“La victoria de la Revolución de 
Octubre hace 100 años ha dejado pueblos enteros vacunados contra el 
socialismo”, sostiene el coordinador del monumental 'Diccionario 
Histórico-Crítico del Marxismo' al analizar los tiempos que llevan al 
poder a figuras como Donald Trump. Adolf  Beltran  12/11/2016 http://www.eldiario.es/cv/Marxismo-izquierda-entrevista-Wolgang_Fritz_Haug-filosofia_0_579192136.html
El alemán Wolfgang Fritz Haug (1936), editor de  Argument Verlag y director de  Das Argument,
 es uno de los mejores conocedores de la obra de Karl Marx. Habla 
pausadamente un castellano que practica durante buena parte del año, ya 
que reside bastantes meses en Canarias. De vez en cuando suspende su 
discurso para buscar la traducción más correcta de un concepto o comenta
 el significado de algún término con Gustau Muñoz, ensayista y editor 
con el que tiene una amistad de hace años y que participa en la 
conversación. Coordinador del monumental  Diccionario Histórico-Crítico del Marxismo,
 el pasado martes, día en que los norteamericanos hicieron presidente a 
Donald Trump, Haug estuvo en Valencia para ofrecer una 
conferencia-coloquio en la Facultad de Ciencias Sociales sobre su libro  Lecciones de introduccción a la lectura de El Capital y participar en la sede histórica de la Universitat en la presentación de un número de la revista  Pasajes
 dedicado al “Inquietante siglo XXI”, en el que colabora con un artículo
 sobre el capitalismo de alta tecnología en la época digital.
 El capitalismo triunfa a estas alturas del siglo XXI, ese capitalismo 
tecnológico y financiero que parece haberse hecho con las riendas de 
todo...
Nunca ha habido tanto capitalismo en el mundo como ahora
 y no hay una teoría capaz de explicarlo mejor que la teoría de Marx. 
Muchos de la burguesía lo saben. Por ejemplo, Carlos Slim, en México, 
organiza para sus directivos cursos sobre  El Capital.
 Hacen la cuenta sin el camarero. Con todo, las reformas del capitalismo
 pueden funcionar en un primer momento, pero el resultado, después de 
unos años, será otras crisis.
 ¿Lo que ha pasado, entonces, está dentro del análisis formulado por Marx en El Capital?
Tal vez es más real que en tiempo de Marx. En aquel tiempo había menos 
de un 5% de trabajadores asalariados en la población inglesa, y hoy en 
Alemania, por ejemplo, más del 80% son gente que depende de sus sueldos.
 Pero existe el asalariado pobre, que no puede vivir con lo que gana... 
¿Hasta qué punto eso supera lo que pudo imaginar Marx en su momento?
El punto paradójico de la crisis consiste en que el capitalismo ya no puede dar los medios de vida al trabajador.
 ¿Sus “lecciones” sobre El Capital van en el sentido de hacer lecturas del libro a partir de lo que está pasando ahora?
Mi libro se escribió a partir de notas para las lecciones que impartí 
en la Universidad Libre de Berlín en el invierno de 1999-2000. Con 
Brecht, siempre digo que un buen libro no tiene que distraer la atención
 de la gente del mundo sino atraerla a él. Una gran parte de mi trabajo 
es análisis del capitalismo existente. Estoy terminando una trilogía 
sobre el capitalismo  high tech y mi primer clásico fue  La estética de las mercancías, de 1971, que seguía el método de Marx rigurosamente, y que creo que fue aceptada internacionalmente.
 ¿Sigue vigente el materialismo histórico pero ya no lo está el materialismo dialéctico?
Es el punto central de mi presentación. Depende de cómo se entienda. 
Tradicionalmente se entendía como un determinismo, en el que los sujetos
 y la práctica no jugaban ningún papel. Si se entiende lo que significa 
dialéctica para Marx, que no es la hegeliana, el materialismo histórico 
sin esa dialéctica y la dialéctica sin la práctica no funcionan. Es un 
poco más complicado, pero podría resumirse así. Al fin y al cabo son 
palabras. Marx nunca utilizaba el término materialismo histórico. Fueron
 Engels y la primera generación de marxistas a quienes no gustaba 
llamarse marxistas. Consideraban paradójico que una doctrina que dice 
que no son los grandes hombres los que hacen la historia llevara el 
nombre de un gran hombre. Uno de los marxistas más importantes de 
primera generación, Antonio Labriola, dijo que la filosofía del marxismo
 es la filosofía de la práctica. Gramsci recogió esa idea una generación
 más tarde.
 Sin embargo, ahora, 
hay muy pocas izquierdas que se reclamen marxistas. Ni las viejas 
izquierdas parecen hacerlo, ni los socialdemócratas, ni las izquierdas 
que emergen.
Es así sobre todo aquí, en 
España, donde había un marxismo ilegal muy fuerte que en la Transición 
sufrió como una implosión. Pero en América Latina es diferente, y en 
Estados Unidos es diferente, y lo es también en Inglaterra. En Estados 
Unidos existe una tendencia que no se llama marxista sino  “marxish”, con un periódico en internet muy interesante llamado  Jacobin. El padre del reformismo, Bernstein, también usaba esa palabra.
 ¿Por qué se aleja la izquierda más del marxismo cuando más está triunfando el capitalismo?
Se entiende fácilmente. Por la experiencia del Este.
 ¿Por culpa de la Unión Soviética y el fracaso del bloque comunista?
Culpa no es la categoría justa. Rusia era un país muy poco desarrollado
 y políticamente muy en el pasado, con el 80% de la población de 
campesinos pobres que no sabían leer ni escribir, y con una fuerte 
presencia de una Iglesia anticuada. Los soviéticos suplantaron la 
religión. Hicieron algo que Marx siempre había rechazado: luchar contra 
la religión. Él decía que había que luchar contra las condiciones que 
hacen necesaria una religión para la gente. Suplantaron, pues, aquella 
religión verdaderamente premoderna por el marxismo. Ese fue el problema.
 Eso ocurrió en la URSS, ¿pero no contaminó también a los intelectuales 
occidentales, que acabaron admitiendo el comunismo como una especie de 
religión, en nombre del cual aceptaban cosas inadmisibles?
Así fue. Y se dio siempre la misma tragedia. Los intelectuales más 
intelectuales se convirtieron en disidentes dentro de los partidos 
comunistas. Henri Lefebvre, por ejemplo, que era el filósofo del 
partido, unos años después pertenecía a la chusma para ese mismo 
partido. Fíjese en Ernst Bloch, el más importante filósofo marxista del 
siglo XX en alemán, que fue rechazado en la República Democrática 
Alemana (RDA).
 
    
 ¿El partido comunista maltrataba a sus intelectuales?
Porque se acercaban a Marx. En el  Diccionario Filosófico de la RDA
 no hay un artículo sobre el marxismo, pero sí que hay un artículo sobre
 el marxismo-leninismo. Empieza diciendo que Marx y Engels eran los 
fundadores del marxismo-leninismo, y no es así. A mí me pasó lo mismo. 
Yo no era una persona muy aceptada en la RDA. Y la formulación es suave.
 En realidad, me consideraban un agente del imperialismo. A los 
ideológos y jefes de los partidos comunistas, el de la RDA pero también 
el de la República Federal, que era mi parte de Alemania, la occidental,
 les citaba la frase del Evangelio: quienes van a transportarte al 
cementerio ya están a la puerta. Diciéndolo con Brecht, el Estado 
marxista debería ser una máquina con la tarea de hacer ciertas funciones
 innecesarias, el éxito sería la deconstrucción, el autogobierno.
 En Estados Unidos, como reacción a los estragos del capitalismo y la 
globalización, la clase obrera blanca, en lugar de montar un partido 
revolucionario, vota a Donald Trump. Y algo parecido ocurre en Europa...
En Alemania también... Y en Francia hace tiempo que ocurre.
 ¿Cómo analiza esos movimientos de extrema derecha?
Me temo que estamos en una época similar en algunos rasgos a la de 
inicios de los años treinta, una época de preguerra. [Parafraseando a 
Lenin] El mundo está preñado de guerra y de fascismo. Es un fascismo que
 no tiene una visión de un futuro grandioso sino que quiere volver 
atrás.
 De posiciones muy reaccionarias...
Eso es. La victoria de hace 100 años de la Revolución de Octubre en 
Rusia fue en cierto sentido una victoria pírrica. Fue muy grande para la
 época, tremenda, pero ha dejado pueblos enteros vacunados contra el 
socialismo.
 Usted conoce la situación de China, donde pervive un comunismo oficial que se ha vuelto capitalista en la práctica.
La primera vez que estuve allí, en 1981, tres años después de la caída 
de la “banda de los cuatro”, venía de ser casi el primer invitado que 
había estado en Corea del Norte en un viaje financiado por el Gobierno 
de Bonn. En Pionyang, me había sentido agarrotado. Sentado a la mesa 
solo, al borde de un lago, con un cocinero para mí, en un ambiente de 
riqueza increíble. Me saltaban las lágrimas y mi cuerpo se resentía. Al 
llegar a Pekín, me recibieron los directores del Instituto de 
Marxismo-leninismo y de la Academia de las Ciencias Sociales y me sentí 
de repente como en Italia. Era un clima de anarquismo. ¡No se lo puede 
imaginar! Lo primero que hicieron fue quejarse de que un campesino 
ganaba más que ellos.  Así que, ¡atención!
 ¿Quiere decir que hay un fuerte contraste entre la rigidez de la cárcel
 que es Corea del Norte y las contradicciones y contrastes que se dan en
 China?
Y la libertad de hablar.... Nosotros publicamos en  Das Argument dos
 libros sobre China. El primero es sobre la gran contradicción, la 
categoría bajo la cual hay de entender lo que ocurre allí. No puedo 
decir qué pasará en 50 años, pero preparémonos para sorpresas. Hicieron 
al principio un comunismo radical, a partir del campesinado. Después 
vino la transición al capitalismo. Se produjo de un modo distinto a cómo
 el partido la había previsto. Cientos de millones de hijos de 
campesinos se trasladaron a las ciudades. Fueron inteligentes. Se dieron
 cuenta de que aquello era como un río peligroso que puedes utilizar. 
¿Cómo controlas a millones de personas? ¿Con el ejército? El de China es
 un capitalismo anárquico con un régimen muy estricto que funciona como 
un dique para ese río. Ahora bien, el río tiene que correr. No se podía 
hacer socialismo sobre la base del campesinado, es antimarxista. Por eso
 la dictadura ha optado por dejar que el capitalismo haga su trabajo.
 ¿Y eso qué consecuencias tendrá?
Según un estudio, creo que del Deutsche Bank, la mayoría de la clase 
media del globo son chinos. Estoy muy interesado en ver qué pasará y, si
 es posible (ríe), tratar de influir un poco.
 ¿Qué opina de Thomas Piketty y su obra 'El capital en el siglo XXI'?
Piketty tiene una gran importancia porque ha ayudado a trasladar el 
mensaje de esa maquinaria que hace a los ricos más ricos y a los pobres 
más pobres. Ese es un gran mérito. Teóricamente, no está muy bien 
fundado. Pero es muy importante. Ha puesto mundialmente a la orden del 
día el problema de la desigualdad.
 ¿No es la desigualdad el gran tema?
Lo es. Y el reformismo es ahora lo único que se puede hacer. Tal vez el
 momento de la revolución, como la entendía Marx, pasó para siempre.
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