Por Franco BERARDI BIFO
A finales de los años 70, tras diez años 
de huelgas salvajes, la dirección de la FIAT reunió a los ingenieros 
para que introdujesen modificaciones técnicas capaces de reducir el 
trabajo necesario y despedir así a los extremistas que habían bloqueado 
las cadenas de montaje. Sea por esto o por lo otro el hecho es que la 
productividad aumentó cinco veces en el periodo que va desde 1970 al 
2000. Dicho de otro modo, en el año 2000 un obrero podía producir lo que
 precisaba de cinco en 1970. Moraleja de la fábula: las luchas obreras 
sirven entre otras cosas para que los ingenieros consigan aumentar la 
productividad y para reducir el trabajo necesario.
¿Os parece bueno o malo? A mí me parece 
algo buenísimo si los obreros tienen la fuerza (¡y, caray, en aquel 
tiempo la tenían!) para reducir la jornada laboral con el mismo salario.
 Y algo pésimo si los sindicatos se oponen a la innovación y defienden 
los puestos de trabajo sin comprender que la tecnología cambia todo y 
que ya no hace falta más trabajo.
Aquella vez  los sindicatos creyeron 
desgraciadamente que la tecnología era un enemigo del que había que 
defenderse. Ocuparon las fábricas para defender el puesto de trabajo y 
el resultado, como se preveía, fue que los obreros perdieron todo.
Pero, preguntará alguno, ¿se podía hacer 
de otra manera? Sí, se podía. Una pequeña minoría dijo entonces: 
trabajar menos para trabajar todos, y alguien más astuto dijo: trabajar 
todos para trabajar menos. Fueron tachados de extremistas, y algunos 
fueron arrestados por asociación subversiva.
En 1983, en el país más feo del mundo 
había un gobierno infernal  dirigido por una señora a quien le gustaba 
el látigo. Había dicho que la sociedad no existe (there is no such thing
 as society) para decir que cada uno está solo y debe luchar contra 
todos los demás con el resultado de que uno cada mil puede disfrutar de 
la buena vida y pasear en Rolls Royce, uno de cada cien puede vivir 
decentemente y todos los demás deben pasar una vida de mierda. Pero 
volvamos a nosotros, no se me paga para hablar mal de Inglaterra. Un 
buen día la señora decidió que no se necesitaban minas y, menos, 
mineros. ¿Qué harías si la vida te hubiera ido  tan mal como para 
trabajar de minero en un país de mierda donde en la superficie llueve 
siempre, y está la Thatcher, y bajo tierra es incluso peor?
No sé tú pero en el caso de que yo 
trabajara de minero y alguien me dijese que no hacen falta mineros daría
 gracias al cielo y pediría una renta de ciudadanía. No fue el caso de 
Arthur Scargill, que era el jefe de un sindicato que se llamaba Union 
Miners. Un sindicato glorioso que organizó una lucha heroica contra los 
despidos, como diría Ken Loach. Me doy cuenta de que no es un chiste 
gracioso porque fue una tragedia para decenas de miles de trabajadores y
 para sus familias. Naturalmente, los trabajadores perdieron la lucha y 
el salario, y fue solo el principio. El desempleo está creciendo hoy en 
todos los países europeos. La mitad de la población juvenil no tiene un 
salario, o tiene un salario miserable y precario, mientras los 
reformadores europeos han impuesto un aplazamiento de la edad de 
jubilación de los 60 a los 62, 64, 65 o 67. ¿Y después?
¿Hay alguien que pueda explicarme según 
las reglas de la lógica aristotélica el misterio según el cual para 
resolver  el desbordante desempleo haya que perseguir cruelmente a los 
viejos que trabajan, forzándoles a jadear ante la orilla de una pensión 
que  nunca llega? Nadie que esté en su sano juicio me responde, porque 
la respuesta no se encuentra en las reglas de la lógica aristotélica 
sino solo en las reglas de la lógica financiera, que con la lógica no se
 acompasa nada pero sí mucho con la crueldad.
Si la lógica financiera contradice la 
lógica más elemental, ¿qué haría una persona con sentido común? 
Reformaría la lógica financiera para adaptarla a la lógica, ¿no? Sin 
embargo, Giavazzi [un famoso economista neoliberal italiano] dice que le
 den por culo  a la lógica porque nosotros somos modernos (no griegos).
Animal Kingdom es el nombre de una 
empresa de Saint Denis que vende ranas y comida para perros. Candelia 
vende muebles de oficina. Parecen empresas normales pero no lo son en 
absoluto, porque todo el negocio de estas empresas es falso: falsos los 
clientes que telefonean, falsos los productos que nadie produce, falso 
hasta el banco a quien las falsas compañías le pedían falsos créditos.
Como cuenta un artículo del New York 
Times del 29 de mayo, del que se deduce que el capitalismo está afectado
 por una enfermedad senil, en Francia hay un centenar de empresas 
falsas, y parece que en Europa se cuentan por millares.
Millones de personas no disfrutan de 
salario y millones perderán el trabajo en los próximos años debido a una
 razón muy simple: no hace falta trabajo. La informática, la 
inteligencia artificial, la robótica hacen posible la producción de todo
 lo que nos hace falta usando una cantidad cada vez menos de trabajo 
humano. Este hecho es evidente para cualquiera que razone y lea las 
estadísticas pero nadie puede decirlo: es el tabú de todos los tabúes, 
porque todo el edificio de la sociedad en que vivimos se basa sobre la 
premisa de que quien no trabaja no come. Una premisa imbécil, una 
superstición, un hábito cultural del que habría que liberarse.
No obstante, economistas y gobernantes, 
en vez de encontrar una vía de salida de la paradoja a la que nos lleva 
la superstición del trabajo asalariado insisten en prometer la vuelta 
del empleo y del crecimiento. Y puesto que la recuperación es falsa, 
alguien ha tenido esta  absurda idea de crear empresas en las que se 
finge trabajar para no perder la costumbre y la fe en el futuro, dado 
que los parados de larga duración (el 52,6 de los desempleados de la 
eurozona son parados de más de un año de duración) corren el riesgo de 
perder la fe más allá del salario.
Pero volvamos a la cuestión. Dice el 
joven presidente del gobierno (Matteo Renzi) que la renta de ciudadanía 
es una cosa para maliciosos ya que en Italia quien trabaja duro lo 
consigue. Quizá alguno sí, no voy a negarlo, pero estamos hablando de 
veintiocho millones de desempleados europeos. Y me da que el desempleo 
no va a disminuir sino precisamente a aumentar, y os digo por qué. 
Porque todo ese trabajo (duro o benigno, no importa) ya no nos hace 
falta. Lo dice alguien que es más moderno que Renzi o Gavazzi juntos. Lo
 dice un jovencito dotado intelectualmente que se llama Larry Page. En una entrevista
 publicada en Computer World en octubre de 2014 este tipo, que dirige la
 mayor empresa de todos los tiempos, dice que Google invierte 
masivamente en robótica. ¿Y sabes qué hace la robótica? Convierte el 
trabajo en inútil, esto es lo que hace. Larry page añade que según su 
opinión solo los locos pueden pensar en seguir trabajando cuarenta horas
 a la semana. Uno se encoge de hombros y dice: Renzi, trabajar duro, de 
acuerdo, pero ¿para hacer qué?
El Foreign Office, en su informe del 
pasado año, decía que el 45% de los trabajos con los que hoy la gente se
 gana la vida podría desaparecer mañana porque ya no son necesarios. 
Querido Renzi: se trata de cosas serias, deja que los grandes actúen y 
vuelve a jugar con el videojuego. Hay que instaurar inmediatamente una 
renta de ciudadanía que libere a la gente de la idiota obsesión por el 
trabajo. La situación, de hecho, es tan grave e imprevista que nos hace 
falta una invención científica que no está al alcance de los 
economistas.
Os habéis preguntado alguna vez ¿qué es 
ciencia? Para no alargarnos mucho digamos que es una forma de 
conocimiento libre de cualquier dogma, capaz de extrapolar leyes 
generales a partir de la observación de fenómenos empíricos, capaz de 
prever lo que sucederá sobre la base de la experiencia del pasado y, 
 para terminar, capaz de comprender fenómenos tan radicalmente 
innovadores como para mutar los mismos paradigmas sobre los que se basa 
esa misma ciencia. Y ahora diré que la economía no tiene nada que ver 
con la ciencia. Los economistas están obsesionados con nociones 
dogmáticas como crecimiento, competitividad y producto nacional bruto. 
Dicen que la realidad está en crisis cada vez que esta no se corresponde
 con sus dogmas, y son incapaces de prever lo que sucederá mañana, como 
ha demostrado la experiencia de las crisis de los últimos cien años. Los
 economistas, además, son incapaces de formular leyes a partir de la 
observación de la realidad prefiriendo que la realidad se adapte a sus 
dogmas, e incapaces de reconocer cuando los cambios de la realidad 
exigen un cambio de paradigma. Lejos de ser una ciencia, la economía es 
una técnica cuya función es someter la realidad multiforme a los 
intereses de quien paga el salario de los economistas.
Por tanto, escuchadme: no nos hacen falta
 ya los Gavazzi ni todos esos tristes personajes que quieren 
convencernos de que el empleo y el crecimiento se recuperarán pronto. 
Trabajemos menos con una renta de ciudadanía, preocupémonos de la salud,
 vayamos al cine, aprendamos matemáticas y hagamos ese millón de cosas 
útiles que no son trabajo y no tienen necesidad de intercambiarse con un
 salario. Porque ¿sabéis lo que os digo? El trabajo ya no es necesario.
***
Traducción de Javier Aristu. Franco Berardi Bifo es 
un filósofo italiano, interesado en las dinámicas culturales y sociales 
contemporáneas. En Campo Abierto hemos publicado también su entrevista“La solidaridad es el antídoto de la precariedad“.
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