viernes, 18 de abril de 2014

Pacto de Silencio 2, de Luis Pueyo

Publicado por  el mar 16th, 2014 en Colectivo Burbuja

Estamos hoy plenamente inmersos en un nuevo pacto de silencio, podríamos decir que la segunda parte, la reedición del primero. Hablando en términos cinematográficos, en una mala versión de una película, cuya primera parte era deleznable, cuanto más la segunda porque ya sabemos que segundas partes nunca son buenas, más si la primera se basaba en la contención de un hedor descomunal, el que sirvió para llegar hasta donde hemos llegado, a una España poco o nada democrática, corrupta hasta la médula, con una estructura territorial mal diseñada y algo para nada baladí: más desunida que nunca. Han tocado a rebato y, hasta cierto punto, era esperable. Sucede siempre que un régimen político entra en proceso de descomposición.
   Cuando esto ocurre, porque ocurre y nadie con dos dedos de frente lo puede negar, las fuerzas vivas del régimen se reúnen actuando a la desesperada, como ese mal equipo de fútbol que, en los minutos finales del encuentro, trata alocadamente de empatar para forzar la prórroga después de un deplorable partido. Pues aquí el partido fue la Transición que se acabó de precipitar por el camino más abyecto con el llamado Felipismo y el conocido por un historiador del régimen como Aznarato. Ambos pusieron las bases, quizás más el primero, de un gol histórico que remató a puerta vacía el ínclito Zapatero al que podríamos llamar por analogía el zapatazo. No hay más que escuchar al expresidente para entender la perversidad de un sistema que es capaz de aupar al poder a un mediocre de ese calibre.
   Durante aquella etapa en la que todo valía, hacerse rico a cualquier precio ( ya han robado demasiado, nos toca ahora robar a nosotros) se sentaron unas sólidas bases que procedían del pacto del consenso entre exfranquistas y una oposición que sólo buscaba tocar pelo, tener la posibilidad de introducirse en el sistema no para trasformarlo sino para trasformarse a sí misma, es decir, engordar,  sentarse en mullidos sillones y con suculentos sueldos y al pueblo que le den. Para que ello no condujese a escándalo nacional había que consolidar un potente pacto de silencio. Sí, es cierto que parece el título de una película, pero no se podría definir mejor a un régimen corrupto que compra al cuarto poder para perpetuarse en el poder. Asi, las principales cabeceras del país, radios y televisiones (al principio solo había una) pusieron toda su maquinaria a funcionar para maquillar un rostro picado por la viruela, que era el rostro del poder. El político por supuesto, encarnado en ese camaleón carismático llamado popularmente como “Felipe” y en ese monarca campechano y fiel. Pero también el financiero y las grandes fortunas de este país, ese poder que siempre estuvo en la sombra y que de vez en cuando asoma la patita.
   Podemos decir que el punto de inflexión en esa etapa fue la aparición de la telebasura, de la radiobasura  y de la basura en general, a partir del crimen de Alcasser aproximadamente, en aquel programa nefasto de Nieves Herrero, en el que metía el micrófono en la boca del padre de una de las niñas brutalmente asesinadas. Aquello fue un exceso, convenía suavizar el mensaje y tomó el testigo el programa “Tómbola” pergeñado por otro de los símbolos de una época: Zaplana y su régimen en la Comunidad Valenciana.
   Después llegó la caída del muro de la vergüenza del ocultismo, la opacidad y la manipulación aunque siempre bajo el control de los grandes grupos mediáticos que controlaban prensa, televisiones y radios de máxima difusión. La mierda era tal que las alcantarillas del estado supuraban, como una herida, su pus maloliente. Algo cambió con aquel pacto para derribar a Felipe, alias Isidoro aunque durante el reinado aznarista las cotas de manipulación continuaron escalando, como digo, la coordillera de la indignidad.  El crimen de estado acabó emergiendo, las corruptelas de los ministros también pero Mr. X, ya como expresidente, quedó limpio de polvo y paja gracias al señor del bigote, que se negó a entregar a la justicia los papeles del CESID. Sin embargo, en el campo mediático, el cambio real se produjo después del 11-M y la llegada al poder de Mr. Chance (ver la recomendable película de Peter Sellers) un personaje que creyó ser el elegido por el karma universal para arreglar todos los problemas sin darse cuenta que con buenismo no se arregla nada.
  Quizás la ruptura sucedió en esa etapa, al socaire de la irrupción de internet y de nuevos medios de radiodifusión. Sorprendentemente nada era como nos lo habían contado. ¿Qué había pasado?.¿Había sido posible que nos tomaran a todos el pelo tantos años?. Sí, así era, así había sido. Comenzábamos a saber ciertas verdades incómodas entre las cuales estaba que la monarquía no era esa especie de lugar sagrado e impoluto que la revista Hola se encargaba de retratar machaconamente. El rey además de putero e infiel ( menudo papelón para la Reina, ahí, aguantantando los cuernos, la que decían que era la mejor valorada de la institución, no divorciándose para seguir en el candelero) había cobrado suculentas comisiones durante décadas y diarios extranjeros lo citaban como una de las fortunas más importantes de Europa, algo todavía desconococido para la gran mayoría. Aquel pacto de silencio parecía haber quedado hecho añicos, nada era ya intocable, los españoles por fin sabíamos la verdad.
   En aquella etapa apareció el caso Urdangarín, un escándalo que judicializó para siempre a la monarquía y a todo el régimen en general, salpicado de innumerables casos de indignidad y latrocinio organizado a todos los niveles de la administración política, transversal a todos los partidos, algo que todos sospechábamos pero que ahora se demostraba real y palpable. Muchos ya nos preguntábamos si el diseño del sistema político, la falta de separación de poderes, tenía algo que ver con todo lo que estaba empezando a emerger. Y así era. Pero todo tiene un límite para la oligarquía. Esta no iba a permitir que toda la verdad emergiese. Ya tenían controlado el poder judicial, podían dilatar eternamente los procesos para que estos prescribieran y después blanquearlos con sus periodistas a suelo pululando aquí y allá en tertulias y artículos de opinión sesgada.
   El 15-M fue un grito de indignación que hizo saltar muchas alarmas. Por suerte para los ciudadanos que siempre son los grandes beneficiados de la libertad de información hasta los medios tradicionales se atrevían a destapar más y más escándalos de corrupción, abuso de poder, estafa generalizada y cohechos varios. Incluso algo tan sagrado, aquello a lo que se habían comprometido a proteger en el primer pacto de silencio, la monarquía, sufrió los embates de una prensa capaz de plantarle cara y romper con esa censura dirigida desde la jefatura del estado. Pero todo tenía un límite. La cosa se había ido de  las manos y había que volver a atar en corto a la prensa y la televisión. Aprovechando la voraz crisis que ha castigado como a nadie a los medios de comunicación un grave ataque a la libertad de expresión se ha vuelto a perpretar en este país, en lo que yo llamo el pacto de silencio 2, la segunda edición de aquel nefasto pacto de la transición. Y no crean que han disimulado. Hemos sabido de reuniones en Zarzuela con los editores más importantes del país, hemos visto también la ayuda del gobierno popular a un medio tradicionalmente contrario a sus intereses y, finalmente, a cara descubierta, hemos visto la destitución fulminante de los directores de tres de los medios de comunicación más importantes de España, curiosamente los más críticos, aunque sin pasarse, con el poder establecido.    Primero fue La Vanguardia, después El Mundo y ahora El País, todo ello en el breve espacio de unos cuantos meses. Indecente pero real. Volvemos a un nuevo pacto de silencio, que es muy conveniente a los que nos han robado y nos seguirán robando. Ellos ya se han preparado para un retorno a su impunidad, un mayor control del poder judicial y el control total de la prensa escrita y las televisiones, con tertulias cada día más infiltradas de sus esbirros, cuando no directamente reuniones de peperos con algún pelele al que atizarle. Así se blindan y nos hunden. Y ojo, como siempre las segundas partes suelen ser peores que las primeras

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