Para esta multinacional somos máquinas 
que hacer funcionar cada vez más rápido al menor coste. Se nos puede 
exprimir y desechar, todo por sus ganancias. Elena de Céspedes  Lunes 3 de julio http://www.izquierdadiario.es/Mi-vida-trabajando-en-Decathlon?id_rubrique=2653
Soy una trabajadora de uno de los almacenes que surte de 
productos a las tiendas Decathlon de todo el continente europeo. Tengo 
20 años y la media de edad de mis compañeros ronda los 25, teniendo 
muchas veces, como en mi caso que compaginarlo con estudiar de forma 
casi imposible.
Duramos 3 meses por contrato, prorrogable otros 3 más y con una 
posibilidad (absolutamente remota) de pasar a plantilla de forma 
indefinida. Otras personas sin embargo, son despedidas en el mes de 
prueba, ya que así es procedente. Muchas se van por no poder aguantar 
más, de ahí el escaso número de despidos que se le conoce a esta 
empresa. Las horas extra son obligatorias, no remuneradas como extras y 
pueden ser 10 o más a la semana.
Entro a las 6 de la mañana al almacén, teniendo que levantarme a las 4
 de la mañana para caminar casi sin transporte público hasta el lugar 
donde me recoge algún compañero con su coche para llevarme a un almacén 
fuera de la ciudad, a quien he tratado de localizar cada tarde con la 
incertidumbre de saber si alguien entrará a la misma hora que yo y la 
ansiedad de estar pendiente de  las respuestas.
Otras veces entro a las 7 o a las 8, ya que mis turnos cambian 
continuamente, siendo algunas semanas también rotativos por las noches. 
En varias ocasiones he estado más de una hora antes en el almacén porque
 nadie me podía llevar a mi hora y aún siendo cientos de trabajadores 
(muchos jóvenes sin coche) no hay ningún tipo de transporte de empresa.
Esperan que lleguemos despiertos y con fuerza para tareas físicas 
duras despertándonos un día antes de que amanezca y al siguiente 
yéndonos a dormir después de trabajar toda la noche. La falta de sueño y
 los dolores musculares los compartimos todas las personas que 
trabajamos en ese almacén. Mis días libres (también se trabaja sábado y 
domingo) los he pasado recuperando horas de sueño y tratando de calmar 
el dolor en brazos, cuello, piernas o espalda.
Es fácil acabar con los dedos llenos de pinchazos de los artículos 
con grapas o con un fuerte dolor en las uñas por realizar siempre los 
mismos movimientos. Por ejemplo, al transportar unas toallas que vienen 
de Bangladesh nos pican los brazos, los ojos o la nariz el resto del 
día. ¿Qué llevarán y a qué estarán expuestos los trabajadores que las 
fabrican durante 12 o 14 horas al día por menos de 1€/hora en 
condiciones infrahumanas?
Levantamos cajas de más de 30 kilos, tiramos de carros o traspaletas 
que pueden tener tres veces nuestro peso, llevamos pesadas carretillas, 
cuyas baterías tienen ácido y guantes de plástico como protección para 
cambiarlas, cargamos y descargamos camiones o facturamos pedidos bajo un
 cansancio que pesa como una losa sobre el cuerpo y la mente.
Tenemos, dependiendo del día, 15, 20, 25 minutos o nada de descanso 
donde poder hablar con los compañeros de dolores, horas de sueño 
dormidas, anteriores trabajos aún peores o exámenes que no se aprueban 
por falta de tiempo y energía para prepararlos. Allí dentro no tienes 
más que dos segundos para saludar mientras cruzas de un lado a otro 
llevando mercancía.
La presión para producir más y más es constante. Hay días que se han 
enviado 2,5 millones de artículos desde un almacén preparado para un 
millón, todo sobre nuestras espaldas. Te repiten constantemente que hay 
que dar más, siempre más.
Tus resultados y los de tus compañeros, como la productividad hora o 
los errores, se exponen públicamente, junto con el coste a la empresa de
 los errores cometidos, en torno al 0,01% de lo que gana ese día. 
También te dan el coste de artículo/hora, con el que descubres con una 
sencilla operación que, sin la plusvalía que enriquece a los directivos y
 CEO, nuestro sueldo sería más de 6 veces superior.
El lavado de cerebro es constante y meticuloso. Con el pretexto de la
 venta de artículos deportivos, la empresa utiliza el deporte como un 
mecanismo de adhesión emocional a la compañía que encuentra su mejor 
analogía en una secta al uso. Esto es propio de cualquier empresa 
capitalista, no se trata ni mucho menos de algo particular. Simplemente,
 se dan situaciones propias de un futuro distópico.
La empresa organiza eventos deportivos y actividades con un fuerte 
sello corporativo y tienes la presión implícita de ir fuera de tu 
horario laboral a colaborar en ese lavado de cara de tu compañía. Todas 
las medidas de presión están acompañadas de eslóganes como “Soy un 
colaborador-autor feliz”, “Celebramos las victorias juntos” o “Cada día 
jugamos nuestro partido más importante”, que, repetidos hasta la 
saciedad, hacen aún más siniestra la otra cara de la relación con la 
empresa: el mobbing o acoso laboral.
He visto compañeras y compañeros salir destrozados de las 
“entrevistas” individuales que se hacen cada mes, he visto cómo después 
no vuelven, he visto en testimonios en la red
 como estos ataques morales y psicológicos se repiten con esquemas e 
incluso frases iguales en lugares de trabajo de esta multinacional de 
más ciudades, y siempre recaen sobre “responsables” o cargos medios, sin
 tener que implicarse la dirección.
Me han amenazado al iniciar estas “entrevistas” con no pasar el 
periodo de prueba, me han repetido errores subsanados cometidos en los 
primeros días de trabajo una y otra vez, para  descalificar mi trabajo, 
me han llamado asocial y al mismo tiempo demasiado sociable, afirmando 
que no me implico con mis compañeros, pero hablo demasiado con ellos en 
lugar de trabajar, me han presionado diciendo que me preocupo de los 
estudios en lugar de hacer bien mi trabajo, me han llamado lenta 
trabajando (da la casualidad de que mi productividad está bastante por 
encima de la media) y me han acusado de ser una carga para mis 
compañeros de trabajo.
Esto no es un caso aislado, ni mío, ni de mi empresa, ni de mi 
sector. Esto es el día a día de millones de trabajadores precarios en 
todo el mundo. Resistir. No me estoy quejando, ni lloriqueando, denuncio
 y peleo. Si alguien quiere decirme que me resigne, que en otros sitios 
están peor, ya lo sé.
En una conversación comentábamos que si los trabajadores de la 
fábrica de colchones de enfrente tenían bus de empresa siendo menos no 
era porque sus jefes fueran mejores, sino porque lo habían peleado. 
¿Cuántas cosas avanzarían si avanza nuestra organización como 
trabajadores? Tal vez tengamos un trabajomás precario, pero somos la 
misma clase y esa lección nos la están dando.
Arrancar cada conquista entendiendo que tratarán de volver a 
quitarnos lo poco que no nos falta por ganar. No nos han regalado nada. 
Por lo que peleamos es por nuestras propias vidas, y definitivamente, 
valen más que sus ganancias.
.............................................
OTRA COSA: ¡ARAGÓN SE MUEVE! 8ª Feria Biodiversidad Agrícola Embún, XIV Feria Coleccionismo Monzón, Tititiretos de Binéfar... 2y3Sept.
 
No hay comentarios:
Publicar un comentario