lunes, 23 de mayo de 2016

“Chavs, la demonización de la clase obrera” para que se vea retratado en todo su olímpico desprecio de clase.

COPIADO de la pág de fb de José Luis Sanz Zapata  el 21 abril 

Fernando Hernández Sánchez, Profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, vecino de Fuenlabrada.
(En respuesta al artículo “Vivir en la ciudad más rica y más pobre de la Comunidad de Madrid)

Estimado periodista de la sección local del diario El Mundo:

He tenido ocasión de leer en internet su artículo de etnografía comparada entre Pozuelo de Alarcón y la localidad donde vivo, Fuenlabrada. Digo leer en internet porque, a tenor de la veracidad de su crónica, se entiende perfectamente por qué los periódicos de papel se encuentran al borde de la extinción por ruina. Admiro su valor al aventurarse entre nosotros, cual explorador del África salvaje del siglo XIX, para constatar que aquí los aborígenes colgamos en nuestros bares despojos de la caza silvestre con la que sin duda cree que nos alimentamos y que entramos en trance al son de la música hipnótica de las tragaperras con las que, en nuestra bendita ignorancia, tentamos al azar para que nos otorgue lo que no nos ha sido dado por herencia o destreza en el manejo de las finanzas. No sabemos cómo ha podido sobrevivir a esas hordas de jóvenes peligrosos que beben a morro y escupen palabrotas al ritmo sincopado de un rap salvaje. Me explico que, palpándose la ropa, corriera a tumba abierta por la M-506 para reconfortarse en las delicias del Chateau Lafite, el solomillo de Kobe y el suave murmullo de quienes refieren sus viajes a Panamá sin infringir las más estrictas normas del diccionario de la RAE. Supongo que se habrá llevado de recuerdo un cuaderno de campo lleno de apuntes sobre motes precedidos de artículo, como “El Chini”. Ya sabe cómo somos los nativos, seguro que entre los marginales de los parques y los parados estructurales los hay mejores y más graciosos… No me negará que, como construcciones lingüísticas, son más elaboradas y hasta elegantes que “el Albondiguilla”, “el Bigotes” y hasta “el Hijoputa” (Esperanza Aguirre dixit) que proliferaron en torno a las simpáticas tramas de corrupción que campearon estructuralmente en esos municipios (Boadilla, Villaviciosa, el propio Pozuelo) tan chics y estupendísimos. Para apurar hasta el fondo el caudal de los estereotipos, a su crónica no le ha faltado ni el del peligro amarillo al asalto de los polígonos fuenlabreños con sus maletines repletos de dinero. Pero como, ¡ay!, no hay ficción perfecta, olvida usted señalar que aquel Gao Pin que tanto lustre dio al mito de la mafia china en el sur del área metropolitana vivía entre lujos asiáticos (nunca mejor dicho) en ese Somosaguas perfumado por el embriagador aroma del dinero que todo lo absuelve. Podía haber buscado usted el dato en ese mismo internet en el que ha colgado este artículo suyo que destila prejuicio clasista por cada uno de sus tipos de fuente y sus píxeles. Porque, hablando claro, usted ha fabricado un artefacto para rellenar página: no tiene ni idea de cómo es Fuenlabrada, ni de cuáles son sus problemas, sus barrios y su gente. Es usted como aquellos petimetres franceses e ingleses del siglo XIX que venían a España cargados de prejuicios folklóricos, estaban tres días viendo corridas y pateando tablaos y luego volvían a sus países con fama de conocedores del alma española. Si se hubiera documentado, como exige la profesión que dice ejercer, habría visto a jóvenes que acuden a diario a sus colegios e institutos y al campus universitario de la URJC. Habría visto los desarrollos urbanísticos que han convertido a esta ciudad en un modelo de desarrollo equilibrado y de integración de áreas residenciales y zonas verdes. Si se hubiera informado, sabría de las políticas sociales, las becas de comedor y de libros, la promoción de vivienda social y las ayudas a la integración de la población en riesgo con la que la administración local contribuye a paliar los letales efectos de una crisis que no han provocado quienes viven aquí que, como tanta otra gente honrada y laboriosa, no hicieron durante años otra cosa que trabajar duro y pagar sus facturas y sus impuestos, sin posibilidad de escapatoria. Casi estoy seguro de que pedirle a usted que sepa quién es Owen Jones está de más, pero le recomiendo que, cuando se ilustre al respecto, lea su libro “Chavs, la demonización de la clase obrera” para que se vea retratado en todo su olímpico desprecio de clase. Le deseo lo mejor en lo personal y profesional. Los tiempos son duros y su sector no es precisamente un ejemplo de viabilidad. No vaya a ser que dentro de poco esté acodado en la barra de un bar con cabezas de jabalí y otros despojos grasientos en las paredes, apurando un cubata y abominando de “la puta crisis”, hurgando en sus vacíos bolsillos en busca de la última moneda que jugarse en las tragaperras. Las gentes buenísimas de Pozuelo le dirán que en el mercado ultraliberal, como en la jungla, sobreviven los más aptos. Hágales caso. Por cierto, “super”, según el diccionario de la RAE y la Fundación del Español Urgente, no lleva tilde. Y Fuenlabrada, con 27.289,87 €/habitante, según el Instituto Nacional de Estadística y el Proyecto Urban Audit, no es la ciudad con menos renta por habitante del área metropolitana, puesto que le corresponde estadísticamente a Parla -24.039,56 €/habitante y, ¡oh, casualidad!, gobernada por el PP- sin que esto sirva de consuelo propio ni desdoro para nuestra localidad vecina. Solo es por aquello de la corrección ortográfica y la fidelidad al dato, que eran antiguos valores de los que blasonaba el periodismo cuando pretendía ser de altura literaria y diferenciarse del sensacionalismo.

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