No hay nada que llene de más orgullo una casa 
humilde que el título universitario de las hijas e hijos de quien no 
pudo permitirse estudiar porque se destrozaron las manos trabajando. 
Nadie con sus privilegios podrá manchar lo que se ha logrado con el 
sudor y las espaldas partidas de nuestros padres y madres.

El
 curso del máster de Cifuentes fue el último con las tasas 
universitarias a un nivel que los hijos e hijas de clase trabajadora 
podían plantearse pagar. Cabría pensar que la Delegada del Gobierno 
sabía que tras la llegada al poder de su PP se impondría una subida 
masiva de las tasas universitarias y convenía realizar su ‘fake máster’ 
antes de que costara demasiado caro. Fue en julio de 2012 cuando 
Esperanza Aguirre elevó un 38% el precio de las matrículas envalentonada
 por la reforma universitaria del ministro de Cultura, Jose Ignacio 
Wert. En lo que respecta a los másteres, la subida brutal del precio del
 crédito expulsó de la universidad a una mayoría de las personas de clase obrera
 que además vieron cómo las becas comenzaron a desaparecer. Más de 
40.000 alumnos tuvieron que abandonar las universidades públicas por el tasazo del PP.
 El crédito del máster universitario pasó de 33 a 65 euros doblando, o 
incluso triplicando an algunos casos, el precio. Cristina Cifuentes pagó
 1.500€ por un máster que al año siguiente pasó a costar de 3.000€ a 
6.000€ dependiendo de la especialización.
Qué oportuno, señora Cifuentes.
 El máster fue aprobado en el momento justo para que no te sangraran con
 las tasas. Disculpa si por ahora no digo lo aprobaste porque tantas 
mentiras me hacen creer que te lo aprobaron por tu cargo bonito. Porque 
mientes mucho, y mienten los que te defienden. Los que hicimos un máster
 en la misma universidad el mismo año que tú sabemos que mientes. Porque
 todos tenemos nuestro trabajo fin de máster guardado, porque si no lo 
tenemos por algún desastre de la informática – o de alguna mudanza – 
está en el mail, al tener que habérselo enviado a nuestro tutor. Porque 
si has perdido el correo o ya no tienes acceso a él tuviste que entregar
 tres copias en papel en el registro, y tienen que estar custodiadas en 
la universidad. Porque si hubo ese error informático con la nota de una 
asignatura te hubieras dado cuenta en el mismo momento en el que 
accedieras a la intranet de alumnos para pedir el justificante que 
acreditara que tenías todas las asignaturas aprobadas y así poder 
realizar el trabajo fin de máster (TFM). Pero todo eso no lo sabías al 
querer excusarte, tú y los serviles que mandaste a que te defendieran en
 una vergonzosa rueda de prensa que tendría que inhabilitarlos de por 
vida para ejercer en la universidad pública. Porque si hubieras hecho el
 máster igual que el resto de mortales, sin privilegios, sabrías que 
esas mentiras no iban a pasar el mínimo escrutinio público por lo burdas
 y grotescas que son. 
Esto es una cuestión personal para los 
que sí se esfuerzan en lograr sus títulos y méritos, señora Cifuentes. 
Todo lo político lo es, pero es que su ‘fake máster’ influye 
directamente sobre el prestigio de todos y cada uno de los títulos de 
aquellos que sí se esforzaron en lograrlo. Usted no es capaz de imaginar
 lo que representa para una hija de la clase obrera la consecución de un
 máster universitario después de todas las trabas que los de su clase le
 han puesto. Usted, que tiene el privilegio de lograr que los profesores
 le permitan faltar a las clases de un máster presencial solo por su 
posición se atreve a dar lecciones de cultura del esfuerzo, de meritocracia, a esos ciudadanos que tienen que ir a clase sin descansar,
 después del trabajo que se han tenido que buscar para pagar las tasas 
que los de su clase le han subido. Porque los ‘liberales’ madrileños 
solo conocen el pago de una tasa: la succes fee o tasa de éxito, la que les lleva a a altas posiciones sociales solo con pagar para acceder. 
Lo tenéis todo previsto. Si a pesar de 
todas las trabas económicas puestas conseguimos un puesto de trabajo que
 nos permite sortearlas, nos imponéis una asistencia mínima a las clases
 que, de facto, imposibilita trabajar y estudiar a la vez de una forma 
tolerable para la salud física y mental. Eso, cuando no nos expulsa 
directamente por no poder cumplir el porcentaje mínimo exigido de 
asistencia a clase. Esa problemática Cristina Cifuentes no la tiene ni 
la conoce, porque no necesitó ir a clase para que la aprobaran mientras ejercía de Delegada del Gobierno de Madrid.
En julio de 2012 recibí un correo del 
director de un máster de medios de comunicación y análisis político en 
el que me había prematriculado en la Universidad Rey Juan Carlos. Se mostraban preocupados porque el aumento de las tasas universitarias les había dejado sin alumnos y entraron en pánico porque se quedaban sin “clientes”. Este era el mail: 
“Estimado alumno/a,Solo quería confirmar que has recibido el correo de nuestra oficina de posgrado en el que se os informa de que el gobierno de la Comunidad de Madrid ha subido los precios de los máster el pasado 26 de julio. Quería decirte que, por mi parte, se nos había dicho que habría una subida de las tasas, pero de ninguna forma esperaba que fuera como finalmente ha sido. Como habrás podido comprobar, un master como el nuestro, con 60 créditos, pasa a costar unos 3900 euros (para alumnos residentes), aunque se puede pagar en varios plazos. Me gustaría saber si vas a mantener tu matrícula en este máster después de conocer el incremento del precio. Esta información es muy importante para nosotros para poder planificar el desarrollo del curso próximo. Las clases del máster, por otra parte, empezarán el 1 de octubre. Durante el mes de septiembre hay un período extraordinario de matrícula. Espero tu respuesta lo antes posible.Un cordial saludo y felices vacaciones.Manuel.”
El correo es de Manuel Álvarez Tardío. El historiador de cabecera de FAES.
 Casi todo el profesorado del máster pertenecía a esa institución. Si no
 fuera porque la dramática subida de tasas expulsó a mucha gente humilde
 de la universidad sería casi romántico que los miembros del think tank 
del PP que pedía la subida de tasas se quedara sin alumnos por ese motivo.
No pude pagar el precio del máster y tuve
 que dejar de pensar en una salida académica a mi situación laboral 
precaria en aquel momento. Les di algunas soluciones creativas
 para hacerles saber que ellos, los miembros de FAES que inundan la 
Universidad Pública, son parte responsable del deterioro del que se 
enriquecen. 
La universidad al servicio de los de su clase
Las irregularidades del máster de 
Cristina Cifuentes están enmarcadas en la estrategia sistemática de 
desmantelamiento de las universidades públicas que se ha producido por 
parte de la ofensiva neoliberal. El descrédito que provoca para la 
Universidad Rey Juan Carlos y para sus titulaciones el conocimiento de 
que sus másteres eran conseguidos por los políticos afines con solo 
pagar el precio de la matrícula es un favor más que hace Cristina 
Cifuentes a esa maniobra de desguace de lo público. 
Wendy Brown escribe en 
“El Pueblo sin atributos: la secreta revolución del neoliberalismo” un 
capítulo entero para explicar el plan dedicado a la educación superior 
por parte de aquellos que como el PP en Madrid han dinamitado la 
Universidad como elemento que iguale las oportunidades: “La educación 
pública superior, como muchas otras cosas en los órdenes neoliberales, 
se estructura cada vez más para atrincherar las trayectorias de clase y 
no para corregirlas”. 
Las personas de la clase de Cristina 
Cifuentes han concebido la Universidad como un elemento más al servicio 
del mercado, un instrumento de entrenamiento laboral que configure el 
capital humano que precisan las empresas, dejando de lado la visión 
humanista como elemento democratizador de la sociedad. Las humanidades 
han sido a lo largo de la historia un espacio reservado a las élites, 
una cultura elevada que no estaba al alcance del vulgo. Los trabajadores
 estaban destinados a las actividades manuales. Fue precisamente la 
extensión de esa educación humanista al común de los ciudadanos un 
elemento igualitario que ahora está siendo minado mediante reformas para
 que la clase trabajadora se forme solo en profesiones específicas que 
el mercado necesita. Una herramienta que no piense demasiado. 
La educación pública superior es tratada 
por el pensamiento neoliberal con lógica mercantil, por eso ellos se 
pueden comprar un título. La educación privada siempre ha funcionado 
como un elemento de cierre social, de acaparamiento de oportunidades, una barrera que sirve para discriminar entre clases
 y reservar los mejores puestos de la sociedad a los hijos e hijas de 
una oligarquía de privilegiados. Convertir la universidad pública en una
 institución que sirva a los mismos intereses de clase pasa por 
establecer unas normas sociales que hagan imprescindibles la consecución
 de un máster y a su vez establecer unos requisitos de acceso 
prácticamente imposibles para su consecución por parte de las clases 
populares. La subida de tasas y el recorte de las becas unido a las 
reformas universitarias, que convierten el máster en requisito 
imprescindible, cierran el candado de la igualdad de oportunidades para 
los estudiantes de clase obrera. El cierre social se establece y así 
convierten la única manera que la clase trabajadora tiene para mejorar 
sus oportunidades en un elemento más de diferenciación en el que las 
clases altas pueden pagar por tener un máster sin siquiera pasar por las
 aulas. 
“El hijo del obrero, a la universidad” ha
 sido una proclama histórica. Una reivindicación estudiantil que siempre
 ha estado presente en cada una de las manifestaciones contra las 
reformas que impedían el acceso a las clases populares a la educación 
universitaria. Desde Maravall a Wert.
 La defensa de la universidad pública es uno de los elementos 
fundamentales de la lucha de los trabajadores. La clave de bóveda sobre 
la que se estructura la mejora sustancial de las condiciones materiales 
de los que menos tienen, y no se puede tolerar que sea un elemento más 
al servicio de las clases privilegiadas. No hay nada que llene 
de más orgullo una casa humilde que el título universitario de las hijas
 e hijos de quien no pudo permitirse estudiar porque se destrozaron las 
manos trabajando. Nadie con sus privilegios podrá manchar lo 
que se ha logrado con el sudor y las espaldas partidas de nuestros 
padres y madres. Los que sí se esfuerzan, señora Cifuentes, los que más 
se esfuerzan, no se lo van a permitir. 
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