La cimbra que se emplea para levantar las aulas, durante la fase de construcción.
 
 
La volta catalana llegó a Estados Unidos a
 finales del siglo XIX y tanta admiración causó que en el año 2014 Nueva
 York hasta le dedicó una fenomenal exposición a la obra de Rafael 
Guastavino, el arquitecto que, mano a mano con su hijo, llevó esa 
técnica constructiva al otro lado del Atlántico. Lo de que causó 
admiración no es una exceso redaccional. “Ha muerto el arquitecto de 
Nueva York”, tituló ‘The New York Times’ en 1908. Guastavino acababa de 
fallecer y, con él, el maestro de 
una técnica que ahora acaba de llegar a Senegal de la mano de un equipo de arquitectos de Barcelona, DAW,
 empeñados en llevar a cabo un proyecto solidario que enamora de 
inmediato cuando lo cuentan. En Thionck-Essyl, una localidad de apenas 
12.000 habitantes, están construyendo una escuela en la que cada una de 
las aulas, independientes unas de las otras, entre baobabs y mangos, 
será 
una gaudiniana catenaria invertida, una delicia 
arquitectónica muy común en la Barcelona del modernismo y que ahora 
hereda una ciudad senegalesa donde los franceses, cuando aquello era su 
colonia, no levantaron ni un muro que merezca la pena mencionar. La 
volta catalana, en su versión más audaz, llega a Senegal.
En Thionck-Essyl el colonialismo francés no dejó ni una huella arquitectónica interesante, así que la escuela sorprende y agrada
Esto
 no es un proyecto de cooperación al uso, de una oenegé con años de 
currículo y socios fieles, y menos aún uno de esos etéreos planes 
europeos que presumen de invertir en el norte de África para prevenir 
futuras crisis migratorias. Es más simple, transparente y, por qué no 
admitirlo, periodísticamente un caramelo. 
“No es un proyecto de caridad, sino de calidad”, explica uno de sus impulsores, David Garcia, fundador del estudio arquitectónico barcelonés DAW.

AINA TUGORES
El kilómetro cero de esta aventura hay que situarlo a principios del 2014. 
Aina Tugores, una de las arquitectas del estudio, regresaba al trabajo 
eufórica después de los dos meses que cada año dedicaba a proyectos de cooperación en Senegal.
 La perplejidad que aquello causaba desencadenó una expedición del resto
 del equipo en busca de las fuentes de esa felicidad. Fue así como 
aterrizaron en el Senegal más olvidado, porque aquel (y basta ver un 
mapa para comprenderlo) es un país insólito. Entre el norte, donde está 
la capital, Dakar, y el sur, donde está Thionck-Essy, hay todo un país, 
Gambia, largo como una boa.
 
 
NOEMÍ DE LA PEÑA
 
Preparativos de la volta catalana.
 
Lo
 que Tugores mostró a sus compañeros de viaje aquel 2014 fue la gran 
receta agridulce de África, gente estupenda, abierta y acogedora, niños 
vitales y, en contraposición, carencias dolorosas. De inmediato surgió 
la idea de llevar a cabo alguna obra con el sello de DAW. 
¿Un cine al aire libre, una plaza, un horno…? La respuesta final fue levantar 
una escuela de secundaria,
 porque en Thionck-Essyl hay cuatro de primaria y solo una de ese 
segundo ciclo. El embudo lleva a mucho adolescentes a emigrar a Dakar o,
 ya puestos, a Europa. Para los que se quedan el futuro no es 
prometedor.
 
 
NOEMÍ DE LA PEÑA
 
El aula, falsamente pequeña al lado de un enorme árbol africano.
 
BENDITO BOTIJO
Lo
 de la volta catalana parecerá de entrada una 'frivolité' de 
arquitectos. Pero no. A los problemas que ya sufren zonas como el sur de
 Senegal hay que añadir que las soluciones de emergencia que a veces 
adoptan con buena fe las oenegés son terribles, a la altura, más o 
menos, de la arquitectura con la que China, el gran inversor de África, 
realiza sus proyectos. 
Paredes de hormigón y techo de chapa, la antítesis de la volta catalana y su llamado efecto botijo, ese refrigerador natural que nunca deja de sorprender.
Las oenegés recurren por
 defecto al hormigón y la chapa, una arquitectura poco afortunada y 
calurosa. DAW ha apostado por todo lo contrario a idéntico coste
En
 una superficie de dos hectáreas cedida por las autoridades municipales,
 DAW ha proyectado 16 aulas a un coste de construcción de 
unos 100 euros el metro cuadrado, una cifra a la que pocas oenegés le pueden toser y, además, sin plancha.
La primera aula ya está en pie. Al proyecto lo bautizaron como 
Fem Escola, así, con doble sentido,
 porque se trata de hacer una escuela, pero también utilizar el proceso 
para transferir conocimiento, en este caso la fórmula constructiva de la
 volta catalana y de la simplicidad con la que Gaudí, por ejemplo, 
realizaba sus cálculos de tensión y resistencia, sin ordenadores, con un
 simple juego de cuerdas.
LA MAGIA DEL DESCIMBRADO
A 
Senegal, García se llevó a uno de sus albañiles de cabecera, Manel, pero
 allí fue crucial el encuentro cara a cara con su equivalente local, 
Eno. “No fue fácil, al principio, explicar lo que pretendíamos hacer”, 
recuerda el jefe de filas de DAW, es decir, construir una cimbra de 
madera, utilizar la propia tierra de la finca para elaborar ladrillos 
que no iban a ser cocidos, mezclados, eso sí, con un 7% de cemento, 
levantar esos muros curvados, 
retirar la estructura y, ‘voilà`’, disfrutar del resultado,
 un aula con aires de aquel onírico hotel que Antoni Gaudí proyectó para
 Nueva York, pero de bolsillo, de unos seis metros de altura, seis de 
anchura y 10 de profundidad, orientadas de norte a sur, para que el sol 
no deslumbre en las clases y para que no se pierda ni un grado del 
frescor natural. La guinda es que el pavimento está instalado a partir 
de piezas cerámicas recuperadas de escombros. 
Un trencadís en toda regla, vamos.
 
 
NOEMÍ DE LA PEÑA
 
Dos niños, en la cima de la cimbra.
 
A
 Eno –recuerda Lluís Moron, uno de los mecenas de esta aventura— se le 
iluminó la mirada al paso que comprendía el proceso. Sus compañeros 
tenían problemas para interpretar las representaciones en tres 
dimensiones que los arquitectos trazaban sobre las hojas de papel (es un
 lenguaje que, sencillamente, no han conocido), pero Eno vio las 
posibilidades muy pronto.
El propósito es completar el proyecto a lo largo del 2018. En total, 16 aulas entre baobabs y mangos. Una delicia
“Aún
 andamos en busca de financiación para terminar a lo largo del 2018 toda
 la escuela”, reconoce García. Tuvieron que crear una fundación ‘ad hoc’
 para la ocasión. 
Foundawtion,
 se llama. En realidad, lo que necesitan no es una cifra disparatada. 
Unos 200.000 euros para completar toda la escuela, una cifra comedida 
gracias a que los cooperantes se alojan con las familias locales, con 
las que comparten mesa y charlas a la luz de la luna. Además, el primer 
paso, en este caso el más importante, ya lo han dado. Es esa suerte de 
encofrado construido con madera local que permite levantar las paredes y
 el arco de BTC, que dicho así parece misterioso, pero no es más que el 
nombre técnico de 
‘bloques de tierra comprimida’. Con 
esa pizca de cemento, el 7%, se obtiene un material duradero y muy 
económico. Igual que la cimbra, que quedará allí, en la escuela, en 
parte como pieza escultórica y, en parte como molde para futuras 
construcciones, si las hay.
 
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