Donde
 el joven juez Ruiz de Lara se enfrenta al CGPJ, el fiscal jefe 
anticorrupción Jiménez Villarejo a la Fiscalía General y el ministro 
Belloch a su propia memoria. Cristina Fallarás  Madrid |
                
      
        1 de
        Marzo de
        2017  http://ctxt.es/es/20170301/Politica/11399/justicia-politica-independencia-poder-judicial.htm
 
                                  
        
 
                    
                        Libertades en España
J.R. Mora
J.R. Mora
La Ley es todo. Nuestras leyes nos retratan y definen 
lo que somos en convivencia, aquello en lo que creemos y aquello que 
supera la superstición. Nuestras leyes son lo opuesto a la ley de Dios, 
aunque a menudo se le cuelguen de las barbas.
Nuestras leyes tienen sus jueces, y éstos su gobierno, el Consejo General del Poder Judicial (CGPJ).
Hubo un tiempo, allá por 1980, en el que ese gobierno 
era nombrado por los propios jueces. Poco duró. En 1985, el Ejecutivo 
socialista de Felipe González debió de pensar que lo judicial se les 
estaba desmandando, o quién sabe si era cierto que quería purgar 
franquistas, o ambos, y cambió su Ley Orgánica. Cuentan que Alfonso 
Guerra lo celebró con la frase “Montesquieu ha muerto”. Él lo niega. A 
partir de entonces, el CGPJ pasó a ser elegido por los políticos. Hoy 
tiene 20 miembros –10 por parte del Congreso y otros tantos, del 
Senado–. Ellos votan a su presidente.
“La función principal del Consejo es la gestión de la 
administración de Justicia junto con la salvaguardia o la garantía de la
 independencia de los Jueces y Tribunales, cuando ejercen su función 
judicial, respecto al resto de poderes del Estado y frente a todos, 
incluso respecto a los demás órganos judiciales y los del propio 
gobierno del Poder Judicial.”, se lee en la página del Poder Judicial.
“Salvaguardia o garantía de la independencia de los Jueces y Tribunales cuando ejercen su función judicial”, sí.
“Respecto al resto de poderes del Estado y frente a 
todos, incluso respecto a los demás órganos judiciales y los del propio 
gobierno del Poder Judicial”, sí.
Ahí está la cuestión, sí. 
CAPÍTULO 1
Un juez frente al Consejo General del Poder Judicial
Corría mayo de 2015 cuando un joven juez llamado 
Manuel Ruiz de Lara pagó el viaje de un pequeño grupo de alumnos de 
Derecho a Bruselas. Su objetivo: debatir sobre el Derecho, sus órganos y
 sus leyes con estudiantes de otras universidades. Él tenía 35 años y 
los alumnos veintipocos. Él era el portavoz de la llamada 
Plataforma Cívica por la Independencia Judicial, asociación empeñada en 
denunciar las conexiones entre los partidos políticos y los órganos 
judiciales. Sus alumnos pertenecían a una quinta dispuesta a destripar 
el funcionamiento de la Justicia por ver si hallaban el mal.
Pocos días después de aquel viaje a Bruselas, el juez 
Ruiz de Lara recibió una llamada. A media mañana, cuando se encontraba 
en su domicilio disfrutando de un tiempo de vacaciones, sonó su teléfono
 personal. Al otro lado de la línea, un hombre se identificó como 
inspector del CGPJ y le preguntó cómo se financiaban esos debates 
universitarios. Él respondió que de su bolsillo. No se le informó de 
nada más.
Para entender la rocambolesca y oscura telaraña tejida
 en torno al juez Ruiz de Lara, en cuyo lienzo participa incluso el 
presidente del Tribunal Supremo, resulta imprescindible ver un vídeo de 
la Plataforma por la Independencia Judicial.
Este:
La siguiente comunicación le llegó al juez Ruiz de Lara más de un año después de aquella llamada de 2015.
El 2 de agosto de 2016, a las 13.30 de un miércoles soleado en el Mediterráneo, el joven juez recibió un mail
 en el que el CGPJ le preguntaba si tenía algún cargo en la asociación 
universitaria de debate y si recibía alguna remuneración por ello. Él ya
 vivía en Barcelona, donde desde febrero de ese año ocupa su puesto en 
el juzgado Mercantil número 10. Allí recibió el correo y desde allí 
respondió que no a ambas preguntas. Un hombre llamado Antonio Jesús Fonseca-Herrero
 había abierto diligencias informativas contra él. Fonseca-Herrero es lo
 que el CGPJ llama Promotor de la Acción Disciplinaria, cargo que une en
 su nombre las ideas de “acción” y “disciplina”, valga la evidencia.
“La asociación de los estudiantes es una entidad 
privada universitaria, y yo lo hice porque los debates que organizaban 
me parecía una actividad bonita académicamente”, explica. Ruiz de Lara 
es un treintañero flaco y sonriente de gran nariz y cejas pobladas sobre
 los ojos pardos. Habla con una seguridad ligeramente cascabelera que 
contrasta con su empeño constante en justificar algo que, en principio, 
parece que no necesitaría justificación. De la misma forma que no sería 
necesaria la investigación puesta en marcha por el Promotor de la Acción
 Disciplinaria Fonseca-Herrero. Pero las cosas no siempre son lo que 
parecen. Y quizás por eso puso a disposición del CGPJ su cuenta 
corriente, donde entradas y salidas de dinero demostraban la verdad de 
sus palabras: gastos en los alumnos y ningún ingreso por esa parte.
El pasado mes de enero de 2017, Ruiz de Lara decidió preguntar al Consejo por la marcha de la investigación a la que le someten. En ese momento llevaba ya más de 5 meses en marcha
Así quedó todo hasta que el pasado mes de enero de 
2017, Ruiz de Lara decidió preguntar al Consejo por la marcha de la 
investigación a la que le someten. En ese momento llevaba ya más de 5 
meses en marcha, y sin más noticias que las preguntas sobre la 
asociación universitaria de debates.
Entonces llegaron las sorpresas. Dos.
Sorpresa Uno: existe un informe secreto llevado a cabo
 por el magistrado José Manuel de Vicente Bobadilla donde queda en 
evidencia que ha investigado las actividades y la página web de la 
Plataforma Cívica por la Independencia Judicial. Este informe secreto no
 tiene ningún tipo de cobertura por parte de procedimiento alguno, y, lo
 que resulta más sorprendente, Ruiz de Lara desvela que está encargado 
por el propio presidente del Tribunal Supremo, Carlos Lesmes.
El Consejo General del Poder Judicial solo puede 
investigar a jueces. La Plataforma es una entidad privada y entre sus 
socios se cuentan jueces, y también abogados y ciudadanos de a pie 
interesados en sus actividades. Más allá del pasmo que supone imaginar a
 todo un presidente del Supremo en estas triquiñuelas, como si no 
tuviera rotos nuestra democracia, la investigación es irregular.
Sorpresa Dos: existe un segundo informe del 12 de 
julio de 2016. Está firmado por Esperanza Córdoba Castroverde e insiste 
en la participación remunerada del joven juez en los debates 
universitarios. “El problema no es que haga esas insinuaciones, que ya 
es bastante grave”, protesta Ruiz de Lara, “sino que se basa únicamente 
en que aparezco en una foto de Facebook con jóvenes universitarios…
 En fin, yo y no sé cuántos magistrados más”. En los debates han 
participado, entre otros, el presidente de la Audiencia Nacional o el 
Fiscal General del Estado, y acuden personas de pública relevancia como 
Manuela Carmena, Adolfo Suárez Illana o Pablo Casado. La relación de la 
investigadora con el presidente del Supremo pasa por su hermano, Diego 
Córdoba Castroverde, considerado uno de los “cerebros en la sombra” de 
Lesmes.
Y entonces llega el vídeo, contundente, durísimo con 
la politización y corrupción en los nombramientos del CGPJ, nacido desde
 dentro.
Lo grabaron un sábado del pasado mes de enero en casa 
de uno de los miembros de la Plataforma por la Independencia Judicial, 
en el madrileño barrio de Salamanca. Les costó 700 euros, que pagaron 
entre siete miembros, a razón de 100 euros cada uno. Cuenta Ruiz de Lara
 que así suelen hacerse las cosas en la Plataforma. Entonces, lo 
enviaron “a toda la carrera judicial”.
Ruiz de Lara: “Nosotros denunciamos que hay que 
cambiar el sistema de elección de vocales del CGPJ. Actualmente se lo 
reparten los partidos, y eso implica que los políticos metan la mano en 
la Justicia. Y criticamos los nombramientos realizados por el CGPJ. Les 
corresponde la competencia para nombrar a los altos cargos de la 
judicatura y no se ajustan a los criterios de mérito y capacidad, es 
decir, se favorece a un magistrado que tiene menos méritos que otro que 
también concurre. ¿Motivo? Por razones de amiguismo con el presidente 
del Supremo, con algunos vocales, o porque se cree que va a pensar de 
una forma determinada, de acuerdo con alguna ideología o partido…”.
Pese a que no había indicio de que el juez Ruiz de Lara hubiera cometido infracción disciplinaria alguna, el Consejo General del Poder Judicial le llama a declarar
Tres días después de mandar el vídeo a todos los 
jueces, el pasado viernes 24 de febrero, pese a que no había indicio de 
que el juez Ruiz de Lara hubiera cometido infracción disciplinaria 
alguna, el Consejo General del Poder Judicial le llama a declarar. A él,
 y al presidente de su Plataforma, Agustín Azparren, exvocal del Poder 
Judicial, magistrado en excedencia, y a la presidenta de una liga de 
debate estudiantil, Ana Funes, una universitaria de 22 años.
–¿A declarar sobre qué?
–Sobre nada, porque no me concretan sobre qué tengo 
que declarar. Tampoco me informan si se me imputa alguna falta. Voy sin 
garantía ninguna, ni siquiera saber si tengo derecho a un abogado para 
defenderme.
–¿A defenderse de qué?
–Pues no tengo ni idea… Hombre, pero cuando a uno le 
cita un órgano determinado que te puede abrir un expediente 
disciplinario, lo lógico es que te informen sobre qué te van a tomar 
declaración, y a partir de ahí tú articulas tu defensa. Son los derechos
 mínimos de cualquier investigado.
–Pero ¿de qué podían informarle?
–De nada. No me informan de nada porque no tienen nada que imputarme.
–¿Por qué citan también al presidente de la Plataforma, Agustín Azparren, y a la estudiante Ana Funes?
–Aquí se comenten dos irregularidades: el CGPJ no 
puede citar a ciudadanos, para empezar. Pero además requiere que se 
aporten los estatutos de la Plataforma y los de la asociación 
universitaria de debates. Tampoco puede requerir a una entidad privada 
que aporte nada. El Consejo General no es un órgano judicial, sino un 
órgano administrativo destinado a gobernar la carrera judicial. Solo a 
los jueces.
–A los jueces que cometen irregularidades.
–Sí. Yo entiendo que con mi dinero puedo hacer lo que 
me dé la gana. El promotor de la acción disciplinaria Fonseca-Herrero me
 pregunta otra vez lo mismo, si recibo alguna retribución, y le respondo
 que no. Y para mi sorpresa me pregunta que por qué hago esto.
–¿Qué responde?
–Que yo creo que en la vida hay cosas que uno hace por
 mero idealismo, que es por lo que yo lo hago, vamos, porque conocí a 
estos universitarios, me pareció buena su idea.
–¿Podía haberle contestado “a usted qué le importa”?
–Efectivamente, porque ni le importa cómo conocí yo a 
los estudiantes ni por qué hago yo esto. Esto es mi vida privada. Un 
magistrado también tiene vida privada y se gasta su dinero en lo que 
quiere.
El momento clave de esa declaración llega en torno al 
minuto 40. Hasta entonces, el interrogatorio insistía en la asociación 
universitaria. Pero entonces el magistrado inquiere qué actividad 
realiza la Plataforma por la Independencia Judicial, algo que no era 
objeto de investigación. Durante cerca de diez minutos, el inquisidor 
insiste en preguntar quién realiza los informes de la Plataforma, qué 
personas concretas, y cómo se aprueban. Pese a que realizar informes 
sobre nombramientos del CGPJ es perfectamente lícito, el juez Ruiz de 
Lara responde que él tiene la función de portavoz y que desconoce quién 
hace los informes.
“El objetivo era que yo diese unos cuantos nombres y 
que a esos magistrados, no sé, incluirlos en una lista negra y en el 
futuro ya se verá”, medita. “Esa insistencia en hacer constar el nombre 
concreto….”.
Termina el interrogatorio sin llegar a ningún lugar, porque de ningún lugar se partía.
Las diligencias informativas llevan abiertas desde 
julio 2016: siete meses. Los procedimientos disciplinarios a jueces solo
 pueden durar 6 meses. Si en lugar de abrir un procedimiento 
disciplinario –no pueden hacerlo al carecer de indicios–, abren 
diligencia informativa, como es el caso, no tienen límite de tiempo.
–Quiero llamar la atención del riesgo que suponen las 
diligencias informativas para la independencia judicial. Si yo le abro a
 un magistrado una diligencia informativa y la dejo abierta sine die,
 ese magistrado mañana tiene un caso de corrupción de un partido 
político, estando el CGPJ nombrado por los partidos… ¿Quién me dice a mí
 que no se usan esas diligencias abiertas para condicionar la decisión 
del magistrado?
–¿Qué pretenden exactamente según usted?
–Yo estoy en un mercantil y no llevo ahora casos de 
corrupción. Pero, ¿qué hacen conmigo? Mantienen las diligencias abiertas
 con el objetivo de decirme “chaval, dejad ya de hacer los informes de 
nombramientos y dejad de denunciar, que no nos interesa que esto salga 
en la prensa y el vídeo se difunda”. Como soy el portavoz, puedo ser un 
chivo expiatorio.
–Es chocante que, después de todo esto, el Consejo 
General acabe de declarar que no tiene ningún interés en la Plataforma 
que usted representa.
–Ha habido una reacción en cadena de toda la carrera judicial. El presidente del Supremo ha enviado una nota de prensa
 donde no se aclara nada. Una de las cosas que dice es que no hay ningún
 interés en la Plataforma. ¡Claro que lo hay! Hoy mismo [martes 28 de 
febrero] acaban de enviar un requerimiento a la Plataforma para que 
informe sobre cuándo se constituyó, para que aporte estatutos y actas de
 nombramiento de los cargos de la junta directiva… ¡Solo un día después 
de decir que no les interesaba nada! 
CAPÍTULO 2
Un fiscal anticorrupción frente a la Fiscalía General 
(Diatriba de Carlos Jiménez Villarejo) 
Este monólogo se grabó el pasado viernes 24 de 
febrero, quizás a la misma hora a la que el juez Manuel Ruiz de Lara 
declaraba ante el Consejo General del Poder Judicial aún no sabe 
exactamente por qué.
“Yo, en el ejercicio de mi profesión como fiscal en 
asuntos delicados, me he sentido siempre… En la persecución de Jordi 
Pujol con motivo de la quiebra de Banca Catalana, hicimos lo que había 
que hacer, ya sé que aquellas cosas no estaban bien vistas por algunas 
instancias, pero en todo caso, la instancia del Ministerio Fiscal, cuyo 
fiscal general era Luis Burón Barba, fue siempre muy respetuoso con 
nosotros, más allá de que otras entidades y los partidos estuvieran 
disconformes, algo que me era absolutamente indiferente. Y por tanto 
hicimos lo que había que hacer".
“Cada vez que yo iniciaba una investigación por temas 
relacionados con la comisión de delitos relacionada con el ejercicio de 
la función pública, por ejemplo por consejeros de los gobiernos de 
Pujol, como Lluís Prenafeta, Macià Alavedra y otros muchos, en general 
tuve por parte del fiscal general de aquella fecha, del PSOE, una 
resistencia completa. Resistencia que se traducía muchas veces en la 
prohibición de actuar, mediante la presentación de denuncias ante los 
juzgados de instrucción competentes. De tal manera que hubo actuaciones 
muy importantes que se pudieron llevar a cabo, pero otras que eran igual
 de importantes y se tuvieron que quedar en un cajón de la Fiscalía 
porque el Fiscal General lo prohibió. Entonces gobernaba Felipe 
González".
El principio de jerarquía que hay en el Ministerio Fiscal lo he vivido como una imposición, con órdenes a favor de determinados políticos
“Hubo disposiciones de los fiscales generales 
prohibiéndome actuar y ejercer las acciones penales correspondientes. Yo
 reaccionaba haciendo uso de un precepto que todavía subsiste en el 
estatuto del Ministerio Fiscal que es una especie de cláusula de 
conciencia en la cual yo expresaba por escrito mi disconformidad con la 
orden recibida. Eso se llevaba a la Junta de Fiscales de sala, que es el
 máximo órgano consultivo del Fiscal General, y allí, naturalmente y 
mayoritariamente, la junta apoyaba al Fiscal General de turno y mi 
propuesta quedaba completamente desasistida, y por lo tanto no se 
llevaba adelante".
“Eso ocurrió varias veces, lo cual quiere decir que el
 principio de jerarquía que hay en el Ministerio Fiscal lo he vivido 
como una imposición, con órdenes a favor de determinados políticos, no 
sólo de aquellos que en ese momento gobernaban sino también políticos 
con los que el Gobierno tenía determinadas alianzas, como era el caso en
 aquella época de la Convèrgencia de Pujol y sus buenas relaciones con 
el PSOE o posteriormente con el PP".
“Este es un panorama de aquella época. Yo sí sé qué 
significa la presión del Fiscal General del Estado por razones 
estrictamente políticas, impedir que un fiscal siga adelante y lleve un 
asunto que no sólo había investigado yo, sino también otro fiscal a mis 
órdenes en el ejercicio de sus funciones de forma muy rotunda, muy seria
 y muy rigurosa. Sin embargo, no se pudieron llevar jamás al juzgado 
porque el Fiscal General lo prohibió. Lo que estamos viendo estos días, 
por tanto, no es nuevo para mí, tengo experiencia sobrada”.
“Cuando llego a la Jefatura de la Fiscalía 
Anticorrupción, otro tanto de lo mismo. Pero en aquel momento hubo de 
todo, es decir, recuerdo una instrucción del fiscal Eligio Hernández, 
cuando todavía no se había despenalizado la objeción de conciencia –sé 
de lo que estoy hablando, algo que no tiene que ver con el tema 
económico, ni con dirigentes bancarios ni nada por el estilo–, se ordenó
 a los fiscales que se pidiera la prisión provisional y el cumplimiento 
de la pena para aquellos que habían sido condenados a una pena inferior a
 dos años, cuando igual que ahora existía la posibilidad de no ingresar 
en prisión cuando la pena no superaba los dos años. Hubo una orden del 
fiscal Eligio Hernández para que se pidiera el ingreso en prisión. En 
aquel caso yo reuní a la Junta de Fiscales de Barcelona, que se declaró 
por unanimidad en contra de la orden del Fiscal General, y simplemente 
no lo cumplimos. Punto. En aquel momento estábamos en los inicios de la 
Transición y empezábamos a recobrar colectivamente la sensación de que 
estábamos al servicio de determinados ideales de progreso y de 
libertad”.
“Cuando fui Fiscal Anticorrupción, el tema de la 
diferencia de criterio e incluso de conflicto fue constante, no era una 
excepción. Cuando a mí me hablan de la autonomía del Ministerio Fiscal y
 de que el Fiscal General del Estado es propuesto por el Gobierno tengo 
que decir que, incluso después de la primera reforma estatutaria que se 
hizo en el año 81, parecía que se regulaba la autonomía del Fiscal 
General y por lo tanto de los fiscales que dependía de él, pero la 
verdad es que esto no ha funcionado nunca. Los fiscales generales, en 
general, han tenido una actitud, no diría de subordinación, pero sí de 
complacencia con el Ejecutivo de turno. Bastaba ver los contactos que yo
 tuve con el Fiscal General durante los ocho años que estuve en la 
Fiscalía Anticorrupción recién creada. Fueron de constante desacuerdo 
sobre mis disposiciones y mi criterio sobre cómo había que perseguir y a
 quién había que perseguir por determinado tipo de delitos. La oposición
 del Fiscal General expresada a veces oralmente, a veces por escrito. Si
 lo hacía por escrito, yo volvía a ejercer el uso de esa cláusula de 
conciencia que he citado antes, y la llevaba a la junta de sala que 
apoyaban al Fiscal General de entonces, que era Jesús Cardenal”.
“Pese a todo, hubo veces en que se llegó ir hacia 
adelante, como por ejemplo la identificación de Josep Piqué cuando la 
crisis de Ertoil, la filial de Ercros. Fue investigado por nosotros, por
 la Fiscalía Anticorrupción. Primero por el Supremo y luego por nosotros
 como Fiscalía Anticorrupción. No hubo manera de avanzar en la 
investigación hasta que finalmente la juez de la Audiencia Nacional lo 
archivó. Yo sé que, en la sala del Supremo, el acuerdo para tomar 
declaración como imputado a Josep Piqué, entonces ministro, fue 
prácticamente unánime con el voto en contra de uno de la totalidad de 
los fiscales. Nunca llegó a ser llamado como imputado ante el Tribunal 
Supremo, puesto que era aforado al ser ministro. Al fiscal que llevó 
este asunto le costó muchos disgustos, todo hay que decirlo. No quiero 
revelar su nombre porque necesitaría su consentimiento. El haberse 
mantenido en su posición de rigor y de exigencia, sobre todo acerca de 
las responsabilidades de Piqué y su relación con la venta de Ertoil, le 
costó muchos disgustos: de orden personal, de maltrato en el orden 
profesional, etc”.
“Yo, como fiscal jefe, siempre he defendido mi 
criterio con plena autonomía, lo cual no quiere decir que no haya tenido
 fuertes enfrentamientos con los fiscales generales de turno. Insisto, 
fueran del PSOE, fueran del PP, me es indiferente”.
Como fiscal jefe, siempre he defendido mi criterio con plena autonomía, lo cual no quiere decir que no haya tenido fuertes enfrentamientos con los fiscales generales de turno
“Como fiscal anticorrupción coincidí con los gobiernos
 de Aznar, y la relación fue ciertamente muy conflictiva. Hasta el punto
 de que finalmente aprovechó la reforma que se hizo exprofeso para 
establecer un plazo a los fiscales jefes, que hasta esa fecha no 
existía, para mi cese. Se aprobó, y la consecuencia de esa reforma que 
fijaba un plazo de cinco años para la fiscalía ya fueran provinciales, 
territoriales o especiales, supuso el cese de quien entonces era fiscal 
de Madrid, Bermejo, el mío y, quizás aprovechando el viaje, alguno más 
que no daba la talla como fiscal, pero el resto de fiscales fueron 
confirmados. Se aprovechó la reforma para excluir ciertos cargos que 
habíamos acreditado un currículum profesional largo, sin duda como 
fiscal anticorrupción en mi caso, y absolutamente impecable y con 
seriedad en el desempeño de nuestras funciones”.
“Le voy a poner un ejemplo: la oposición frontal que 
hizo el Fiscal General, entonces Jesús Cardenal, a que la Fiscalía 
asumiera la investigación del delito que se atribuía a César Alierta por
 conducta evidentemente delictiva durante el periodo en que era 
presidente de Tabacalera, antes de ser presidente de Telefónica. Si la 
causa se abrió finalmente fue por medio de una asociación de 
Consumidores y Usuarios de la Banca (ADICAE), que instó la apertura de 
la causa mediante la acción popular. Se abrió la causa en un juzgado de 
instrucción de Madrid y se permitió a la Fiscalía Anticorrupción actuar 
en el ejercicio de la acusación pública. La causa se abrió en Madrid y 
se admitió a trámite la querella de la acusación popular. El fiscal 
Alejandro Luzón, que acaba de actuar brillantemente en el asunto de las 
tarjetas black, hizo un estupendo papel. Lo llevó hasta el 
final. Bien, la Audiencia de Madrid absolvió a Alierta por prescripción 
del delito, no por no haberlo cometido. Luzón recurrió en el Tribunal 
Supremo y este se sacó de la manga otro argumento a favor de la 
prescripción del delito para mantener la absolución de Alierta, cuando 
ya se había conocido la verdad sobre la comisión de su conducta 
delictiva”.
“Podría ponerle muchos más ejemplos porque la tirantez fue constante entre el Fiscal General y los intereses de la Justicia”.
“Que a mí me hablen de lo que está ocurriendo ahora no
 me descubre nada, me parece que es la consecuencia de una historia que 
desgraciadamente para España no quiere acabar y que es el negar la 
absoluta autonomía e independencia del fiscal en el ámbito de sus 
funciones, en el ámbito de la justicia penal”.
“Mientras esto no sea posible, me parece absolutamente
 aberrante que se pretenda conferir la instrucción de los procesos 
penales al fiscal. Pretender que un fiscal instruya un caso de 
investigación criminal contra alguien, sobre todo alguien que ocupa una 
posición de poder político o económico, sin tener plena autonomía para 
el ejercicio de sus funciones, y a la vez depender de la jerarquía del 
fiscal general, es absolutamente incompatible”.
“Se han producido unos ceses en el último consejo 
fiscal con renovación de fiscales y nombramientos que ya se veían venir 
para quienes estaban un poco cerca de las instituciones. Hay 
evidentemente una intromisión del Ejecutivo de turno en el ejercicio de 
las funciones constitucionales del Ministerio Fiscal. Se han traducido 
en el cese de Juan Calparsoro, fiscal jefe superior del País Vasco, el 
cese del fiscal de Murcia, Manuel López Bernal, y Javier Zaragoza en la 
Audiencia Nacional”.
CAPÍTULO 3
Un ministro frente a su memoria
Después de sus diez años como alcalde de Zaragoza, y 
ocupando ya la plaza de magistrado de la sección Primera de la Audiencia
 Provincial de Zaragoza, Juan Antonio Belloch parece recordar los 
tiempos en los que ejerció de superministro socialista con 
distancia y sin que la melancolía tiña su voz. Aquellos fueron años de 
basura y desconcierto, años de Paesa y Luis Roldán, años en los que la 
investigación de los GAL salpicaba cal viva sobre la decadencia del que 
había sido el gran líder González. Se le entibia la voz al recordar: “Yo
 entonces era un juez recién llegado allí con 42 años”.
A esa edad todavía conservaba su rendida admiración 
por dos fiscales: Carlos Jiménez Villarejo y José María Mena. Ambos 
habían llevado la querella contra Banca Catalana, o sea, Jordi Pujol, y 
cuando Belloch ocupó el ministerio seguía rendido al trabajo de aquellos
 dos hombres de Justicia. “Yo me incorporé a la carrera judicial porque 
estaba gente como Carlos Jiménez Villarejo o José María Mena”, recuerda.
 “Para mí eran maestros. Me incorporé a la vida judicial –mi padre y mi 
abuelo también eran jueces– siguiendo el ejemplo de estas personas. Para
 mí eran ídolos”.
Así que cuando creó la Fiscalía Anticorrupción no se lo pensó dos veces.
Rebusca el exministro en su memoria el momento exacto 
en el que le propuso a Jiménez Villarejo ser el primer Fiscal jefe 
Anticorrupción de España, y no lo localiza. Pero sí rememora la sorpresa
 con la que el otro recibió la noticia. “Habíamos estado juntos en 
Barcelona cuando yo fui juez de Berga y de Vic”, relata, “y cuando tuve 
la oportunidad de nombrar a Villarejo para un tema de esa naturaleza, no
 dudé que era la persona adecuada. A Carlos le sorprendió porque estaba 
mucho más a la izquierda que yo, socialdemócrata de toda la vida”.
En el PSOE no todos entendieron el nombramiento de Jiménez Villarejo , y la oposición, sobre todo de aquellos ministros más ligados al partido, fue enconada
No le resultó exactamente fácil. “Era un poco raro que
 yo designara como fiscal anticorrupción, un cargo clave, a alguien que 
no era ‘de la misma cuerda política’ del Gobierno de entonces, pero para
 mí lo importante era prestigiar la institución, porque el país estaba 
en un momento muy complicado”. En el PSOE no todos lo entendieron, y la 
oposición, sobre todo de aquellos ministros más ligados al partido, fue 
enconada. Pero no solo porque, como afirma Belloch, no era un hombre “de
 su cuerda”. Hace memoria: “Lo más difícil fue que en el Gobierno me 
aceptaran el nombramiento de Jiménez Villarejo. Por un tema muy 
concreto: Banca Catalana. En el Gobierno se entendió que mi propuesta 
podía ofender al señor Pujol, y hubo que lidiar ese toro… Eso no lo sabe
 ni Carlos Jiménez Villarejo. Lo más importante era que esa institución 
naciera viva. Si el primer fiscal anticorrupción es una persona 
“sospechosa” de parcialidad, ya te has cargado la institución. Pero 
costó bastante, fue difícil que se entendieran los motivos profundos por
 los que yo hacía esa propuesta”.
El entonces ministro de Justicia e Interior asegura 
que nombró al que sería el primer jefe de la Fiscalía Anticorrupción 
porque se trataba de un hombre de cuya independencia, credibilidad y 
solvencia profesionales no dudaba absolutamente nadie. Además, eran 
conocidas sus discrepancias con el Partido Socialista. “Sin embargo, el 
tema ideológico no era lo fundamental. Lo fundamental es que era de una 
credibilidad absoluta. Por lo tanto, arrancó la institución bien, porque
 su jefe era un hombre de altísimo nivel, acreditada autonomía e 
independencia y puso en marcha un trabajo que yo creo fue muy positivo”.
La persona era lo importante. La persona y su independencia, su solvencia, su integridad.
–¿Y pasados los años?
–A lo largo de los años, mi impresión es que no se ha 
puesto el suficiente acento en potenciar esa figura. Creo que no se ha 
sido sensible a la enorme importancia que suponía tener una fiscalía 
fuera de toda sospecha, al margen del juego de la vida política y 
social, y que esa institución debía potenciarse como un mecanismo de los
 más eficaces para la lucha real contra la corrupción. No estoy seguro 
de que con el paso de los años eso se haya logrado consolidar.
–Se critica la falta de independencia de los fiscales.
–Hablar de la independencia del Ministerio Fiscal es 
un camelo. Quienes son independientes son los jueces. Los fiscales ni 
son independientes ni pueden serlo. Es el instrumento fundamental que 
tienen los gobiernos para dirigir la política criminal de un país. Y es 
lo que dice la Constitución, por otro lado. Pero también es cierto que 
sí deben gozar de autonomía. Lo que no puede ser es que el Gobierno 
intente inmiscuirse… Yo ni lo intenté. Nombré a Granados para el 
Supremo, o a Jiménez Villarejo. Si tenían algún rasgo concreto era el de
 ser absolutamente autónomos.
'Los fiscales ni son independientes ni pueden serlo. Es el instrumento fundamental que tienen los gobiernos para dirigir la política criminal de un país'
–Esa autonomía parece estar algo “tocada”.
–Hay dos planos. Yo, como ministro de Justicia sí que 
tengo derecho con la Constitución y las leyes en la mano de decirles al 
fiscal jefe o a los fiscales “la política criminal del gobierno es 
esta”. Por ejemplo, yo puedo decir que la prioridad absoluta es la 
Violencia de Género. El Gobierno está plenamente legitimado para fijar y
 marcar las prioridades de la política criminal y eso lo puede hacer por
 diversas vías, y quizás la más importante es el Ministerio Fiscal. Lo 
que no puede es pretender inmiscuirse en temas concretos. Lo que no 
puede el ministro es decir “oye, en relación al tema Gürtel, tienes 
que…”. Eso no. Eso es inconstitucional y desde mi punto de vista, 
delictivo.
–Y sin embargo, ¿no es eso lo que sucede habitualmente?
–Ha habido dos fiscales, Conde-Pumpido, designado por 
el PSOE, y Torres-Dulce, por el PP, que se fueron porque no estaban 
cómodos. Uno es progresista y el otro conservador, pero tienen en común 
su alto prestigio profesional y ser personas de buena voluntad. Nadie se
 atreverá a decir que Conde-Pumpido o Torres-Dulce no fueron 
absolutamente escrupulosos en el cumplimiento de su función.
–O sea, presiones insoportables por parte del Gobierno de turno.
–De vez en cuando el Gobierno va cesando fiscales. 
Porque probablemente la tensión de fondo es esa. Si tú nombras un fiscal
 preciso, como en mi caso fue Jiménez Villarejo, te encuentras con la 
evidencia de que no van a aceptar decisiones unilaterales del Gobierno.
–Y la Fiscalía se resiente.
–Poco a poco se va degradando la institución, porque 
si las personas con valía van tirando la toalla porque no están 
dispuestas a que cuestionen su criterio y su autonomía, pues la 
institución se va desprestigiando.
–Últimamente hemos conocido denuncias, por ejemplo, 
por parte del Fiscal jefe Anticorrupción de Murcia, López Bernal, de 
presiones, intimidaciones, amenazas o desamparo por parte del CGPJ y del
 ministerio.
–Con un Conde-Pumpido o con un Torres-Dulce eso sería 
imposible. Cuando las instituciones son débiles, al final lo fundamental
 son las personas. A estos dos, procedentes teóricamente de dos 
caladeros ideológicos diferentes, nadie les puede tomar el pelo, esa es 
la realidad. Uno u otro, si hubieran recibido denuncias de ese tipo, las
 habrían investigado y habrían protegido a sus fiscales. Al menos es lo 
que yo quiero creer y quiero pensar.
–¿Quiere decir que las cabezas al frente ahora son mansas ante el poder?
'Cuando las instituciones no están claras en el diseño constitucional, lo que importa son las personas. Si las personas fallan, el colapso del sistema es una probabilidad'
–No tienen el prestigio que tenían los anteriores, esa
 es la realidad. Cuando las instituciones no están claras en el diseño 
constitucional, lo que importa son las personas. Si las personas fallan,
 el colapso del sistema es una probabilidad.
–Jiménez Villarejo denuncia que las presiones y las 
prohibiciones para investigar le llegaban igual desde el PP que desde el
 PSOE.
–La equiparación pura y simple de PP y PSOE, no. 
Villarejo, amigo mío y a quien quiero, se ha inclinado por una visión de
 la vida más bien cercana a Podemos, fue autor del programa jurídico de 
Podemos en su mayoría. La filosofía es esa de PSOE y PP la misma cosa 
es… Yo no la comparto.
–Pero es conocido que el PSOE también actuó de esa manera.
–Presiones las tienen siempre. Los gobiernos tienen 
cierta tendencia a intentar tener un fiscal “de su ámbito”. Es de cajón.
 Pero ojo, decía usted al principio que “violan la independencia de los 
fiscales”. Es que los fiscales no son independientes, son autónomos. 
Pero no todos los ministros de Justicia han actuado igual.
EN FIN
La Ley es todo. Nuestras leyes nos retratan y definen 
lo que somos en convivencia, aquello en lo que creemos y aquello que 
supera la superstición. Nuestras leyes son lo opuesto a la ley de Dios, 
aunque a menudo se le cuelguen de las barbas.
“El Consejo General del Poder Judicial es un órgano 
constitucional, colegiado, autónomo, integrado por jueces y otros 
juristas, que ejerce funciones de gobierno del Poder Judicial con la 
finalidad de garantizar la independencia de los jueces en el ejercicio 
de la función judicial frente a todos”, se lee en la página del del Poder Judicial.
Y un poco más adelante: “El Consejo ha de velar por el
 mantenimiento a ultranza de la independencia judicial, y así, si un 
Juez o Magistrado es perturbado o inquietado en el ejercicio de la 
función jurisdiccional, el artículo 14 de la Ley Orgánica del Poder Judicial faculta al Consejo para poner fin a esta intromisión.”
Nuestras leyes tienen sus jueces, y estos su gobierno propio.
Los partidos políticos negocian cantidades:
 cantidades de poder, cantidades de votos, cantidades de dinero, de 
dolor, de bienestar o de conocimiento. Solo la ley garantiza el amparo 
de los ciudadanos ante tales negocios.
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