LOS DOS ERRORES DE RAJOY:
Rajoy ha cometido dos errores que van a costarle caro al PP (aún no se nota, lo hará). El primero es el haber ordenado a la Presidenta del Congreso el enfriar la moción de censura dilatando el tiempo de presentación. Es su estrategia favorita. Pero aquí se ha equivocado lamentablemente. La moción de censura estaba diseñada en el zenit de las investigaciones de la corrupción. Era un gesto de urgencia, con propósitos de hacer visible a POdemos, y también, claro: hacer presión sobre el PSOE, quizás con la intención (non sancta) de quedarse con la marca de la izquierda. El caso es que en el tiempo intermedio todo ha ido modificándose. El PSOE tiene una nueva línea, y el miedo a hacer el ridículo ha hecho que los dirigentes de Podemos se hayan puesto a hacer los deberes, y a mostrar una nueva cara ante el PSOE. Rajoy se ha ganado la ilusión colectiva de que esto puede cambiar.
El segundo error es que le ha perdido el orgullo y, en vez de haber dejado que su gente se enfrentase a Irene Montero y Pablo Iglesias (me imagino lo que podría haber sido el debate con Hernando y Soraya Santamaría) ha creído que su sorna bastaría para descomponer el discurso de la Portavoz y el Secretario General. Craso error porque la ironía tiene poca fuerza contra los hechos. Ha terminado siendo él quien ha quedado en entredicho.
Importancia, pues, de los tiempos y los discursos en política.
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2.- 3 de Mayo de 2017 - Fernando Broncano. Departamento de Humanidades: Filosofía, Lenguaje y Literatura. Universidad Carlos III de Madrid.
http://ctxt.es/es/20170503/Firmas/12522/Podemos-instituciones-tramabus-mocion-Broncano.htm
“Y mil en la calle”, sostiene el lema con el que la 
dirección de Podemos caracteriza la política del nuevo rumbo adoptado 
tras Vistalegre II. Poco a poco se ha ido desarrollando este principio 
en una secuencia de iniciativas de diverso cariz y variado éxito: 
convocatorias de manifestación, viajes del Tramabús, 
enfrentamiento con la Cadena SER y, recientemente, la decisión de 
proponer una moción de censura.  Tal vez sea prematuro hacer un juicio 
valorativo sobre esta línea de acción, pero quizás no sea ocioso 
observar algunos rasgos sobre los que en un plazo más largo puede 
sopesarse el rendimiento de este proyecto. 
En primer lugar, diría que hay un hilo conductor que da 
coherencia a la diversidad de las iniciativas:  mantener la expectación 
pública a través de una serie de acciones y propuestas que combinan la 
sorpresa con la reacción oportuna (u oportunista, dependiendo de quién 
juzgue) a las circunstancias del momento. La visibilización de la 
exclusión y la popularización del concepto explicativo de “trama” han 
sido dos elementos centrales en las varias performances que ha 
puesto en marcha la dirección.  La coherencia que está en el trasfondo 
de esta estrategia viene dada por la interpretación novedosa que la 
dirección da a la idea de “mil pies en la calle”. Como supongo que no se
 les escapa a los estrategas que lo de “mil pies” es bastante literal, 
es decir, que en estos momentos, salvo que haya nuevas circunstancias, 
es difícil reunir más de mil pies en la calle alrededor de cualquier 
convocatoria, me parece claro que la estrategia consiste en rentabilizar
 lo máximo posible la repercusión de la magra cantidad mediante un 
ejercicio de imaginación mediática.
Los medios y partidos más tradicionales se han apresurado a
 denigrar esta estrategia como mera escenografía circense, como si fuese
 una adición a la presencia continua en las pantallas. 
Independientemente del juicio particular que pueda hacerse de cada una 
de estas intervenciones, me parece que la acusación de voluntad 
escenográfica no acaba de entender la visión política que subyace en 
esta posición. Desde el punto de vista puramente táctico, la dirección 
de Podemos está rentabilizando sus fortalezas con el objetivo de 
apantallar sus debilidades. No creo que nadie niegue que la potencia 
comunicativa, el manejo de las redes y el sentido de la oportunidad 
mediática son una de las características que definen a la nueva 
política, sobre todo si la comparamos con las viejunas recetas de 
Izquierda Unida. Desde el punto de vista más filosófico, se empieza a 
vislumbrar que esta modalidad de actuación corresponde a una adaptación 
al nuevo entorno técnico en el que se mueve la esfera pública 
contemporánea. La atención se ha convertido ya en el bien económico y 
político más preciado por el que compiten todos los poderes, los 
dominantes y la resistencia. Y este es un capital político en el haber 
de Podemos que se demuestra precisamente por la irritación que causa 
entre quienes se ven obligados por la fuerza de la noticia del día a 
tener que seguir a quienes desearían arrinconar en la sombra de la 
noticia. 
Chapeau. No tengo objeciones de fondo a esta 
estrategia que ha causado que la nueva dirección se rodee de asesores de
 imagen y comunicación más o menos originales o perceptivos (eso es más 
controvertible, pero marginal a mi argumento). Por lo demás no es 
incompatible con una filosofía política de la democracia en las 
circunstancias contemporáneas. Andrea Greppi, en su reciente libro Teatrocracia, desarrolla
 con inteligencia una valoración de las modalidades y matices que tiene 
el término “representación” en la democracia. Y el doble sentido de la 
palabra es importante para entender lo que ocurre en la esfera política,
 como también en la económica y la cultural. El “No nos representan” 
adquiere ahora un nuevo sentido de crítica teatral que ha dado a Podemos
 una ventaja sobre otros partidos mucho menos hábiles en lo 
representacional de la democracia. 
Hasta aquí los mil pies. Veamos ahora qué ocurre con el 
pie de las instituciones.  Si atendemos al historial de representaciones
 en la calle, se puede observar que su éxito ha sido bastante modesto. 
Ciertamente han recibido una respuesta en los medios, pero el juicio y 
la rentabilidad política que recibió la dirección de sus primeras 
iniciativas no eran como para celebrarlos. Hasta el Tramabús y la moción de censura. Pero, curiosamente, por razones muy diferentes. El Tramabús comenzó
 su rodadura bajo la mirada irónica y distante de la gente. Hasta que la
 detención de Ignacio González resignificó y transformó completamente lo
 que había sido una apuesta más bien arriesgada en un premio gordo 
mediático. La moción de censura, por las razones que ya todos conocen, 
ha sido un éxito político desde el comienzo: ha obligado al resto de los
 partidos a reunirse en el desprecio a la medida aumentando las arcas 
del capital político de Podemos con una cantidad que hubiese sido 
imposible de otro modo. Una gran jugada. 
Obsérvese, sin embargo, que lo que es el éxito obtenido, 
sin embargo, contradice fehacientemente el lema de la dirección. Ha sido
 precisamente el buen funcionamiento de las instituciones lo que ha dado
 el éxito a Podemos y no su intervención más o menos efectiva en la 
calle. En el caso del Tramabús, ha sido la Fiscalía, el poder 
judicial por tanto, el que, en su aceptable funcionamiento a pesar de 
las fuerzas gubernamentales, ha hecho que el pequeño autobús se 
convierta en un tren de alta velocidad. Han sido las instituciones las 
que han dado movimiento a los mil pies de la calle y no a la inversa. 
En el caso de la moción de censura, por fin, la dirección 
de Podemos ha caído en la cuenta de para qué sirve un Parlamento en la 
democracia. Hasta ahora lo había usado, como decía Benjamin en ‘La obra 
de arte en la era de la reproducción técnica’, como un recurso 
instrumental para hacerse presente ante las cámaras, objetivo último de 
acuerdo con  la estrategia que he comentado anteriormente. Pero ahora 
han reparado en que la Constitución y el Reglamento de la Cámara dotan 
de recursos muy importantes a los representantes que tienen efectos 
políticos directos, y no indirectos a través de la mediación de la 
prensa. ¡Aleluya! Podemos acaba de descubrir la política. La política de
 las instituciones.
Posiblemente no tiene aún preparación técnica suficiente 
para hacer rentable este descubrimiento: que lo mediático y lo 
institucional se pueden combinar si uno pierde el suficiente tiempo en 
leerse los reglamentos, las leyes, los presupuestos, los detalles 
aburridos de la letra pequeña de los decretos, la tediosa actividad 
diaria de las cámaras de representantes. Y que todo ese trabajo se puede
 hacer rentable si los representantes piensan en las necesidades reales 
de la calle, conectan con los estados de ánimo, escuchan a la gente. 
Pero todo ello sin abandonar su trabajo en las instituciones.  No es 
casual que los ayuntamientos y parlamentos regionales vayan, en este 
sentido, unos metros por delante de la dirección de Podemos. Han ido 
aprendiendo sobre la marcha en qué consisten las políticas de 
representación en sus aspectos nuevos y viejos. 
Parafraseando el fatigado consejo del viejo: “Hasta ahora 
la dirección de Podemos ha tratado de interpretar la política, es el 
momento de que empiece a transformarla”. Con un pie en las 
instituciones, con el que quiera, pero sin equilibrios inestables. 
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Si algo funciona, no lo toques. Es una de las 
máximas sagradas del Código Mariano. El cambio de estrategia a última 
hora en plena moción de censura sólo puede significar una cosa: Mariano 
no se fía de que todo haya ido tan bien como le dice su entorno. Como a 
cualquier observador mínimamente informado, le habrán chocado los 
denodados esfuerzos de unos y otros para cuadrar, aunque fuera a 
hachazos, el guión de la colosal tunda del estadista al aprendiz de 
revolucionario que ni por asomo se produjo.
Ante la 
duda de si realmente había marcado tanta diferencia y se había 
desmontado a Pablo Iglesias, el PP activó su plan B favorito: en la 
mierda todos son iguales. Sólo así se entiende la irrupción desde las 
cloacas del Partido Popular del portavoz-basurero, Rafael Hernando, para
 apuntarse a los pederastas y traficantes de drogas de la, hasta ese 
momento, denostada estrategia Cifuentes.
Puede que no fuera necesario, pero por si acaso lo 
hicieron. Demasiada munición para volver a matar al cadáver que decían 
ya había matado Rajoy el día anterior. Otra contradicción que sumar a la
 inconsistencia de pasarse semanas calificado la iniciativa de Podemos 
como un circo, pero tomarse el trabajo de contestarla personalmente. 
Demasiada solvencia para tanta frivolidad. A Rajoy y sus diputados no 
les bastaba la evidencia de que los suyos estaban contentos con el 
resultado, o que su decisión de citarse con Iglesias había producido un 
daño colateral severo en la figura de un incomprensiblemente mudo Pedro 
Sánchez.
A cambio de soportar unas horas de debate 
Rajoy se ha anotado tres tantos en una jugada: revender su acción de 
gobierno, recordar a sus votantes que el enemigo sigue a las puertas y 
evidenciar la fragilidad de la posición del líder socialista, que sólo 
puede hablar en el Congreso si presenta una moción de censura; un buen 
tanteador.
Pablo Iglesias también puede estar 
satisfecho. Le ha sacado todo el jugo posible a una moción de censura 
que, entonces, pareció una buena idea, pero ahora iba camino de 
convertirse en un tiro en un pie. Sus votantes han recibido seguro la 
inyección de moral que necesitaban precisamente ahora, han ganado una 
portavoz en la figura emergente de una contundente y eficaz Irene 
Montero y Rajoy le ha asignado el papel de líder de la oposición, que 
supo aprovechar en el fondo y en la forma.
Todo son 
ventajas. A las que hay que sumar la legendaria habilidad socialista, 
capaz de convertir en un mal menor un gesto tan simbólico y potente como
 su abstención, y los prejuicios de Ciudadanos y Albert Rivera, el 
retroalimento ideal para la falta de visión de la estrategia de un Pablo
 Iglesias que sólo sabe moverse en una dirección buscando aliados.
Todos quienes aún se empeñan en rebajar el notable debate que acabamos 
de presenciar, calificándolo de teatro o de circo, deberían al menos 
reconocer que hacía tiempo que en el Congreso no se representaba con 
tanta claridad esta España dividida entre quienes creen que se trata de 
elegir entre estabilidad o un poco de corrupción y quienes creen que se 
trata de elegir entre corrupción o un poco de estabilidad.
Pablo Iglesias ha perdido la votación, pero no está claro que haya 
perdido la moción. Igual que Rajoy ha ganado la votación, pero no está 
claro que haya ganado la moción. Como al final de la épica película de 
Peter Weir,  El club de los Poetas Muertos, queda 
esa sensación de que la dirección y el viejo sistema han ganado esta 
vez, pero ya nadie podrá parar el cambio y lo nuevo que viene porque los
 chavales habían visto con sus propios ojos lo que puede ser, no aquello
 que les habían dicho que debía ser.
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4.- Y.- Retrato del Gobierno más corrupto de Europa http://ctxt.es/es/20170614/Firmas/13321/Editorial-CTXT-mocion-censura-podemos-Rajoy.htm LUIS GRAÑENA 14 Junio 2017
        
        
                  
                    
                        
                            
                                                                  
                  
                  
                 
                    
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Rajoy ha salvado la moción de censura, nadie creyó que fuera a ocurrir otra cosa, pero no ha podido evitar que su gobierno haya quedado retratado como el más corrupto de Europa. La letanía de prohombres del PP encarcelados o sometidos a proceso penal (el vicepresidente Rato, tres presidentes autonómicos, diputados, senadores, tesoreros, alcaldes, etc.) ha sonado en los discursos de Pablo Iglesias e Irene Montero, la gran revelación política del debate, con la contundencia de un gong. Por primera vez, el Parlamento y muchos ciudadanos han podido escuchar de un tirón los 65 casos judiciales en los que está involucrado el partido del Gobierno. La marea acusatoria ha sido tan poderosa que el propio Rajoy ha preferido ponerse de perfil y ampararse en que los acusados ya no están en la nómina de su partido. Ningún jurado hubiera apreciado sus argumentos de defensa en el estrado de un tribunal.
El PP se presentaba a la moción de censura con la tranquilidad de saberse a salvo con el apoyo de Ciudadanos y con los dos años de legislatura que acaba de asegurarse tras la aprobación de los presupuestos. Pero la votación del pleno ha puesto en evidencia una vez más que la estabilidad que exhibe ante sus socios europeos está basada en una frágil mayoría relativa de 170 votos, y que los seis que le faltan para la mayoría absoluta exigen en cada caso una negociación onerosa, como se ha puesto en evidencia con el PNV y Nueva Canarias en los presupuestos.
A Pablo Iglesias se le ha reprochado que haya perdido la oportunidad de presentar un programa completo de gobierno, pero esto habría desviado el foco que el líder de Podemos ha querido centrar sobre la corrupción. En su discurso no han faltado referencias a la política del PP, que ha hecho recaer el impacto de la crisis económica sobre el tercio más vulnerable de la población, ni algunas propuestas para aliviar situaciones extremas vinculadas al paro, a la precariedad laboral o a las pensiones no contributivas, pero su objetivo principal estaba fijado en la corrupción del PP, que lo convierte en un partido indigno de gobernar España.
A sabiendas de que no iba a contar con su voto, el líder de Podemos ha tendido la mano al PSOE después de asumir que cometió algún error hace un año, cuando votó en contra de la candidatura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Los adversarios de entonces aparecen como aliados obligados, por mucho que se disputen los votos en los mismos caladeros. PSOE y Podemos suman 155 escaños en un parlamento en el que pueden intentar sumar votos adicionales para iniciativas que contribuyan a sanear la política.
La comisión de investigación recién constituida en el Congreso para examinar la financiación del PP es un espacio adecuado para comprobar el compromiso de todos los partidos con la trasparencia, singularmente de Ciudadanos, que dice haber convertido la regeneración de la vida pública en su principal bandera. A partir del examen de las cuentas del PP, que por los distintos sumarios judiciales en curso sabemos ya que están infladas de comisiones ilegales procedentes de los contratos públicos, debería nacer una batería de medidas legislativas que permitan un riguroso control del dinero público. Es ahí donde debería medirse la voluntad real de regeneración de los partidos.
La moción de censura de Podemos ha decaído, pero el Parlamento que se visualiza tras el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE (muy bien representado por su nuevo portavoz, José Luis Ábalos) es bien distinto de aquel que votó a Rajoy para la presidencia del Gobierno gracias a la abstención de los socialistas. Los dos partidos de la izquierda, que seguirán compitiendo a cara de perro, parecen asumir al fin que solo un pacto entre ellos permitirá en el futuro expulsar del poder al PP de Rajoy.
Esa es quizá la mejor noticia, junto a la eclosión de Irene Montero como una portavoz incisiva y competente, de una moción de censura completamente justificada, dado el intolerable nivel de corrupción y de injerencia en el Poder Judicial alcanzado por el PP. No había más que ver las caras agrias de los diputados populares y la invectiva machista y macarra de su portavoz, Rafael Hernando, para darse cuenta de que la moción ha hecho mucho daño al PP y a sus socios. Pese a que los números y los medios patrocinados por los populares digan otra cosa, Podemos e Iglesias salen reforzados de su primera gran cita institucional, dando impresión de mayor credibilidad y madurez.
La unión del centro izquierda con la izquierda ha sido siempre una quimera en España. El tono empleado por Podemos y el PSOE en la tercera moción de censura de la democracia sugiere que la hipótesis defendida por Íñigo Errejón puede no ser un imposible. Ojalá suceda, por el bien del país. Desalojar del poder al partido más corrupto de Europa es una enorme urgencia democrática.
4.- Y.- Retrato del Gobierno más corrupto de Europa http://ctxt.es/es/20170614/Firmas/13321/Editorial-CTXT-mocion-censura-podemos-Rajoy.htm LUIS GRAÑENA 14 Junio 2017
 
                    Rajoy ha salvado la moción de censura, nadie creyó que fuera a ocurrir otra cosa, pero no ha podido evitar que su gobierno haya quedado retratado como el más corrupto de Europa. La letanía de prohombres del PP encarcelados o sometidos a proceso penal (el vicepresidente Rato, tres presidentes autonómicos, diputados, senadores, tesoreros, alcaldes, etc.) ha sonado en los discursos de Pablo Iglesias e Irene Montero, la gran revelación política del debate, con la contundencia de un gong. Por primera vez, el Parlamento y muchos ciudadanos han podido escuchar de un tirón los 65 casos judiciales en los que está involucrado el partido del Gobierno. La marea acusatoria ha sido tan poderosa que el propio Rajoy ha preferido ponerse de perfil y ampararse en que los acusados ya no están en la nómina de su partido. Ningún jurado hubiera apreciado sus argumentos de defensa en el estrado de un tribunal.
El PP se presentaba a la moción de censura con la tranquilidad de saberse a salvo con el apoyo de Ciudadanos y con los dos años de legislatura que acaba de asegurarse tras la aprobación de los presupuestos. Pero la votación del pleno ha puesto en evidencia una vez más que la estabilidad que exhibe ante sus socios europeos está basada en una frágil mayoría relativa de 170 votos, y que los seis que le faltan para la mayoría absoluta exigen en cada caso una negociación onerosa, como se ha puesto en evidencia con el PNV y Nueva Canarias en los presupuestos.
A Pablo Iglesias se le ha reprochado que haya perdido la oportunidad de presentar un programa completo de gobierno, pero esto habría desviado el foco que el líder de Podemos ha querido centrar sobre la corrupción. En su discurso no han faltado referencias a la política del PP, que ha hecho recaer el impacto de la crisis económica sobre el tercio más vulnerable de la población, ni algunas propuestas para aliviar situaciones extremas vinculadas al paro, a la precariedad laboral o a las pensiones no contributivas, pero su objetivo principal estaba fijado en la corrupción del PP, que lo convierte en un partido indigno de gobernar España.
A sabiendas de que no iba a contar con su voto, el líder de Podemos ha tendido la mano al PSOE después de asumir que cometió algún error hace un año, cuando votó en contra de la candidatura de Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno. Los adversarios de entonces aparecen como aliados obligados, por mucho que se disputen los votos en los mismos caladeros. PSOE y Podemos suman 155 escaños en un parlamento en el que pueden intentar sumar votos adicionales para iniciativas que contribuyan a sanear la política.
La comisión de investigación recién constituida en el Congreso para examinar la financiación del PP es un espacio adecuado para comprobar el compromiso de todos los partidos con la trasparencia, singularmente de Ciudadanos, que dice haber convertido la regeneración de la vida pública en su principal bandera. A partir del examen de las cuentas del PP, que por los distintos sumarios judiciales en curso sabemos ya que están infladas de comisiones ilegales procedentes de los contratos públicos, debería nacer una batería de medidas legislativas que permitan un riguroso control del dinero público. Es ahí donde debería medirse la voluntad real de regeneración de los partidos.
La moción de censura de Podemos ha decaído, pero el Parlamento que se visualiza tras el regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE (muy bien representado por su nuevo portavoz, José Luis Ábalos) es bien distinto de aquel que votó a Rajoy para la presidencia del Gobierno gracias a la abstención de los socialistas. Los dos partidos de la izquierda, que seguirán compitiendo a cara de perro, parecen asumir al fin que solo un pacto entre ellos permitirá en el futuro expulsar del poder al PP de Rajoy.
Esa es quizá la mejor noticia, junto a la eclosión de Irene Montero como una portavoz incisiva y competente, de una moción de censura completamente justificada, dado el intolerable nivel de corrupción y de injerencia en el Poder Judicial alcanzado por el PP. No había más que ver las caras agrias de los diputados populares y la invectiva machista y macarra de su portavoz, Rafael Hernando, para darse cuenta de que la moción ha hecho mucho daño al PP y a sus socios. Pese a que los números y los medios patrocinados por los populares digan otra cosa, Podemos e Iglesias salen reforzados de su primera gran cita institucional, dando impresión de mayor credibilidad y madurez.
La unión del centro izquierda con la izquierda ha sido siempre una quimera en España. El tono empleado por Podemos y el PSOE en la tercera moción de censura de la democracia sugiere que la hipótesis defendida por Íñigo Errejón puede no ser un imposible. Ojalá suceda, por el bien del país. Desalojar del poder al partido más corrupto de Europa es una enorme urgencia democrática.
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