La cobertura telefónica cayó, zonas sin luz, coches en montaña impidiendo el paso, gente sin casa y desorientada, problemas de abastecimiento, voluntarios reemplazando a unas fuerzas del estado que no llegaban. Tampoco han llegado en tiempo y forma todavía las ayudas económicas. Maite, por ejemplo, se está rehaciendo su casa con su dinero porque no puede esperar, después de salvarse con sus dos hijos adolescentes cruzando una gran avenida de agua. “Este mes empezamos los tres a ir al psicólogo, por las noches no puedo dormir”. Otro rasgo común en todas las zonas inundadas, tanto la del barranco como la del Magro, es que empiezan a aflorar los traumas por lo que has perdido y las preguntas sobre el milagro por el cual has sobrevivido.

En l'Alcúdia hay bajos rotos, puestos a airear y la arenilla persistente que lo cubre todo y que recuerda lo que pasó, pero hay colegio y cierta normalidad: “En otros sitios están mucho peor, claro”. Otra reflexión común: sentirse agradecido pese a la pérdida. Siempre hay alguien peor que limita el derecho a la protesta.

Algemesí, un pueblo entero arrasado

Para encontrar ese otro sitio que está peor no hay que irse muy lejos. Algemesí es una localidad vecina que también ha vivido en 40 años dos desastres por culpa del agua y en las dos ocasiones ha sido grave: en 1982 y en 2024. Aunque no está en la conocida como “zona cero”, a todas luces ha sido una “localidad cero”. Las calles, ya practicables salvo algunas zonas, se esconden bajo la misma capa de polvo que l'Alcúdia, unas partículas que bailan de un lado al otro de la calle y se meten en las casas de manera obstinada y silenciosa. Aún hay excavadoras sacando paladas de barro de decenas de garajes. Un grupo del ejército toma café cerca de la plaza del mercado. El casino se ha reconvertido en centro administrativo para pedir ayudas. “Aquí hay un cacao... Yo estoy durmiendo en un sofá roto, me he apuntado para que me den dinero para muebles, pero no sé cuánto, y necesito saber si me compro el turrón más blando o más duro”, bromea un señor mayor con otro en la puerta del bar de la cooperativa. La cola para el papeleo es similar a la que tiene la administración de lotería, a ver si El Gordo trajera suerte.

Los octogenarios, como Laura, saben bien lo que es limpiar barro. Cuando tenía 40 años tuvo que rehacer de cero su ultramarinos, que quedó inservible. El mismo local que hoy, con 82, le servía de vivienda y que se llenó de fango hace cuarenta días: “Yo entonces era más joven, tenía más fuerza y a mi marido, pero recuerdo que ahí sí nos avisaron con tiempo, aunque también nos lo limpiamos nosotros con ayudas de los vecinos. Pero ahora hay otra diferencia, y es que ha afectado a todo el pueblo, ha sido todo”, cuenta desde lo que era su salón y lo que queda de su cocina. Salvo algunas calles, el río Magro –que desemboca en el Júcar a su paso por esta localidad– se lo comió todo en este pueblo en el que el agua no ha respetado ni “el carrer dels rics”, los potentados que se hicieron ricos con la naranja y compraron en la “calle bien”.

En esta ocasión, a Laura le avisó su sobrino por teléfono de que venía el agua. Durante la llamada se dio cuenta de que tenía ya mojados los pies. De momento ha recibido solo las ayudas de la Generalitat. “Entiendo que primero van las carreteras, las industrias... hay que levantar el país”, relata con estoicismo sobre su segunda riada. “Yo esto es que no me lo esperaba, no sé por qué, la verdad, pero no me lo esperaba. Y con el dinero que me den... pues no sé ni lo que quiero ahora, sinceramente”. A esta mujer brillante y determinada le asoma por primera vez el filo cortante de una voz rota.

Josela, publicista y sobrina de Laura, ha ayudado al pueblo en lo que ha podido: “De alguna manera, los que no hemos perdido nada nos sentimos algo culpables. Aquí en este pueblo hay una sensación de tristeza muy grande”. Si ella no ha perdido la casa es porque su padre le avisó de que no comprara en la zona del pueblo en la que estaba mirando vivienda. “Me insistió en que no comprara ahí porque se podía inundar. Aquí somos consciente de los peligros cuando llueve –el pueblo está circunvalado por el Magro y el Júcar–, y lo que suponen los meses de octubre, aunque yo no pensaba que lo que viví de niña podía volver a pasar”.

El número de víctimas mortales en la zona de la Ribera es de nueve personas, incomparable a las cifras de la l'Horta Sud, la del barranco del Poyo. “En Algemesí llovía muchísimo, los colegios se cancelaron el día anterior por la tarde, la asociación de comerciantes recomendó no abrir las tiendas, muchas empresas mandaron a la gente a casa”, cuenta Josela, que achaca al miedo por la lluvia que los habitantes de Algemesí se protegieran más y haya habido menos víctimas, además de ser una zona más amplia pero con menos población que la zona cero.

Los daños materiales son incalculables en esta localidad de más de 25.000 habitantes, igual de poblada que Paiporta. Y los problemas son similares: alcantarillados que no tragan, ayudas que no llegan, cierta culpa si no te ha pasado nada, la sensación de tener suerte, traumas y la pregunta en el aire que está en toda València: ¿por qué nadie avisó? Pero en Algemesí y La Ribera ronda una segunda pregunta: ¿por qué nos ha vuelto a pasar?

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Raquel ha reabierto su peluquería a pulmón, con su fuerza y la de sus amigos, aunque sí que le han llegado ayudas económicas. “Nunca pensé que yo iba a pedir un plato caliente ni ayudas económicas”, reflexiona. “Ahora lo malo es que comenzamos a estar olvidados, viene la Navidad y la gente hace su vida. Aquí tenemos pocas ganas de Navidad, la verdad, estamos como apáticos”. Dos calles más allá de la peluquería, operarios municipales están colgando las luces en una calle principal en la que hay tractores sacando barro.

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OTRA COSA:  Las tierras áridas no paran de conquistar planeta (y España es una de sus víctimas). Historia de Raúl Rejón 


sábado, 4 de enero de 2025

Mazón pedirá en la Conferencia de Presidentes un “plan nacional de inundaciones” que ya existe: lo aprobó Rajoy


 Laura Martínez   12 de diciembre de 2024 

El presidente de la Generalitat Valenciana, el popular Carlos Mazón, acude este viernes a la Conferencia de Presidentes Autonómicos con la intención de llevar un mensaje de liderazgo tras la catástrofe que ha arrasado varias comarcas valencianas y ha dejado en evidencia su gestión. Mazón avanzó que pedirá “la elaboración de un plan nacional contra inundaciones y otras catástrofes análogas y la creación de un fondo extraordinario nacional para catástrofes”.

El plan, dijo Mazón este jueves desde Carcaixent, debe preparar “a toda España en base a la experiencia valenciana contra los riesgos de las avenidas con las infraestructuras necesarias, a la vez que mejoramos nuestros sistemas de alerta temprana, avisos, nuestros protocolos de protección civil y fomentamos la cultura de la emergencia”. Este proyecto, apuntó, tiene que incluir las reformas legislativas necesarias, así como la ejecución de al menos 30 obras prioritarias para la defensa hidrológica –que llevan años de retraso, dijo– presupuestadas en 3.000 millones de euros en los puntos de más riesgo, “como mínimo de inundaciones” donde viven alrededor de 2,5 millones de españoles.

El proyecto que quiere presentar el presidente valenciano ante sus homólogos y ante el jefe del Gobierno, Pedro Sánchez, con quien lleva semanas en confrontación directa tiene algunas lagunas. La primera, que ya hay un plan nacional de inundaciones. De hecho, hay unos cuantos: los de primera y segunda generación, elaborados por el Gobierno mediante real decreto, de los que emanan planes autonómicos, y su actualización en 2023. El primero lo aprobó el Gobierno de Mariano Rajoy en enero de 2016, cuando se encontraba en funciones por la reciente convocatoria electoral, con Isabel García Tejerina como responsable de Medio Ambiente.

Basta con echar un vistazo a la web del Ministerio de Transición Ecológica para toparse con los Planes de gestión del riesgo de inundación (abreviados como PGRI). Estos planes comenzaron a aprobarse en 2016, mediante real decreto, con 16 documentos: doce de las demarcaciones hidrográficas competencia del Estado (Cantábrico Occidental, Cantábrico Oriental, Miño-Sil, Duero, Tajo, Guadiana, Guadalquivir, Ceuta, Melilla, Segura, Júcar y Ebro) y cuatro para las demarcaciones de competencia autonómica (Galicia Costa, Tinto-Odiel-Piedras, Guadalete-Barbate y Cuencas Mediterráneas Andaluzas), según figura en un comunicado de Moncloa junto a la entonces ministra García Tejerina. Están en vigor desde enero de 2016 y, según dijo García Tejerina, supusieron una inversión de 700 millones de euros estatales más 100 millones correspondientes a las medidas incluidas en los cuatro planes autonómicos.

El modelo de la demarcación elegido no es caprichoso: viene marcado por la Unión Europea. El plan nacional se realizó a instancias de una directiva europea aprobada en 2007, que señala que “los Estados miembros prepararán, para cada demarcación hidrográfica y cada unidad de gestión, mapas de peligrosidad por inundaciones y mapas de riesgo de inundación, a la escala que resulte más apropiada para las zonas determinadas”. Este texto también marca que deben revisarse cada seis años.

En 2021, cumpliendo lo marcado desde Bruselas, el Gobierno central inició el trabajo de otra tanda de planes de inundaciones, los llamados planes de segunda generación. El de la demarcación del Júcar, afectado por esta DANA, se aprobó en enero de 2023. Es a raíz de estos planes que se han desarrollado los instrumentos autonómicos, el Patricova en el caso valenciano, o los mapas de peligrosidad y riesgo de inundación. A raíz de los datos proporcionados por la Cartografía de Zonas Inundables este diario pudo elaborar un mapa en el que cualquier ciudadano puede consultar si su vivienda está en una zona con riesgo. Es por ello que se sabe que durante la burbuja inmobiliaria -en los años noventa- se construyeron 226.000 inmuebles en zonas de riesgo medio de inundación en la costa mediterránea. El plan valenciano lo aprobó la entonces consellera de Infraestructuras Isabel Bonig, rival de Mazón en el PP valenciano, durante el Gobierno de Alberto Fabra.

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El mensaje del presidente resulta algo contradictorio, dado que su propio conseller de Medio Ambiente ha anunciado que quiere reformar el plan autonómico de inundaciones y recientemente ha aprobado medidas como permitir edificar hoteles a 200 metros de la costa, nada conservadoras en cuanto a seguridad en la construcción.