No es concebible que las instituciones europeas hayan perdido el rastro de miles de niños que han llegado solos a Europa.
El colmo será si la Unión Europea llega a equipar a los cooperantes con los contrabandistas, a través de una normativa que criminalizaría a ONGs y voluntarios que presten ayuda humanitaria a los refugiados.
El colmo será si la Unión Europea llega a equipar a los cooperantes con los contrabandistas, a través de una normativa que criminalizaría a ONGs y voluntarios que presten ayuda humanitaria a los refugiados.
    Ruth Toledano - 31/01/2016
 
    
Miles de niños han llegado solos a Europa entre los refugiados. Foto: EFE
10.000 niños refugiados han desaparecido en Europa. 
10.000 niños que pueden estar siendo violados, prostituidos, 
esclavizados en manos de una nueva organización criminal paneuropea de 
tráfico de personas. ¿Y qué se le ocurre al Consejo de Ministros de la 
Unión Europea? Preparar una normativa para criminalizar a ONGs y a 
voluntarios que presten ayuda humanitaria a los refugiados. A los que 
llegan vivos, pues siguen flotando pequeños cadáveres en el 
Mediterráneo. Según Save the Children, en 2015 entraron en Europa 26.000
 niños sin acompañantes. 5.000 de los niños que llegaron solos han 
desaparecido en Italia. 1.000, en Suecia. Que sepamos. Europol confirma 
tener pruebas de que muchos de ellos están siendo esclavizados y 
explotados sexualmente. Pero, ¿esto qué es? Es insoportable.
Un país como Dinamarca ha decidido confiscar a los refugiados todo el 
dinero que posean por encima de los 1.340 euros; también las joyas que 
no tengan “valor sentimental”, como las alianzas matrimoniales: una 
broma de tan mal gusto que produce nauseas. Países como Suecia, Holanda y
 Finlandia han anunciado deportaciones masivas. Todas ellas eran 
naciones referentes, en las que nos mirábamos, con las que nos 
comparábamos, como las que aspirábamos a convertirnos. Admirábamos sus 
servicios públicos, su organización social, sus escuelas. ¿Qué están 
haciendo ahora por los niños solos? ¿Por qué no están funcionando sus 
modernos medios de protección? Los funcionarios de la ciudad sueca de 
Trelleborg dicen que se ha perdido el rastro de los 1.000 niños 
refugiados que en octubre llegaron solos hasta allí. Pero, ¿cómo es 
posible algo así? ¿Es concebible que las autoridades de una ciudad sueca
 pierdan el rastro de 1.000 niños, que no sepan dónde están? Pero, ¿en 
qué cabeza cabe?, ¿qué locura es esta?
Brian Donald, el jefe de Personal de la Europol, hace un
 llamamiento desesperado para que haya una acción europea coordinada 
frente a estos secuestros. Dice que la policía está desbordada ante el 
alcance de las mafias. Pero, lejos de estar toda en pie, derribando 
alambradas y abriendo fronteras, remangada en las costas, empapada de 
espanto y de solidaria obligación, abrazando a los niños, 
alimentándolos, cobijándolos, la Unión Europea está a punto de equiparar
 a los humanitarios con los contrabandistas. Vecinos de la isla de 
Lesbos, personas que se hayan trasladado a los puntos calientes para 
ayudar a los que llegan o simples turistas que echen una mano porque les
 pille el horror en una playa, podrían ser acusados de complicidad. 
Pero, ¿qué nos queda por ver?
Statewatch es una 
organización de voluntarios creada por abogados, periodistas, 
académicos, investigadores y activistas comunitarios de 18 países con el
 objetivo de fomentar un periodismo de investigación al servicio de la 
justicia, la libertad y la transparencia. Su director, Tony Bunyan, 
advierte de que las propuestas del Consejo de Ministros “criminalizarían
 a las ONG, a los residentes y voluntarios que trabajan heroicamente 
para dar la bienvenida a los refugiados en un momento en que las 
instituciones europeas no están haciendo absolutamente nada”.
Es el colmo: las instituciones no solo no hacen su trabajo sino que 
pretenden impedir que se lo hagan los ciudadanos de los que más 
orgullosas debieran sentirse. Si los niños que han llegado solos a 
Europa, huyendo de las bombas, de la orfandad, del terror, hubieran sido
 recibidos y tutelados por las personas que ahora pueden ser 
criminalizadas por su humanitarismo, no estarían “perdidos”. Resulta 
espeluznante que las instituciones hayan perdido el rastro de 10.000 
niños, que estarían a salvo bajo la custodia de las organizaciones y 
personas humanitarias. Y en el caso de aprobar esa repugnante normativa,
 la Unión Europea no solo omitirá su deber de asilo y protección, sino 
que pasará por alto la exención de la que disfrutan las agencias de 
cooperación y los propios cooperantes ante las posibles acusaciones de 
complicidad con los contrabandistas de personas. De esta manera, la 
propia Europa se convertiría en cómplice de los peores: los que de 
verdad trafican con niños.
Porque la pregunta ahora 
ni siquiera es ya qué hacer con ellos, sino dónde están, cómo es posible
 que no sepamos dónde están. Cómo es posible perder de vista a 10.000 
niños.
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