El Supremo plantea la presunta ilegalidad de los 
impuestos destinados a financiar la clausura de las centrales nucleares.
 Según el exresponsable de Industria, su finalidad real es costear el 
déficit tarifario del sistema eléctrico. Eduardo Bayona - 13 de
        Julio de
        2016
¿Quién asumirá la gravosa factura –unos 13.000 millones-- 
del cierre en cascada de las centrales nucleares españolas durante los 
próximos doce años? ¿Las compañías eléctricas que las explotan o el 
Estado, es decir, el ciudadano vía impuestos? Esta segunda posibilidad 
va ganando peso desde que, hace unos días, los jueces del Supremo 
sorprendieran al exministro José Manuel Soria en un –otro-- desliz 
verbal y pusieran sobre la mesa una contradicción que puede costarle a 
la Administración casi 300 millones al año.
La Ley de Medidas Fiscales para la Sostenibilidad 
Energética aprobada por la mayoría del PP a finales de 2012 creó dos 
nuevos impuestos de contenido supuestamente ambiental y presuntamente 
ideados para financiar la gestión de los residuos que generan las 
centrales nucleares y, paralelamente, su posterior almacenamiento por 
tiempo indefinido, ya que su radiactividad se mantiene durante siglos. 
Sin embargo, la Sala Tercera del Supremo considera que esos tributos 
pueden ser ilegales, por lo que ha pedido al Constitucional que se 
pronuncie sobre ellos, tal y como planteaban Endesa y Unesa, la patronal
 del sector eléctrico, al recurrir las normas para liquidarlos y señalar
 la posible inconstitucionalidad de ocho artículos de esa norma. 
El Supremo sugiere, con voto discordante de un magistrado,
 que el coste del tratamiento de los residuos estaba, “al menos, 
aparentemente”, cubierto por las cuatro tasas estatales que desde hace 
casi dos décadas comenzaron a nutrir al fondo nacional del Plan General 
de Residuos Radiactivos que gestiona la empresa pública Enresa y al que 
sin embargo, según destacan los magistrados, “ni siquiera queda” 
adscrita la recaudación de los nuevos impuestos. 
Esa circunstancia lleva a plantearse “serias dudas” sobre 
su legalidad al tribunal, para quien su finalidad no es “disuadir o 
desincentivar la actividad de tratamiento y almacenamiento” de los 
residuos, por mucho que así lo indicara el preámbulo de la reforma del 
mercado eléctrico, sino que “la verdadera realidad perseguida es la 
financiación del déficit tarifario por parte de las centrales 
nucleares”. De hecho, así lo anunció el propio Consejo de Ministros
 al lanzar la norma, y así lo sostuvo Soria el defender su texto en el 
Congreso, donde se refirió a la ley como “un proyecto de medidas 
fiscales que tiene como objetivo obtener ingresos para que, a partir del
 principio de la sostenibilidad medioambiental y financiera del sistema,
 una parte –no todo-- del déficit de tarifa previsto para 2013 pueda ser
 financiado con cargo a estos ingresos”.
Coinciden los cálculos de Gobierno y ecologistas
La Fiscalía apoya las tesis de las eléctricas, cuestiona 
que los tributos puedan llegar a influir en las empresas que gestionan 
las nucleares “en orden a la evitación o minoración de los efectos 
perniciosos para el medio ambiente” que entraña su actividad –algo que 
sí justificaría su aplicación-- y, al mismo tiempo, pone también sobre 
la mesa el “solapamiento con otras figuras tributarias”.
Hacienda esperaba ingresar 270 millones por el impuesto 
que grava la generación de residuos y 19,6 por el que se refiere al 
almacenamiento hace dos años, 227 y 10 el pasado y 230 y 7 en este. El 
primero, que obliga a las nucleares a pagar 2.190 euros por cada kilo de
 uranio y plutonio que irradian al cabo del año y aplica una horquilla 
de 1.000 a 6.000 por cada metro cúbico de desechos de media a muy baja 
actividad, se mantendría estable, con una tendencia a la baja por la 
reducción escalonada de la actividad, hasta el cierre del parque 
nuclear. Por el contrario, el segundo, que aplica una tarifa de 30.000 
euros a cada kilogramo de los primeros materiales por año de custodia y 
eleva a entre 2.000 y 10.000 el gravamen para el resto, iría creciendo 
para consolidarse a en sus máximos a finales de la próxima década, 
cuando el cierre del parque hubiera conllevado, según las estimaciones 
de Greenpeace, la extracción de 6.700 toneladas de escorias radiactivas.
  
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