http://blogs.publico.es/ciudadano-autosuficiente/2016/12/13/vas-a-necesitar-una-lupa-pero-vale-la-pena/
13 Dic 2016
Necesitas una lente de aumento de bolsillo (puedes encontrarla por
poco más de euro en cualquier bazar) y algo de paciencia. La necesitarás
para examinar con detalle los alimentos que se amontonan en las
estanterías del supermercado. No tienes más que seguir estas sencillas
indicaciones para poder comprar comida de mejor calidad, más sana y
obtenida por métodos sostenibles. Estas son algunas de las cosas en las
que deberías fijarte:
Los aditivos
Se reconocen porque tienen nombres enrevesados o la sigla E-seguida de
un número. Sirven para colorear, espesar, prolongar la conservación y
otras cosas. Un número elevado de aditivos es un punto negativo, pues
indica un alimento de mala calidad que necesita “muletas químicas” para
mantener un aspecto atrayente.
El número de ingredientes
En este caso, fíjate en los ingredientes que necesita la receta original
y compáralos con el producto que tienes delante. Por ejemplo, el pan
necesita tres: harina, sal y levadura. Un pan con diez o doce
ingredientes debería hacernos desconfiar. Eso se aplica a todos los
alimentos: demasiados ingredientes, un punto negativo.
El porcentaje de azúcar, sal y grasas saturadas
Ojo, no la cantidad de azúcar, sal y grasas saturadas que contiene “una
porción” de unos pocos gramos, sino el contenido por cada 100 gramos de
alimento. En este caso hay que usar el sentido común. Los dulces,
bizcochos, pasteles y galletas tienen elevados porcentajes de azúcar
(entre un 20 y un 40%), como es lógico y razonable. Lo que es
inaceptable es que unos cereales de desayuno tengan un 55% de azúcar y
un tomate frito un 10%. Lo mismo se puede decir de la sal. Por cierto,
desconfía de los productos “al punto de sal”, suelen llevar más sal, no
menos.
Algunos componentes que no deberían estar
El ejemplo número uno es el aceite de palma. Infinidad de productos
alimenticios lo contienen, porque da una textura grasientilla y
gustosilla a la comida. Eso quiere decir que todo sabe igual, perdemos
paladar a marchas forzadas. Otro día hablamos de las consecuencias en
Indonesia de la explotación de este aceite: deforestación y cosas peores
(aunque mucho aceite de palma se usa en la UE no para comida, sino para
fabricar biocombustibles). Otro clásico es la presencia de “grasas
vegetales”, así en general, que suele esconder aceites no buenos para la
salud.
Distancia
Nuevamente hay que usar el sentido común: un paquete de garbanzos
procedente de México es un buen producto, pero comprar fruta (muy cara)
traída en avión desde el sur de Chile parece una exageración. Reducir el
el número de kilómetros que viaja tu comida es una buena idea.
Empaquetado
Sigue la regla de oro: caja aparatosa, llamativa y colorida suele
equivaler a mal producto. Los alimentos metidos en varios envases
superpuestos deben ser rechazados (y también son más caros). Elige
comida en envases discretos.
Apellidos
Los alimentos con apellidos son aquellos que no se limitan a decir
“tomates”, sino que añaden “de nuestra huerta” o “de temporada”. Otros
ejemplos: “naranjas de la cosecha familiar” “verduras en su justo punto
de maduración, recogidas a mano en días soleados y bañados por una suave
brisa”, “queso elaborado con ancestrales técnicas por maestros
queseros”, etc. Las palabras “bio”, “eco”, natural”, etc. son
indicadores infalibles de productos de mala calidad y dañinos para el
planeta, a no ser que estén apoyadas por un marchamo oficial (ver
abajo).
Marcas y marchamos
En principio, son puntos positivos para los productos. Por ejemplo, el
logotipo de agricultura ecológica indica un alimento cultivado sin la
ayuda de pesticidas tóxicos, un gran gran punto a su favor. Hay muchas
otras: MSC (Marine Stewardship Council) indica pesca sostenible, Fair
Trade / Comercio Justo indica condiciones ambientales y sociales de
producción aceptables, Denominación de Origen controlada indica apoyo a
sistemas tradicionales de cultivo y conservación del paisaje, etc. Aquí puedes ver una lista más completa.
Nota final: evidentemente, nadie tiene tiempo de examinar con detalle
cada paquete de comida que echa al carrito, necesitarías varias horas
para una compra mediana. Pero sí puedes ejercer el detectivismo
alimentario de vez en cuando, sacar conclusiones, confirmar sospechas e
ir poco a poco mejorando tu alimentación a la vez que alivias a tu
bolsillo y ayudas a tu planeta.
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OTRA COSA: POR QUÉ SOY PROFESOR, de Javier Nix Calderón
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