http://blogs.publico.es/verdad-justicia-reparacion/2017/03/19/al-paredon-los-ninos-primero/
“Herodes se enojó sobremanera y mandó matar a todos los
niños varones en Belén y en todos sus alrededores, de dos años de edad
para abajo” (Mateo, 2:16) La vesania de los ultra-católicos
españoles en guerra superó con creces la del malvado rey bíblico por la
simple razón de que los franquistas asesinaron a niños y niñas menores y
mayores de dos años. Fue tanta su crueldad así como su adicción a la
pena de muerte, que las transmitieron a sus epígonos, esos que hoy
fusilarían si pudieran “sólo a algunos” niños mientras rezan por “el
derecho a la vida”.
Hoy no vamos a hablar de los cientos o decenas de miles de Niños
Robados por la simple razón de que, por fortuna, es un tema conocido
–aunque apenas judicialmente. Vamos a hablar de algo mucho peor que,
además, es menos conocido: el fusilamiento de niños y de nonatos durante
la Guerra y la inmediata Posguerra.
Algunos de los nombres de aquellos infantes fusilados deben ser
citados con nombre y apellidos, en parte porque, si alguien duda de que
la barbarie llegara a esos extremos, fácilmente los pueden revisar en
internet. Por citar sólo un puñado de ejemplos: Francisco Castillo
Sánchez (asesinado a los 12 años), Félix Gálvez (13), Juan Gómez Sánchez
(16), Juan González Espinosa (12), Celedonio Maroto (16), Dionisio
Martínez (13) Y también Antonia Molina Pérez (13), cuya ejecución prueba
que los ‘nacionales’ también fusilaron a niñas.
Dadas las condiciones en las que se desarrollan –quema de archivos,
saboteo sistemático de los gobiernos, etc.-, las investigaciones del
movimiento memorialista son inevitablemente incompletas. Aun así,
gracias a ellas se puede demostrar que, por ejemplo, durante las
exhumaciones en el cementerio de San Rafael (Málaga), sólo en 2009 ya se
habían encontrado los restos de 349 menores de 10 años, quizá no todos
fusilados sino -otra vez quizá-, algunos víctimas por otras causas. Por
otra parte, en las dos Castillas, se sabe que fueron fusilados no menos
de 40 menores. ¿Huelga añadir que todas estas cifras son extremadamente
parciales y provisionales?
Dos infamias poco excepcionales
Grazalema. En el verano de 1936, la columna falangista de
Fernando Zamacola Abrisqueta entró literalmente a sangre y fuego en este
pueblo gaditano. Asesinaron a 250 personas (un 15% de la población) y
arrojaron los cuerpos, algunos vivos todavía, a varias fosas comunes.
En 2008, en una de las ocho fosas que, ¡finalmente!, consiguieron
abrir, los forenses memorialistas encontraron los restos de quince
vecinas -embarazadas cuatro de ellas- de edades entre 15 y 61 años… y
también los de un niño de 13 años al que sus paisanos llamaban el Bizarrito porque era hijo de María la Bizarra y de Pepe el tío Fraile.
El Bizarrito no cometió otro delito que estar en la hora y lugar
equivocados, precisamente en la curva de la carretera donde estaban
siendo torturadas aquellas señoras. El niño fue obligado a cavar su
propia tumba. Fue el último ejecutado. Sus padres, obreros del carbón
“desaparecieron sin dejar rastro”.
Ponferrada. También en 2008, en esta localidad leonesa se
exhumaron los esqueletos de una mujer de 22 años y de su hijo, de tres
años. Han leído bien, los franquistas asesinaron incluso a un casi bebé
del cual sólo se conserva su única foto en vida –fácilmente obtenible en
internet. En ella, se observa que Fernandito Cabo Blanco, hijo
de Jerónima Blanco, es tan diminuto que ni siquiera subido en una silla
llega a la cabeza de su mamá, fusilada pese a estar notoriamente
embarazada de seis meses. Pero el sadismo no se limitó a este doble
asesinato sino que, además, los sayones se divirtieron jugando al tiro
al plato con Fernandito. Según la Historia Oral, le lanzaban por los
aires y es fama popular que, según caía, le ensartaban en las bayonetas.
Nonatos y otros daños colaterales
Los fanáticos opositores al aborto, históricamente hablando lo son
‘según y cómo’. Con ello no me refiero a las señoritas de postín
viajando a Suiza sino a los franquistas vulgares. Un caso habla por sí
solo. El aragonés Jesús Pueyo Maisterra, se estremece recordando un
episodio de la participación en la Guerra de un cura feroz,
concretamente en “el fusilamiento de Basilia Casaus, que tenía 19
años y estaba embarazada de gemelos. Según el médico le faltaban entre
una o dos semanas para dar a luz. La Guardia Civil y la Falange
aceptaron esperar para fusilarla. Pero su primo, que era sacerdote, se
negó a prorrogar la sentencia y dijo: ‘Hay que fusilarla, muerto el animal, muerta la rabia’, y fue fusilada frente al castillo de Sádaba“.
Además de nonatos, la infame estadística se nutre de otros casos en
los que todavía no podemos saber si los niños fueron fusilados o simplemente
torturados hasta la muerte. Por ejemplo: dentro de la prisión de
Saturrarán (Bizkaia, 1938-1944; dirigida por monjas mercedarias) se han
encontrado evidencias sobre los restos de 56 niños. Y la monstruosidad
no terminó en esos asesinatos sino que continuó en la modalidad de niños
robados puesto que luego se decretó que los niños menores de tres años
no podían permanecer en ese penal por lo que fueron separados de sus
madres desapareciendo automáticamente de las listas de ingreso de la
enfermería de la prisión.
Un último dato que revela la duración de lo que los franceses llaman
la “guillotina seca”: en el Jaén de 1942, la mortalidad infantil entre
los vencidos llegó al 35%, un récord que hoy creemos exclusivo de los
países pobres pero impropio de un país europeo tan amante de los bebés
que llegó a calificar como delito el control de natalidad
–evidentemente, no así el control de la mortalidad.
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OTRA COSA: Docentes en acción. Lamentamos la pérdida -suicidio- de la directora del CEIP Taraguillas.
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