DERRIBOS
Y CONSTRUCCIONES: Veo a mi alrededor gente desanimada, sobre todo
gente joven. Me preguntan ¿qué vamos a hacer? Yo también me pregunto
¿qué hacer? (la actitud política es, más que hacer cosas, preguntarse
"¿qué hacer?") si, como es más que previsible, en la próxima pregunta de
Podemos gane la opción de Pablo Iglesias, si, como también es
previsible, después de Vistalegre II mucha gente amiga quede marginada y
fuera de los órganos de decisión, que serán más homogéneos y acordes
con la dirección. Me lo he preguntado desde hace unos meses y, por el
momento, ésta es mi respuesta: Supongamos que vamos en un barco en
medio de la tormenta. ¿abandonaríamos el barco y nos tiraríamos al mar
porque no nos gustan las maniobras del capitán y del piloto? Yo creo que
no sería razonable. A diferencia de otros tiempos, la opción de
retirarse cada uno a lo suyo no es nada recomendable. Los parados van a
seguir siéndolo, los precarios pueden serlo cada día más, los que creen
tener la vida asegurada pueden estar equivocados, los pensionistas
pueden perder, como en Grecia, una parte sustancial de su paga mensual,
por no hablar de lo que va a ocurrir con la sanidad, la educación, el
medio ambiente y, sobre todo, la libertad de expresión y de
organización. Aunque algunos digan que está fuera de lugar hablar de
Europa y del mundo hay que hacerlo: estamos en peligro.
No es el momento de la dispersión ni de la vida retirada, por más que uno no esté de acuerdo con su grupo. Mucha gente ha pasado ya por esto. Gente que para mi son referentes morales, como José Antonio Pérez Tapias, que no ha abandonado el PSOE a pesar de estar marginado y en minoría, o Alberto Garzón, que aguantó lo inaguantable en IU por buscar otras líneas (tal vez algún día estén/estemos bajo la misma cobertura, ensamblados en una misma asamblea plural y resistente).
No me gustan muchas cosas de Podemos: no me gusta que los círculos no funcionen ni tengan voz; que sea una organización tan centralista con demasiado peso de Madrid; que no haya distribución de autoridad y haya un culto a la personalidad que resulta ya agobiante; que aún quede mucho machismo, menos en número de las caras que en ciertas formas de expresarse y decidir; que se llene de palabras y haya poco trabajo serio en las propuestas políticas. Pero está lleno de gente magnífica. Así me lo parece: tanto la más próxima como la más lejana en las líneas de pensamiento. Gente entusiasta que no está ahí por los cargos. Por cada uno que pudiera citarse que le ha venido bien el tener un puesto, encuentro muchos más a los que este compromiso no les está trayendo nada bueno profesional o personalmente (y me incluyo en este montón), gente que sigue preguntándose qué hacer aunque aparentemente estén muy seguros de la respuesta. Hay otra gente menos deseable, cuyo comportamiento a veces bordea el matonismo, son berias de peluche que encuentran aquí poder porque no han conseguido autoridad en otros sitios. Pero la vida es así.
Pase lo que pase, no debemos -no podemos- desarmar el barco. Rajoy va a convocar elecciones en cuanto tenga la mínima disculpa (y sospecho que va a usar de nuevo Cataluña como disculpa). En nuestro entorno europeo vamos a estar rodeados de más derecha extrema, y al mando del imperio está un pequeño calígula montado en su caballo. ¿Qué hacer? Bueno, cada uno lo que pueda y quiera. Yo, tropezaré, me levantaré y seguiré. Y ojalá esté acompañado de una inmensa multitud de escépticos y desencantados para quienes el pesimismo de la razón no les enturbia el optimismo de la voluntad.
PD: como veo que la metáfora del barco quizá confunda, aclaro la base: pertenezco a una generación de gente que se veía a sí misma bajo la metáfora del naufragio: "la balsa de la medusa", "ética para náufragos"... Una generación de robinsones solitarios que nunca supieron con hacer con Viernes.
No es el momento de la dispersión ni de la vida retirada, por más que uno no esté de acuerdo con su grupo. Mucha gente ha pasado ya por esto. Gente que para mi son referentes morales, como José Antonio Pérez Tapias, que no ha abandonado el PSOE a pesar de estar marginado y en minoría, o Alberto Garzón, que aguantó lo inaguantable en IU por buscar otras líneas (tal vez algún día estén/estemos bajo la misma cobertura, ensamblados en una misma asamblea plural y resistente).
No me gustan muchas cosas de Podemos: no me gusta que los círculos no funcionen ni tengan voz; que sea una organización tan centralista con demasiado peso de Madrid; que no haya distribución de autoridad y haya un culto a la personalidad que resulta ya agobiante; que aún quede mucho machismo, menos en número de las caras que en ciertas formas de expresarse y decidir; que se llene de palabras y haya poco trabajo serio en las propuestas políticas. Pero está lleno de gente magnífica. Así me lo parece: tanto la más próxima como la más lejana en las líneas de pensamiento. Gente entusiasta que no está ahí por los cargos. Por cada uno que pudiera citarse que le ha venido bien el tener un puesto, encuentro muchos más a los que este compromiso no les está trayendo nada bueno profesional o personalmente (y me incluyo en este montón), gente que sigue preguntándose qué hacer aunque aparentemente estén muy seguros de la respuesta. Hay otra gente menos deseable, cuyo comportamiento a veces bordea el matonismo, son berias de peluche que encuentran aquí poder porque no han conseguido autoridad en otros sitios. Pero la vida es así.
Pase lo que pase, no debemos -no podemos- desarmar el barco. Rajoy va a convocar elecciones en cuanto tenga la mínima disculpa (y sospecho que va a usar de nuevo Cataluña como disculpa). En nuestro entorno europeo vamos a estar rodeados de más derecha extrema, y al mando del imperio está un pequeño calígula montado en su caballo. ¿Qué hacer? Bueno, cada uno lo que pueda y quiera. Yo, tropezaré, me levantaré y seguiré. Y ojalá esté acompañado de una inmensa multitud de escépticos y desencantados para quienes el pesimismo de la razón no les enturbia el optimismo de la voluntad.
PD: como veo que la metáfora del barco quizá confunda, aclaro la base: pertenezco a una generación de gente que se veía a sí misma bajo la metáfora del naufragio: "la balsa de la medusa", "ética para náufragos"... Una generación de robinsones solitarios que nunca supieron con hacer con Viernes.
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