El
 23 de octubre apenas había media docena de periodistas en la Audiencia 
Nacional: aquí el PP no es constitucionalista ni un partido de Estado; 
aquí el fango que hay detrás de esas siglas se explica con pruebas, 
cifras y nombres. Esteban Ordóñez San Fernando de Henares |
23 de
Octubre de
2017 http://ctxt.es/es/20171018/Politica/15729/Gurtel-PP-corrupcion-barcenas-rajoy-correa-informe-fiscal.htm
 
 
Francisco Correa, Luis Bárcenas y otros acusados durante el juicio por la trama Gürtel.
RTVE
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Volvió a formarse una cola para entrar a la Audiencia 
Nacional. Comenzaba la fase final del proceso, y todos los acusados 
deben presenciarlo. En el vestíbulo se reencontraban más que como niños 
tras el verano, como reclutas después de un permiso. La cortesía ofrece 
un refugio: esas preguntas por los hijos, la familia, los qué tal todo sirven
 para encender el piloto automático, sonreír un poco y no pensar en que 
está cerca el final del enorme limbo que ha supuesto este macrojuicio. 
Entrar a la sala lo cambió todo: a partir de ese día (23 de octubre) los
 procesados fueron vislumbrando los contornos de un futuro aciago.
La fiscal Concepción Sabadell inició su informe dando por 
confirmadas las sospechas del escrito de acusación. Incidió desde el 
principio en la idea de que, gracias a las pruebas, los testigos y los 
peritos, había quedado acreditada la existencia de una organización, “un
 sistema”, creado premeditadamente para delinquir. Se refirió a los 
hechos como “modo de vida” y negó que fueran actuaciones puntuales. “Es 
una actividad duradera de una organización con un mecanismo para obtener
 fondos públicos a cambio de sobornos”, afirmó. “Un enriquecimiento que 
se consiguió con el abuso de las funciones públicas de los acusados” que
 “viciaron los procedimientos de contratación”. Desestimó las peticiones
 de rebaja de penas de gran parte de los procesados, aunque reservó un 
gesto hacia Francisco Correa que, quizás, le reste alguno de los 125 
años de prisión solicitados. Sabadell no aceptó atenuantes, pero sugirió
 al tribunal que, a la hora de dictar sentencia, considerara la actitud 
del cabecilla al confesar y aportar información relevante para el caso. 
Correa, Pablo Crespo y Álvaro Pérez, en su condición de 
presos, entraron los últimos y por una puerta lateral más cercana a la 
primera línea del banquillo. Crespo, el número dos, había perdido 
rectitud. Álvaro Pérez el Bigotes, más encanecido y flaco, 
parecía enfermo. Correa se sentó, clavó los codos en las rodillas y 
hundió tanto la cabeza que, visto desde atrás, a veces, adquiría la 
forma de un torso decapitado. 
El objetivo de la fase de informes finales es cerrar el 
relato, precisar sus puntos de solidez y encarar el cuento de la 
Fiscalía con el cuento de las defensas. Al final, un juicio no es más 
que una disputa entre relatos que pretenden instituirse como verdad 
sentenciada; y en el caso concreto de las acusaciones, una forma de 
dotar al daño cometido de una suerte de certificación oficial para 
justificar el daño (la condena) que se administrará después. Los 
acusados acuden y escuchan cómo es el Estado el que se hace cargo de su 
historia. El primer derecho que pierde un reo es el de la posesión de 
una narrativa propia.
Por eso, mientras Concepción Sabadell reconstruía las 
irregularidades de la trama y mencionaba nombres, los aludidos empezaban
 a negar ostensiblemente desde sus asientos. Según los nombraban, se 
iban activando como si fueran una tribu de muñecos con cabeza basculante
 de esos que uno pone en el salpicadero para alegrarse el viaje. En el 
suelo, bajo las sillas, se veían bolsos de piel y una cartera de 
apariencia ministerial de Alberto López Viejo: un sueño roto resumido en
 un maletín con cierres dorados.
Las pruebas remaban a favor de la fiscal. Sobre la 
impugnación de las grabaciones y las peticiones de nulidad (a las que se
 adhirió el PP), Sabadell indicó que la validez de las mismas se había 
confirmado a lo largo del procedimiento y criticó la actitud goebbeliana que
 han mantenido algunas defensas: “Por mucho que se insista y se reitere,
 una alegación no se convierte en verdad”. Para ello, se apoyó también 
en las decisiones del Tribunal Superior de Justicia de la Comunidad 
Valenciana, que negó las supuestas irregularidades en las grabaciones, 
los registros y la cadena de custodia de las pruebas.
El ministerio público explicó, parte por parte, la 
composición de la trama. Sobre las empresas del grupo Correa, dijo que 
“la estructura la creó Luis de Miguel para ocultar la identidad del 
verdadero responsable”. Todas las firmas constituían un solo cuerpo. 
“Las hojas de coste, los cambios de trabajadores de una sociedad a otra,
 el cálculo total de los beneficios acreditan que todas pertenecían a la
 misma voluntad de acción. La finalidad era obtener contratos públicos 
de forma opaca”, apuntó. Se construyeron “para poder fraccionar 
contratos de modo oculto sin que pareciera que se trataba del mismo 
servicio”. La organización funcionaba de manera jerarquizada como una 
mafia.
En Majadahonda se podía comprobar en toda su magnitud la 
naturaleza perversa de este sistema. “Es el ejemplo paradigmático de 
cómo una asociación parasita un ayuntamiento, controla la gestión, 
elimina los órganos de control que existan y todo aquello contrario a la
 intención de lucrarse”. Las  propias empresas de Correa elaboraban los 
pliegos de condiciones de los concursos públicos que luego ganaban. En 
el caso de la creación de la Oficina de Atención al Ciudadano (por la 
que Correa repartió 240.000 euros en comisiones), las empresas de la 
trama ya estaban preparando el trabajo antes de que se efectuara la 
adjudicación. Según Sabadell, las ofertas de Correa eran las más 
baratas, pero porque ya habían pactado sobrecostes. “Se ponía un 
sobreprecio del que ni siquiera se beneficiaba el ayuntamiento, sino los
 propios acusados y el PP”. 
Dentro de la vertiente política de la organización, cada 
miembro desempeñaba una tarea específica destinada al saqueo. José Luis 
Peñas, autor de las grabaciones, tampoco quedó exonerado en el relato de
 la fiscal: tanto él como Juan José Moreno ponían al servicio de la 
trama sus facultades en el consistorio. Ambos fueron fundamentales para 
la marcha del caso, sin embargo, según el escrito de acusación, también 
recibieron regalos y contraprestaciones por sus cargos y por la 
adjudicación de contratos.
El ministerio público contará con dos días más para 
desgranar sus conclusiones. Después será el turno de las defensas. El 
día 10 de noviembre quedará visto para sentencia. Hasta entonces 
volverán a montarse colas para entrar en la Audiencia, pero serán solo 
colas de abogados y acusados. Apenas se vio media docena de periodistas 
el día 23. El 26 de julio, cuando compareció Rajoy hubo 312 reporteros y
 21 medios extranjeros. Uno de los mayores casos de corrupción de la 
historia va a revelar su rostro definitivo mientras el partido que lo 
avaló y lo sostuvo irrumpe en una autonomía y se erige en garante del 
orden y la legalidad. Aquí, lejos de todo, en la calle Límite, en una 
esquina de un polígono industrial de San Fernando de Henares, se 
desmonta esa presunción; aquí el PP no es constitucionalista ni un 
partido de Estado, aquí el fango que hay detrás de esas siglas se 
explica con pruebas, cifras y rostros, pero casi nadie está mirando.
Autor: Esteban Ordóñez
Es periodista, creador del blog Manjar de hormiga. Colabora en El estado mental y Negratinta, entre otros.
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