Trump no es sólo una enfermedad, también es síntoma de la 
normalización del fascismo. Se empieza admitiendo la expresión pública 
del odio y se acaba justificando la violencia. Ahora sí, la comparación 
con el nazismo es acertada. Javier Gallego 
  
  
    
    
      30/01/2017 - 
http://www.eldiario.es/carnecruda/lo-llevamos-crudo/normalizacion-mal_6_607249302.html
Trump no sólo es peligroso por lo que hace sino por lo 
que significa. Con él, se normalizan la xenofobia y el odio. Con él, se 
legitima el fascismo. Le han votado, se dice, del mismo modo que los 
corruptos afirman que las urnas les absuelven de sus pecados. Para 
quienes confunden la democracia con los votos, las elecciones lo 
justifican todo, incluso la antidemocracia y el totalitarismo. Por eso, 
el triunfo de Trump es un espaldarazo que da alas a todos los fascistas 
que andaban en sus buitreras esperando alzar el vuelo.
La llegada a la presidencia de la primera potencia 
mundial de un individuo que defiende ideas racistas, y que ha empezado 
su mandato expulsando a musulmanes y proyectando la construcción de una 
muralla, les da carta blanca a los supremacistas como él. Ya no se 
esconden. Ahora gritan "¡Heil Trump!" en convenciones públicas en 
hoteles de lujo y se sienten respaldados para defender abiertamente un 
fascismo contra el que la Historia nos había vacunado durante décadas. 
Pero el efecto de la vacuna se ha pasado y el virus de la ultraderecha 
se extiende orgulloso por el mundo.
"Trump ha roto 
con lo políticamente correcto", decía ufana Esperanza Aguirre, como si 
eso fuera intrínsecamente positivo. Como si decir "los musulmanes son 
terroristas" o "los latinos vienen a robarnos el trabajo" fuese una 
loable demostración de libertad, en lugar de una repugnante muestra de 
xenofobia. De pronto, no está tan mal visto compartir chistes 
islamófobos u homófobos en las redes o el teléfono. De pronto, es 
razonable defender que hay que echar a los extranjeros a patadas porque 
pueden ser terroristas o violadores. Hasta quienes se disfrazaban de 
liberales o moderados, se van despojando de la piel de cordero y enseñan
 la patita, incluso sus dientes de lobo.
Trump no es 
sólo una enfermedad, también es síntoma de lo que está pasando en los 
países desarrollados. No hay que irse a Estados Unidos para denunciar 
muros. España misma tiene una valla coronada de cuchillas lacerantes. 
Europa entera está amurallada para impedir la entrada de personas 
migrantes y refugiadas. Les recibimos como a enemigos con perros, palos,
 alambres de espino y gases. Les dejamos morir en el mar o los 
encerramos en las mismas condiciones de frío, insalubridad y hambre de 
los campos de concentración de la guerra. El infierno son los otros, al 
infierno con ellos.
No hay que irse a Trump, el 
fascismo está entre nosotros, en Francia, en Austria, en Holanda, en 
Hungría, en Grecia, en España, donde los neonazis se disfrazan de 
samaritanos y muchos se lo tragan. El mal se normaliza. Hace unos días 
se ahogaba un gambiano en el canal de Venecia y nadie se tiró a 
salvarle, sólo le echaron unos salvavidas mientras unos desalmados le 
gritaban insultos racistas. Ya no son esos turistas que siguen tomando 
el sol con un inmigrante muerto en la playa, son turistas que le gritan 
que se muera.
Se empieza admitiendo la expresión 
pública del odio y se acaba justificando la violencia contra el 
diferente. Hemos cruzado la línea, estamos cruzando líneas a pasos 
agigantados. Todo está yendo tan deprisa que apenas tenemos tiempo de 
reaccionar. Carmena compara a Trump con Hitler y se le echan encima. Se 
ha banalizado y manoseado tanto la comparación con el nazismo, que ya 
nadie la toma en serio, pero me temo que ahora sí es acertada.
Hay que reaccionar como están haciendo muchos en Estados Unidos. Es 
preferible que te llamen catastrofista, a quedarte callado frente a 
Trump o al maltrato a los refugiados. Por eso es clamoroso el silencio 
de los líderes europeos. Repiten el error del primer ministro británico,
 Chamberlain, que respondió a las invasiones de Hitler con la fallida y 
timorata "política del apaciguamiento" y del arrodillamiento. Como le 
dijo Churchill: "Pudo usted elegir entre la humillación y la guerra, 
eligió la humillación y nos llevará a la guerra". No sé adónde nos lleva
 todo esto pero, sin duda, es hacia un mundo peor.
ESTE MARTES, A LAS 10H EN  WWW.CARNECRUDA.ES,  SINIESTRALIDAD LABORAL: NADIE HABLARÁ DE LOS MUERTOS.
Recuerda que este programa es solo posible gracias a ti. 
Difúndelo y, si puedes, hazte Productor o Productora de #CarneCruda.
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