Publicada 15/11/2016
http://www.infolibre.es/noticias/opinion/2016/11/15/el_payaso_inofensivo_57590_1023.html
¡Qué rabia!, ahora que se podría hablar de las cosas con
tranquilidad amparados por estas leyes constitucionales que nos amparan,
resulta que no hay nada de qué hablar.
A los neutrales apolíticos, demócratas de centro, les ha dado por pasar
la bayeta a la historia reciente para dejar constancia de que aquí nunca ha habido buenos ni malos, y que si hay muertos en la cunetas será porque les han atropellado yendo borrachos
y que no hay dinero para sacar esos restos de la red del MOPU de la que
forman una parte consustancial, como el toro de Osborne. No hay dinero
para eso porque los señores del PP lo dedican a atender a los pobres y a
los dependientes. Como todos sabemos y se encargan de repetir a diario
los diferentes portavoces del Gobierno, el milagro español ha consistido
en recortar miles de millones sin detraer un solo céntimo del gasto
social. ¡Ole con ole y olé!. Se lo he escuchado esta mañana a Margallo
en la radio, promocionando su libro que supongo que complicará la vida
de los libreros a la hora de colocarlo. No sabrán si ubicarlo en el
apartado de la ficción o en el de “no ficción” que es para el que fue
destinado. Todo depende si se tiene en cuenta, o no, el contenido. A lo
mejor, incluso, habría que meterlo en la sección de ciencia-ficción,
como las declaraciones de la lideresa neoliberal que, digo yo, ya tiene
título para su autobiografía: “Yo destapé la Gürtel”, y por la
que todos los editores deben estar peleándose habida cuenta de lo que
venden los libros de risa en estos tiempos tan aciagos para la gente
decente.
La costumbre de pasarle la bayeta a la historia para dejarla reluciente y
a ser posible blindada, como esos aforamientos que el Gobierno procura a
los delincuentes de los que reniega de cara a la galería, lo abarca
todo. No sólo protegen a los fascistas del pasado a los que sitúan en
otro lugar, neutral, como ellos, sino que también le lavan el culito a los contemporáneos de la cuerda liberal, xenófoba y machista,
con actitudes y declaraciones impresentables que como una lluvia fina
van cogiendo espacio en lo cotidiano, convirtiendo en comidilla habitual
lo que antes era anatema, como es el caso de la mercantilización de la
mujer cual carne de casquería que vemos a diario en esos programas de
televisión en los que un chulo semianalfabeto rechaza a una concursante
porque no le pone que tenga una pierna algo torcida, y que ya no
escandalizan a nadie.
También hemos dado por hecho que el insulto, el desprecio y la
difamación desde micrófonos matutinos es parte de nuestra libertad para
expresarnos, siempre, por supuesto, que esos insultos vayan dirigidos a los mismos, a los antisistema populistas que nos han traído, como todos sabemos, a Trump.
Nada más salir elegido Trump, el mismo que decía que se guardaba el
derecho a reconocer la legalidad de los resultados electorales hasta
saber si le eran favorables, en España, como no podía ser de otra
manera, en esa nobleza obligada entre los señoritos del siglo XXI, ya le
empezaron a atenuar sus maneras y a restar importancia a sus
declaraciones en un intento, también muy nuestro, de beatificarle por la
vía de la prescripción de los hechos.
Del mismo modo que a Franco le niegan su golpe de Estado, del
que estaba tan orgulloso que lo llamaba la Santa Cruzada, con la
bendición de la Iglesia, y que incluso festejábamos por decreto
los españoles con un día de fiesta y una paga extra el 18 de julio, a
Trump, por ese mismo sistema de limpieza en seco, le quieren hacer bueno
contra su voluntad.
A Franco, los suyos, precisamente, le borran su mayor proeza, que llenó
nuestra geografía de ríos de sangre, diciendo que no existió tal cosa y
que “El Caudillo” se limitó a defender la legalidad vigente
contra la barbarie de una revolución que se había iniciado en Asturias
en 1934, dos años antes, ocultando que hubo unas elecciones que
se llevaron a cabo en febrero de 1936, en las que perdió la derecha, si
no de qué.
De Trump dicen que las cosas que suelta por esa boquita
tan suelta que tiene, son normales en las campañas electorales y que,
en realidad, no piensa así, que son bravuconadas irrealizables y que ni
los suyos ni los mercados le van a dejar ponerlas en práctica. Él,
mientras, sigue haciendo declaraciones en la misma línea. Este fin de
semana preguntado sobre la cuestión de sus salidas de tono su respuesta
fue contundente: “Gané”. Es decir, el fin justifica los medios
y, además, no dice que esas cosas las suelte como estrategia sino que
las piensa, como cuando afirmó de su compañera de partido y también
rival Carly Fiorina que se postuló por los republicanos a la presidencia
de la nación: “mira su cara, ¿quién votaría a eso?. ¿Alguien querría a
eso de presidente?. Seamos serios”. Se ve que el pavo compra los espejos
en la misma tienda que la madrastra de Blancanieves. Y yo me pregunto:
¿Se puede dejar el mundo en manos de alguien que ni siquiera se entera
de que su peluquero le está estafando?
Vayamos por partes. Si Trump resulta que es una persona normal, de la
que Aznar espera, según reza en su comunicado de felicitación, que
“inicie una etapa de esperanza para la libertad, la democracia, y la
prosperidad en los EEUU”, pues entonces no hay nada que temer, a qué
viene eso de que sus propósitos son irrealizables. Si carece de
intenciones chungas, ese dique de contención que todos atisban en el
quehacer de la política americana y que, desde mi experiencia, se
traduce en que van por el mundo de sobrados sin que nadie les
pare los pies y menos ahora que la URSS no existe, ese freno que dicen
que le van a poner los suyos es innecesario. Claro que, si
sumamos los dos factores, o sea, que es un buen chico al que le pierden
los calentones, también los de la entrepierna, y que, además, está atado
en corto por los suyos, como los perros de pelea en una finca con
niños, entonces no hay nada que temer. Es decir, es populista de los
buenos, de los nuestros. Dentro de poco dejará de ser populista y ese
termino se aplicará en exclusiva a Maduro y sus cachorros españoles,
para no confundir a los ciudadanos.
Mientras, ya está dando muestras de que eso que dicen los recién
elegidos la noche en la que salen a festejar los resultados, cuando
prometen diálogo y consenso, es una puesta en escena de mero protocolo. Ha
metido en su gabinete al líder ideológico del Tea Party, a Steve
Bannon, un agitador mediático al que sus propios compañeros de trabajo
definían como el “Leni Riefenstahl del movimiento Tea Party”, la
cineasta que dirigía los documentales de propaganda de Hitler.
Para la cosa del medio ambiente, ficha a Miron Ebell
cuyo rostro decoraba las calles de Paris durante la última Cumbre del
Clima con el rótulo de “Se Busca”, carteles con los que se hacía fotos
muerto de risa, muy ufano. Este señor era el objetivo a batir por los
ecologistas. Negacionista del “Cambio Climático” y empleado de la industria del petróleo
ahora es el encargado de controlar el cumplimiento de los compromisos
adquiridos en esa cumbre de Paris. Mal rollo para el planeta. Buen rollo
para sus ingresos. Están jodiendo nuestro mundo. No es suyo.
En fin, ya saben. Al final el señor Trump, que dice de sí mismo: “Soy
quien soy. Soy yo. No quiero cambiar”, tiene en España a los saca
lustres de turno que interpretan sus palabras como bromillas sin importancia
y no porque les cueste creerle, sino porque les gusta, y pretenden que
comulguemos con esa gentuza dentro del sistema democrático al que han
convertido en una mera convocatoria electoral al margen del menor
sentido de la ética, de la decencia.
Mientras, los señores del PSOE afines a la gestora, partido que ha
gobernado España muchos años, que dicen que no abandonan esa vocación de
Gobierno, podrían moderarse en sus declaraciones y dejar de asociar a Trump con Podemos
porque ese tipo de sandeces descalifican al que las profiere. No son
serias. Son características de debates de televisiones marginales donde
todo vale, de la retórica de aquel Movimiento Nacional en permanente vía
de superación, incompatibles con militantes de la Social Democracia. En
su intento reiterado de hacer sinónimos a PP y Podemos, por la vía
Trump, son ellos los que acaban siendo identificados con el PP por la similitud de sus discursos.
Dicen lo mismo. Esas cosas deberían cuidarlas. De hecho, son los grupos
de extrema derecha de toda Europa los que han festejado la victoria de
Trump, precisamente los que más odian las diferentes formaciones a
imagen de la que aquí se conoce como “la formación morada”. Esas que no
se han cortado en llamar a las cosas por su nombre y dicen que Trump es
fascista. N son lo mismo, les odian: “Y lo sabes”.
No hace falta buscar triquiñuelas dialécticas que llevan a la estupidez. Ya
tenemos quien se felicita por esa victoria y, como decía, interpretan
sus gestos y sus declaraciones para bien, de forma socarrona, restándole
importancia porque, simplemente, no les chirrían.
Ya saben, Franco fue un patriota que se rebeló contra los que querían
abolir la Democracia en el 36 y Trump un cachondo al que no hay que
hacer caso.
Insisto, si como dice Fernández Vara “le acojona un Gobierno con
Podemos”, y los nacionalistas están proscritos, a los socialistas sólo
les queda actuar de palmeros de los que le ríen las gracias a Trump. A otros nos acojona que el PSOE se convierta en eso. Cuestión de sensibilidades.
Espero que la rehabilitación de ese partido pase por la construcción de puentes
con aquellos que nos pueden sacar de este estercolero en el que nos han
metido sin comerlo ni beberlo y con los votos de la mayoría de los
españoles en contra.
Están aquí. Esto no va de una lucha de poder en el seno del partido,
sino del desprestigio que ha causado esa crisis de Ferraz en el Sistema y
de la frustración que ha asolado a millones de votantes. Es
eso lo que acaba con la fe en las instituciones y nos impone chusma de
la catadura de Trump, no los populismos de corte bolivariano.
“Socialistas españoles: Uníos”
No hay comentarios:
Publicar un comentario