Un valiente grupo de trabajadores se ha convertido en ejemplo para 
Reino Unido y el resto de Europa al tomar el control de su lugar de 
trabajo
Los dueños, en quiebra, huyeron y los trabajadores son ahora los dueños de la fábrica. No hay jerarquías y todos tienen el mismo salario
Los dueños, en quiebra, huyeron y los trabajadores son ahora los dueños de la fábrica. No hay jerarquías y todos tienen el mismo salario
 
    
Uno podría llamar a los hombres y 
mujeres de Viome trabajadores de fábrica, pero eso no sería ni la mitad.
 Prueba con esto: de las personas más valientes que he conocido nunca. O
 con esto: organizadores de uno de los experimentos sociales más 
llamativos en la Europa contemporánea. Y con esto otro: una lección 
diaria de Grecia al Reino Unido del Brexit, tanto en la forma de 
trabajar como en la forma de hacer política.
En el  punto más alto de la crisis griega en 2011,
 el personal de Viome fichó y empezó a trabajar para enfrentarse a un 
dilema existencial. Los dueños de la empresa estaban en quiebra y habían
 abandonado la fábrica, situada en la segunda ciudad más grande de 
Grecia, Tesalónica. Desde este momento, el guión se escribió 
prácticamente solo: la fábrica, que producía químicos para la industria 
de la construcción, se iba a cerrar. Habría despidos inmediatos y se 
hundiría a decenas de familias en la pobreza. Y viendo que Grecia estaba
 en la mayor depresión económica jamás vista en la Unión Europea, las 
posibilidades de que los trabajadores consiguiesen otro empleo eran 
prácticamente nulas.
Así que decidieron ocupar su propia fábrica. No solo eso, sino que  la han puesto patas arriba. Pasé un par de días allí hace unas semanas informando para  Vice News Tonight on HBO y ahora parece una fábrica normal. Tras la fachada, se ha convertido en el equivalente político a la cabina  Tardis [cabina de la serie británica  Doctor Who que se caracteriza por ser mucho más grande por dentro que por fuera]: cuanto más miras al interior, mayor es su importancia.
Para empezar, no hay jefes. No hay jerarquía y todo el mundo tiene el 
mismo sueldo. Tradicionalmente, las fábricas trabajan de acuerdo a un 
modelo de trabajo en cadena, donde cada persona realiza una labor de uno
 o dos minutos durante todo el día, todos los días: Yo pongo la 
pantalla, tu el protector y ella mete el iPhone en la caja. Aquí, todo 
el mundo se reúne a las 7 de la mañana para tomar un café griego negro y
 hablar sobre lo que hay que hacer. Es en ese momento cuando se reparten
 las tareas. Y, sí, se turnan para limpiar los baños.
A ver si nos entra en la cabeza. Un puñado de hombres y mujeres de 
mediana edad que han pasado toda su carrera recibiendo órdenes a modo de
 ladridos sobre lo que tenían que hacer y cuándo hacerlo han tomado el 
control de su lugar de trabajo y de su futuro laboral. Se han convertido
 en sus propios jefes. E inmediatamente se han alineado a los principios
 de la máxima igualdad posible.
“Antes solo hacía una
 cosa y no tenía ni idea de lo que hacía el resto”. Así recuerda 
Dimitris Koumatsioulis la fábrica cuando empezó a trabajar en 2004. ¿Y 
ahora? “Todos estamos unidos. Hemos olvidado el concepto de 'yo' y 
podemos funcionar colectivamente como 'nosotros'”.
El
 otro gran cambio se ha producido entre la fábrica y sus vecinos. Cuando
 los trabajadores “recuperaron” su lugar de trabajo (por utilizar el 
concepto local), solo lo pudieron conseguir con la ayuda de los 
residentes de la ciudad. Cada vez que llegaban los representantes de los
 antiguos dueños para requisar el equipo de la fábrica, tal y como les 
había permitido un tribunal, centenares de residentes formaban una 
cadena humana en frente de la fábrica (contacté con los abogados de 
Viome, pero a pesar de las promesas, no llegó ninguna declaración).
Cuando los trabajadores preguntaron a la comunidad local qué deberían 
empezar a producir, una solicitud era dejar de hacer productos químicos 
de construcción. Ahora fabrican en su mayoría jabón y detergentes 
ecológicos: más limpio, más verde y más agradable para el olfato de sus 
vecinos.
El personal de la fábrica utiliza el edificio como punto de reunión 
para refugiados locales y he visto cómo se entregaban las oficinas a 
médicos para convertirlas en una clínica para trabajadores y vecinos.  El sistema sanitario griego se ha destruido por los recortes en el gasto,
 en ocasiones el trato a los refugiados es espantoso; y en ambos casos, 
los trabajadores de Viome están haciendo todo lo que pueden para 
reemplazarlos.
Donde el Estado ha colapsado, el 
mercado se ha quedado corto y los jefes han huido, estos 26 trabajadores
 están intentando llenar el vacío. A estas personas les ha fallado el 
capitalismo; y ahora rechazan el capitalismo en sí mismo como un 
fracaso.
Otro veterano, Makis Anagnostoy, habla de 
cómo su fábrica es la prueba de que “una economía alternativa es 
posible”. Compara esto con el modo en que normalmente pensamos sobre el 
trabajo. En cualquier gran fábrica u oficina, los guardias de seguridad 
mantienen a raya al mundo exterior. En la puerta, dejas tus principios a
 un lado y escuchas a los jefes. Incluso se habla sobre la conciliación 
entre vida personal y vida laboral como si fuesen polos opuestos. En 
Viome, esto se combina. Uno de los resultados es un fuerte vínculo de 
lealtad entre los trabajadores y su comunidad.
La 
tarde en que llegué, una multitud de personas se presentó para recaudar 
fondos. Se sentaron en sillas de plástico en medio del almacén y vieron 
una obra de Dario Fo, representada por una compañía nacional de teatro. 
La actriz principal modificó algunas de sus líneas para referirse a este
 lugar y a este negocio: “Venden sus jabones por todos lados ¡Y todo el 
mundo los compra!”. El público aplaude mientras a algunos se les saltan 
las lágrimas.
Viome es valiosa, pero también es 
frágil. Desde el tejado del edificio se puede ver la inmensa área 
propiedad de la empresa matriz. Solía emplear a 350 personas; ahora, los
 26 hombres y mujeres operan desde un pequeño rincón del terreno.
Ganan lo mismo que si estuviesen recibiendo la prestación por 
desempleo. Y cuando cae la noche, uno de los trabajadores se queda de 
guardia —por si acaso vuelve el antiguo dueño—. Durante el día, una 
serie de barriles vacíos actúan a modo de barricada.
Por todas sus debilidades, Viome ofrece una lección en política a 
cualquier visitante británico. Un año después del referéndum de 
permanencia en la UE, los británicos han entrado en una era de una 
soberanía estúpida. Los acomodados políticos aseguran que lo han 
“pillado”. Hacen que escuchan, pero solo escuchan las respuestas que 
quieren. A los disidentes se les dice que “están menospreciando Reino 
Unido”. Cualquier brote de democracia, tal como puede ser que el Partido
 Laborista quiera más voz de sus representantes, se aplasta como un 
ejemplo de ley de la calle.
Mientras tanto, la 
política en Reino Unido se vende como lo que un aspirante a tory alfa le
 dijo a otro en una recepción con champán. Desde Tesalónica, ves todo 
eso como la mentira que realmente es. ¿Recuperar el control? Simplemente
 dar la posibilidad a Alexander Boris de Pfeffel Johnson de poner alguna
 carita en horario de máxima audiencia. ¿Referéndums? Llenos de mentiras
 y alarmismo.
Si estás cansado de antiguos exalumnos 
jugando al populismo, ven a ver cómo es la democracia cuando la pone en 
práctica la gente. Ven a Viome.
Traducido por Javier Biosca Azcoiti
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