En
 1951 Hannah Arendt publicó Los orígenes del totalitarismo. Al final de 
su segundo volumen incluyó un capítulo clave para comprender la 
situación de migrantes y refugiados en Europa. Allí describe lo sucedido
 en los años 30, y lo chocante es que en gran parte refleja la situación
 actual. Además la autora judía plantea (cruciales) problemas políticos 
de fondo, aún hoy sin resolver.
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Una relectura de ‘Los orígenes del 
totalitarismo’, de Hannah Arendt, revela que hoy, como ayer, decisiones 
burocráticas, frías y racionales organizan el horror para miles de 
personas
     
             Víctor Alonso Rocafort es Doctor en Teoría Política. Autor de Retórica, democracia y crisis. Un estudio de teoría política (CEPC, Madrid, 2010). Miembro del Colectivo Novecento. Candidato al Congreso en la lista de Unidad Popular-IU por Madrid. 
http://ctxt.es/es/20160330/Firmas/5062/refugiados-crisis-inmigracion-acuerdo-UE-Turquia-totalitarismos-Arendt-campos-internamiento-Hitler-Europa-Europa-contra-s%C3%AD-misma-Tribunas-y-Debates.htm#. 
          
        
   
    30 de
    Marzo de
    2016 
En 1951 Hannah Arendt publicó Los orígenes del totalitarismo. Al final de su segundo volumen incluyó un capítulo clave
 para comprender la situación de migrantes y refugiados en Europa. Allí 
describe lo sucedido en los años 30, y lo chocante es que en gran parte 
refleja la situación actual. Además la autora judía plantea (cruciales) 
problemas políticos de fondo, aún hoy sin resolver.  
El texto de Arendt lo he recomendado en diversos foros y 
escritos. En esta ocasión trataré de trasladar la esencia de sus ideas a
 la situación crítica que vivimos para denunciar que se está repitiendo 
lo que tantas veces dijimos que impediríamos. Lo entrecomillado es de 
Arendt. 
Estamos ante una cadena de acontecimientos originada por 
las irresponsables decisiones tomadas en organismos de dudosa 
legitimidad democrática. La deriva es “estúpida” y de terribles 
consecuencias. Vamos hacia un abismo bien conocido por la vieja Europa. 
En el caso español el presidente de un gobierno en 
funciones, Mariano Rajoy, ha firmado en nombre de España el Acuerdo 
entre la UE y Turquía sin presentarlo siquiera previamente al 
Parlamento. En el Consejo Europeo por su parte se hace y se deshace, 
como es costumbre, sin consultar a la ciudadanía y minusvalorando al 
Parlamento Europeo. En este caso se ha sepultado un derecho humano 
fundamental en otra de sus blindadas cumbres. 
Hoy como ayer decisiones burocráticas, frías y racionales organizan el horror para miles de personas. 
Las últimas decisiones de la Unión Europea (UE) muestran 
la esencia criminal del proyecto de las élites del continente. El dogma 
neoliberal de los recortes sociales en defensa de las oligarquías 
económicas y el acuerdo contra los refugiados derriban del todo la 
fachada que la UE a duras penas mantenía los últimos años. Es urgente 
reconstruirla desde los valores europeos, humanistas, antifascistas y 
solidarios por los que la izquierda una vez luchó en el continente. 
Precisamos recuperar una ética de la resistencia frente a la barbarie. 
Las últimas decisiones de la Unión Europea muestran la esencia criminal del proyecto de las élites del continente
Durante siglos, especialmente en las guerras de religión 
europeas, la población que huía de un conflicto bélico hallaba abrigo y 
refugio en otro país. La “larga y sagrada historia” de este derecho “se 
remonta a los auténticos comienzos de la vida política regulada”. Esto 
finaliza en los años de entreguerras con las consecuencias que todos 
sabemos. Recordemos que el derecho que de nuevo hoy se abole es nada más
 y nada menos “el símbolo de los derechos humanos en la esfera de las 
Relaciones Internacionales”. 
Uno de los cínicos argumentos manejados por los fascistas 
en el siglo XX era que los derechos humanos que esgrimían las 
democracias no eran más que papel mojado, declaraciones nominales que 
escondían que el mundo real funcionaba de otra manera. En la década de 
los treinta se pudieron escuchar las risotadas de Hitler, Goebbels y 
compañía cuando las autodenominadas democracias liberales deportaban, 
perseguían y encerraban refugiados. “¡Veis, teníamos razón!”, bramaban 
ufanos en sus comunicados, algunos de los cuales Arendt recoge. 
La defensa de los derechos humanos es vital para que no 
domine de nuevo el fascismo en Europa, para no darles la razón. Los 
partidos fascistas en Europa son votados hoy por el 30% de votantes en 
ciudades como Viena, avanzan firmes de la mano de Marine Le Pen en Francia, siguen inquietando en Grecia, logran porcentajes de hasta el 25% en algunos Länder alemanes, por no hablar de su preeminencia en países como Dinamarca, Hungría, Suecia, Finlandia o Polonia,
 entre otros. Al igual que entonces se utilizaron las tensiones bélicas y
 nacionalistas resultantes de una política internacional lamentable, hoy
 se utiliza el terrorismo surgido de un escenario igual de penoso como 
corriente emocional para cerrar comunidades agresivas en el interior. 
Uno de los cínicos argumentos manejados por los fascistas en el siglo XX era que los derechos humanos que esgrimían las democracias no eran más que papel mojado
En este contexto de fortalecimiento del fascismo, al 
comprobar que el artículo 14 de la Declaración Universal de los Derechos
 Humanos, el relativo al derecho de asilo, deja de tener efecto en la 
Unión Europea, decir que estamos alarmados es quedarse cortos. 
La situación de los refugiados y refugiadas procedentes en
 su mayor parte de Siria, pero no sólo, muestra con toda crudeza la 
situación del resto de migrantes en Europa. En los últimos 15 años las 
políticas migratorias decididas por líderes europeos votados por casi 
todos han convertido el Mediterráneo en una enorme fosa común que ha 
recibido más de 25.000 cadáveres, sin contar los no identificados. 
En nuestras comunidades políticas se ha aceptado, sin 
grandes protestas, que haya ciudadanos de primera y de segunda 
dependiendo de su origen nacional y su renta. Se ha aceptado que 
tengamos muros y alambradas, centros de internamiento y redadas 
racistas. Tenemos vecinos que viven permanentemente con miedo al 
internamiento forzoso y la deportación sólo por venir de otro país pobre
 o en guerra con los bolsillos vacíos. No hay más delito. Se les ataca 
oficialmente, día y noche, por “su simple presencia en el mundo”. 
Refugiados y migrantes económicos, familias enteras que 
huyen del horror, no han hecho así nada punible, son completamente 
inocentes. Es más, son víctimas de conflictos bélicos e injusticias 
económicas. Y sin embargo son expulsados y maltratados por las 
autoridades estatales de la UE. La construcción de sus vidas en tierra 
europea no es que sea vulnerable, es lo siguiente. Por supuesto que como
 en todo colectivo de millones de personas donde corre la vida los habrá
 bondadosos y malvados, genios y zotes, altos y bajos. No son figuras 
pasivas de un drama televisado. Es más, con la determinación de su viaje
 se han mostrado plenamente activos para escapar de un futuro impuesto 
de bombas y escasez. 
En nuestras comunidades políticas se ha aceptado, sin grandes protestas, que haya ciudadanos de primera y de segunda dependiendo de su origen nacional y su renta
Ahora se les priva de una ley que les proteja, de una 
comunidad política, de unos derechos. “Se les priva de un lugar en el 
mundo”. Son refugiados arrojados a campos inmundos porque son “los 
indeseables de Europa”. Por eso se paga a Turquía. 
Johan Galtung denominaba como violencia estructural a las 
condiciones económicas que impiden llevar una vida digna. Los migrantes 
que huyen de esa pobreza que violenta el cuerpo y el alma, los migrantes
 que huyen de las guerras, no encuentran acogida en un continente 
relativamente próspero y en paz como es Europa porque así lo están 
decidiendo nuestros gobernantes en nuestro nombre. 
“Lo que carece de precedentes no es la pérdida de un 
hogar, sino la imposibilidad de hallar uno nuevo (…) No tenía nada que 
ver con un problema material o superpoblación. Era un problema, no de 
espacio, sino de organización política”. 
A día de hoy alrededor de seis millones de refugiados sirios se encuentran en Jordania, Líbano y la propia Turquía. La UE, mucho más rica, apenas había aceptado entre 2011 y 2014 al 12% del 1,8 millón de sirios
 que había solicitado asilo (unas 200.000 personas). Del plan de 160.000
 personas a las que asilar que se había acordado el pasado septiembre, 
la UE sólo ha recolocado unos centenares cerrando casi por completo sus 
fronteras. Recordemos que de los millones de “personas desplazadas” en 
el mundo, eufemismo que según denunciaba Arendt iría sustituyendo 
paulatinamente al término apátrida, tan sólo un 14% llegaron a países industrializados. 
La comunidad política que surge de las revoluciones 
modernas europeas frente al Antiguo Régimen tuvo claro desde el 
principio la defensa del imperio de la ley frente al uso despótico y 
arbitrario del poder que conllevaba el absolutismo. Esta defensa 
significa aceptar la igualdad de todos ante la ley, un elemento 
democrático que había de servir además como protección de los más 
débiles.  
En la crisis de los refugiados se hace evidente al mundo, 
en su máxima crudeza, una ruptura con el principio de igualdad ante la 
ley que llevaba tiempo dándose en la UE. La Europa fortaleza de Schengen
 está detrás de la ruptura de los Tratados internacionales que se ha 
perpetrado estos días. Sin aquello esto de hoy resulta inexplicable. 
La libertad de movimiento para Arendt es la libertad fundamental, la originaria. Está íntimamente ligada a la libertad de movimiento en el pensar
“La nación-Estado no puede existir una vez ha quedado roto
 su principio de igualdad ante la ley”, insistía Arendt. Una vez 
quebrado este principio se ha generado oficialmente en el continente 
personas privilegiadas frente a individuos desfavorecidos. “¿Qué es el 
tercer estado?”, hemos de clamar de nuevo con Emmanuel Sieyès. 
La libertad de movimiento para Arendt
 es la libertad fundamental, la originaria. Está íntimamente ligada a la
 libertad de movimiento en el pensar. La creación de campos de 
internamiento forzoso como solución rutinaria para migrantes y 
refugiados en Europa es una acción propia del fascismo, nunca de una 
democracia. No digamos ya su deportación. 
El lema de Hitler hoy no podemos repetirlo, siquiera en 
voz baja: “Justo es lo que es bueno para el pueblo alemán”. Este Tratado
 sabemos que no es justo, pero tampoco es bueno para el pueblo europeo. 
Inquieta seguir leyendo a Arendt: “La aparición de 
Gobiernos totalitarios es un fenómeno interior, no exterior, a nuestra 
civilización”. 
Nuestro modelo de comunidad política aún se basa en la 
ajada trinidad Estado-nación-territorio, el llamado principio de las 
nacionalidades. No bastaron dos guerras mundiales para cambiarlo. Se 
sustenta así en la exclusión de los no nacionales, en la adquisición de 
derechos efectivos por la sangre y la tierra (ius sanguinis y ius soli, pilares de nuestros Códigos Civiles), en procesos complejos de naturalización.
 Como advirtió Arendt, se pensó que al vencer a los nazis se resolverían
 los problemas que cristalizaron en los horrores de Auschwitz. Pero a 
ella le internaron en un campo los franceses, como solía recordar.  
El refugiado es “la figura política fundamental de nuestro
 mundo” desde hace cien años, con casi 60 millones en todo el planeta. Y
 subiendo. Multiplicar vallas y campos no está funcionando. 
Fomentar la paz y las relaciones económicas justas es el 
objetivo fundamental. Pero las grandes palabras no bastan solas. Hemos 
de adaptar nuestras sociedades y comunidades políticas a la acogida 
desde ya, defender los derechos para todos los humanos y no sólo para 
los de nuestra sangre. El proyecto europeo del que nos sentíamos tan 
orgullosos no era el de las Leyes de Núremberg o Vichy, ya sabemos que 
tampoco el de la CECA o Maastricht.  
La Convención de Ginebra, el Pacto Internacional de 
Derechos Civiles y Políticos, la Carta Social Europea, el Convenio 
Europeo de Derechos Humanos, son textos legales hoy violados por la UE a
 los que nos debemos agarrar con fuerza para detener esta barbarie. Se 
necesita todo el apoyo de la población en las querellas criminales anunciadas contra los responsables de esto.  
Hemos de cambiar radicalmente la política migratoria de 
nuestros Estados. Atrevámonos a repensar el papel de las fronteras, la 
escala de nuestra política, los derechos de ciudadanía, el reparto de la
 riqueza y el modo de vida ecológica y humanamente sostenible que 
construir. Hemos de fortalecer un ethos democrático que se ha 
ido perdiendo aplastado por el dominio de un sentido común neoliberal 
que, de la mano de la glorificación del egoísmo y la codicia, ha traído 
miedos y prejuicios una vez más a amplias capas de ciudadanos europeos. 
Reconstruyamos un carácter europeo capaz de defender con 
coraje y altruismo el derecho a tener derechos, la democracia. 
Lancémonos a innovar políticamente. Organicémonos una vez más, acudamos a
 las fronteras si es preciso, desobedezcamos a gran escala si con eso 
salvamos miles de vidas hoy en el alambre. Difundamos una nueva visión 
política para Europa, presionemos desde abajo para que, una vez haya 
nuevo gobierno, éste se desmarque de las directrices injustas e ilegales
 del Consejo. Defendamos, finalmente, la dignidad de todos los europeos y
 europeas que no nos dejamos arrastrar por el crimen. 
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