El Chino lleva la Santa Muerte tatuada en sus
pantorrillas, también en el pecho y en la espalda, incluso más abajo y
por todas partes, lo muestra con orgullo. Dice que todo su cuerpo es una
ofrenda a la Santa Patrona del crimen organizado.
Estamos sentados en el Bar Papion’s, en la capital del
clandestinaje sinaloense. Esta es la tierra del Chapo Guzmán y del Mayo
Zambada, amos y señores, venerados y odiados en Culiacán. También es la
tierra de mi colega Javier Valdez, guerrero de la pluma, combatiente
del periodismo libre, compañero de batallas. Nos acompaña Manuel Ortiz,
fotógrafo aguerrido y comprometido antropólogo.
Nos reímos con el Chino. El bato dice que quiere una
cerveza para soltar la “sopa”. Javier le explica que soy periodista. Al
Chino se le hace raro que una morra ande a las tres de la mañana en
estos barrios sórdidos y pintorescos donde se contrata a sicarios a
sueldo. Es la una de la mañana y al ritmo de banda en la improvisada
pista bailan prostitutas, narcos de poca monta y travestis. El ambiente
ciertamente es sórdido, el olor también. El tufo a orines se mezcla con
los tequilas. Los sanitarios son inexistentes. En una esquina hay una
pared falsa que esconde los meaderos como en los establos. En la barra
están apoyadas varias mujeres ofreciendo sexoservicio. Llevan minifaldas
y ropa muy ajustada que deja ver sus extensos michelines. Hay entre
diez o doce mesas pegadas a las paredes. En el centro un hombre gordo y
sudoroso con sombrero ranchero y cinto piteado, muy macho aprieta las
nalgas de su acompañante —un travesti exuberante— mientras bailan
fajando.
Este lugar es el centro de reunión de sicarios. Javier
se conoce cada rincón clandestino de Culiacán. Y el Chino sabe que
hasta aquí viene gente y lo contrata. Se sienta a la mesa con la mirada
retadora. Le jode que una periodista pretenda preguntarle cosas de su
trabajo, de su chamba, de su profesión como él le dice.
— Es un trabajo, jefa. Entiéndalo, alguien tiene que hacerlo.
— Sí, sí, claro, me apresuro a comentar para intentar un ambiente relajado.
— ¡Cálmate, bato!, le dice Javier.
Pero al Chino le vale. Sigue en su pose de
perdonavidas. Además, él se sabe guapo. Anda en los 30 años. Tiene los
ojos rasgados, tirando a orientales; tal vez por eso le dicen el Chino.
Su piel morena brilla con las luces neón del lugar. Es muy delgado y de
repente su mirada extraviada por la cocina se posa en la realidad del
lugar al que ha llegado:
“Pinches travestis, no valen verga”, espeta sin contemplaciones.
Adopta pose de mamón, está recién bañado y lleva el
cabello largo peinado hacia atrás con algo de brillantina. Cruza la
pierna y finalmente me mira. Coquetea.
Silencio.
Le invito una cheve, la bebe a gran velocidad y al
terminar acaricia la figura en plata de la Santa Muerte que trae colgada
al cuello. “¿Qué quiere saber?”, me suelta de repente mirándome a los
ojos de forma retadora. “Pa qué chingaos quiere que le cuente?”. Le
explico que también soy periodista como Javier y me dedico a escribir, y
que además me interesa desde el punto de vista humano conocer detalles
de su profesión.
— Yo estoy especializado, dice interrumpiéndome.
— ¿Entiende lo que quiere decir especializado, jefa?… Especializado, es-pe-cia-li-za-do.
— No entiendo. Explíqueme, por favor.
En ese momento se saca una especie de funda dorada que
llevaba en alguna parte del cuerpo. De la funda extrae lentamente una
daga grande cuyo filo resplandece. Se ríe al ver mi expresión y suelta:
— Corto cabezas.
— Ok
— Soy un profesional. ¡Yo no ando con mamadas!
— ¿Cómo?
— Mis cortes son quirúrgicos. De un tajo.
— ¿Así nomás?
— Nomás. A mí no me gusta la tortura. Mi trabajo es limpio.
— ¿Y se droga para hacer su trabajo?, le pregunto.
Ríe, sin contestarme.
Hablamos durante 40 o 50 minutos. Se va relajando.
Pide más cervezas. Le pregunto su cuota, el precio de sus “trabajitos”. Y
suelta.
— Usted me cae bien, a usted se lo dejo barato. Nomás deme 3 mil pesos (150 euros)… Yo le quito al gallo de encima.
— ¿Qué gallo?
— ¿A poco no tiene enemigos?
— Le agradezco, pero ahorita no me interesa.
El Guayabo
Javier Valdez suelta la carcajada, mientras caminamos
por las calles de Culiacán y recuadramos al Chino. Recorremos una casa
abandonada, recientemente balaceada con más de 500 proyectiles. En
Culiacán se libra una batalla por el control de la venta y distribución
de droga. Y el periódico Riodoce, fundado por Javier y su
compañero Ismael Bojórquez, es el único medio de comunicación que ha
sido capaz de resistir los granadazos y las amenazas del narco. Con un
firme compromiso social por la libertad de expresión y el ejercicio
periodístico, este periódico es un ejemplo de heroicidad en tiempos del
narco.
La cultura del narco en Sinaloa y el tejido social van unidos. Y Javier me lleva de la mano a un narcotour
para visitar los últimos lugares de la tragedia cotidiana. Cuenta que
la descomposición social es producto no solo del crimen organizado, sino
en buena medida de la narcopolítica.
— Seríamos muy pendejos si pelearamos con los narcos,
si sabemos que los narcos tienen pactos con el gobierno o que el
gobierno está protegiendo a los narcos, me dice Ismael Bojórquez,
sentado en la redacción de Riodoce y añade:
— Cada vez que detienen a un capo grande, nos
enteramos que lo protegía el ejército, la marina, los Pinos. Nosotros
valoramos una y otra vez las notas que publicamos. Esto es muy malo para
el periodismo, porque finalmente estás reconociendo que la guerra la
estamos perdiendo. En las redacciones se ha perdido la guerra. El narco
nos ha ganado la guerra.
En las redacciones se ha perdido la guerra. El narco nos ha ganado la guerra.
Javier coincide con su compañero. Y volvemos a patear
las calles de Culiacán, ciudad donde vive el MZ, mejor conocido como el
Mayo Zambada, actual líder del poderoso Cártel de Sinaloa, también
identificado como “El Padrino”, por su supuesta “generosidad” y
“filantropía” con sus paisanos. Estamos en la tierra del enigmático
Mayo. Si la sierra de Sinaloa donde confluyen Chihuahua y Durango en el
llamado Triangulo Dorado fue el fuero del Chapo Guzmán, actualmente en
una cárcel de máxima seguridad en Nueva York, Culiacán se ha convertido
en el Imperio del Mayo Zambada, el hombre que controla la ciudad gracias
al apoyo de las fuerzas policíacas y militares que presuntamente le
brindan protección.
Su casa, como la de los grandes capos sinaloenses,
está ubicada en la lujosa colonia Colinas de San Miguel. Se trata de
bunkers vigilados por decenas de hombres armados, sofisticados sistemas
de videograbadoras e improvisados retenes de guardias vestidos de civil
que se apropian de las calles para impedir el paso a punta de pistola o
metralleta, al igual que en la colonia Las Quintas. Hasta los taxistas
saben a quién pertenecen las ostentosas mansiones, como la del Mayo
Zambada que cuando tiene un evento social en Culiacán, la ciudad es
sitiada como si se tratara del Estado Mayor presidencial resguardando al
presidente de la República.
El poderoso Mayo Zambada, por quien Estados Unidos
ofrece 5 millones de dólares, es un personaje enigmático e intocable que
durante las últimas tres décadas ha sabido permanecer y crecer junto a
grandes capos como Miguel Ángel Félix Gallardo y Amado Carrillo.
Hace 40 años, los narcos sinaloenses, llamados gomeros
--por la extracción de la goma de la amapola--, se concentraban en la
colonia Tierra Blanca y su estilo era menos ostentoso. Se regían por un
aparente código ético de delincuentes que incluía no matar mujeres y
niños. Pero eso se acabó. En Culiacán la guerra que se ha cobrado miles
de muertos inició el 21 de enero de 2008 en la colonia Burócratas. Ese
día, detuvieron a Alfredo Beltrán Leyva, El Mochomo, gracias a la
delación de los suyos. Allí empezó la escisión del cártel de Sinaloa y
los Beltrán Leyva no tardaron en urdir su venganza: el asesinato del
Chapito Guzman, Edgar Guzmán de 22 años, ejecutado el 8 de mayo de 2008.
Su altar en el centro comercial de la Avenida universitarios se
mantiene con flores frescas cada día.
Desde entonces, la guerra en las calles de Culiacán se ha cobrado cientos de vidas. Y Javier cubre esta barbarie.
— Hay una mayor incidencia delictiva calificada:
ejecuciones, levantones, decapitados, mutilaciones, narcomantas,
operativos especiales, todo lo que esto ha implicado de números y de
impacto y la violencia.
Javier Valdez es experto en narcotráfico. Ha publicado
una docena de libros que desvelan zonas hasta ahora ocultas. Se ha
atrevido a revelar el ritmo de vida de los capos. Ha descrito con
detalle la vida de las buchonas, las mujeres del narco, y también a los
narcojúniors. Se metió de lleno a investigar a los huérfanos del narco e
incluso exhibió a la narcoprensa.
Javier Valdez sabe que ha tocado temas prohibidos, pero se ha negado al silencio.
No quiero ser un periodista del silencio. El narco nos encerró en nuestras casas, nos castró la vida pública. Pero nosotros seguimos adelante
— El narco dejó de ser un problema policiaco. El narco
es una forma de vida. Y tenemos que contarlo. No quiero ser un
periodista del silencio. El narco nos encerró en nuestras casas, nos
castró la vida pública. Pero nosotros seguimos adelante. Yo me niego a
estar encerrado o asustado o las dos cosas.
Para finalizar el narcotour, Javier me lleva a la
cantina “El Guayabo”, uno de los lugares más visitados por periodistas.
Aquí lo conocen, los meseros lo saludan, lo abrazan. A veces desde aquí
toma notas, ordena las ideas y piensa.
— A mí me gusta pensar la forma de escribir la intimidad del dolor, me dice invitándome a brindar con cerveza lager Dos Equis y un buen tequila.
Y hablamos de nosotros, de la vida, del amor, de los
hijos, de esta profesión nuestra tan lastimada: 125 compañeros han sido
asesinados, 25 permanecen desaparecidos. Cada 26 horas se agrede a un
periodista. ¡Y en este país no pasa nada, chingao!
— Nos están matando, me dice, nos están
desapareciendo. Yo siento la mira del arma apuntándome en la cabeza,
morra. La muerte nos persigue, se ríe de nosotros. Cohabitamos con la
muerte. Tú lo sabes. La muerte esta aquí a nuestro lado, morra.
Nos están matando, me dice, nos están desapareciendo. Yo siento la mira del arma apuntándome en la cabeza, morra. La muerte nos persigue, se ríe de nosotros
Reímos, nos abrazamos, brindamos toda la noche.
Celebramos la vida. Cada instante, porque no sabemos hasta cuándo. Nos
despedimos. Ambos cubrimos este inmenso camino de barbarie, este reguero
de sangre que nos ha dejado una estela de dolor y sufrimiento.
Javier me escribe luego:
— Te abrazo fuerte, con mi voz, estos sonidos
eléctricos, la mirada de tu menuda silueta por las acercas de la ciudad y
nuestros cafés que luego fueron tequilas. Sale pues, cuídate y que haya
suerte. Besos también, acomódatelos en casos de urgencia. Tuyo.
Tu sombrero
Veo tu sombrero tirado en medio de la calle. Y me pregunto: ¿qué hace tu sombrero allí? ¿Por qué esta manchado de sangre?
— Asesinaron a Javier, me dice un colega por el teléfono.
— ¿Está confirmado?, alcanzo a decir, antes de soltar un grito agudo y desgarrado de dolor.
— ¡No puede ser!
La imagen está en todas partes. Vuelvo a ver tu
sombrero. Pero no veo tu cuerpo. ¿Dónde estás, bato? Me niego a verte
tirado en medio de la calle. Me aferro a tu sombrero, a tu risa, a tus
abrazos, a tu voz…
Y te escucho decirme: “La muerte anda con nosotros, la traemos al lado, morra”.
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Sanjuana Martínez es una de las periodistas más
prestigiosas de México. Referencia en la investigación de las
violencias, cuenta con varios premios de periodismo y ha publicado una
decena de libros sobre el ejercicio de la profesión.
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ADEMÁS... OTRA COSA: La moción de censura de Unidos Podemos recibe el apoyo popular en la Puerta del Sol - MADRID - 20/05/2017
Se han movilizado 52 autobuses desde la práctica totalidad de las comunidades autónomas, y se han trasladado autocares de Andalucía, Cataluña, Comunidad Valenciana, Galicia, Castilla-La Mancha, Castilla-León, La Rioja, País Vasco, Cantabria, Asturias, Murcia, Ceuta, Melilla e incluso las islas.
http://www.publico.es/politica/mocion-censura-unidos-recibe-apoyo.html
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http://www.publico.es/politica/mocion-censura-unidos-recibe-apoyo.html
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