Tayip Erdogan ha encontrado su “fórmula mágica” para salir del atolladero en el que se encuentra desde que las elecciones generales de junio frustraran, al no lograr la mayoría absoluta, sus planes de implantar un sistema presidencialista.
El presidente turco creía asegurada esa 
mayoría pero la irrupción en el Parlamento del HDP (Partido Democrático 
de los Pueblos), organización pro-kurda que obtuvo más de seis millones 
de votos y 81 diputados, desbarató totalmente su ansiado proyecto. Desde
 entonces, el Ejecutivo de Ankara está paralizado, incapaz de conformar 
una coalición que le permita gobernar y se ve abocado a una nueva 
convocatoria electoral de resultados igualmente inciertos.
La solución consistiría en expulsar del 
Parlamento al HDP en esas hipotéticas elecciones anticipadas, 
consiguiendo arrebatarle apoyo popular hasta situarlo por debajo del 
fatídico 10 por ciento de los votos de todo el país que se necesitan 
para entrar en la Asamblea Nacional Turca.
En el fondo, ese sería el objetivo de la
 actual escalada militar lanzada por el Ejército turco contra posiciones
 del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y de las sucesivas 
oleadas de detenciones, de forma especial en las provincias de población
 kurda, entre las distintas organizaciones que respaldan al “brazo 
político” de la guerrilla kurda. De esta forma, el HDP quedaría inmerso 
en una “guerra de baja intensidad” que frenaría su creciente prestigio 
entre distintos sectores de la sociedad turca cada vez más descontentos 
con la deriva autoritaria de Erdogán.
Su jugada maestra ha sido presentar ante
 el resto del mundo la actual campaña anti-kurda como si se tratara del 
inicio de su guerra contra el Estado Islámico. Es cierto que el Ejército
 turco, por primera vez, ha realizado algunos ataques contra el Estado 
Islámico, al que tenía que responder tras el grave atentado de Suruc y
 la muerte de un soldado turco por disparos yihadistas, pero no se 
pueden comparar con los lanzados contra el PKK de forma continua e 
intensa durante todos estos días.
Incluso ha llegado a bombardear 
posiciones de las YPG (Unidades de Defensa Popular), aliadas del PKK, 
dentro de territorio sirio, pese a que han demostrado con creces y con 
cientos de muertos su eficacia para derrotar al Estado Islámico sobre el
 terreno. Este mismo lunes, lograban una nueva victoria al ocupar la 
localidad de Sarrin, lo que coloca a las YPG en las puertas de Raqqah, 
principal bastión yihadista en Siria, mientras que en la ciudad de 
Hasaka prácticamente ha acabado con sus bolsas de resistencia.
De acuerdo con informes de la prensa 
turca, otro gran objetivo de esta vasta operación sería crear una 
“franja de seguridad” dentro de territorio sirio para impedir que las 
YPG logren unir el amplio territorio que ya controlan a lo largo de la 
frontera turca con el llamado “cantón de Afrín”, una región muy próxima 
al Mediterráneo que también está bajo su control, estableciendo así “de facto” una autonomía al norte de Siria.
 Inicialmente y tras un acuerdo con Washington, se presenta esta franja 
como “libre del Estado Islámico”, cuando en realidad lo que se pretende 
es impedir que los kurdos sigan ganando terreno a costa de los 
yihadistas.
Aún más evidente resulta la verdadera 
finalidad de las sucesivas redadas policiales. De acuerdo con los datos 
disponibles hasta la noche de este lunes, desde el viernes se habrían 
producido algo más de mil apresamientos. La práctica totalidad 
correspondería a la red de organizaciones que asociadas al HDP y al PKK,
 especialmente al llamado Movimiento Juvenil Patriótico y Revolucionario
 (YDG), y a grupos izquierdistas que les apoyan incluso con voluntarios 
en la lucha contra el Estado Islámico en Siria e Irak. También hay 
cuadros y militantes tanto del HDP como del Partido Democrático de las 
Regiones (DBP) y periodistas de medios de comunicación kurdos.
Ni siquiera llegarían al 10 por 
ciento los detenidos vinculados al yihadismo y apenas una treintena 
pertenecerían directamente al Estado Islámico, cuando se da por seguro 
que la Policía turca tiene bajo vigilancia a miles de simpatizantes que 
trabajan para esta organización dentro de Turquía y que realizan masivas
 concentraciones públicas, como la reciente en Istanbul para celebrar el
 fin del ramadán.
Esta es la razón por la que se están 
multiplicando las protestas contra las detenciones y los bombardeos solo
 en ciudades kurdas o en barrios kurdos de Bursa, Adana, Izmir o 
Istanbul, especialmente en el barrio Gazi de la antigua Constantinopla, 
habitado fundamentalmente por kurdos y alevis, donde una persona ha 
muerto durante las redadas policiales. Otros dos jóvenes habrían 
fallecido en las ciudades de Diyarbakir y Nusaybin. El líder del HDP, Salahattin Demirtash,
 habla abiertamente de clima de guerra civil y acusa al gubernamental 
AKP, el islamista Partido del Desarrollo y la Justicia, de provocar 
artificialmente una situación de caos y arruinar el proceso de paz con 
el PKK para, así, asegurarse una victoria política y un cómodo gobierno 
en solitario.
Lo más sorprendente de este embrollo es 
que Turquía ha conseguido presentar la escalada bélica como el inicio de
 su lucha contra el Estado Islámico. Ahora pretende que, en la cumbre 
especial de la Alianza Atlántica, sus aliados  bendigan una operación de
 ingeniería política camuflada como lucha contra el yihadismo cuando en 
realidad está pidiendo a la OTAN carta blanca para echar a los kurdos 
del Parlamento y recuperar la mayoría absoluta necesaria para continuar 
con su proyecto presidencialista.
Se da por seguro que ni Alemania ni 
Francia caerán en la trampa, mientras que Estados Unidos, en una muestra
 más de su cinismo en política exterior, aprueba los bombardeos turcos 
contra los “terroristas” del PKK pero, sin embargo, les apoya, tanto en 
Siria como en Irak, a la hora de combatir al Estado Islámico.
Fuente: http://www.cuartopoder.es/terramedia/2015/07/28/turquia-busca-el-apoyo-de-la-otan-para-echar-a-los-kurdos-de-la-asamblea-nacional/6945
No hay comentarios:
Publicar un comentario