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Carta marroquí (CTXT) 3/2/2018 
 Querido/a suscriptor/a:
 Tras el desastre del 98 -barcos de madera contra destructores de acero 
USA; el 98 fue, en fin, una especie de Procés, pero en España; con la 
misma táctica y cálculo de fuerzas; es decir, ninguna táctica y cálculo 
de fuerzas-, hubo otro desastre, más determinante, más prolongado, peor 
descrito y del que nadie se acuerda. Fue, es decir, se inició, en 1906. 
La Comunidad Internacional decidió dejar que España siguiera jugando a 
tener un imperio, a través de la cesión de una colonia en el norte de 
Marruecos. Aquella cesión fue una ruina en todos los aspectos. España no
 practicó el colonialismo -colonialismo: dar vacunas, catequesis y 
escuelas a cambio de todo lo demás-, sino una especie de saqueo poco 
rentable y mal planificado. Lo que daba igual, pues la gestión de aquel 
territorio pareció, desde un primer momento, tener otro objetivo. 
Resarcir el honor de los militares, seriamente herido en Cuba. Ese honor
 se reconstruyó en una serie de campañas, mal planificadas y 
sangrientas, contra un enemigo en principio débil y asumible. Aún así, 
fueron notorios los desastres iniciales. Tras el desembarco de Alhucemas
 -tras la ayuda francesa, vamos- la situación se recondujo. Y empezó, 
ahora ya sí, el reparto del honor a través de multitud de batallas 
victoriosas y épicas. Es decir, pequeñas y desproporcionadas 
escaramuzas, contra pocos individuos mal armados, presentadas como 
batallas épicas en la prensa.
 Todo aquel ejercicio de brutalidad innecesaria se tradujo en multitud de
 medallas, promociones y aumentos de grado. Es decir, en honor. 
Marruecos fue, a partir de entonces, el laboratorio en el que se 
recuperó, de manera económicamente y humanamente costosa, todo lo 
perdido, o incluso, todo lo no disponible, en un Estado colapsado 
durante décadas. La última de esas campañas de Marruecos fue sin duda la
 más sangrante, la más determinante, la más prolongada, la más salvaje. 
Duró tres años. O, quizás, cuarenta. Se realizó también con el núcleo 
central formado por tropas regulares marroquíes, y fue dirigida por 
aquellos oficiales y mandos africanistas, que había demostrado al mundo,
 desde 1906 su inoperancia, su baja formación, su irresponsabilidad, sus
 tácticas poco elaboradas, su indolencia. Se llamó Guerra Civil 
Española.
 Les escribo esta carta porque ayer salió un auto en el que se negaba la 
libertad a uno de los acusados en prisión preventiva por la cosa Procés.
 El individuo en cuestión, no es un genio. Tampoco es Mandela. Como sus 
compañeros, se ha metido, con escasos códigos, muebles y recursos, en un
 berenjenal inaudito. Lo que no quita que ahora se esté exponiendo a un 
exceso que nos afecta a todos. En el auto -que, me temo, junto al auto 
de Forcadell, empieza a fijar los ejes de la causa penal colectiva que 
se llevará a juicio, tal vez, en octubre-, se deniega la libertad a esa 
persona en tanto que "mantiene su ideario nacionalista", que aún siendo 
constitucionalmente válido, "supone un riesgo". Es decir, se le mantiene
 en la cárcel por su ideario, no por sus acciones, que ya no suponen un 
riesgo. Tal vez, nunca lo hubo. Si usted ha ido leyendo la descripción 
que he ido haciendo a tiempo real del Procés, compartirá conmigo, en 
fin, que siempre adoleció de debilidad, de capacidad, de posibilidades.
 El caso es que hay datos para suponer que se ha vuelto a escoger a un 
enemigo mal equipado -en este caso, mal equipado intelectualmente, 
éticamente, democráticamente, discursivamente-, y sobre él se están 
edificando campañas de Marruecos épicas, con las que se repartirán 
medallas, grados, épica, honor, a un Régimen colapsado, que carece de 
todo ello. Se llamarán batallas por la democracia a escaramuzas, a 
paseos en apisonadora contra enemigos sin mucha entidad. A recortes de 
derechos, a empequeñecimiento de la democracia, a un nacionalismo 
rampante. Y, cabe suponer, sobre ello se edificará un nuevo Estado, un 
nuevo Régimen, victorioso sobre, otra vez, tribus desorganizadas. Un 
nuevo Régimen en el que cualquier "ideología" señalada "supone un 
riesgo".
Creo que está pasando esto. Gracias por leer esta carta.
Atentamente:
 
 Guillem Martínez   
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OTRA COSA:   Los Borbones, una saga llena de viciosos y tarados. Va por ti, Valtonyc
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