http://ctxt.es/es/20160921/Firmas/8548/Rato-corrupcion-Bankia-PP.htm
Rodrigo Rato muestra últimamente unos
ojos lamentosos, un poco caninos, exactamente como los de un perro de
caza avejentado al que acaban de llamar a gritos y que duda entre acudir
y salir corriendo. Pero no hay que dejarse engañar. Dijo Asimov que
sólo una mentira que no esté avergonzada de sí misma puede tener éxito, y
al chamán de la economía pepera se le vio perplejidad cuando le echaron
la mano a la nuca, pero ni un gramo de vergüenza. A partir de ahí, eso
sí, empezó a ponerse gris.
Rato ejemplifica que, en política, el engaño activo, la
hipocresía militante, resulta más solvente que la verdad. Y más
rentable. La riqueza se puede confundir con la gentileza y la gentileza,
con la honradez. Además, él se repujó, a base de atril y copas de agua
de hotel bueno, una imagen de liderazgo y modernidad. A pesar de tener
un aspecto no demasiado limpio (el pelo de grama abandonada y la nariz
flemática), poseía ese olor de ducha reciente que el dinero inventa y
acerca a las narices de la gente común.
Al chamán de la economía pepera se le vio perplejidad cuando le echaron la mano a la nuca, pero ni un gramo de vergüenza
No se peina con ansiedad y brillantina como los
millonarios pujantes, más o menos nuevos, lo suyo se corresponde más con
la serenidad del que acostumbra a heredar. Aun así, mirándole la cara
uno se imagina que los calcetines le están ahorcando la rodilla.
Igualmente, lo ajustado de los cuellos de sus camisas cautivó, incluso, a
algunos adoradores del garrote vil. Por algún motivo, quizás por un
instinto de ocultación, muchos altos cargos del PP tienden a embutirse
como longanizas.
El resultado de tanta compresión es una papada como la de
los siamangs, que son esos monos que tienen un testículo enorme debajo
de la garganta que se infla y se desinfla; quizás, pensándolo por ese
lado, el vice apretaba tanto la camisa para hacerse ahí una caja de
resonancia, porque la verdad es que le quedaba una voz fantástica de
político de la Corte, perfecta para recitar el BOE a media luz,
pausándose en las comas, gustándose. Es una voz que aburre a los niños
y, en cambio, hace asentir a los viejos que no entienden apenas las
palabras de la radio, pero que, aun así, la escuchan a todas horas.
Lo preocupante de Rato es la falta de vinculación temperamental con la idea del corrupto
Paseaba hasta hace poco los ojos curvos y chispeantes de
quien recibe elogios y, por supuesto, cree que los merece. Ha existido
siempre un extraño mohín en su ojo derecho, una tentación de guiño o de
burla que le ha ido achicando la cuenca. Lo entornaba, arrugando
levemente el párpado, cuando quería acolchar sus palabras, por ejemplo:
“Gente que hace trampa seguro que la hay”. A ese molleo simpaticón de su
mirada, que creaba adeptos y debía triunfar en el chocheo íntimo, se
añadía su barbilla ablandada y un labio inferior al que sólo le
interesaba plagar de tecnicismos la futura pobreza de los españoles.
Reservaba para su exposición mediática una sonrisa
tajante, comprimida y efímera; una sonrisa habitualmente cerrada que si
le daba por mostrar dientes, traslucía una ansiedad, una querencia de
algo que le agita el cuerpo, o sea, un estar al límite de su capacidad
de contención. Por otro lado, su vocación de poder queda fuera de toda
duda, sabe mirar autoritariamente por encima de las gafas, domina el
arte de llevar la montura resbalada a mitad de nariz para que así, al
levantar la vista, se configure una mueca de advertencia.
Lo preocupante de Rato es la falta de vinculación
temperamental con la idea del corrupto. No reúne la exaltación ni la
canallería de Alfonso Rus. Se mueve con desgarbo y calma, le falta el
enseñoramiento de Vito Corleone, no se le intuyen manchas de tomate en
la camiseta interior como a Tony Soprano ni nos abofetea con el
autoritarismo sexual de Silvio Berlusconi. Él demuestra que delito se
ejecuta también con la banalidad de la costumbre. Hacen falta
generaciones de chanchullos y de camareras colocándote, cada día, la
servilleta sobre las piernas para robar con una actitud meramente
operativa. Como dijo el director del FMI ante las sospechas contra sus
empresas familiares: “Así se hacen negocios en España”.
Autor: Esteban Ordóñez
Es periodista, creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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