Un blog que nace ante el intento por parte de algunos medios de desprestigiar el movimiento 15M ubicándolo en el marco anarcoperroflauta exclusivamente, ignorando a los miles de ciudadanos que toman las calles pidiendo libertad y justicia
sábado, 31 de marzo de 2018
Juan José del Águila. Magistrado. Autor de la obra ‘El TOP. La represión de la libertad (1963-1977)’
Posted by RaulGB on sábado, marzo 31, 2012 · http://www.lacomunapresxsdelfranquismo.org/2012/03/31/juan-jose-del-aguila-magistrado-autor-de-la-obra-el-top-la-represion-de-la-libertad-1963-1977/
Juan José del Águila, en su juzgado.
Foto de Ángel Martínez
“La alta instancia judicial es sociológicamente franquista”
P. RUSIÑOL /MADRID 16/05/2010Nadie conoce el siniestro TOP tan bien como Juan José del Águila (Torremolinos, Málaga, 1943). Primero, como víctima: estuvo un año preso, en 1969. Luego, como abogado vinculado a CCOO y el PCE, defendió a decenas de activistas condenados de antemano, lo que le valió otro paso por la cárcel, en 1973. Y, finalmente, como estudioso: al TOP dedicó su tesis doctoral, una versión reducida de la cual publicó con el título El TOP. La represión de la libertad, 1963-1977(Planeta, 2001).
Del Águila accedió a la magistratura en 1989 y a sus 67 años sigue al pie del cañón: en el juzgado de lo Social número 21 de Madrid y aprovechando ratos libres para investigar la represión franquista y la complicidad del mundo judicial.
¿Qué opina del revuelo por lo que dijo Jiménez Villarejo sobre el TOP?
Muchos medios manipularon lo que dijo. Es obvio que no hablaba de los magistrados actuales porque por una cuestión meramente biológica sería imposible que hubieran sido del TOP. Lo que dijo es que hubo un alto grado de colaboración y complicidad del entramado judicial con el franquismo. Y esto es una evidencia.
¿Pero qué tienen que ver las instituciones actuales con las de la Justicia’ franquista?
Mire, el Tribunal Supremo editó en 2006 un libro autolaudatorio, carísimo. Y el mensaje que transmite respecto al franquismo es la continuidad legal: al principio y al final. El libro habla de todo, pero pasa de puntillas sobre el franquismo. No se cuenta que en la sede del Tribunal Supremo se celebraron miles de consejos de guerra, se ignora cómo los miembros de la carrera judicial participaron activamente en la represión: en la magistraturas de Trabajo de estilo fascista, en los tribunales para la represión del comunismo, la masonería y las responsabilidades políticas, en múltiples comisiones mixtas… ¡Ni siquiera se menciona el TOP, que fue una creación judicial al 100% y cuyas sentencias eran revisadas por el Supremo!
¿La transición no fue completa en el mundo judicial?
No hubo ruptura en ningún ámbito judicial ni político. Ahora no deberíamos extrañarnos de lo que pasa. A día de hoy, las altas instancias judiciales son sociológicamente franquistas. Sobre todo en su concepción del orden. Lo que sucede en la Sala de lo Militar del Supremo es llamativo. Siguen considerando justas sentencias fruto de consejos de guerra con el argumento de la seguridad jurídica. Algo así sería difícilmente asimilable en un país democrático.
¿Y las nuevas generaciones?
Ni una sola de las convocatorias a oposiciones a jueces y fiscales desde 1977 ha incluido alguna materia que trate la represión. ¡Ni una línea del TOP! Imagine un juez de 35 años: ni se lo contaron en la escuela, ni en la universidad, ni tiene que estudiarlo para las oposiciones. ¿Qué se le puede pedir?
¿Quién es el responsable?
Todas las instituciones clave han asumido un pacto de silencio: el Tribunal Supremo, la Fiscalía, el Consejo General del Poder Judicial, los sucesivos ministerios de Justicia… El Ministerio Fiscal también editó recientemente un lujoso libro autolaudatorio. Se remonta nada menos que hasta el siglo XIII, pero no dedica ni una línea a la Causa General que en 1943 Franco encargó a la Fiscalía General. Ni una línea para la represión.
¿Los problemas de Garzón se explican por intentar investigar el franquismo?
Garzón es un personaje muy polémico y desenfoca la cuestión central sobre el estado de la justicia en España el tener que opinar sobre él. Pero está claro que es una monstruosidad que el Supremo se dedique a esto.
La mayoría de juzgados que recibieron su causa ha archivado sin investigar.
Era previsible. ¿Cómo van a tener sensibilidad si no conocen lo que pasó? Tengo compañeros que no saben qué es el TOP. Cuando publiqué el libro, ninguna de las muchas publicaciones del CGPJ le dedicó ni una línea. Tampoco las asociaciones de judiciales, ni siquiera las progresistas. Me parece muy sintomático. Hubiera entendido críticas despiadadas. Pero hubo silencio sepulcral y eso que lo editaba una editorial como Planeta. Hay una actitud deliberada para que estos hechos no se conozcan.
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OTRA COSA: Caso Manada. Para cuando el sentencia? #NiOlvidamos #NiPerdonamos #JusticiaYa
viernes, 30 de marzo de 2018
Cristina Fallarás "El franquismo arrasó la inteligencia y el pensamiento de España: ¡tierra quemada!"
La periodista y escritora presenta hoy en Madrid su última novela,
'Honrarás a tu padre y a tu madre' (Anagrama), en la que rompe el
silencio impuesto en su familia, nacional y republicana, tras la guerra
civil. "Me robaron una parte de mi pasado".
Cristina Fallarás ha cubierto el silencio de palabras.
Ha cogido la pala y rellenado los huecos. Los vacíos. Los agujeros negros.
Fallarás necesita mucha arena y mucho cemento, necesita tanta agua para revestir el secreto de su familia, que es un spoiler impertinente: su padre terminó casándose con la hija de su verdugo. Hay matices, pero, sobre todo, brocha gorda. Parece que Cristina —hay otra Cristina en la novela, aunque esa es otra historia— escribe para curarse. Cada libro, novela y ensayo, una tirita. ¡Vaya que no hay heridas!
Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama) no es una novela. No es un reportaje. No es una crónica. No es una investigación. No es una entrevista. No es un monólogo. No es un diario. No es un making of. No es una memoria; tampoco histórica. Pero podría ser todo ello, cada cosa, o nada: una inmersión sin bombona; acaso una exhumación.
Fallarás lo negará todo: es una novela. A Fallarás le interesa la forma, el artificio, el estilo.
La literatura.
La belleza.
Fallarás niega la mayor y no vamos a ser nosotros quienes le llevemos la contraria.
“Hay de todo, pero es una novela, en tanto en cuanto es una construcción literaria. No es un documento, sino un acto literario: íntimo y profundamente impúdico, porque me interesa mucho la impudicia. Y, sobre todo, un acto de belleza, porque en el trabajo de la novela la estética está por encima de lo íntimo. Mi trabajo es amor y belleza. La memoria soy yo, no forma parte de mi trabajo. Y eso es muy difícil de explicar, porque mi ser es político. ¿Me explico? Yo soy política. Sin embargo, si no consigo alcanzar la belleza con mi trabajo, no vale de nada”.
Fallarás, un día, se miró al espejo y no se reconoció. ¿Quién era? Su abuelo materno, Pablo Sánchez (Juárez) Larque, nieto de Benito Juárez, presidente de México, casado con una aristócrata navarra y héroe de la guerra —Cristina no quiere hablar de la guerra civil: bastante tiene con las suyas—, tuvo que pegarle un tiro a un espejo cuando vio el reflejo de la sombra de lo que había sido. Fallarás se echó a andar —“Me llamo Cristina y he salido a buscar a mis muertos”— y enfiló el silencio. Esta es una novela sobre el silencio. Y Fallarás hace ruido.
¿La sinopsis? Hay cliffhangers, hay jumping the sharks, hay flashbacks, o flashforwards, o como se llamen: maldita palabrería hueca, esto es una novela. Hay un andamiaje literario para que la historia enganche, resulte atractiva, incite a seguir adelante, como la protagonista —Fallarás siempre es la protagonista—. Y bajo esos ropajes, dos historias: Cristina en busca de sus muertos, que en realidad es Cristina en busca de sí misma; y la historia de una familia que calla y de otra que saca pecho, muy dos Españas, la saga familiar de los Fallarás y la de los Sánchez, la de los vencidos y la de los vencedores, ¿a usted le gusta el rojo o el azul?
“¿Yo? El rojo, claro”.
Quizá no sea necesario esbozar la historia, pero es ésta, de aquí viene ella:
Zaragoza, hace tiempo.
Sus abuelos paternos, Presentación Pérez y Félix el Chico, tramoyista. Un tramoyista de la UGT. Hace tiempos convulsos.
Los maternos, María Josefa Íñigo Blázquez y Pablo Sánchez (Juárez) Larque, nieto de Benito Juárez, presidente de México. Alférez cuando las tapias, coronel en los años que siguieron al de la victoria y a los triunfales, luego mutilado de guerra y abogado fuerza viva.
Lo que pasa desde que el coronel se va a la guerra —o hace la guerra— hasta que Félix Fallarás, su padre, le pide la mano a María Jesús, su madre, viene en el libro. Apenas un detalle: nadie sabe quién es quién, ni víctimas ni verdugos. No triunfa el amor, que también, sino una desposesión de lo viejo y una nueva pertenencia: él a ella, ella a él. Bendito el fruto de tu vientre: Cristina.
Ojo, esto no es —sólo— un relato de abuelos, pues subyace un matriarcado en ambas familias, original o sobrevenido. Sobrevenido porque a Presentación le matan a su hombre y tiene que sacar adelante ella sola a sus dos hijos. Limpiará baños, los baños del teatro, y extenderá la mano para que el público del teatro —el teatro de Félix el Chico, el tramoyista, el que se llevaron de su casa a culatazos, el de la tapia del cementerio de Torrero— le alcance unas monedas. Vestirá a coristas. Trabajará como una esclava. Y, sobre todo, estará callada.
- Su padre se casó con la hija del militar asesino de su abuelo, y usted se crio en esa familia. La heredera de la víctima y del verdugo...
- Ahora soy heredera de ambos. Hasta hace poco sólo era heredera de uno. Yo soy hija y nieta del franquismo: de la riqueza, del expolio, del dolor infligido, de la comodidad que brindaba crecer y vivir con los ganadores… No me di cuenta de esto cuando me desahuciaron, porque mi compromiso social viene de mucho antes. Aunque es cierto que su elaboración teórica tiene que ver con mi empobrecimiento radical. Hasta que no tuve nada que perder, no pude enfrentarme a ello.
- ¿Ha tenido alguna vez la sensación de que fue secuestrada por el enemigo? O sea, por sus abuelos nacionales, los ganadores.
- No. Yo soy los enemigos. Tengo la soberbia de los enemigos. Tengo el arrojo de los enemigos. Tengo la confianza en mí misma que me ofrece haber pertenecido a quien ganó. Mi conflicto no es de clase, sino teórico, práctico y político. Yo soy el enemigo.
- La úlcera del bando nacional.
- Exacto [guiña el ojo; a veces, Fallarás también arquea la ceja, como la abuela María Josefa cuando sonreía]. Yo soy al que me enfrento.
- ¿Se ha sentido alguna vez culpable por el asesinato de su abuelo Félix?
- No. Es que mi abuelo Félix no existía. De hecho, acaba de nacer. No es que me hurtaran a un abuelo, es que jamás lo eché de menos. Si no construyes la idea de un abuelo, no te duele su ausencia.
- En su honor, ¿fomentaría, impulsaría o aprobaría una ley que perjudicase a sus abuelos maternos?
- Yo estoy a favor de eso sin la memoria de ningún abuelo, y llevo tiempo practicándolo. Incluso le daría la bienvenida a una medida que me perjudicara a mí misma. Yo estoy a favor de una ley que me quitara las propiedades que pudiera recibir en cualquier momento. ¿Me explico? Yo soy heredera de eso.
Otro pequeño detalle, que encierra un mundo: cuando Félix Fallarás —el hijo del cabecilla de la UGT que cae en la tapia de Torrero, ante un pelotón de fusilamiento entre el que se contaba su abuelo materno— se presenta a la Jefa, la que sería su suegra, María Josefa, ésta le pregunta: "Y tú, hijo, ¿cuánto ganas?". No le pregunta cuánto tiene, porque tener, ya tiene ella, y porque sabe que él nada tiene. No es lo mismo tener que ganar; la riqueza vieja, que la nueva riqueza; lo heredado, que lo sudado.
El sudor huele.
El empleado le dice lo que gana en el banco, donde había conocido a la que será su esposa, y la futura suegra le responde: "Con eso mi hija no tiene ni para papel higiénico". Fallarás cuenta tanto en tan poco: hay fogonazos en la novela que esbozan en un par de líneas la historia de media España, no importa cuál.
Escribe Cristina en el libro: "El joven Félix Fallarás quería casarse con la hija de la Jefa y el coronel, qué osadía, quería casarse él, un hijo del hambre, un hijo de la muerte merecida, un nieto del teatro y el socialismo".
Capuletos y montescos. Flamencos y tarantos. Una ocurrencia boba que la autora desecha. “Mis padres deciden dejar de pertenecer y se agarran el uno al otro de tal modo que lo que yo heredo como hija es el mandato de ser contra viento y marea”.
Claro, pero el pasado…
“Mis padres se aman con un amor esférico, absoluto, compacto, inabarcable… Mi hermana y yo hemos conseguido a duras penas rebotar contra él”.
Pasa que no hay pasado. No hay memoria. Apenas silencio. ¿Hemos dicho ya que el libro trata precisamente de eso? Cristina hace sonar la bocina:
“Un abuelo rico y fascista. Un hijo de la represión, del asesinato, de la pobreza y del socialismo. Ninguno de ellos sabe cuál es la historia del otro”.
- ¡Silencio, se rueda!
- ¿Cómo se explica si no que arrasaran con los logros de la República, que hubiese una guerra, que durante cuarenta años no pasara nada y que en los siguientes cuarenta no se haya recuperado lo anterior? ¿Cómo se explica? Los mataron a todos. Las mataron a todas. Arrasaron la inteligencia y el pensamiento de España. ¡Tierra quemada! Y lo que una hace es cerrar las piernas para que no te rompan el coño. Tienen cojones estos [piiiiiiiii] del PP y del franquismo para darnos luego a leer a Machado y a Lorca...
- Doble victoria: la de la guerra y la del mutismo.
- Triple victoria: la de la guerra, la del silencio y la de la democracia. ¿Qué está pagando el PP con nuestro dinero? ¡Una mierda está financiando el partido! Está destinando nuestro dinero a las empresas del Ibex, que siguen siendo franquistas: Villar Mir, Martín Villa… No nos engañemos: seguimos pagando el franquismo cuarenta años después.
Igual que hay dos historias en la novela, hay varias formas de contarlas. Primero, la narración alterna, en tiempo presente. Luego, lo que Fallarás llama el novelón decimonónico. Finalmente, la prosa poética que nos lleva adelante y atrás.
Cristina se echa a la carretera, sin nada en los bolsillos. "Andar como la única forma de recuperar la humanidad. También como una manera de tomar las riendas, de enfrentar todo esto", escribe. Emprende el camino en busca de sus muertos, walking dead.
Desanda la amnesia.
“Esta novela no habla sólo del silencio, sino de la construcción del silencio. Un silencio impuesto. Cuando se me fue el suelo de los pies y me quedé en el aire, escribí este relato para pertenecer”.
“¿A qué pertenecemos? ¿Qué somos?”
“Somos memoria”.
“No somos realidad, somos memoria”.
Sin embargo, Cristina no quiere hacer memoria histórica, aunque claro que la ha hecho. Dice, como quitándole peso: “El pasado puede ser cualquier cosa”. Y se quita un peso.
“Entendí que me habían robado una parte”.
El abuelo asesinado que purgó el pecado del padre. Doblemente mártir.
“Decir que no conviene remover las heridas es muy actual. Durante los cuarenta años de franquismo, nadie decía eso porque no era necesario”.
Cristina hace memoria sin pretender hacer memoria.
“Primero mataron a todos. Y luego le negaron la sexualidad a las viudas jóvenes”.
Fallarás es feminismo sin ir de feminista.
“Es muy bestia, ¿eh?”.
Así todo.
- ¿Cree que se hablaba o se habla más de lo que pasó en la guerra civil en las familias nacionales que en las republicanas?
- Me importa un pito la guerra civil. El problema no es la guerra civil, sino la construcción del franquismo y de la democracia franquista, que nos obliga a interpretar los últimos cien años como una guerra civil. ¡No, compañero, no! La guerra civil sólo duró tres años. Y luego ya no hubo hombres: ni maestros, ni científicos, ni políticos, ni empresarios, ni nada.
- Pero su familia paterna callaba, mientras la materna contaba batallitas.
- La familia de mi madre lo contaba todo entre risas. No les importaba reconocerse como asesinos o criminales, porque hay un orgullo básico y ni siquiera lo consideran crimen. De mi padre heredé el silencio, y este libro es un acto para que mis hijos no lo vuelvan a heredar.
Pese a todo —pese a quien pese, decía Aznar—, en la novela no se juzga a nadie. “Ni a las personas, ni sus intimidades, aunque sí juzgo la construcción política que nos hurta una parte de lo que somos y, con ello, asesina una parte de nosotros”.
“Yo no violento nada. En este libro no hay revolución”.
Cuando escribió la última palabra, “vivos”, se lo entregó a sus padres y les dijo: “Si no queréis que lo publique, inmediatamente lo quemo”. Los libros de Cristina arden mal.
Abro comillas.
Somos memoria. Y en España nos han cercenado la memoria. Un pequeño núcleo de valientes la reivindica, si bien la inmensa mayoría tiene una herida que se le pudre de noche en la cama y que dejará en herencia a sus hijos. Es como el Me Too. Yo puedo decir: “Estoy en contra de la violencia machista”. Pero hasta Inés Arrimadas está en contra de la violencia machista, you know what i mean… Otra cosa es decir: “Hola, ¿qué tal? Me llamo Cristina Fallarás y a mí también me violaron”. Tres veces, que yo recuerde. Y alguna más, ciega. Y, de repente, millones de mujeres dicen: “Hola, me llamo…”. La conciencia de clase que genera el relato íntimo evidenciado elimina la abstracción. De nada vale decir que estás en contra de la violencia machista o a favor de la memoria histórica. Hay que decir: “Hola, ¿qué tal? Me llamo Cristina Fallarás y mi abuelo materno era un hijo de puta, y yo también soy una hija de puta como digna heredera de mi abuelo”. Y no es verdad que las escritoras de izquierdas seamos todas estupendas. Este libro es un Me Too, porque estoy hasta las tetas de ciertas historias de la pretendida izquierda que retrata el franquismo. Parece que si eres escritor y de izquierdas, das por hecho la bondad. Yo no soy buena, y tampoco quiero ser buena: quiero ser yo.
Cierro comillas. Las comillas son de Cristina.
- Tapa temores con cada libro. Cubre con palabras el silencio. Se construye cuando ciega cada agujero negro.
Todo soy yo, ¿qué podría ser? Pero es una excusa.
- ¿No se siente más libre?
No. Cada día escribo mejor. No me interesa lo que cuento, sino cómo lo cuento, y no estoy frivolizando. Lo que cuento es una excusa para crear belleza. No he querido hacer un libro político, sino literatura. Hago una labor de orfebre y, jugando con el lenguaje, creo dolor y creo placer.
- Los hijos y nietos del franquismo heredan el sufrimiento de sus padres y abuelos, según Clara Valverde. Llega a través de la periodista Elena Cabrera tanto a ella como a su libro Desenterrar las palabras. Transmisión generacional de la violencia política en el siglo XX del Estado español. En él, describe que esos hijos y nietos son víctimas de adicciones, anorexia, inseguridad, miedos, suicidios... ¿Explica eso sus demonios?
- Claro. Aunque mis demonios son injustificables. ¿Me agarro a eso porque soy nieta o me aprovecho de ello? Ahí hay un juego. Yo me he drogado hasta las cachas, como todos los de mi generación. Yo he vivido situaciones de violencia imperdonables, y las he permitido. Yo he sufrido agresiones sexuales imperdonables, y las he permitido. Y mi generación moría en los billares, debajo de la mesa con la chuta en el brazo. Puedo agarrarme a eso para justificarlo, pero me niego a frivolizarlo. Desde que escribí esta novela, no permito la frivolidad ni el cinismo sobre aquello que nos ha convertido en basura. Porque somos basura. Ahora mismo, estamos tomando esta copa y pergeñando una entrevista en un diario de izquierdas porque vivimos en un pequeño mundo blanco, masculino, obeso y triste, en cuyas fronteras agonizan millones de personas. Y mientras bebemos, no nos preocupa eso.
- Hace años, en una fiesta que montó en su casa, con la bañera llena de hielo y botellas de champán francés, le confesó a una amiga: "Joder, quiero volver a ser pobre". Luego la desahuciaron. ¿Ha merecido la pena?
- Claro, por supuesto. Mis hijos entendían mejor la vida en la cabaña donde nos refugiamos tras el desahucio, robando en los huertos para comer, que la actual vida en Madrid con ciertas comodidades. Porque, pese a tener cuatro trabajos, no hay semana a fin de mes en la que no comamos otra cosa que arroz blanco con huevos fritos.
- ¿Cree que, pese o gracias a esas vicisitudes, sus hijos tendrán una mejor educación que la que recibió usted?
- ¡Madre mía, indudablemente! Aunque también la habrían tenido sin ese dolor. Mírame a los ojos: “Hola, me llamo Cristina Fallarás y me gustaría ser hija mía”. No soy una mujer limpia, ni buena, pero soy una mujer valiente. Lejos de mí queda el elogio de la coherencia, pero soy una mujer culta. Echo de menos lo culto en España, porque ahora todo es una ofensa a los sentimientos religiosos o a su puta madre. El problema no es la ofensa, sino quien se ofende. Deberían meter en la cárcel no a quien ofende, sino a quien se siente ofendido. ¡Pena de cárcel por cursi!
- Cuando decía que quería ser pobre, ¿deseaba un castigo? ¿Lo tomó como tal cuando la desahuciaron?
- No. Absolutamente, no. En mi generación, se identificaba lo rico con lo malo y lo pobre con lo bueno. Sin embargo, yo ligo la idea de consumo a la ordinariez, de la misma manera que ligo la idea de lo culto a la austeridad. Ésa es la base de mi vida: lo culto es una forma de ser austero en esta tierra. Cuando le digo a Lucía Lijtmaer lo de volver a ser pobre, me refiero a no volver a participar de la idiotez del consumo, porque me abruma. El progreso y la evolución están bien hasta que aparecen las nuevas tecnologías, que nos obligan a participar en el ocio. Yo soy marxista y el ocio no me interesa nada. Busco la belleza y el equilibrio.
- No es consumista, pero sí hedonista.
- No, aunque puedo disfrutar. Tengo una base muy hedonista, como toda hija de familia rica a la que le gusta disfrutar de los placeres. Sin embargo, me produce mayor satisfacción la austeridad que el hedonismo. Y la estricta definición de la belleza, que el desparrame del consumo.
- En definitiva, salió a buscar a sus muertos para no matarse, para saber quién era, para ver si esa pesquisa sanaba. ¿Pero sanar de qué?
- De lo mío [risas]. Llevaba muchos años haciéndome daño. Tenemos dos daños básicos: uno es un daño íntimo y el otro, compartido. He tenido una cierta tendencia a la autolesión: no a hacerme rajitas en el brazo, sino a la humillación y a la infravaloración. De hecho, casi todas las mujeres de mi generación lo tenemos, porque si no no habría sido tan brutal el machismo contra nosotras. Y luego hay una construcción generacional de la autolesión, porque nosotros nos matábamos alegremente. Yo me he encontrado con chicos muertos con la chuta en Zaragoza, en San Sebastián, en… A mi pareja no le queda ningún amigo vivo de su quinta. Los que no se cargó la heroína, los remató la cocaína. ¿Por qué no nos hemos preguntado qué es eso?
- ¿Y su herida? ¿Está cicatrizando?
- Ya no está. ¡Ya no está! Ya no está… Y si estuviésemos en la película Drácula, de Bram Stoker, dirigida por Francis Ford Coppola, a todos los miembros de mi familia y a sus allegados empezarían a cicatrizarle sus heridas sin darse cuenta: ¡ssssssssh! Hay algo boscoso y vegetal que presta su humedad a los campos secos donde nada podía curarse. Y este relato lo cura, porque no es un relato burdo, ni culpabilizador, ni que juzgue a nadie. Todo relato se consigue para pertenecer, y yo pertenezco a este relato.
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Presentación de la novela Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama).
Cristina Fallarás conversa con las escritoras Marta Sanz y Lucía Lijtmaer.
Jueves, 1 de marzo, a las 19.30 horas.
Librería Traficantes de Sueños (calle Duque de Alba,13. Madrid)
Entrada libre. Aforo limitado.
HENRIQUE MARIÑO - publico.es
Cristina Fallarás ha cubierto el silencio de palabras.
Ha cogido la pala y rellenado los huecos. Los vacíos. Los agujeros negros.
Fallarás necesita mucha arena y mucho cemento, necesita tanta agua para revestir el secreto de su familia, que es un spoiler impertinente: su padre terminó casándose con la hija de su verdugo. Hay matices, pero, sobre todo, brocha gorda. Parece que Cristina —hay otra Cristina en la novela, aunque esa es otra historia— escribe para curarse. Cada libro, novela y ensayo, una tirita. ¡Vaya que no hay heridas!
Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama) no es una novela. No es un reportaje. No es una crónica. No es una investigación. No es una entrevista. No es un monólogo. No es un diario. No es un making of. No es una memoria; tampoco histórica. Pero podría ser todo ello, cada cosa, o nada: una inmersión sin bombona; acaso una exhumación.
Fallarás lo negará todo: es una novela. A Fallarás le interesa la forma, el artificio, el estilo.
La literatura.
La belleza.
Fallarás niega la mayor y no vamos a ser nosotros quienes le llevemos la contraria.
“Hay de todo, pero es una novela, en tanto en cuanto es una construcción literaria. No es un documento, sino un acto literario: íntimo y profundamente impúdico, porque me interesa mucho la impudicia. Y, sobre todo, un acto de belleza, porque en el trabajo de la novela la estética está por encima de lo íntimo. Mi trabajo es amor y belleza. La memoria soy yo, no forma parte de mi trabajo. Y eso es muy difícil de explicar, porque mi ser es político. ¿Me explico? Yo soy política. Sin embargo, si no consigo alcanzar la belleza con mi trabajo, no vale de nada”.
Fallarás, un día, se miró al espejo y no se reconoció. ¿Quién era? Su abuelo materno, Pablo Sánchez (Juárez) Larque, nieto de Benito Juárez, presidente de México, casado con una aristócrata navarra y héroe de la guerra —Cristina no quiere hablar de la guerra civil: bastante tiene con las suyas—, tuvo que pegarle un tiro a un espejo cuando vio el reflejo de la sombra de lo que había sido. Fallarás se echó a andar —“Me llamo Cristina y he salido a buscar a mis muertos”— y enfiló el silencio. Esta es una novela sobre el silencio. Y Fallarás hace ruido.
¿La sinopsis? Hay cliffhangers, hay jumping the sharks, hay flashbacks, o flashforwards, o como se llamen: maldita palabrería hueca, esto es una novela. Hay un andamiaje literario para que la historia enganche, resulte atractiva, incite a seguir adelante, como la protagonista —Fallarás siempre es la protagonista—. Y bajo esos ropajes, dos historias: Cristina en busca de sus muertos, que en realidad es Cristina en busca de sí misma; y la historia de una familia que calla y de otra que saca pecho, muy dos Españas, la saga familiar de los Fallarás y la de los Sánchez, la de los vencidos y la de los vencedores, ¿a usted le gusta el rojo o el azul?
“¿Yo? El rojo, claro”.
Quizá no sea necesario esbozar la historia, pero es ésta, de aquí viene ella:
Zaragoza, hace tiempo.
Sus abuelos paternos, Presentación Pérez y Félix el Chico, tramoyista. Un tramoyista de la UGT. Hace tiempos convulsos.
Los maternos, María Josefa Íñigo Blázquez y Pablo Sánchez (Juárez) Larque, nieto de Benito Juárez, presidente de México. Alférez cuando las tapias, coronel en los años que siguieron al de la victoria y a los triunfales, luego mutilado de guerra y abogado fuerza viva.
Lo que pasa desde que el coronel se va a la guerra —o hace la guerra— hasta que Félix Fallarás, su padre, le pide la mano a María Jesús, su madre, viene en el libro. Apenas un detalle: nadie sabe quién es quién, ni víctimas ni verdugos. No triunfa el amor, que también, sino una desposesión de lo viejo y una nueva pertenencia: él a ella, ella a él. Bendito el fruto de tu vientre: Cristina.
Ojo, esto no es —sólo— un relato de abuelos, pues subyace un matriarcado en ambas familias, original o sobrevenido. Sobrevenido porque a Presentación le matan a su hombre y tiene que sacar adelante ella sola a sus dos hijos. Limpiará baños, los baños del teatro, y extenderá la mano para que el público del teatro —el teatro de Félix el Chico, el tramoyista, el que se llevaron de su casa a culatazos, el de la tapia del cementerio de Torrero— le alcance unas monedas. Vestirá a coristas. Trabajará como una esclava. Y, sobre todo, estará callada.
- Su padre se casó con la hija del militar asesino de su abuelo, y usted se crio en esa familia. La heredera de la víctima y del verdugo...
- Ahora soy heredera de ambos. Hasta hace poco sólo era heredera de uno. Yo soy hija y nieta del franquismo: de la riqueza, del expolio, del dolor infligido, de la comodidad que brindaba crecer y vivir con los ganadores… No me di cuenta de esto cuando me desahuciaron, porque mi compromiso social viene de mucho antes. Aunque es cierto que su elaboración teórica tiene que ver con mi empobrecimiento radical. Hasta que no tuve nada que perder, no pude enfrentarme a ello.
- ¿Ha tenido alguna vez la sensación de que fue secuestrada por el enemigo? O sea, por sus abuelos nacionales, los ganadores.
- No. Yo soy los enemigos. Tengo la soberbia de los enemigos. Tengo el arrojo de los enemigos. Tengo la confianza en mí misma que me ofrece haber pertenecido a quien ganó. Mi conflicto no es de clase, sino teórico, práctico y político. Yo soy el enemigo.
- La úlcera del bando nacional.
- Exacto [guiña el ojo; a veces, Fallarás también arquea la ceja, como la abuela María Josefa cuando sonreía]. Yo soy al que me enfrento.
- ¿Se ha sentido alguna vez culpable por el asesinato de su abuelo Félix?
- No. Es que mi abuelo Félix no existía. De hecho, acaba de nacer. No es que me hurtaran a un abuelo, es que jamás lo eché de menos. Si no construyes la idea de un abuelo, no te duele su ausencia.
- En su honor, ¿fomentaría, impulsaría o aprobaría una ley que perjudicase a sus abuelos maternos?
- Yo estoy a favor de eso sin la memoria de ningún abuelo, y llevo tiempo practicándolo. Incluso le daría la bienvenida a una medida que me perjudicara a mí misma. Yo estoy a favor de una ley que me quitara las propiedades que pudiera recibir en cualquier momento. ¿Me explico? Yo soy heredera de eso.
Otro pequeño detalle, que encierra un mundo: cuando Félix Fallarás —el hijo del cabecilla de la UGT que cae en la tapia de Torrero, ante un pelotón de fusilamiento entre el que se contaba su abuelo materno— se presenta a la Jefa, la que sería su suegra, María Josefa, ésta le pregunta: "Y tú, hijo, ¿cuánto ganas?". No le pregunta cuánto tiene, porque tener, ya tiene ella, y porque sabe que él nada tiene. No es lo mismo tener que ganar; la riqueza vieja, que la nueva riqueza; lo heredado, que lo sudado.
El sudor huele.
El empleado le dice lo que gana en el banco, donde había conocido a la que será su esposa, y la futura suegra le responde: "Con eso mi hija no tiene ni para papel higiénico". Fallarás cuenta tanto en tan poco: hay fogonazos en la novela que esbozan en un par de líneas la historia de media España, no importa cuál.
Escribe Cristina en el libro: "El joven Félix Fallarás quería casarse con la hija de la Jefa y el coronel, qué osadía, quería casarse él, un hijo del hambre, un hijo de la muerte merecida, un nieto del teatro y el socialismo".
Capuletos y montescos. Flamencos y tarantos. Una ocurrencia boba que la autora desecha. “Mis padres deciden dejar de pertenecer y se agarran el uno al otro de tal modo que lo que yo heredo como hija es el mandato de ser contra viento y marea”.
Claro, pero el pasado…
“Mis padres se aman con un amor esférico, absoluto, compacto, inabarcable… Mi hermana y yo hemos conseguido a duras penas rebotar contra él”.
Pasa que no hay pasado. No hay memoria. Apenas silencio. ¿Hemos dicho ya que el libro trata precisamente de eso? Cristina hace sonar la bocina:
“Un abuelo rico y fascista. Un hijo de la represión, del asesinato, de la pobreza y del socialismo. Ninguno de ellos sabe cuál es la historia del otro”.
- ¡Silencio, se rueda!
- ¿Cómo se explica si no que arrasaran con los logros de la República, que hubiese una guerra, que durante cuarenta años no pasara nada y que en los siguientes cuarenta no se haya recuperado lo anterior? ¿Cómo se explica? Los mataron a todos. Las mataron a todas. Arrasaron la inteligencia y el pensamiento de España. ¡Tierra quemada! Y lo que una hace es cerrar las piernas para que no te rompan el coño. Tienen cojones estos [piiiiiiiii] del PP y del franquismo para darnos luego a leer a Machado y a Lorca...
- Doble victoria: la de la guerra y la del mutismo.
- Triple victoria: la de la guerra, la del silencio y la de la democracia. ¿Qué está pagando el PP con nuestro dinero? ¡Una mierda está financiando el partido! Está destinando nuestro dinero a las empresas del Ibex, que siguen siendo franquistas: Villar Mir, Martín Villa… No nos engañemos: seguimos pagando el franquismo cuarenta años después.
Igual que hay dos historias en la novela, hay varias formas de contarlas. Primero, la narración alterna, en tiempo presente. Luego, lo que Fallarás llama el novelón decimonónico. Finalmente, la prosa poética que nos lleva adelante y atrás.
Cristina se echa a la carretera, sin nada en los bolsillos. "Andar como la única forma de recuperar la humanidad. También como una manera de tomar las riendas, de enfrentar todo esto", escribe. Emprende el camino en busca de sus muertos, walking dead.
Desanda la amnesia.
“Esta novela no habla sólo del silencio, sino de la construcción del silencio. Un silencio impuesto. Cuando se me fue el suelo de los pies y me quedé en el aire, escribí este relato para pertenecer”.
“¿A qué pertenecemos? ¿Qué somos?”
“Somos memoria”.
“No somos realidad, somos memoria”.
Sin embargo, Cristina no quiere hacer memoria histórica, aunque claro que la ha hecho. Dice, como quitándole peso: “El pasado puede ser cualquier cosa”. Y se quita un peso.
“Entendí que me habían robado una parte”.
El abuelo asesinado que purgó el pecado del padre. Doblemente mártir.
“Decir que no conviene remover las heridas es muy actual. Durante los cuarenta años de franquismo, nadie decía eso porque no era necesario”.
Cristina hace memoria sin pretender hacer memoria.
“Primero mataron a todos. Y luego le negaron la sexualidad a las viudas jóvenes”.
Fallarás es feminismo sin ir de feminista.
“Es muy bestia, ¿eh?”.
Así todo.
- ¿Cree que se hablaba o se habla más de lo que pasó en la guerra civil en las familias nacionales que en las republicanas?
- Me importa un pito la guerra civil. El problema no es la guerra civil, sino la construcción del franquismo y de la democracia franquista, que nos obliga a interpretar los últimos cien años como una guerra civil. ¡No, compañero, no! La guerra civil sólo duró tres años. Y luego ya no hubo hombres: ni maestros, ni científicos, ni políticos, ni empresarios, ni nada.
- Pero su familia paterna callaba, mientras la materna contaba batallitas.
- La familia de mi madre lo contaba todo entre risas. No les importaba reconocerse como asesinos o criminales, porque hay un orgullo básico y ni siquiera lo consideran crimen. De mi padre heredé el silencio, y este libro es un acto para que mis hijos no lo vuelvan a heredar.
Pese a todo —pese a quien pese, decía Aznar—, en la novela no se juzga a nadie. “Ni a las personas, ni sus intimidades, aunque sí juzgo la construcción política que nos hurta una parte de lo que somos y, con ello, asesina una parte de nosotros”.
“Yo no violento nada. En este libro no hay revolución”.
Cuando escribió la última palabra, “vivos”, se lo entregó a sus padres y les dijo: “Si no queréis que lo publique, inmediatamente lo quemo”. Los libros de Cristina arden mal.
Abro comillas.
Somos memoria. Y en España nos han cercenado la memoria. Un pequeño núcleo de valientes la reivindica, si bien la inmensa mayoría tiene una herida que se le pudre de noche en la cama y que dejará en herencia a sus hijos. Es como el Me Too. Yo puedo decir: “Estoy en contra de la violencia machista”. Pero hasta Inés Arrimadas está en contra de la violencia machista, you know what i mean… Otra cosa es decir: “Hola, ¿qué tal? Me llamo Cristina Fallarás y a mí también me violaron”. Tres veces, que yo recuerde. Y alguna más, ciega. Y, de repente, millones de mujeres dicen: “Hola, me llamo…”. La conciencia de clase que genera el relato íntimo evidenciado elimina la abstracción. De nada vale decir que estás en contra de la violencia machista o a favor de la memoria histórica. Hay que decir: “Hola, ¿qué tal? Me llamo Cristina Fallarás y mi abuelo materno era un hijo de puta, y yo también soy una hija de puta como digna heredera de mi abuelo”. Y no es verdad que las escritoras de izquierdas seamos todas estupendas. Este libro es un Me Too, porque estoy hasta las tetas de ciertas historias de la pretendida izquierda que retrata el franquismo. Parece que si eres escritor y de izquierdas, das por hecho la bondad. Yo no soy buena, y tampoco quiero ser buena: quiero ser yo.
Cierro comillas. Las comillas son de Cristina.
- Tapa temores con cada libro. Cubre con palabras el silencio. Se construye cuando ciega cada agujero negro.
Todo soy yo, ¿qué podría ser? Pero es una excusa.
- ¿No se siente más libre?
No. Cada día escribo mejor. No me interesa lo que cuento, sino cómo lo cuento, y no estoy frivolizando. Lo que cuento es una excusa para crear belleza. No he querido hacer un libro político, sino literatura. Hago una labor de orfebre y, jugando con el lenguaje, creo dolor y creo placer.
- Los hijos y nietos del franquismo heredan el sufrimiento de sus padres y abuelos, según Clara Valverde. Llega a través de la periodista Elena Cabrera tanto a ella como a su libro Desenterrar las palabras. Transmisión generacional de la violencia política en el siglo XX del Estado español. En él, describe que esos hijos y nietos son víctimas de adicciones, anorexia, inseguridad, miedos, suicidios... ¿Explica eso sus demonios?
- Claro. Aunque mis demonios son injustificables. ¿Me agarro a eso porque soy nieta o me aprovecho de ello? Ahí hay un juego. Yo me he drogado hasta las cachas, como todos los de mi generación. Yo he vivido situaciones de violencia imperdonables, y las he permitido. Yo he sufrido agresiones sexuales imperdonables, y las he permitido. Y mi generación moría en los billares, debajo de la mesa con la chuta en el brazo. Puedo agarrarme a eso para justificarlo, pero me niego a frivolizarlo. Desde que escribí esta novela, no permito la frivolidad ni el cinismo sobre aquello que nos ha convertido en basura. Porque somos basura. Ahora mismo, estamos tomando esta copa y pergeñando una entrevista en un diario de izquierdas porque vivimos en un pequeño mundo blanco, masculino, obeso y triste, en cuyas fronteras agonizan millones de personas. Y mientras bebemos, no nos preocupa eso.
- Hace años, en una fiesta que montó en su casa, con la bañera llena de hielo y botellas de champán francés, le confesó a una amiga: "Joder, quiero volver a ser pobre". Luego la desahuciaron. ¿Ha merecido la pena?
- Claro, por supuesto. Mis hijos entendían mejor la vida en la cabaña donde nos refugiamos tras el desahucio, robando en los huertos para comer, que la actual vida en Madrid con ciertas comodidades. Porque, pese a tener cuatro trabajos, no hay semana a fin de mes en la que no comamos otra cosa que arroz blanco con huevos fritos.
- ¿Cree que, pese o gracias a esas vicisitudes, sus hijos tendrán una mejor educación que la que recibió usted?
- ¡Madre mía, indudablemente! Aunque también la habrían tenido sin ese dolor. Mírame a los ojos: “Hola, me llamo Cristina Fallarás y me gustaría ser hija mía”. No soy una mujer limpia, ni buena, pero soy una mujer valiente. Lejos de mí queda el elogio de la coherencia, pero soy una mujer culta. Echo de menos lo culto en España, porque ahora todo es una ofensa a los sentimientos religiosos o a su puta madre. El problema no es la ofensa, sino quien se ofende. Deberían meter en la cárcel no a quien ofende, sino a quien se siente ofendido. ¡Pena de cárcel por cursi!
- Cuando decía que quería ser pobre, ¿deseaba un castigo? ¿Lo tomó como tal cuando la desahuciaron?
- No. Absolutamente, no. En mi generación, se identificaba lo rico con lo malo y lo pobre con lo bueno. Sin embargo, yo ligo la idea de consumo a la ordinariez, de la misma manera que ligo la idea de lo culto a la austeridad. Ésa es la base de mi vida: lo culto es una forma de ser austero en esta tierra. Cuando le digo a Lucía Lijtmaer lo de volver a ser pobre, me refiero a no volver a participar de la idiotez del consumo, porque me abruma. El progreso y la evolución están bien hasta que aparecen las nuevas tecnologías, que nos obligan a participar en el ocio. Yo soy marxista y el ocio no me interesa nada. Busco la belleza y el equilibrio.
- No es consumista, pero sí hedonista.
- No, aunque puedo disfrutar. Tengo una base muy hedonista, como toda hija de familia rica a la que le gusta disfrutar de los placeres. Sin embargo, me produce mayor satisfacción la austeridad que el hedonismo. Y la estricta definición de la belleza, que el desparrame del consumo.
- En definitiva, salió a buscar a sus muertos para no matarse, para saber quién era, para ver si esa pesquisa sanaba. ¿Pero sanar de qué?
- De lo mío [risas]. Llevaba muchos años haciéndome daño. Tenemos dos daños básicos: uno es un daño íntimo y el otro, compartido. He tenido una cierta tendencia a la autolesión: no a hacerme rajitas en el brazo, sino a la humillación y a la infravaloración. De hecho, casi todas las mujeres de mi generación lo tenemos, porque si no no habría sido tan brutal el machismo contra nosotras. Y luego hay una construcción generacional de la autolesión, porque nosotros nos matábamos alegremente. Yo me he encontrado con chicos muertos con la chuta en Zaragoza, en San Sebastián, en… A mi pareja no le queda ningún amigo vivo de su quinta. Los que no se cargó la heroína, los remató la cocaína. ¿Por qué no nos hemos preguntado qué es eso?
- ¿Y su herida? ¿Está cicatrizando?
- Ya no está. ¡Ya no está! Ya no está… Y si estuviésemos en la película Drácula, de Bram Stoker, dirigida por Francis Ford Coppola, a todos los miembros de mi familia y a sus allegados empezarían a cicatrizarle sus heridas sin darse cuenta: ¡ssssssssh! Hay algo boscoso y vegetal que presta su humedad a los campos secos donde nada podía curarse. Y este relato lo cura, porque no es un relato burdo, ni culpabilizador, ni que juzgue a nadie. Todo relato se consigue para pertenecer, y yo pertenezco a este relato.
Presentación de la novela Honrarás a tu padre y a tu madre (Anagrama).
Cristina Fallarás conversa con las escritoras Marta Sanz y Lucía Lijtmaer.
Jueves, 1 de marzo, a las 19.30 horas.
Librería Traficantes de Sueños (calle Duque de Alba,13. Madrid)
Entrada libre. Aforo limitado.
La Generalitat concede miles de euros al colegio de un grupo ultracatólico que promueve el 'martirio' de sus fieles
El centro educativo Corazón Inmaculado de María es dirigido con mano de hierro por la Sociedad Misionera Cristo Rey
El sacerdote Manuel Martínez Cano
lleva tiempo dándole vueltas a una idea estrambótica. Cada día que
pasa, está más convencido de que Franco es un santo. Sí, un santo. Así
lo defiende en sus escritos, redactados bajo el mismo techo en el que se
forman cerca de 300 niños y jóvenes catalanes. Además de defender la
santidad del sanguinario dictador, Martínez Cano figura como "asesor de
dirección" en el colegio Corazón Inmaculado de María (CIM), una entidad privada que se encuentra en el municipio de Sentmenat, a unos 40 kilómetros de Barcelona.
El gigantesco edificio que perteneció alguna vez a los Salesianos es hoy la principal apuesta educativa de la Sociedad Misionera Cristo Rey,
uno de los grupos más ultras que se refugian en la Iglesia Católica. De
hecho, el centro ubicado sobre la Carretera Castellar también sirve de
sede administrativa de la Fundación Padre Piulachs -que tiene la
titularidad del colegio-, así como de la ultraconservadora Unión Seglar
de San Antonio María Claret y su rama juvenil, la no menos
fundamentalista Asociación de la Inmaculada y San Luis Gonzaga,
encargada de organizar los campamentos de verano que ofrece el colegio
de Sentmenat.
El sacerdote Manuel Martínez Calvo
En su "promesa" –algo así como una declaración de
intenciones que deben asumir al incorporarse al grupo-, los jóvenes de
esa asociación juran que defenderán "intrépidamente la Fe católica y los
derechos de Dios, sin temor a quedarme solo en su defensa", además de
"amar sin reserva a España, mi Patria, la nación de eterna Cruzada,
relicario de santidad, sublime escuela de tradiciones". También prometen
"honrar la memoria de los mártires de España que ofrecieron su vida por
una España católica", así como "seguir sus pasos hasta el sacrifico
supremo y el martirio si preciso fuera, y luchar contra las sociedades
secretas y la masonería, así como contra el liberalismo, el socialismo y
el comunismo, enemigos del Reino de Dios".
Cada verano, los jefes de ese grupo se llevan de
colonias a los niños y adolescentes que acuden al colegio. "El lugar
escogido este año ha sido Les Mines d'Ossor, en Girona. Los niños
pasaron unos días inolvidables envueltos de un paisaje precioso",
anunció el centro desde su página web. Se trata de una de las ofertas
incluidas en su paquete educativo, basado en un estricto apego al
fundamentalismo religioso y patriótico.
Entre otros aspectos, el ideario de este colegio
incluye "la valoración y aprecio de la historia y de todas las
tradiciones hispánicas". "De modo muy especial, valorará el legado de
Cataluña y del pueblo catalán, a lo largo de la historia, a la común
tradición de las Españas, así como el conocimiento de la lengua catalana
y el aprecio a la genuina catalanidad", destaca. Sus responsables
aseguran que "de las aulas de este Colegio de la Virgen han salido siete
monjas de vida contemplativa, tres religiosas, cuatro misioneros de
Cristo Rey, dos religiosos y un sacerdote", además de "médicos,
abogados, ingenieros, farmacéuticos, enfermeras, maestros, arquitectos,
químicos, un juez, una fiscal y muchos trabajadores honrados y
emprendedores".
"El éxito de la educación del Colegio no quiere
medirse en logros académicos solamente, sino por el servicio a la
sociedad, a la Iglesia, a la Patria, a todos los hombres, para construir
un mundo nuevo, más justo, más digno del hombre, es decir, para la
realización del reinado social de nuestro Señor Jesucristo", declara en
otro apartado.
Ayudas públicas
Según ha podido comprobar Público, este centro educativo ha recibido numerosas subvenciones del área de Enseñanza de la Generalitat de Catalunya.
Las ayudas han sido solicitadas amparándose en el servicio de guardería
de 0 a 3 años que ofrece el centro y al que este año acuden 11 niños.
De acuerdo a lo publicado en el Boletín Oficial de la administración
catalana, entre 2009 y 2017 el colegio ultracatólico ha cobrado 87.968
euros a través de distintas subvenciones, todas ellas dirigidas a la
"escolarización de niños de cero a tres años en las guarderías
infantiles de titularidad privada de iniciativa social".
Fuentes del Departamento de Enseñanza de la
Generalitat señalaron a este periódico que las ayudas concedidas al
Colegio Corazón Inmaculado de María se ubican en el capítulo destinado a
las guarderías privadas que funcionan en Catalunya, al tiempo que
argumentaron que el importe monetario –que ha variado cada año- va en
relación al número de niños matriculados en cada curso lectivo. Al
tratarse de un centro privado –no concertado-, el colegio ultracatólico no puede acceder a otro tipo de ayudas para el resto de cursos que
se imparten en su centro de Sentmenat y que abarcan hasta segundo de
bachillerato. La cuota de la guardería –sin incluir servicio de comedor o
autocar- asciende a 276 euros mensuales, mientras que el alumnado a
partir de tres años paga 217 euros al mes.
La falda por debajo de la rodilla
Las niñas y niños que se forman allí tienen que
cumplir unas normas muy estrictas, sobre todo en el periodo de la
adolescencia. Así consta en una de las actas enviadas a principios de
curso a las familias de los aproximadamente 300 alumnos matriculados.
“Lo primero de todo, les daré algunas advertencias, como recuerdo, para
que Vds. las tengan muy presentes durante todo el curso respecto al
uniforme de sus hijos”, señalaba en su nota el director de esta
institución, el sacerdote y miembro de la Sociedad de Cristo Rey, Antonio Turú Rofes.
Según advierte el religioso, las chicas deben llevar
faldas que cubran las rodillas. No pueden usar "pañuelos en el cuello"
ni lucir colgantes. Están terminantemente prohibidos los piercings y el
cabello debe llevarse “sin teñir ni mechas, y recogido en el colegio”. Tampoco podrán pintarse las uñas ni llevar el polo o camisa por fuera de la falda.
En el caso de los chicos, se repite la prohibición de usar pendientes y
se les obliga a acudir "diariamente afeitados". El cabello debe lucirse
corto, "sin cortes ni colores que rompan la estética y la dignidad del
uniforme".
"Franco fue santo"
Mientras el sacerdote Turú escribía estas normas, su número dos seguía adelante con la defensa del franquismo. Se trata del Padre Manuel Martínez Cano, asesor del colegio y promotor de la santidad del dictador. "Franco fue santo. Indiscutiblemente", escribió hace ya algunos años en su blog personal. Martínez Cano es posiblemente uno de los religiosos más activos en Twitter, donde habitualmente deja mensajes cortos y contundentes. "La democracia es muerte consensuada: aborto, eutanasia…"; "Franco legisló siempre respetando el Orden Natural, establecido por Dios..." o "la democracia moderna es la rebelión de los partidos políticos contra Dios" son algunos de sus últimos e impactantes tuits.Las raíces de nuestra cultura son cristianas, porque, si querías tener otras te quemaban en la hoguera
Richi VG ha compartido la publicación de Herminia Garcia Galan. · 27/3/2018
Herminia Garcia Galan 20 de marzo
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OTRA COSA: V Andada de Sobrepuerto. 30Junio y 1Julio 2018
jueves, 29 de marzo de 2018
El cocido, de Juan José Millás
Pero los oprimidos preferimos jugarnos la vida por entidades fantásticas como Dios o la patria antes que por un pedazo de pan tan real como nuestra hambre. Juan José Millás 24-11-2017 https://elpais.com/elpais/2017/11/23/opinion/1511448954_533734.html
Si los dos millones de seres humanos que en Cataluña han salido a la calle por la independencia se hubieran unido para enfrentarse a la desigualdad y a la pobreza, habrían provocado en el mundo y en el resto del Estado una cantidad tal de adhesiones que España sería hoy un modelo de progresismo. Nos hallaríamos de golpe en la vanguardia de un movimiento imparable de trabajadores que cumplirían el viejo sueño del internacionalismo obrero. Por desgracia, quienes continúan más unidas que nunca son las fuerzas del capital y de la reacción. Pero los oprimidos preferimos, y esto resulta una rareza histórica increíble, jugarnos la vida por entidades fantásticas como Dios o la patria antes que por un pedazo de pan tan real como nuestra hambre. De acuerdo, no se amontonen, servidor no es un buen ejemplo de oprimido. Hago tres comidas al día y aún puedo encender la calefacción, además de disponer de tribunas como la de este periódico en donde se me permite decir lo que quiera (¡lo que quiera!) siempre y cuando mantenga unos niveles de cordura que este texto no rebasará. Pero del mismo modo que a otros les dolía España, a mí me duelen los mendigos, los explotados, los menesterosos, los jóvenes sin horizonte, las clases medias venidas a menos y los enriquecimientos repentinos, fruto de la especulación o de la evasión de impuestos, y no del sudor de la frente.
Imaginemos, pues, que las cantidades de soberanismo puestas en marcha durante el procés se transformaran en energías solidarias que, en vez de alimentar a Rajoy (y de rebote, a Puigdemont o a Mas), hubieran creado un caldo de cultivo para unir a los perdedores del sistema. Pero donde haya una bandera vistosa o un Dios airado, que se quite el cocido de los jueves.
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OTRA COSA: 14 comunidades autónomas se unen para coordinar acciones de memoria histórica ante la pasividad del Gobierno
Si los dos millones de seres humanos que en Cataluña han salido a la calle por la independencia se hubieran unido para enfrentarse a la desigualdad y a la pobreza, habrían provocado en el mundo y en el resto del Estado una cantidad tal de adhesiones que España sería hoy un modelo de progresismo. Nos hallaríamos de golpe en la vanguardia de un movimiento imparable de trabajadores que cumplirían el viejo sueño del internacionalismo obrero. Por desgracia, quienes continúan más unidas que nunca son las fuerzas del capital y de la reacción. Pero los oprimidos preferimos, y esto resulta una rareza histórica increíble, jugarnos la vida por entidades fantásticas como Dios o la patria antes que por un pedazo de pan tan real como nuestra hambre. De acuerdo, no se amontonen, servidor no es un buen ejemplo de oprimido. Hago tres comidas al día y aún puedo encender la calefacción, además de disponer de tribunas como la de este periódico en donde se me permite decir lo que quiera (¡lo que quiera!) siempre y cuando mantenga unos niveles de cordura que este texto no rebasará. Pero del mismo modo que a otros les dolía España, a mí me duelen los mendigos, los explotados, los menesterosos, los jóvenes sin horizonte, las clases medias venidas a menos y los enriquecimientos repentinos, fruto de la especulación o de la evasión de impuestos, y no del sudor de la frente.
Imaginemos, pues, que las cantidades de soberanismo puestas en marcha durante el procés se transformaran en energías solidarias que, en vez de alimentar a Rajoy (y de rebote, a Puigdemont o a Mas), hubieran creado un caldo de cultivo para unir a los perdedores del sistema. Pero donde haya una bandera vistosa o un Dios airado, que se quite el cocido de los jueves.
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OTRA COSA: 14 comunidades autónomas se unen para coordinar acciones de memoria histórica ante la pasividad del Gobierno
Tabú: que nadie hable de las muertes por sobredosis
Mikel Tar Orrantia Diez · 7/2/2018 Retweeted Alejandro Torrús (@ATorrus):
No sé si lo que prefieren es que el tema siga siendo tabú, que nadie
hable de las muertes por sobredosis y que todos miremos hacia otro lado.
Pero todos sabemos que la droga está ahí. En la alta sociedad y en los
barrios obreros, aunque los ricos siempre podrán pagar una clínica.
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OTRA COSA: El Cine Libertario CNT
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OTRA COSA: El Cine Libertario CNT
Defensa planea comprar nuevo armamento por más de 10.000 millones
Spanish Revolution y Unidos Podemos - Plataforma Ciudadana - han compartido un enlace.
El Ministerio de María Dolores de Cospedal llevará en las próximas semanas al…
cadenaser.com
- Porque dice Mariano Rajoy que no hay dinero para subir las pensiones y tú te lo crees.
Unidos Podemos - Plataforma Ciudadana - ha compartido la publicación de Irene Montero. Asco y repugnancia
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OTRA COSA: Los veinte alcaldes fusilados en Madrid en los inicios del franquismo
Miles de sevillanos acuden en masa a por uno de los trescientos mil jugosos subsidios que la Virgen les entrega
Pelayo Martín · 26/3/2018
Miles
de sevillanos acuden en masa a por uno de los trescientos mil jugosos
subsidios que la Virgen les entrega en compensación por el expolio de
los ERES...
Semana de alcaldes pasándose el laicismo por los forros
'La
voladura del laicismo institucional por los alcaldes y concejales viene
siendo tomada como un pecadillo venial aparejado inevitablemente al
cargo'
miércoles, 28 de marzo de 2018
La depresión como problema social y político
28 de
Febrero de
2018 http://ctxt.es/es/20180221/Politica/17965/Jose-A-Llosa-Workforall-depresion-politica-social-trastorno.htm Jose A. Llosa. Equipo de investigación Workforall, Universidad de Oviedo
Tras el programa de Salvados, “Uno de cada cinco”, los artículos sobre depresión se amontonan en los medios de comunicación. La finalidad del programa de La Sexta respondía a la necesidad de visibilizar el fenómeno, y este objetivo parece cumplido. O al menos parece que se está cumpliendo. Y la visibilidad del sufrimiento supone una buena noticia, porque conciencia sobre una problemática que merece respeto, espacio para el que la padece, y una comprensión que no siempre encuentra. O no siempre le damos. Habitualmente, con lo que la persona que experimenta depresión se encuentra suele ser con el reproche y la incomprensión fruto del desconocimiento.
Sin embargo, hablar sobre depresión resulta mucho más complejo de lo que parece a simple vista. Ya no sólo porque existe la necesidad de establecer una línea divisoria muy clara entre lo que se entiende coloquialmente por depresión y lo que se entiende en términos clínicos, sino también porque se hace necesario reflexionar de manera muy profunda sobre la etiología del trastorno: un afrontamiento médico o una comprensión relacional y social. Ahí se establece un choque importante, dentro del cual el reportaje de Salvados, de una manera intencional o no, presentó una perspectiva muy alineada con el campo biologicista, que comprende el trastorno psicológico como enfermedad.
Al pensar en la depresión, la primera duda que uno se plantea es si debemos hablar de “enfermedad” o de “trastorno”Al pensar en la depresión, la primera duda que uno se plantea es si debemos hablar de “enfermedad” o de “trastorno”. El pasado junio se celebró en la ciudad de Oviedo el III Congreso Nacional de Psicología. El coloquio tras una mesa redonda titulada “Estigma y enfermedad mental” se abrió precisamente haciendo alusión al propio término. ¿No supone hablar de “enfermedad mental” un elemento estigmatizante en sí mismo? Los ponentes explicaron rápidamente la situación con la que la práctica profesional de la psicología choca día a día, especialmente cuando se interviene en ámbitos de escasos recursos: hablar en términos de enfermedad, en lugar de en términos conductuales y relacionales, supone una concesión que la psicología hace al modelo médico. Modelo que le es ajeno. Explicaban que esta concesión responde a su necesidad práctica de lograr una comunicación comprensiva con agentes sociales. Profesionales de intervención muy activa, como los que organizaban la mesa, necesitan ir a la búsqueda del apoyo de instituciones, al tiempo que precisan de la atención de la población. Cualquier institución o persona ajena a las ciencias Psi- comprende con mayor facilidad qué objetivo se persigue al hablar de “enfermedad” y no de “trastorno”.
Sin embargo, hablar de enfermedad, como decía, implica una concesión al modelo médico al permitir reducir la depresión, o cualquier trastorno psicológico, a los mismos términos que una afección vírica. Así, se enfoca como una dolencia médica, biológica, individual, de origen en este caso inespecífico y tratable con psicofármacos. Sin embargo, la depresión no se puede comprender teniendo en cuenta únicamente argumentos biológicos, ni mucho menos es exclusivamente individual, ni se soluciona con psicofármacos, que pueden aplacar los síntomas, pero no inciden en los factores que la desencadenaron. La clave de todo ello está en el origen, y el enfoque derivado del mismo: si se deja de buscar literalmente entre las neuronas y se comienza a indagar en el ámbito relacional de las personas, el origen de la depresión se torna específico rápidamente.
Cuando fuera de ámbitos profesionales se trata de deconstruir el modelo médico en la psicología resulta fácil proyectar una imagen de banalización de los trastornos psicológicos. Nada más lejos. Lo más tajante que se puede sacar en claro de toda la discusión actual sobre la depresión y los trastornos psicológicos está en la capacidad de despertar sentimientos empáticos respecto a estos procesos. Lograr transmitir el tremendo sufrimiento que supone para las personas atravesar un trance como este resulta un paso verdaderamente crucial. El hecho de que la depresión implique un genuino sufrimiento para la persona que la experimenta y su entorno representa un punto de partida común para todas las perspectivas de análisis posible. Sin embargo, la OMS estima que casi 2,5 millones de personas sufrieron depresión en España en 2015. Y estima también que la prevalencia de trastornos psicológicos de todo tipo se encuentra en crecimiento, y que lo hace “especialmente en países con mayor población de bajos ingresos”. Otro dato lo aporta Universidad de Granada y de la Escuela Andaluza de Salud Pública (EASP). Estos investigadores han mostrado recientemente que el empobrecimiento impacta directamente sobre la salud mental. En su investigación apuntan que más del 90% de personas analizadas, todas ellas víctimas de desahucio, experimentaba puntuaciones patológicas en depresión. Ante estos datos, el modelo médico carece de argumentos. ¿Cómo explica una perspectiva biologicista un incremento tal de las cifras de depresión? ¿Cómo argumenta el hecho de que varíe la prevalencia en función del contexto? ¿Cómo interpreta, sobre todo, que los trastornos psicológicos impacten más sobre unas clases sociales que sobre otras?
De este modo, parece clara la necesidad de enfocar la depresión a partir de términos relacionales. Igual que el periodista se hace las preguntas "qué", "quién", "cuándo", "dónde" y "por qué" en su trabajo. O debería hacérselas. El psicólogo, pertenezca a la corriente que pertenezca, cuenta, o debería contar, con la herramienta básica de la explicación de la conducta a partir de los antecedentes, la conducta y sus consecuencias. De esta forma, si la crisis económica ha disparado la prescripción de psicofármacos en las consultas de atención primaria, o si los problemas laborales relacionados con el estrés y el desgaste se relacionan con la aparición de depresión, en los antecedentes se ha de acudir también a estos elementos contextuales. Porque lo cierto es que es necesario que la intervención sobre la depresión se realice sobre los antecedentes y la conducta.
Cuando se habla de que la depresión causa un tremendo sufrimiento, resulta mucho más explicativo pensar en ese sufrimiento como un dolor social que como un dolor físicoEn torno a esta idea, Ian Parker, referente en las corrientes críticas con la psicología normativa, utiliza un término tremendamente útil: el dolor social. Cuando se habla de que la depresión causa un tremendo sufrimiento, resulta mucho más explicativo pensar en ese sufrimiento como un dolor social que como un dolor físico, incluso más explicativo que pensar en un dolor emocional. Los trastornos psicológicos son propios de un contexto: un lugar, un entorno y un momento concretos, con lo cual son la expresión de un dolor social, fruto de ese contexto y esas circunstancias.
En ese sentido, se observa que trastornos de identidad, como el trastorno de personalidad múltiple, harto conocido por su cualidad teatral, sucede en Norteamérica, pero apenas se desarrolla en Europa. Zygmunt Bauman, en sus teorías sobre la ética del trabajo, dispuso una capacidad quirúrgica para analizar las diferencias en procesos identitarios a ambos lados del Atlántico. Mostró cómo la ética del trabajo en Estados Unidos se hallaba relacionada con la realización personal, con la necesidad de crecimiento y con lo que se ha dado en llamar el “sueño americano”, mientras que en Europa tuvo más que ver con la consecución de derechos y estabilidad. El capitalismo significó así dos cosas diferentes en el mismo momento temporal para dos lugares distintos del planeta: en Estados Unidos significó una oportunidad personal de transformarse en una versión más exitosa de uno mismo, y en Europa una oportunidad para alcanzar estabilidad, en gran parte otorgada a través del proyecto social de un estado (o región). Exactamente lo contrario, y en ambos casos igual de fraudulento. Sin duda, bajo esta explicación social cobra sentido que el trastorno de personalidad múltiple sea algo localizado casi exclusivamente en Estados Unidos, donde encuentra mayor concordancia con su contexto social.
De esta forma, si el trastorno psicológico se comprende como fenómeno social (o psicosocial), el ánimo de intervención también debe serlo. La psicología clínica interviene sobre personas concretas, individuos o grupos muy pequeños, pero si los antecedentes son sociales, las ciencias del estudio de la conducta necesitan abrir sus miras, empoderadas, y proceder con una ambición transformadora de las relaciones. Un motor de cambio a todos los niveles, al ser la salud mental una cuestión de salud pública. Ya que es indudable que el hecho de acudir al incremento de prevalencia de trastornos junto a una prescripción de psicofármacos cada vez mayor esconde problemáticas sociales profundas e insidiosas que precisan una transformación integral.
Bajo esta óptica, cabe preguntarse qué papel juegan psicólogos y psiquiatras en la conformación de la realidad. Autores como Amparo Serrano, el psiquiatra Guillermo Rendueles o la intelectual Nancy Fraser hablan con claridad sobre este aspecto desde distintas perspectivas. Las ciencias psicológicas aportaron y aportan herramientas para crear y mantener discurso neoliberal, individualista y culpabilizante con las personas. A medida que las ciencias Psi- individualizantes han crecido en corpus explicativo, un mayor abanico de conductas se convierte en problemático. Este hecho, por ejemplo, ha venido transformando el conflicto social y laboral en un problema, y luego el problema en enfermedad. Se ha desnaturalizado así el conflicto social, arrebatándole su potencial transformador, para hacer de él una problemática individual, de la que evidentemente se responsabiliza (o culpabiliza) al propio sujeto. Un discurso muy convenientemente concordante con el de los poderes neoliberales, que se encuentra cómodo cargando sobre el ámbito privado lo que son dinámicas intrínsecamente públicas.
Comprender el trastorno mental como enfermedad lo desconecta de lo social, lo encierra en la intimidad, y lo afronta con una intervención meramente farmacológica que no ataja ni una sola de las circunstancias que desencadenaron ese proceso doloroso. Ante esta perspectiva, la responsabilidad de los poderes políticos es dar respuesta a los trastornos mentales en su perspectiva psicosocial, a través de legislación y recursos, y atendiendo a las conclusiones de la investigación. Esta es una reclamación que se está realizando a nivel internacional numerosas organizaciones relacionadas con el ámbito de la salud mental a través de la plataforma europea común EU Health Policy Platform.
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Jose A. Llosa. Equipo de investigación Workforall, Universidad de Oviedo.
«La pensión media de un jubilado autónomo no pasa de 700 euros»
¿Estás satisfecho con la Ley de Reformas Urgentes de Trabajo Autónomo?
No, por dos cuestiones: no hemos sido capaces de romper la brecha fiscal entre lo que tributan los autónomos personas físicas, y lo que tributan los autónomos a través de sociedades. Los primeros tienen mayor carga tributaria. Un señor con un pequeño kiosco en la puerta de un instituto paga más que una sociedad. Esta tiene una carga tributaria de un 17%, y el señor del kiosco, casi un 40%.
Pero la reforma se hizo el año pasado para mejorar la situación de todo el colectivo, no de una parte.
Hay algunos avances en la nueva ley. Por ejemplo, en un aspecto que desde UPTA hemos reclamado desde el principio. Imagina a dos fontaneros: uno es autónomo persona física, y el otro autónomo societario. Los dos realizan la misma actividad. Pero el primero no podía deducirse la manutención. Con la nueva ley, eso se ha solventado. Ahora, puede meter en gastos hasta 26,6 euros diarios de comida fuera de casa, y 48,08 si es en el extranjero. Pero por otro lado, la situación ha empeorado para los autónomos que realizan su trabajo en su lugar de residencia. Hasta ahora, podían deducirse luz, teléfono, etcétera, hasta el 30% de los gastos inherentes a su actividad. Ahora solo pueden deducirse, como máximo, el 9%.
Es una de cal y otra de arena.
Más bien de cal y punto. Porque en materia fiscal, la conclusión es que la situación empeora para los 200.000 autónomos que realizan su actividad en su vivienda. Para que te hagas una idea: un autónomo con una vivienda de 100 metros cuadrados que dedica 20 a su actividad, se deduce como máximo 90 euros por cada mil ganados. Antes, de cada mil se deducía 300.
¿Hay algún avance en esta ley?
Algunos. Que se incluya en la prestación el accidente in itinere. Llevábamos reclamándolo hace tiempo, y lo hemos logrado, pero es un tema residual. Porque los autónomos no tenemos datos de siniestralidad laboral muy elevados. Es cierto que hay pequeños accidentes, pero no se acude a la mutua muchas veces, porque el tiempo para un autónomo es oro, y no se puede permitir el lujo.
La tarifa plana [los que se den de alta por primera vez pagarán una cuota reducida de 50 euros durante 12 meses] es una supuesta mejora, pero ha creado controversia.
Nos parece muy positivo ayudar al autónomo en los primeros momentos de su actividad librándole parte del peso económico de cotizar, pero se está tergiversando el concepto perversamente en contra del colectivo. En 2017, entraron aproximadamente 670.000 autónomos. Y han desaparecido 656.000. Por tanto, hemos tenido un aumento de solo 14.000 autónomos. Esto significa que la inversión que se ha hecho en este país para que haya más autónomos ha sido infructífera. Son unos datos preocupantes. Lo poco que hemos crecido se lo debemos a los inmigrantes. Son el 10% del total de los autónomos. La tarifa plana no es sinónimo de más emprendimiento, sino de peor entendimiento. Y ha supuesto un gasto tremendo para la Seguridad Social. Nosotros decimos que tiene que haber incentivos para que emprender no sea una carrera de obstáculos, pero no de esta manera. Hay situaciones que no se han tenido en cuenta. La horquilla del consumo interno ha crecido por la comercialización online, y ha bajado en el pequeño comercio. Esas plataformas no dan empleos de continuidad. Se benefician esas empresas de la tarifa plana a la hora de contratar, por ejemplo, a los que te llevan la comida a casa en moto. Entiendo que es una política bienintencionada, pero el resultado es que tenemos peores bases de cotización que antes, y es un problema en el sistema porque, por la tarifa plana, tenemos un gasto añadido de 700 millones de euros públicos anuales, que este año se va a elevar a más de mil millones. Empresas como Deliveroo o Amazon, por ponerte dos ejemplos de muchos, encuentran una masa crítica para mano de obra muy fácil.
Pero son empresas que, en cualquier caso, generan empleo.
Tenemos muchas dudas de que los sectores emergentes de la economía de nuestro país creen crecimiento económico a través de mejorar las condiciones de empleo. Todo lo contrario. Cada vez tenemos más falsos autónomos y autónomos dependientes con peores condiciones. Pero, sobre todo: cada vez tenemos más autónomos pobres.
¿Por qué tenemos tan normalizada la figura del falso autónomo? El que trabaja para una sola empresa, pero no tiene un contrato laboral.
Para eso impulsamos el TRADE [trabajador autónomo económicamente dependiente], un contrato en el que se deben recoger los requisitos del Estatuto del Trabajo Autónomo. Se fijan las condiciones de trabajo colectivas de autónomos que realizan una actividad económica y que al menos facturan el 75% para una misma empresa. Y sus fórmulas de trabajo deben ser mecanismos propios de producción sin horarios definidos. Da derecho a vacaciones, maternidad, el trabajador no puede ser echado unilateralmente, la resolución de los conflictos es en el ámbito de lo social, no mercantil…Todo lo que no sea eso, tendrá que ser laboral. El problema es que prostituye muy a menudo esta figura: en 2017, en una encuesta del INE, al menos 300.000 trabajadores autónomos se consideraban autónomos económicamente dependientes. La paradoja es que la ley dice que los contratos TRADE deben estar firmados y registrados en el servicio público de empleo. Solo hay 10.500 registrados. ¿Dónde están los 290.000 restantes? Son casos de laboralidad encubierta. Hoy encuentras falsos autónomos en la construcción, comercio, transporte, abogados, arquitectos, periodistas, procuradores… Y no están sujetos a salarios pactados, porque están en un limbo, sin protección.
Y luego está el eterno problema de la cuota a la Seguridad Social. El autónomo paga una cantidad fija, gane lo que gane.
Mañana nos sentamos con el PSOE para debatir esto. Y tenemos a los agentes sociales y sindicatos que ven con muy buenos ojos que se cotice en función de los ingresos, como defendemos. También el Consejo Económico social, las otras organizaciones de autónomos representativas… Así que estamos en el camino. Pensamos que debería haber tres niveles de cotización: la primera, para las personas que están por debajo del salario mínimo interprofesional. Es indigno que haya que pagar una cuota de 275 euros por un trabajo de 400 euros. Otro tramo para los autónomos, que son el 70% aproximadamente, que ganan más que eso, pero están por debajo de los 40.000 euros anuales. Y otra para los que ganan más, que deberían tener una base de cotización mínima del doble. Sería lo más justo para una sociedad redistributiva. Hoy, el notario tiene la misma obligación que el kiosquero, pero le supone mucho menos esfuerzo. Eso es injusto.
Y para los de la segunda fase… ¿No sigue siendo excesiva la cuota mínima fija de 275 euros?
El autónomo de antes de la crisis es diferente al de ahora. Antes éramos unos autónomos con un volumen de ingresos con los que no había problema para sostener esa cuota. Pero ha venido la crisis y ha cambiado la situación: un porcentaje muy elevado de autónomos son menos de mileuristas. Y hay pocos nuevos autónomos que ganen más que eso. Por eso se ha creado esa sensibilidad. Y nos parece lo normal: por eso defendemos que tiene que contribuir más el que más gane. Pero de una forma reglada.
Los autónomos están siempre en boca de los políticos en sus campañas, y luego da la sensación de que caen en el olvido.
El régimen de autónomos ha cumplido 50 años. Si no hemos sido capaces de adaptar nuestro sistema a las necesidades… Es que hemos tenido un problema de no ser capaces de ver a largo plazo. Y eso hay que decírselo a los políticos. Me da igual el color. Parece que ahora Ciudadanos ha cogido la bandera por los autónomos, pero no es menos cierto que el PP hizo grandes mejoras. Y el PSOE, antes. Pero siempre resolviendo problemas temporal. Lo que falta es una solución de continuidad. Y partiendo de una coyuntura difícil, como la de ahora: la Seguridad Social está en una etapa de fragilidad tremenda. Tiene 11.500 millones de euros de recaudación y 17.000 millones de gasto. Por tanto, hay que elevar la recaudación si no queremos tener un cataclismo en nuestro propio sistema, porque sería insostenible. Los autónomos no tenemos las facilidades que tienen otros sectores para estar ahorrando con fondos de jubilación, de pensiones, acumulando patrimonio…
El futuro del autónomo jubilado es realmente negro.
Las pensiones del autónomo, desde el 2013 al 2017, apenas han crecido en 60 euros. La subida del coste de la vida ha sido cuatro veces más. Así que los jubilados autónomos han perdido mucho poder adquisitivo. La revisión de las pensiones y las cotizaciones se realizan sobre los aumentos del salario mínimo interprofesional. Si ha quedado suspendido unos años, hemos sido incapaces de subir las bases de cotización. Y por tanto, no suben las jubilaciones. La ministra ha dicho ahora que podríamos elegir los mejores años de cotizaciones. Sinceramente: los experimentos con las jubilaciones ya se han hecho todos. Nosotros pedimos al Ministerio un estudio de verdad, con la evolución de la demografía con respecto a las pensiones, y con un planteamiento de futuro. Los parches a medio plazo en el tema de las pensiones son siempre catastróficos.
Y hay que añadir la baja natalidad.
La próxima remesa de jubilados será de la generación del baby boom. La que inició una actividad allá por 1985 más o menos. Tendremos 500.000 autónomos que se jubilan en los próximos nueve años. Con unas carreras de cotización que no son malas del todo. El problema son las carreras de cotización de quienes empezaron hace 10 ó 15 años. Esas son realmente pésimas, porque son a quienes les ha pillado la crisis. El 80% de los autónomos está hoy en bases mínimas. También hay mucha gente que se ha hecho autónoma después de ser despedida durante la crisis. Y que viene de ganar un salario bajo por cuenta ajena, por tanto, con una base de cotización baja.
¿Hay una solución para esto?
Sí: fomentar empleo, pero empleo de calidad. Eso fomenta el consumo interno, e impulsa la actividad de muchos autónomos que volverán a tener poder adquisitivo. No hay otra fórmula.
Pero eso es a largo plazo.
Sí, pero si fomentamos únicamente empresas a través de plataformas digitales que no crean valor añadido, lo estamos retrasando aún más. La riqueza hay que redistribuirla, y sin valor añadido, no hay nada que redistribuir. En cualquier caso, tenemos una situación muy larga en el tiempo en que habrá muchas personas cobrando y pocos cotizando. Ese proceso no termina ni en 10 años. La demografía es muy baja, y eso es lo que no se ha tenido en cuenta. La pensión media de un jubilado autónomo, a día de hoy, no llega a los 700 euros. Y hablamos de 1.280.000 jubilados autónomos. Solo en 2017, casi 14.000. Y van a ir a más. El año que viene estaremos hablando seguramente del doble.
¿Es una urgencia en la agenda política?
Me consta que sí. Hay gran preocupación. De hecho es LA preocupación. Así, con mayúsculas. Y sobre todo en el caso de los autónomos, que estamos peor. Porque tenemos bases de cotización por debajo de los trabajadores por cuenta ajena, aunque estos también tienen un problema. Muchas empresas de antes de la crisis se han descolgado de los convenios colectivos, y sus bases de cotización han bajado también. Es una de las consecuencias más terribles de la crisis: el abaratamiento del mercado de trabajo.
Si no hicieramos diferencias entre trabajadores, quizas nos iría mejor para luchar todos juntos por las mejoras de todos, sin mirarnos de reojo.
Si enfocamos mal los problemas, las soluciones no llegaran nunca.
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OTRA COSA: Poema: Gente necesaria, de Hamlet Lima Quintana