En el texto se expone de forma recurrente la percepción de que la DGT ha utilizado a la Guardia Civil como instrumento represivo frente al ciudadano, en lugar de dedicarse a prevenir accidentes o a favorecer la relación con los conductores. Como consecuencia, afirma, “la gente conduce literalmente acojonada, agarrotada”. A su entender, este tipo de actitudes han provocado que entre los ciudadanos cunda la percepción de que los guardias civiles son “unos impresentables que solo se dedican a atracar a los conductores”.
El agente sostiene que entre los miembros de la Agrupación no se comparte la “criminalización” de los conductores, y lamenta que en los reportajes promocionales solo se destaquen radares y controles en lugar de acciones habituales como el auxilio en carretera, la colaboración con ambulancias o las visitas a los heridos en los hospitales para devolverles efectos personales perdidos. Una serie de servicios que “parece que al señor Director General no le interesan”.
Cada día con menos honor
Un aspecto que resulta especialmente doloroso para el autor de la carta es el hecho de que la Guardia Civil tenga que esconderse, haciendo “verdaderos malabares para ocultar el coche o los trípodes”, llegando incluso a “disfrazarlos de arbustos”.
Agazapados en las cunetas de “carreteras tercermundistas”, el agente siente que los miembros del Cuerpo han perdido el honor inherente a vestir el uniforme de la Guardia Civil y le duele tener que ver a sus compañeros “saltando como conejos a la carrera” para no ser atropellados en controles de alcoholemia situados a traición en tramos sin luz ni visibilidad.
Sin complementos por no sancionar
Otro aspecto denunciado en la carta son los “parches” y “chapuzas” tras los recortes en las retribuciones, que provocan que en un mismo destacamento de quince guardias haya notables diferencias de sueldos y de servicios. Particularmente sangrante es el caso de los complementos de productividad que reciben unos agentes y otros no, en función de que hayan tenido la ‘suerte’ de cruzarse con un conductor borracho al que detener.
Por último, en la carta se acusa a Pere Navarro de ser el peor director general que ha pasado por Tráfico, solo preocupado por “salir en la tele todos los días” presumiendo de cumplir unos objetivos que se han obtenido “disfrazando la realidad” y pagando el coste de deteriorar gravemente la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil.
Debido a su experiencia, el agente concluye que la DGT ha creado una Agrupación “al servicio del poder y nunca del pueblo”, obligada a “dar la cara ante unos ciudadanos reventados y hartos de sostener con su bolsillo los desmanes de gobernantes ineptos”.
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