
Por Niki Kitsantonis.
ATENAS – Los anarquistas griegos se están organizando como nunca antes. 
Siete
 años de medidas de austeridad y una reciente crisis de refugiados han 
dejado al gobierno del país con cada vez menos recursos, por lo que le 
ofrecen cada vez menos servicios a los ciudadanos. Muchos de estos están
 desesperanzados. Y algunos que nunca habían tenido esperanza para 
empezar han tomado cartas en el asunto, para el desagrado de las 
autoridades.
Tasos
 Sagris, de 45 años, integrante del grupo anarquista Void Network y de 
un colectivo teatral que recauda fondos para los refugiados (Embros), es
 uno de los principales impulsores del activismo social que busca llenar
 los vacíos dejados por el gobierno.
“La
 gente confía en nosotros porque no los usamos como clientes o 
votantes”, dijo Sagris. “Cada falla del sistema comprueba que la idea de
 los anarquistas es verdadera”.

En
 la actualidad esa idea no se trata solo del caos y de tumbar a la 
instituciones del Estado y la sociedad –la crisis económica prolongada 
quizá ya se ha encargado de eso–, sino de acción ciudadana y autoayuda. 
El movimiento sigue estando fracturado: algunas partes enfatizan la 
necesidad del activismo social y otras priorizan la lucha contra la 
autoridad con actos vandálicos o enfrentamientos callejeros con la 
policía. Otros quieren combinar tales medios.
Decenas
 de “centros sociales autoadministrados” han surgido a lo largo de 
Grecia desde 2008; reciben financiamiento privado a partir de 
conciertos, exhibiciones y de los bares dentro de las instalaciones. En 
todo el país hay unos 250 centros.
En
 estos, los activistas reparten comida o medicinas para paliar el 
colapso de ciertos servicios sociales y la alta pobreza. En los últimos 
meses, el enfoque también ha sido para albergar a los refugiados que 
desbordan las costas griegas y que se han quedado atorados en Grecia 
debido al reforzamiento fronterizo de los países balcánicos y de la 
Unión Europea. Tan solo en la capital de Atenas viven alrededor de 3000 
asilados en 15 edificios abandonados que fueron ocupados por los 
anarquistas.

El
 movimiento anarquista en Grecia ya ha desempeñado un papel importante 
en la historia del país: fue parte del levantamiento estudiantil que 
tumbó a la dictadura a mediados de los setentas; se sumaron a grupos de 
izquierda en universidades griegas donde todavía hay espacios ocupados 
por ellos (algunas de las cuales se usaban para construir bombas 
molotov) y se han opuesto a diversas causas como la oposición a una 
reforma educativa o a las Olimpiadas de 2004 en Atenas.
El
 público en general tolera al movimiento, un reflejo de la desconfianza 
que hay entre los griegos a las autoridades, algo que se ha profundizado
 con las medidas de austeridad impuestas por prestamistas 
internacionales para lidiar con la deuda pública.
En
 Atenas, el baluarte anarquista es el vecindario de Exarchia, donde el 
asesinato de un adolescente por un policía en 2008 desató dos semanas de
 disturbios y resultó en la creación de grupos de guerrilla. La policía y
 las autoridades son recelosas de intentar imponerse en la zona.
Han
 llevado a cabo algunas redadas en edificios ocupados en Atenas, en la 
ciudad norteña de Thessaloniki y en la isla de Lesbos, el punto de 
llegada para cientos de miles de migrantes y solicitantes de asilo desde
 2014. 
El
 ministro del Orden Público, Nikos Toskas, dijo en entrevista que las 
redadas policiales son “sistemáticas”, y que se llevan a cabo “donde sea
 necesario”. El alcalde de Atenas, Giorgos Kaminis, condenó a los 
ocupas, al acusar que han puesto en peligro a los refugiados que viven 
en esos edificios. 
“Nadie sabe quién los controla ni en qué condiciones están viviendo las personas en esos edificios ocupados”, dijo.
Por
 su parte, los anarquistas dicen que esos lugares son una alternativa 
humana a los campos de refugiados en los que viven más de 60.000 
personas y que han sido condenados por grupos de defensa de los derechos
 humanos como insalubres e inseguros.

En
 Exarchia, uno de los inmuebles que antes fuera una escuela secundaria 
que fue abandonada por problemas estructurales. La primavera pasada, los
 anarquistas establecieron ahí un hogar para 250 asilados, la mayoría de
 ellos sirios. Otros refugiados están en “listas de espera” para vivir 
en otros edificios ocupados.
Estos
 funcionan como comunidades autorganizadas, dijo Lauren Lapidge, de 28 
años, activista que llegó a Grecia desde Londres en 2015 y está 
involucrada en la gestión de varios centros ocupados.
“Son organismos vivientes: ahí los niños van a la escuela, algunos incluso nacen ahí, hemos tenido bodas”, dijo. 
Otra
 iniciativa en Exarchia es un contenedor que anarquistas y residentes 
pusieron en la plaza central para distribuir comida y medicinas y para 
vender literatura anarquista; lo llaman el Quiosco Político.

Vassili
 Spathara, pintora y anarquista de 49 años que vive en la zona, dijo que
 estas iniciativas son necesarias porque las autoridades locales no 
intervienen “ni para cambiar los focos” del alumbrado en la plaza.
“Quieren
 rebajar el área porque es el único lugar en Atenas que tiene una 
identidad organizada en contra del poder establecido”, dijo Spathara.
Y es así como en el paisaje político de Grecia, los anarquistas parecen presentarse como la alternativa al gobierno.
“Queremos
 que la gente luche, de todas las maneras, ya sea cuidar a los 
refugiados o quemar bancos y al parlamento”, dijo Sagris, el integrante 
de Void Network. “Los anarquistas usan todas las tácticas, violentas y 
no violentas”.
Aunque
 hizo notar que también tienen la “responsabilidad moral” de asegurarse 
de que no se repitan tragedias como la muerte de tres personas en 2010 
tras el incendio de un banco durante una marcha antiausteridad. 

Otro
 grupo anarquista, Rouvikonas, dice que busca evitar la violencia, 
aunque sus integrantes han llevado a cabo asaltos en oficinas 
gubernamentales y en negocios. La semana pasada, algunos miembros 
armados con palos de madera y banderas negras patrullaron un parque en 
el centro de Atenas tras acusar que la policía no se ha involucrado en 
la zona para detener el narcotráfico ni la prostitución de migrantes.
“Algunos
 quieren decir que se deshicieron de las drogas en la zona para poder 
controlarla”, acusó Toskas, el ministro de Orden Público.
Rouvikonas
 también solicitó ante una corte local el poder fundar una “sociedad 
cultural” con una “identidad política” (aunque insisten que no es un 
partido).
“Los
 anarquistas obviamente no pueden fundar un partido político”, dijo 
Spiros Dapergolas, diseñador gráfico de 45 años que pertenece a 
Rouvikonas. “Pero tenemos nuestras propias maneras de entrar al centro 
político y queremos crecer”, añadió, al instar que quieren que los 
griegos se autorganicen.
“Y lo que hace Rouvikonas lo puede hacer cualquiera”.
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