Los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible que han sustituido a
los Objetivos del Milenio son bastante más ambiciosos, pero su
cumplimiento exige un cambio de sistema que no van a permitir las élites
globales
En España, el 90% de los nuevos contratos son temporales, precarios y mal pagados; la tasa de temporalidad se ha incrementado en los últimos años y alcanza ya al 26% de los trabajadores y trabajadoras
702 millones de personas en el mundo viven en condición de extrema pobreza, el 9,6% de la población mundial
http://www.eldiario.es/zonacritica/Ano-nuevo-mismos-retos-enfoque_6_473912621.html En España, el 90% de los nuevos contratos son temporales, precarios y mal pagados; la tasa de temporalidad se ha incrementado en los últimos años y alcanza ya al 26% de los trabajadores y trabajadoras
702 millones de personas en el mundo viven en condición de extrema pobreza, el 9,6% de la población mundial
Comenzamos el año donde dejamos 2015, con las mismas
dificultades para millones de personas en nuestro país, que afrontan
situaciones de desempleo, precariedad laboral, pobreza, exclusión social
y desigualdades. Estos son algunos datos que hemos conocido
recientemente:
El número de personas en paro asciende
a 4.850.000 (EPA III Trimestre 2015), de las que 2.900.000 llevan más
de un año sin trabajar. De ellas, tan solo el 27,9%, poco más de una de
cada cuatro, recibe algún tipo de prestación (Fundación 1º de Mayo). El
número de hogares con todos sus miembros en paro es de 1.573.000, y el
de hogares sin ningún ingreso es de 721.900. El paro juvenil alcanza el
50% de los y las jóvenes de 15 a 24 años, el más alto entre los países
de la OCDE.
Las personas empleadas han experimentado una pérdida de
poder adquisitivo del 5,3% desde 2009, debido a la devaluación salarial
impuesta, pero son el 10% de asalariados de menores ingresos los que
están soportando las mayores pérdidas: el 25,6% de su poder adquisitivo
(Fundación 1º de Mayo).
El 90% de los nuevos
contratos son temporales, precarios y mal pagados. La tasa de
temporalidad viene incrementándose en los últimos años y alcanza ya al
26% de los trabajadores y trabajadoras. Como consecuencia, el número de
trabajadores pobres va en aumento, alcanzando a un 14,2% en 2014 (EAPN).
El 29,2% de la población española se encuentra en riesgo de pobreza y/o
exclusión, lo que supone un total de 13.657.232 personas. Desde 2009
esta cifra ha aumentado 4,5 puntos porcentuales. Asimismo, el 67,9% de
las personas tiene dificultades para llegar a fin de mes. En cuanto a la
pobreza severa, que impide alcanzar unos estándares de vida mínimos, la
sufren más de tres millones de personas, lo que supone el 6,9% de la
población española (EAPN).
El gasto social en
educación no universitaria y en sanidad ha experimentado un recorte de
17.000 millones de euros desde 2009 y, como consecuencia, la enseñanza
pública no universitaria y la sanidad pública han perdido cerca de
50.000 enseñantes y personal sanitario desde 2011, mientras aumentaba el
número de estudiantes y pacientes (Ministerio de Hacienda).
Se constata un aumento de la desigualdad desde el inicio de la crisis.
En la actualidad, el 10% más rico obtiene aproximadamente la misma renta
total que la mitad de la población española, y la renta del 20% más
rico es casi siete veces superior a la renta del 20% más pobre (EAPN),
lo que nos sitúa como el segundo país más desigual de la Unión Europea,
solo por detrás de Rumanía. Mientras, los ejecutivos y consejeros de las
empresas del IBEX-35 aumentaron sus retribuciones totales entre un 15%
(el conjunto de directivos) y un 80% (los principales ejecutivos) en
2014 (CCOO).
Según los últimos datos de Naciones
Unidas, el impacto de la desigualdad en el progreso de España es de los
más altos entre los países de su mismo nivel de desarrollo humano. El
Índice de Gini, que mide la desigualdad en la distribución de la renta
dentro de un país (0 representaría la máxima igualdad, 100 la máxima
desigualdad), ha venido creciendo en los últimos años, y se sitúa ya en
35,8%. El índice para la UE es 30,9 (Eurostat), casi 5 puntos inferior.
Pero la pobreza y la desigualdad que sufren millones de personas en
España son padecidas también por miles de millones de personas en el
mundo, en especial en los países empobrecidos, pero no solo. También
suceden en los llamados países ricos.
El informe de
Naciones Unidas antes mencionado pone en evidencia que Estados Unidos,
el octavo país con mayor Índice de Desarrollo Humano (IDH, indicador del
progreso de un país que contempla tres dimensiones básicas del
desarrollo humano: disfrutar de una vida larga y saludable, medido por
la esperanza de vida; acceso a educación, calculado por los años de
escolarización; y nivel de vida digno, estimado por los ingresos),
pierde 20 posiciones en la clasificación cuando dicho índice se ajusta
por la desigualdad, posicionándose entonces en valores de desarrollo
humano similares a los que muestran Grecia o Polonia, por ejemplo. Si se
utiliza el Índice de Gini para medir la desigualdad, Estados Unidos
alcanza un nivel del 41,1%. En la parte superior del ranking de
concentración de ingresos se sitúan países como Sudáfrica (65,0),
Namibia (61,3), Botsuana (60,5) o Haití (59,2).
En
cuanto a la pobreza, según estimaciones del Banco Mundial 702 millones
de personas en el mundo viven en condición de extrema pobreza, lo que
representa el 9,6% de la población mundial. Y de nuevo, en todos los
países del mundo existe pobreza, si bien el récord lo sustentan los
países de África Subsahariana, donde el ratio de pobreza es del 35,2% de
la población.
Asimismo, al igual que sucede en
España, tener un empleo no soluciona el problema de la pobreza: a nivel
mundial, 3.200 millones de personas están empleadas, pero el 61% lo está
sin contrato, y tan sólo el 27% cuenta con protección social. Existen
830 millones de trabajadores y trabajadoras pobres (que perciben menos
de 2 dólares al día), y 1.500 millones de empleos son vulnerables, sin
condiciones dignas de trabajo ni ningún tipo de seguridad social
(PNUD).
Estas situaciones de pobreza y marginación,
que se dan en mayor o menor medida en todos los países del mundo,
deberían hacernos reflexionar sobre la existencia de elementos comunes a
todas ellas. Y existen. El principal elemento común es el sistema
económico neoliberal en el que se desenvuelven prácticamente todas las
economías del mundo y la imposición de una globalización capitalista que
beneficia a unos pocos en detrimento de la inmensa mayoría.
La peculiar e injusta organización económica del mundo solo ha sido
posible gracias al inmenso, y creciente, poder que ostentan los que más
tienen, fundamentalmente las grandes fortunas y las empresas
transnacionales que, basándose en falsos dogmas, como los beneficios del
libre mercado, son capaces de supeditar instituciones, gobiernos y
políticas públicas a sus intereses.
Así pues, el
principal y urgente problema a abordar debería ser la enorme
concentración del poder y la riqueza en unos pocos individuos que actúan
en su propio beneficio. Es muy poco lo que se está consiguiendo con los
grandes acuerdos mundiales, como los extintos Objetivos de Desarrollo
del Milenio, que durante los últimos 15 años han marcado el camino para
reducir la pobreza en el mundo, y cuyos resultados dejan tanto que
desear. Los nuevos Objetivos de Desarrollo Sostenible, que los han
sustituido a partir del 1 de enero de 2016, son bastante más ambiciosos,
pero su cumplimiento exige, a mi entender, un cambio de sistema que no
van a permitir las élites globales mientras detenten el poder con que
cuentan en la actualidad.
Se hace necesario modificar
la actual correlación de fuerzas a favor de la gran mayoría de la
población. Para ello, se debe empezar (ya se ha empezado) desde abajo,
transmitiendo el conocimiento y la información que los grandes medios de
comunicación, controlados por las élites, se empeñan en ocultarnos, con
el fin de conseguir una masa crítica de activistas que cree redes
locales y mundiales de contrapoder, capaces de influir tanto en
gobiernos como instituciones internacionales, con el fin de lograr el
respeto y la promoción de los derechos humanos, incluidos los derechos
económicos, sociales, culturales y ambientales que permitan a todas las
personas disfrutar de una vida digna y en armonía con su entorno. Y es
este el objetivo al que cada vez más personas nos dedicamos desde
organizaciones de la sociedad civil como Economistas sin Fronteras.
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