Copìado en 7/11/2017 https://edpr-energytalks.com/es/blog/el-concepto-mas-revolucionario-es-el-de-autosuficiencia-conectada
Infinidad de estudios plantean un horizonte 100% renovable. La reducción de costes en las renovables ha demostrado que se puede producir electricidad barata. Pero ¿cuándo se producirá el gran salto?
El futuro es renovable. El proceso ya está en marcha y de una forma acelerada. En la UE, el punto álgido va ser el 2030. Las inversiones renovables ya han superado las inversiones en combustibles fósiles. Como ocurrió con las comunicaciones y la telefonía móvil, dentro de estos plazos muy cortos, puede haber también cambios disruptivos. La burbuja de los fósiles explotará cuando, de repente, se devalúen los activos. Con las energías renovables, no solo se reducen los precios, también los costes. Hay muchas ventajas sobre el autoconsumo, el transporte y el equipamiento urbano. Los edificios tendrán, junto con sus servicios de agua y alcantarillado, servicios eléctricos. Se va a producir una electrificación de la economía. Hay conceptos, tecnologías e instrumentos para este cambio radical. El concepto más revolucionario es el de autosuficiencia conectada, el de una soberanía energética compartida que nos permitirá ser autosuficientes a todos los niveles: casas, municipios, polígonos industriales, explotaciones agrícolas… En este sentido, es importantísimo el empoderamiento de la sociedad civil. Las ciudades van a renovarse con la energía. Habrá un florecimiento total de los medios urbanos, que van a recuperar medio propio de las zonas rurales y al mismo tiempo se van a urbanizar. Antes hablábamos de aldea global y ahora hablamos del mundo en una aldea.
¿Cuáles son los principales retos del sector de las renovables?
El desafío más importante es político. Existen intereses especuladores entre el sector eléctrico y los Gobiernos, un maridaje que debe desaparecer. Los Gobiernos tienen que dar un paso adelante para eliminar las dependencias que tienen con el sector eléctrico y energético. También es un desafío sindical; desde el punto de vista laboral, ha de hacerse una transición justa en el sector fósil y nuclear, y que las empresas energéticas y eléctricas se diversifiquen y vayan soltando todos los activos fósiles, que son activos tóxicos. Países como Alemania o Dinamarca están cerrando sus centrales nucleares. En el caso español, nuestro ministro de energía sigue insistiendo en defender los intereses existentes. Quiere aumentar el periodo de vida de las centrales cuando sabe que ya no son económicas, e insistiendo con plantas de carbón. Los Gobiernos no deben confundir intereses generales con intereses sectoriales.
España tiene una sobrecapacidad de generación eléctrica, pero es dependiente en un 80% de energía foránea. ¿Qué es lo que falla? El sol, dicen, puede ser el petróleo de España.
Sí, y también la biomasa y, en general, la gestión en firme de las renovables. Disponemos de un sistema de embalses impresionante. Además de turbinar agua, pueden bombear cuando hay excedentes eólicos y luego turbinar. Lo único que hay que vencer es la resistencia política.
¿Qué supone el Acuerdo de París en esta transición hacia la descarbonización de la economía?
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París han propiciado el cambio. La firma de este último, con un planteamiento diplomático excelente que hizo Francia, fue un punto álgido. Se trata de un desafío proactivo. Lo han convertido en atractivo. Hasta los chinos lo secundan. El único que no, Donald Trump, algo que le costará muchísimo a la economía americana. Ya lo dijo Obama: «La nación que lidere la inversión en energías limpias liderará también la economía del siglo XXI». El cambio climático nos ha cargado de razón. También la contaminación atmosférica, que deriva en miles de muertes prematuras.
¿Qué le exigiría a la nueva Ley de cambio climático y transición energética?
Es un señuelo que ha lanzado el Gobierno, una maniobra de despiste. Una ley de transición energética tiene sentido al servicio de una política. Lo primero que hay que hacer es definirla. El Gobierno ha preguntado a todo el mundo sobre qué ley habría que hacer sin exponer cuál es la política a la que tiene que servir. Hay que ofrecérsela y luego contrastar con los ciudadanos, pedir aportaciones y lo mismo a los expertos, para buscar soluciones técnicas a planteamientos políticos relacionados con la eficiencia energética, la electrificación y la generalización de las renovables. Solo hace falta que se informe y se traslade a una política energética española que no existe (existe una contra política) y luego una ley que la articule. No se nos puede hacer consultas en crudo.
Infinidad de estudios plantean un horizonte 100% renovable. La reducción de costes en las renovables ha demostrado que se puede producir electricidad barata. Pero ¿cuándo se producirá el gran salto?
El futuro es renovable. El proceso ya está en marcha y de una forma acelerada. En la UE, el punto álgido va ser el 2030. Las inversiones renovables ya han superado las inversiones en combustibles fósiles. Como ocurrió con las comunicaciones y la telefonía móvil, dentro de estos plazos muy cortos, puede haber también cambios disruptivos. La burbuja de los fósiles explotará cuando, de repente, se devalúen los activos. Con las energías renovables, no solo se reducen los precios, también los costes. Hay muchas ventajas sobre el autoconsumo, el transporte y el equipamiento urbano. Los edificios tendrán, junto con sus servicios de agua y alcantarillado, servicios eléctricos. Se va a producir una electrificación de la economía. Hay conceptos, tecnologías e instrumentos para este cambio radical. El concepto más revolucionario es el de autosuficiencia conectada, el de una soberanía energética compartida que nos permitirá ser autosuficientes a todos los niveles: casas, municipios, polígonos industriales, explotaciones agrícolas… En este sentido, es importantísimo el empoderamiento de la sociedad civil. Las ciudades van a renovarse con la energía. Habrá un florecimiento total de los medios urbanos, que van a recuperar medio propio de las zonas rurales y al mismo tiempo se van a urbanizar. Antes hablábamos de aldea global y ahora hablamos del mundo en una aldea.
¿Cuáles son los principales retos del sector de las renovables?
El desafío más importante es político. Existen intereses especuladores entre el sector eléctrico y los Gobiernos, un maridaje que debe desaparecer. Los Gobiernos tienen que dar un paso adelante para eliminar las dependencias que tienen con el sector eléctrico y energético. También es un desafío sindical; desde el punto de vista laboral, ha de hacerse una transición justa en el sector fósil y nuclear, y que las empresas energéticas y eléctricas se diversifiquen y vayan soltando todos los activos fósiles, que son activos tóxicos. Países como Alemania o Dinamarca están cerrando sus centrales nucleares. En el caso español, nuestro ministro de energía sigue insistiendo en defender los intereses existentes. Quiere aumentar el periodo de vida de las centrales cuando sabe que ya no son económicas, e insistiendo con plantas de carbón. Los Gobiernos no deben confundir intereses generales con intereses sectoriales.
España tiene una sobrecapacidad de generación eléctrica, pero es dependiente en un 80% de energía foránea. ¿Qué es lo que falla? El sol, dicen, puede ser el petróleo de España.
Sí, y también la biomasa y, en general, la gestión en firme de las renovables. Disponemos de un sistema de embalses impresionante. Además de turbinar agua, pueden bombear cuando hay excedentes eólicos y luego turbinar. Lo único que hay que vencer es la resistencia política.
¿Qué supone el Acuerdo de París en esta transición hacia la descarbonización de la economía?
La Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático y el Acuerdo de París han propiciado el cambio. La firma de este último, con un planteamiento diplomático excelente que hizo Francia, fue un punto álgido. Se trata de un desafío proactivo. Lo han convertido en atractivo. Hasta los chinos lo secundan. El único que no, Donald Trump, algo que le costará muchísimo a la economía americana. Ya lo dijo Obama: «La nación que lidere la inversión en energías limpias liderará también la economía del siglo XXI». El cambio climático nos ha cargado de razón. También la contaminación atmosférica, que deriva en miles de muertes prematuras.
¿Qué le exigiría a la nueva Ley de cambio climático y transición energética?
Es un señuelo que ha lanzado el Gobierno, una maniobra de despiste. Una ley de transición energética tiene sentido al servicio de una política. Lo primero que hay que hacer es definirla. El Gobierno ha preguntado a todo el mundo sobre qué ley habría que hacer sin exponer cuál es la política a la que tiene que servir. Hay que ofrecérsela y luego contrastar con los ciudadanos, pedir aportaciones y lo mismo a los expertos, para buscar soluciones técnicas a planteamientos políticos relacionados con la eficiencia energética, la electrificación y la generalización de las renovables. Solo hace falta que se informe y se traslade a una política energética española que no existe (existe una contra política) y luego una ley que la articule. No se nos puede hacer consultas en crudo.
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