El libro 'El hombre que recogía monedas con la boca' cuenta la 
historia de Daniel y otros casos de autismo que "cuestionan lo que 
consideramos normal"
Daniel llegó "agresivo y encerrado en sí mismo" al aula; tres años después "mostró empatía, mejoró la comunicación y sacó notas al nivel de sus compañeros"
Su madre alerta de que hay "falta de información y comprensión de las instituciones", situación que deriva en miedo, pocas oportunidades y trabas educativas
"Los autistas son personas neuronalmente atípicas que han hecho aportaciones tremendas a la humanidad", aclara José Francisco Guerrero, profesor de la UMA
  
    Pablo  Núñez 
    
    
Daniel llegó "agresivo y encerrado en sí mismo" al aula; tres años después "mostró empatía, mejoró la comunicación y sacó notas al nivel de sus compañeros"
Su madre alerta de que hay "falta de información y comprensión de las instituciones", situación que deriva en miedo, pocas oportunidades y trabas educativas
"Los autistas son personas neuronalmente atípicas que han hecho aportaciones tremendas a la humanidad", aclara José Francisco Guerrero, profesor de la UMA
 
    
 Daniel
 era "un niño normal". Sus padres no notaron nada raro en él hasta que 
cumplió tres años. Las quejas de sus maestras de la guardería y un 
retroceso en el comportamiento con respecto a su hermano mellizo 
hicieron saltar la voz de alarma. No respondía cuando se le llamaba, ni 
contestaba, ni se relacionaba con otros niños. "Tenía pataletas todo el 
rato", explica su madre. Le practicaron pruebas para descartar problemas
 físicos o neurológicos. Su diagnóstico, tras ser evaluado por un equipo
 multidisciplinar, fue el de  Trastorno del Espectro Autista (TEA).
"Fue una época muy difícil, con miedo al mirar hacia el futuro y pensar
 en cómo se iba a desarrollar. El autismo es muy duro. Ves que no te 
puedes comunicar con él. Echas de menos que te cuente cosas. Yo quería 
que me dijese mamá",  reflexiona Elena, madre de  Daniel y pedagoga.
Aún así, el "palo" no les hizo resignarse. "Nos pusimos 
las pilas y hablamos con otras familias de niños con TEA, visitamos 
asociaciones, queríamos encontrar una estrategia didáctica adecuada que 
mejorase su capacidad de comunicarse, su autonomía". Se iniciaba así una
 carrera de obstáculos por  la inclusión de 'Dani' en la sociedad.
Un proceso, calificado de "milagro educativo" por sus resultados, que está descrito en el libro   'El hombre que recogía monedas con la  boca'; estructurado en dos partes, la autoría de la primera corre a cargo de  José Francisco Guerrero,
 doctor en Pedagogía y profesor titular de educación inclusiva en la 
UMA. En sus capítulos, Guerrero hace un repaso por la historia de la 
"diversidad humana", "llena de injusticias y un sufrimiento indecible 
para el diferente, que ha visto cómo cada época construía ideales y 
cánones de normalidad que posicionaban al que se escapaba de ellos como  aberración humana".
El título corresponde a un recuerdo que  José Francisco
 tiene de su infancia: "Cuando tenía 12 o 13 años, en Torre del Mar, 
había un señor con gestos típicos del autismo como andar de puntillas. 
Le echaban monedas y le decían que hiciese la gaviota. Él las cogía con 
la boca. Un día nos miramos fijamente y se me erizó la piel. Con el 
nombre del libro le hago un pequeño homenaje".
La segunda parte está escrita por  Ana Paula Zaragoza,
 doctora en Pedagogía y maestra de primaria en un colegio público de 
Málaga, El Tarajal. Fue ella quien decidió incluir a Daniel en una de 
sus clases, con alumnos sin ningún tipo de alteración. Los resultados de
 la terapia aplicada con el niño, 'el  metodo ABA',
 así como el análisis de su conducta y relaciones durante tres años 
constituyen la mitad de la obra y conclusión de un libro que pretende 
"cuestionar lo que consideramos normal y desmontar mitos en torno al 
TEA", tal y como indican desde la editorial Aljible, encargados de 
distribuir la obra.
Triángulo educativo: tres docentes y un "milagro"
"Vimos todo tipo de terapias; con caballos, musicales... que estaban estupendas pero no era lo que necesitábamos.  Daniel
 es un niño muy inteligente, él necesitaba, sobre todo, corregir su 
falta de atención. Al final, dimos con la que nos pareció más 
razonable", explica la madre; "Optamos por la terapia ABA (cuyas siglas 
obedecen a 'Applied Behavior Analysis', en español 'Análisis de Conducta
 Aplicado')", un método, continúa, "que se basa en una enseñanza uno a 
uno, sin distracciones, centrándose en sus puntos débiles y teniendo en 
cuenta sus gustos para, de acuerdo a ellos, ofrecerle recompensas que le
 estimulen y potencien el refuerzo positivo". De cursar con éxito, la 
terapia consigue que el niño aprenda cosas "que por sí solo nunca 
hubiera podido".
Cuenta  Elena
 que estuvieron avanzando de forma positiva con la terapia en un centro 
privado porque en los centros públicos no les permitían "la figura de la
 sombra", un profesional especializado en el trastorno en cuestión que 
acompaña al niño en clase para hacer "un seguimiento mayor e 
individualizado". Reconoce que  la negativa de los colegios públicos
 es algo que no entiende. "Remueves cielo y tierra, hablas con el 
inspector y la respuesta sigue siendo no: ¡pero si yo corro con todos 
los gastos! Te ves con impotencia cuando te lo impiden. Es un detalle a 
mejorar por las instituciones, hay que concienciarse".
Este escollo obligó a la madre a matricular a  Daniel
 en un centro diferente al de sus hermanos. Un centro privado en el que 
estuvo con dos profesionales que le realizaron una terapia conductual, 
con "resultados muy buenos". Tras la decisión de estos terapeutas de 
dejar el ámbito y el agravante que supusieron ciertas circunstancias 
familiares, se plantean cambiarlo de colegio y deciden que vaya a uno 
público, El Tarajal, donde Daniel estuvo matriculado años atrás.
Desde la dirección del colegio le plantean a  Ana Paula Zaragoza, coautora
 del libro y maestra del centro, que acoja al niño como tutora. Ella, la
 madre de Daniel y una docente especializada en pedagogía terapéutica, 
serían, finalmente, las encargadas de preparar su estancia en un aula 
normal de  2º de Primaria. En ella "sólo 
habría 16 alumnos". Eran los prolegómenos de una experiencia "con 
momentos complicados" pero con un transcurso "buenísimo" que acabaría 
por cambiarle la vida a los implicados
debido a su resultado "milagroso"
. 
    
debido a su resultado "milagroso"
.
 
    'Dani', 'G', y catorce "alumnos maduros" más
"Los primeros meses fueron muy duros. No miraba, ni contestaba. Nos 
tiraba los libros que teníamos en clase, pegaba al que tenía al lado", 
recuerda  Ana Paula, maestra de Daniel hasta 4º de primaria.
 Entonces, la maestra y la terapeuta que le acompañaba decidieron hablar
 con la madre. Ésta, convertida en "figura esencial", les informó cómo 
trabajaba con Daniel en casa. Les habló del método ABA. "Tras adecuar 
esta terapia al día a día del niño en la clase, pasamos de un niño 
encerrado en sí mismo a obtener frutos".
Para conseguirlo,  Ana Paula
 argumenta que "lo premiábamos, por ejemplo, con cinco minutos para 
hacer un puzzle. ¿Que le gustaban los juegos de ordenador? Pues nosotros
 le ofrecíamos jugar a juegos educativos a cambio de que le pidiera a un
 compañero un lápiz, que pusiera la fecha, que saludara". "Ha aprendido 
así conductas muy automáticas pero efectivas", subraya.
No sólo los primeros días fueron difíciles. La docente narra cómo en 4º
 de Primaria Daniel tuvo una recaída. Se obsesionó con unos dibujos y 
llegó a autoagredirse. Los recordaba y sufría. La docente asevera que 
para superar estos problemas, la labor de sus  compañeros
 fue "fundamental". "Se comportaron de forma fabulosa". Durante los 
primeros meses, "en vez de copiar conductas negativas, entendieron que  Daniel tenia que adaptarse y tenían que ayudarle lo posible y comportarse bien en clase; me desmostraron una  gran madurez". Un caso excepcional sobre el que Ana Paula reflexiona: "Esta vez fueron ellos los que nos enseñaron a los maestros".
De entre todos los alumnos, la docente describe en el libro cómo 
influyó positivamente una compañera a la que hace alusión como  'G'.
 Esgrime que se convirtió en un engranaje clave para su evolución: 
"Siempre quería estar con él voluntariamente, se buscaban ambos, jugaban
 juntos, era algo sorprendente en un niño de estas características, 
cuando estaba lejos de ella él la buscaba y le pedía lápices. A veces, ' G' era la única capaz de calmarle. Le decía que los niños mayores no lloraban y él asentía".
 
    
Poco a poco Daniel "fue rompiendo su
 mundo" y empezó a mejorar, a relacionarse y a mostrar empatía. La 
maestra cuenta con orgullo cómo en un momento dado, en uno de sus 
episodios de afonía, "preguntó a una compañera si podía ayudarme para 
que no me doliese la garganta".
"La madre se 
sorprendía: él comenzaba a seguir las conversaciones o explicaciones 
largas y a tener ciertos comportamientos." Con esta experiencia de 
educación inclusiva, la progenitora y la maestra creen que con el niño 
han crecido también ellas. Mientras que  Ana Paula reconoce que le ha enseñado a ser "más paciente y menos impulsiva",  Elena sostiene que "le ha hecho ver la vida de otra forma, entender la felicidad y amar los pequeños detalles de la vida".
De 'hijos del pecado' a genios 'neuronalmente atípicos'
Escribe  José Francisco Guerrero
 en la introducción del libro cómo "las corrientes  fundamentalistas de 
la religión" a partir del siglo III y IV, "señalaban y perseguían a 
personas deformes, con movilidad reducida o con problemas mentales, 
contradiciendo una de las bases católicas". A los que no eran 'normales'
 les denominaban "los hijos malditos de Dios" o "los hijos del pecado". 
Una expresión, esta última, aún vigente, en esencia, en algunas zonas 
rurales: "Muchos padres lo piensan:  ¿Qué hemos hecho mal?".
Es sólo uno, quizás el más llamativo, del cúmulo de estereotipos 
construidos en torno a los niños con TEA. En el otro extremo, existe un 
pensamiento equivocado de que los afectados, por norma, tienen un  alto coeficiente intelecual.
 Sobre esto, Guerrero asegura que, "aunque no es así siempre, es 
prefrible que el cliché sobre el que se construye el arquetipo sea el de
 que son muy listos, como sí ha sido, debido a sus características, el 
caso de algunos pacientes. Por ejemplo  Tammet, prodigio del cálculo , Kim ' computer 'Peek , que era capaz de memorizar páginas en segundos y leer información diferente con cada ojo o  Temple Gardin, que estableció la estructura de la mayoría de granjas de EEUU poniéndose en el lugar de las vacas".
Se refiere a los ' savants',
 individuos con autismo u otros trastornos que han demostrado que tienen
 lo que se denomina 'islotes de capacidad'. "Son muy buenos en ciertas 
áreas y desarrollan automatismos impresionantes, muestran intereses 
concretos con los que llegan a obsesionarse". Una forma de procesar la 
información diferente pero constructiva: "algunos han resuelto teoremas y
 han aportado cosas inalcanzables para cualquier persona normal. Son 
genios neuronalmente atípicos que han hecho aportaciones tremendas a la 
humanidad." El profesor, que considera que "es bueno para su educación 
que los chicos con TEA tengan a estos refetentes", concluye con un 
órdago: "quizás  los neurotípicos no seamos tan listos o eficientes como pensamos".
Los mitos sobre esta condición también se reflejan "en el plano 
lingüístico", asegura Guerrero. "Cuando empecé a dar clases en la 
facultad hace 30 años, recuerdo que los manuales que llegaban sobre 
autismo nos hablaban de 'incapacidad para'. Los matices en el lenguaje 
son muy importantes e injustos en algunos casos; bollera o lesbiana, 
mongólico o deficiente". Una situación "injusta" que  Guerrero afirma que, en cierta medida, parece haberse solucionado: "Ahora se habla de  'dificultad para'; es
 vital ya que no son sólo palabras; en función de esto se construye un 
modelo educativo y se refleja la concepción que se tiene sobre estas 
personas".
Futuro
Con la llegada de la adolescencia, Daniel, que ahora tiene 13 años, se enfrenta a una nueva etapa .  Elena
 celebra que pese a las dificultades "se encuentra muy bien" y desea que
 en un futuro "aprenda algún oficio". Finaliza sus palabras a 
eldiario.es/andalucía con un discurso esperanzador y reivindicativo. 
"Algunos docentes se quedan encerrados en su miedo a enfrentarse a lo 
desconocido. La falta de información es el verdadero problema, tanto en 
el ámbito educativo como en la sociedad. Creen que se van a poner a 
chillar a la mínima y se paralizan. Pero no es así. Muchos padres están 
atados de pies y manos porque les dicen que no se puede; pero este libro
 enseña que se puede tener un trato normal con los niños con autismo. 
Sólo hay que trabajarlo".
Un "trabajo" en el aula sobre el que los dos autores concluyen que, para que sea exitoso, necesita " mezclar investigación y práctica".
 Daniel ha tenido suerte al estar vigilado en todo momento por pedagogos
 como su madre y docentes "sin miedo" como Ana Paula. Ambas han 
conseguido que las expectativas del niño no sean mermadas pese a las 
trabas impuestas por los centros públicos o el peso de los estereotipos 
que la sociedad, cruelmente, impone. Esta vez,  la familia ha guiado,
 con buenos resultados, las acciones educativas. Pero no en todos los 
casos es así. Por eso, el mensaje divulgador y de reivindicación que 'El
 hombre que recogía monedas con la boca' lanza es "importantísimo".
No hay comentarios:
Publicar un comentario