Hay una convocatoria de huelga femenina
en el mundo para el próximo 8 de marzo. Es más que justa. Lleva siglos
esperando. Parece fácil decirlo, pero hay que decirlo. En primer lugar,
la mujer sufre una guerra. ¿Exagerado? En los últimos tiempos se
registran más de 60.000 feminicidios cada año en el mundo. Hay que sumar
cientos de miles de mujeres heridas o que han sufrido ataques para
causarles la muerte. Hay millones de mujeres maltratadas, esclavizadas y
sometidas a trata sexual, para ser subastadas y vendidas por las
mafias. Podría alegarse que también hay muchísimos hombres en esas
circunstancias, y es verdad. Pero la diferencia es que las mujeres
sufren, o están en constante peligro de sufrir, una violencia
sistemática por el hecho de ser mujeres. Gran parte de los feminicidios
son cometidos por aquellos en quienes depositaron su confianza y en los
lugares donde debían sentirse más seguras: el propio hogar. La
violencia contra la mujer, con diferente intensidad según las culturas y
los países, es universal y transversal. La jerarquía machista domina
todos los poderes, salvo casos rarísimos. Hablar de matriarcados puede
estar bien para alguna tertulia antropológica de bar, pero dejémoslo
ahí. No nos engañemos a estas alturas. No es que estemos en un sistema
machista. El machismo es el sistema.
Las grandes religiones, también con sus matices, desempeñan un papel nefasto y cómplice en la sumisión de la mujer. Por supuesto, las jerarquías eclesiásticas las excluyen. A pesar de llenar los templos, cumplir mejor que los hombres los preceptos y ser estrictamente controladas, no pueden ser sacerdotisas, salvo alguna excepción en iglesias reformistas que aquí seguimos llamando “protestantes”. Al contrario, las mujeres sirven a los clérigos y con no poca frecuencia son explotadas por ellos en todos los sentidos. Por si esto escandalizase a alguien, conviene añadir algo más. Las grandes iglesias, y por supuesto la que más nos atañe, la católica, pues todavía estamos en un Estado semiconfesional, deberían pedir público perdón por el maltrato secular a las mujeres y la persecución a que han sido sometidas las que intentaron llevar una vida libre e independiente, o tomaron la iniciativa en expresar el deseo sexual o, peor todavía para ellas, que ese deseo no se correspondiese con el patrón heterosexual. En un pasado no tan remoto, cuando estaba vigente el Santo Oficio, miles de esas mujeres fueron torturadas y quemadas como “hechiceras”.
No vamos a remitirnos a épocas en que los sabios y filósofos machos
debatían con una profundidad abismal si las mujeres eran portadoras o no
de almas, pero conviene recordar que no hace mucho más de cinco
décadas, en nuestro país, las mujeres tenían que pedir permiso a sus
machos para abrir una cuenta corriente, obtener un pasaporte o un carné
de conducir. Lo recuerdo porque en muchas partes del mundo esto sigue
ocurriendo, y porque las mujeres que aquí han sufrido humillación y
sumisión merecen al menos escupir en la tierra.Ya no se discute, según
tengo entendido, si las mujeres tienen o no alma. Pero algunos sabios de
hoy, en una especie de “histerismo masculino”, se escandalizan por el
movimiento feminista de denuncia de los abusos que declaran haber
sufrido en el mundo artístico por parte de machos con poder para decidir
o no si tendrían una oportunidad de trabajo. La primera obligación, de
hombres y mujeres, es denunciar ese sistema autoritario, allí donde se
produzca. Si se tratase de una violencia terrorista, nadie osaría decir a
la víctima: “Bueno, calma, hay que medir las palabras”. Pero ¿y lo que
sufren estas mujeres no es terrorismo?
Una huelga se justifica ante la injusticia y la desigualdad. Si las mujeres suman las desigualdades e injusticias, son la mayoría humana que debería protagonizar una revolución con solo levantar al cielo las estadísticas. Menos salario a igual trabajo, más empleo precario dentro de lo precario, doble explotación en la fábrica y en la casa, pensiones más bajas, cuidadoras gratuitas de personas ancianas, enfermas o discapacitadas. Con el dinero que las mujeres ahorran al Estado se podría financiar el paraíso terrenal. Pero no se preocupen. Lo que está previsto es incrementar exponencialmente el presupuesto militar.
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OTRA COSA: Poema de Angelina Gatell: IMAGEN + #LasPeriodistasParamos
Las grandes religiones, también con sus matices, desempeñan un papel nefasto y cómplice en la sumisión de la mujer. Por supuesto, las jerarquías eclesiásticas las excluyen. A pesar de llenar los templos, cumplir mejor que los hombres los preceptos y ser estrictamente controladas, no pueden ser sacerdotisas, salvo alguna excepción en iglesias reformistas que aquí seguimos llamando “protestantes”. Al contrario, las mujeres sirven a los clérigos y con no poca frecuencia son explotadas por ellos en todos los sentidos. Por si esto escandalizase a alguien, conviene añadir algo más. Las grandes iglesias, y por supuesto la que más nos atañe, la católica, pues todavía estamos en un Estado semiconfesional, deberían pedir público perdón por el maltrato secular a las mujeres y la persecución a que han sido sometidas las que intentaron llevar una vida libre e independiente, o tomaron la iniciativa en expresar el deseo sexual o, peor todavía para ellas, que ese deseo no se correspondiese con el patrón heterosexual. En un pasado no tan remoto, cuando estaba vigente el Santo Oficio, miles de esas mujeres fueron torturadas y quemadas como “hechiceras”.
La mujer sufre una guerra. ¿Exagerado? En los últimos tiempos se registran más de 60.000 feminicidios cada año en el mundo.
Una huelga se justifica ante la injusticia y la desigualdad. Si las mujeres suman las desigualdades e injusticias, son la mayoría humana que debería protagonizar una revolución con solo levantar al cielo las estadísticas. Menos salario a igual trabajo, más empleo precario dentro de lo precario, doble explotación en la fábrica y en la casa, pensiones más bajas, cuidadoras gratuitas de personas ancianas, enfermas o discapacitadas. Con el dinero que las mujeres ahorran al Estado se podría financiar el paraíso terrenal. Pero no se preocupen. Lo que está previsto es incrementar exponencialmente el presupuesto militar.
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