Cada vez hay más gente convencida de la mierda en la que vive y menos dispuesta a unirse para cambiar las cosas. Supongo que la mayoría silenciosa se ha acostumbrado a ver su propio drama en los periódicos y en los ojos y las manos de los que gritan y molestan debajo de sus balcones. Es curioso que el expolio al que están sometidos lo ven como algo natural, yo diría que hasta sensacional y entretenido, y sin embargo, a los que protestan por él, a los indignados, los ven como un estorbo. Algunos, aprovechando un hueco de su jornada laboral, echan un rápido vistazo a los periódicos digitales y comentan con otros, entre risas, lo que ocurre.
Entre risas. Es curioso.
Desde aquí pido un minuto de silencio y reflexión en honor a todas aquellas personas que no cesan en su empeño de hacer de este mundo un lugar mejor. A todos los quincemeros que desde el principio se han implicado en cada acción indignada. A los integrantes de todas las mareas. A los que difunden el mensaje del bien común a través de la Red. A los que han sido golpeados, detenidos y humillados por defender y reivindicar los derechos humanos de sus vecinos. A los reporteros concienciados sin los cuales esta revolución sería ciega. A los médicos con vocación hipocrática que no piden lujos, sino dignidad para ellos y sus pacientes. A los que han muerto ahogados en la desesperación de un inminente desahucio. A los bomberos y policías que se han negado a llevar a cabo esta acción violenta e inhumana. A los niños que llevan sus caras pintadas en las manifestaciones. A los maestros que hacen huelga para defender una educación para todos. A los yayoflautas y a la conciencia que sigue germinando a pesar del pedrisco que no cesa de caer.
22 de septiembre MAREA BLANCA
SÍ SE PUEDE
Para poder, hay que querer.
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