martes, 23 de enero de 2018

Yo, mierda absoluta. Por Araceli Adalid Botia


Maldeciré toda mi vida aquella puta frase: “Estudia mucho para tener un buen trabajo y dedicarte a lo que te gusta”. Era un plan genial y sin fisuras, la Era de la “burbuja de la educación en España”, solo había que tener un sueño, perseguirlo muy fuerte, y finalmente, alcanzarlo. Lo íbamos a tener todo: un trabajo en el que nos divertiríamos un montón, una casa bonita, gato o perro según preferencias y una familia maravillosa. Entonces, felices para siempre. Pues no, eso nunca llegó. La vida nos ha pasado por encima, la realidad nos ha pasado por encima y sobre todo la escasez y la miseria nos han pasado por encima.
Según el último informe de la UGT sobre empleo juvenil obtenido a través de los datos de la EPA: el 56% de los menores de 30 años tienen un contrato temporal, el 73% en el caso de los menores de 25 años. Más de un millón y medio de jóvenes menores de 35 no tienen empleo, la tasa de paro juvenil es superior al 40%. Además el último informe de Cáritas Europa advertía que 3 de cada 10 jóvenes están en riesgo de exclusión social. Pues eso, jóvenes condenados a vivir en condiciones miserables.
No somos números. Parece que en pleno siglo XXI tenemos que seguir reivindicando el hecho de ser seres humanos y que, por ello, tenemos unos derechos y una dignidad. Detrás de cada cifra hay una tragedia de vida. No puede estar fracasando toda una generación y que nadie este mirando. No. No podemos seguir siendo gente sin derecho a una vida digna, sin derecho a ningún futuro: gente sin derechos.
(...)
Pero bueno, por suerte tenemos un “salario emocional” que, aunque no tengamos un puto duro para nada, nos mantiene felices porque hacemos lo que nos gusta. Unos conceptos absolutamente necesarios para poder seguir alimentando el mundo de la apariencia al que tanto nos ha enganchado las redes sociales. Para poder explicarle a Instagram que es lo que nos está pasando. Delirante, esquizofrénico, asqueroso.
A mi padre no le gusta tenga que pasar frío en su taller mecánico, pero lo que no entiende es que el verdadero temporal esta fuera de él: en un inhumano mercado laboral en el que trabajar no tiene porqué estar remunerado, o si lo está, los sueldos no te permiten llevar a cabo una vida con dignidad, donde las miserables condiciones laborales encubren un sistema de explotación sin paliativos ni antecedentes en el mundo moderno. Lo que no entiende es que somos la primera generación que va a vivir peor que sus padres. Yo al menos tengo la suerte de poder vivir lo mismo que él. No entiende que lleve toda la puta vida formándome, y que actualmente tenga que seguir pagando una deuda que contraje para poder sacarme mi título de Máster (porque me tragué la mentira hasta el fondo), para que el único trabajo digno al que pueda acceder sea el que me da él, el que me da el taller que hace cuarenta años fundó.
El egoísmo intergeneracional legitima la situación profundamente injusta que significa ser joven en este tiempo. Yo solo soy capaz de acordarme del siguiente verso de Zorilla “Clamé al cielo y no me oyó, mas si sus puertas me cierra, que de mis pasos en la tierra, responda el cielo y no yo”. Estáis consintiendo que toda una generación viva con una enorme sensación de estafa, odio y rencor. De aquello que esté por llegar, no responderé yo, ni ninguno de los condenados a ser: mierda absoluta.
PD: Iros todos a tomar por el culo.

No hay comentarios: