Se debe reubicar a los refugiados, reunificar a las familias, 
apoyar a Italia y a Grecia... Para empezar a poner fin a esta película 
de terror, para que nuestros corazones no sigan congelados y Europa no 
acabe también por morir de hipotermia moral Ruth Toledano  22/01/2017http://www.eldiario.es/zonacritica/ninos-congelados-hipotermia-moral-Europa_6_604449554.html
 
    
         Dos noticias relacionadas con la nieve nos han 
helado la sangre en los últimos días. Ambas son dramáticas, aunque 
procedan de situaciones diferentes. En Penne (Italia), y a consecuencia 
de los recientes terremotos, un alud sepultó el precioso spa de montaña 
Rigopiano, en cuyo interior se encontraban más de treinta personas, 
entre personal y clientes del hotel. Aunque se ha conseguido rescatar a 
diez de ellas, se había ido perdiendo la esperanza de poder salvar al 
resto.
Más allá de la terrible tragedia personal, las
 circunstancias en las que se ha producido suscitan un interés casi 
cinematográfico: un entorno idílico, unos confortables interiores, 
familias con niños disfrutando de unas merecidas vacaciones, parejas de 
enamorados celebrando acaso una luna de miel, jubilados dándose unos 
baños termales. No sería de extrañar que Hollywood ya se hubiera puesto 
con el guión.
En los mismos días, la ola de frío polar que recorre 
Europa ha añadido más horror a las imágenes que nos llegan de los 
refugiados: miles de hacinados en tiendas de campaña cubiertas por la 
nieve en los campamentos de Moria, interminables colas de personas 
apenas reconocibles bajo las mantas, muertos por congelación en Grecia, 
Bulgaría, Turquía y, también, Italia. ¿Estarán en Hollywood manos a la 
obra con el guión que cuente la historia de esas familias rotas, de esos
 niños ateridos, de esas parejas de enamorados sin esperanza, de esos 
ancianos exhaustos?
Me pregunto si sentimos la misma 
empatía ante las víctimas del alud sobre el hotel Rigopiano y las de la 
ola polar sobre los campamentos de refugiados. Si me pongo en su piel, 
en su lugar, yo misma me identifico más fácilmente con las víctimas de 
Penne que con las de Moira. Nos creemos a salvo de ciertas experiencias,
 como seguro lo creían muchas de las personas que ahora las están 
padeciendo. Y no podemos creer que, si nos encontramos en circunstancias
 tan dramáticas, los demás vayan a abandonarnos.
Pero
 eso es lo que les pasa a las víctimas del centro de detención de Moria;
 y a las víctimas de ese traficante que abandonó en Baviera un camión 
donde casi mueren a veinte grados bajo cero 15 adultos y 4 niños (no se 
atrevían a salir a pedir auxilio); y a las víctimas atrapadas entre 
Hungría y Serbia; y a las víctimas a las que se negó en Belgrado el 
techo de un centro oficial y fueron abandonadas a la intemperie. La 
mayoría de ellas proceden del espanto anterior de la guerra y la 
violencia, y todas, del fracaso en la gestión de la ayuda por parte de 
la ONU y de la Unión Europea, principalmente por el cierre de muchas 
fronteras (que han dejado a los refugiados atrapados en los Balcanes) y 
por la ineficacia en el reparto de las ayudas.
Ambos organismos  han recibido 90 millones de euros
 como presupuesto para proteger del frío a los refugiados, pero solo 
15.000, de los 50.000 que esperan en Grecia –la mayoría procedentes de 
Siria, Irak y Afganistán–, han sido trasladados a lugares equipados para
 combatir las bajas temperaturas. Entre los que esperan, en vergonzosas 
condiciones, hay 23.700 niños y bebés en Grecia y los Balcanes, 
atrapados por el frío y en riesgo de enfermar e, incluso, morir por 
hipotermia,  como ha advertido Unicef. ¿23.700 niños y bebés muertos por hipotermia en Europa? Solo escribirlo ya produce un dolor y una vergüenza insoportables.
Cuando ya casi se habían abandonado las tareas de salvamento en el 
hotel de Penne sepultado por el alud, dos niños fueron rescatados. Su 
salida a través de un angosto agujero hecho en la nieve provocó una 
explosión de alegría que, además, demostraba la necesidad de no perder 
nunca la esperanza. De hecho, se reanudaron las tareas de rescate con 
ánimo y fuerzas renovadas. Esa reconfortante noticia me ha hecho pensar 
de nuevo en los migrantes y refugiados que sobreviven bajo la nieve, en 
el helado hilo de esperanza que deben mantener las madres, las hermanas,
 los abuelos, los tíos de esos niños y bebés al borde de la hipotermia. Y
 en lo que se debe hacer y no se hace.
Se debe 
reubicar a esas personas. Se debe reunificar a las familias. Se debe 
apoyar a Italia y a Grecia. Se debe presionar públicamente al resto de 
los Estados de la UE, que deben coordinar las ayudas. Se debe solventar 
los graves fallos en la identificación, registro y protección de los 
niños. Se debe aligerar y flexibilizar los procesos burocráticos y la 
gestión de los expedientes de asilo. Se debe aumentar los recursos y el 
apoyo técnico, encarnado en funcionarios, intérpretes y mediadores. Para
 todo ello, se debe tener voluntad política y que los países se pongan 
de acuerdo en la reforma del sistema de asilo europeo.
Es lo que ya casi  suplica Unicef.
 Para empezar a poner fin a esta película de terror. Para que nuestros 
corazones no sigan congelados y Europa no acabe también por morir de 
hipotermia moral. Para recuperar la esperanza.
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