Al término de la Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos llevó a
trabajar a instituciones académicas y entidades militares
estadounidenses a unos 1.600 científicos alemanes
Algunos de ellos habían tenido responsabilidad directa en las atrocidades del III Reich, incluso los hubo que fueron juzgados por crímenes de guerra y las autoridades estadounidenses procuraron su absolución
Pablo G. Bejerano 16/5/2015 http://www.eldiario.es/cultura/operacion-paperclip_0_384262549.html Algunos de ellos habían tenido responsabilidad directa en las atrocidades del III Reich, incluso los hubo que fueron juzgados por crímenes de guerra y las autoridades estadounidenses procuraron su absolución
Se cumplen 70 años de la caída del III Reich
–el 8 de mayo para los aliados occidentales, el 9 para los soviéticos,
aunque la rendición general alemana se produjo el día 7– y, pese a que
los historiadores han estudiado a fondo este periodo, es difícil evitar
la tentación de las conspiraciones y los agujeros negros de información.
La incomprensión que flota sobre las atrocidades cometidas por el
régimen nazi contribuye a que así sea, pero también las operaciones
secretas de los aliados.
Una que ha suscitado
comentarios de todos los colores es el reclutamiento de científicos
alemanes tras la guerra. La Unión Soviética y Estados Unidos fueron los
países que más se beneficiaron del conocimiento de estos científicos,
que habían trabajado en proyectos punteros de cohetes, armas químicas y
biología avanzada, sosteniendo la producción de las bombas V2 con mano
de obra esclava o llevando a cabo aberrantes experimentos médicos con
humanos.
La diferencia entre la Unión Soviética y Estados Unidos,
sin embargo, estriba en que la primera trató a los científicos como
ciudadanos de segunda clase. Por lo general, obtuvo de ellos toda la
información posible sobre sus trabajos bajo el régimen nazi y después
los devolvió a Alemania. Mientras que los del otro lado del Atlántico
recibieron responsabilidades y honores, sobre todo los implicados en los
programas de cohetes. Este comentario lo hace Annie Jacobsen, quien tras una exhaustiva investigación publicó Operation Paperclip,
un libro de 600 páginas donde narra en profundidad el reclutamiento por
parte de Estados Unidos de científicos alemanes después de la guerra.
En el libro, que toma el título de la operación, se cuenta cómo los
investigadores que fueron llevados a Estados Unidos disfrutaron de
beneficios que no se correspondían con su papel en la guerra. Se
expidieron visados, se suspendieron juicios y se evitó el cumplimiento
de algunas sentencias. Los documentos relativos a su trabajo durante el
conflicto fueron declarados secretos.
En total fueron
1.600 investigadores los que fueron recolocados en instituciones
académicas y militares estadounidenses, amparados por una campaña de
propaganda donde se los calificaba de “buenos científicos”. No todos lo
eran.
Operación Alsos: los estertores de la guerra
A
medida que los aliados avanzan en la conquista de Italia, y
posteriormente en su progreso por Francia tras el Desembarco de
Normandía, se encarga a un equipo de científicos estadounidenses buscar
toda la información posible acerca del programa nuclear alemán. Es la Operación Alsos y forma parte del Proyecto Manhattan, que acabaría por desarrollar la bomba atómica.
La operación, liderada por el físico Samuel Goudsmit, tenía como
objetico recopilar cualquier cosa que tuviera que ver con las armas ABC
(atomic, biological and chemical). Descubrieron que el programa nuclear
alemán no estaba tan avanzado como en Estados Unidos, aunque las armas
biológicas y químicas sí habían progresado mucho. Donde más se había
profundizado era en el desarrollo de cohetes. Las instrucciones
iniciales de Goudsmit eran hacerse con cohetes y documentación para
después llevarla a Estados Unidos, hasta que en un determinado momento
alguien se dio cuenta de que era mucho más importante conseguir a los
científicos. El problema era que se desconocía el nombre de muchos de
ellos.
De científicos nazis a héroes nacionales en EEUU
Originalmente llamada Operación Overcast, la captura de científicos alemanes empezó a tomar forma con el descubrimiento de la Lista Osenberg,
encontrada en unos baños de la Universidad de Bonn. Esta había sido
elaborada a principios de 1943 por las autoridades alemanas y contenía
los nombres de científicos, ingenieros y otros técnicos que luchaban en
el frente. Alemania ya flaqueaba y se creyó que estos hombres serían de
mayor utilidad en un laboratorio que con un fusil.
Durante el conflicto von Braun visitó varias veces la planta de la
compañía Mittlewerk, donde mano de obra esclava trabajaba en unas
condiciones deplorables para construir las V2. Posteriormente el
científico diseñaría los cohetes que lanzaron el primer satélite de
Estados Unidos al espacio y catapultaron al hombre a la Luna con el
Programa Apolo. Por sus méritos estuvo a punto de ser condecorado con la
Medalla Presidencial de la Libertad, hasta que alguien se opuso por su
pasado nazi.
Si el pecado de von Braun fue mirar
hacia otro lado, otros los cometieron mayores. Cuando la Operación
Paperclip dio comienzo, algunos de los científicos eran recluidos en el
Castillo de Kransberg (cerca de Frankfurt), donde eran entrevistados
exhaustivamente. Entre ellos estaban nombres como los de Arthur Rudolph o
Walter Dornberger,
a quien se condenó por usar condiciones esclavistas para producir los
V2, como responsable del programa de cohetes. Tras dos años de cárcel en
Reino Unido salió para desarrollar misiles teledirigidos al otro lado
del Atlántico.
Rudolph tuvo
un contacto más directo si cabe con la mano de obra esclava. Trabajó en
las instalaciones subterráneas de Nordhausen, donde Mittlewerk había
trasladado la producción de V2. Durante las extenuantes jornadas de
montaje de los cohetes se calcula que murieron 20.000 personas.
Rudolph acabó trabajando en el programa espacial de la NASA, aunque
sería de los pocos que fueran investigados tardíamente. En 1983 el
Departamento de Justicia de Estados Unidos le dio la opción de volver a
Alemania o ser juzgado por crímenes de guerra. Escogió la primera.
Algunos de estos científicos ocupan su
propia parcela de honor en el país que los acogió. El jefe de
desarrollos técnicos de la Luftwaffe Siegfried Knemeyer,
a quien Hermann Göring tomó como consejero personal, acabó trabajando
para la Fuerza Aérea de Estados Unidos. Cuando se retiró fue condecorado
con la Department of Defense Distinguished Civilian Service Award. Más
méritos se le atribuyeron al oficial de las SS Kurt Debus, que dirigió el JFK Space Center de la NASA y que aún hoy tiene un premio con su nombre.
La polémica que sembró Paperclip
A la vez que empezaba la Operación Paperclip se había encargado al
oficial estadounidense Leopold Alexander, judío austriaco y de profesión
médico, que entrevistara a científicos nazis para encontrar a los que
fueran responsables de crímenes de guerra y llevarlos a los futuros
juicios en Núremberg. Algunos de ellos se escaparon delante de sus
narices por la intercesión de la Operación Paperclip, como Theodor
Benzinger, cuyo nombre figuraba en la lista de los que iban a ser
juzgados, pero tres semanas antes de que comenzara el proceso se le
tachó de la lista y se propició su traslado a Estados Unidos.
Benzinger dirigió la Estación Experimental de la Fuerza Aérea en la Alemania de Hitler. Su obituario,
de 1999, en The New York Times alababa sus logros como científico, al
servicio de la Marina estadounidense, y su invención del termómetro de
oído. Pero no decía que formaba parte de un grupo de doctores que
trabajaba estrechamente con Himmler y cuando este mostraba vídeos de los
experimentos médicos nazis, Benzinger hacía las introducciones, según
recoge Annie Jacobsen.
A pesar de ser una operación
secreta, The New York Times, la revista Newsweek y otros medios
publicaron información sobre Paperclip ya en diciembre de 1946. Entre
los científicos estadounidenses, no todos estaban dispuestos a trabajar
con sus los nuevos reclutas alemanes. Personalidades influyentes de la
sociedad estadounidense, como Albert Einstein o Eleanor Roosevelt, se
opusieron públicamente al programa.
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