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Estimada persona suscriptora:
O a todo hay quien gane. Si cree que de vez en cuando no está mal ver el
 vaso medio lleno, atisbar un rayo de luz en la oscuridad, abrigar una 
esperanza entre tanto desaliento, o simplemente es de los que se 
consuelan con lo de mal de muchos, esta es su carta. 24 horas antes de 
ponerme a redactarla, leí en twitter que una amiga, una periodista 
galaico-argentina (solo sus abuelos nacieron en Galicia, pero ella es 
gallega porque quiere) había tenido que ponerle un candado a su cuenta 
(no es una metáfora: es ponerla solo accesible a quien ella admite) ante
 las presiones que recibía.
―Oye, D., me acabo de enterar de lo del candado. Un abrazo.
―Me solidaricé, con el lenguaje abreviado de los mensajes directos
―Gracias. Lleva en privado dos años, desde que llegó Macri a la presidencia de la República.
―Bueno, como yo tenía acceso, no me fijé ―lo puse peor intentando disculpar el despiste.
―No es nada. En lo que va de gobierno más de tres mil periodistas 
quedamos en la calle, y cerraron docenas y docenas de medios, algunos 
centenarios.
O sea que no solo no me había dado cuenta de que había tenido que 
resguardar su cuenta ―en definitiva, publicar sus opiniones― sino que 
también ignoraba que se había quedado sin trabajo. Pero como ella decía,
 eso “no es nada”, o nada nuevo, al lado de lo que está pasando allí sin
 que nos enteremos. Mauricio Macri llegó al poder a caballo de los 
grandes medios y de las redes sociales, el método cada vez más habitual 
(si es que alguna vez hubo otro). Así que la forma de conservarlo, sobre
 todo cuando implementas políticas que no van precisamente en favor de 
la mayoría, es seguirlos usando, y con más intensidad. Y por intensidad 
no queda. Están los métodos clásicos, como las presiones económicas o el
 encarcelamiento, tanto de propietarios de medios (de momento dos, y 
otro en capilla) como de opinadores díscolos (también hay algunos entre 
rejas). Pero Argentina es un país moderno, y ahora el principal rubro, 
como allá dicen, es el uso de las redes sociales para amedrentar y 
silenciar. Cientos de mensajes coordinados sepultan a quien levanta la 
voz.
Según una información de la revista Noticias y un estudio de la 
Fundación por la Paz y el Cambio Climático, la máquina del fango radica 
en la propia Casa Rosada. En el segundo piso de la sede presidencial 
está la Subsecretaría de Vínculo Ciudadano (el nombre es bueno, hay que 
reconocerlo), en la que trabajan 68 personas, la mayoría jóvenes, que 
son los creadores y cuidadores de las “granjas de trolls” que presionan,
 ridiculizan y amenazan a los desafectos. De las cuentas de Twitter, 
Facebook, Instagram e incluso de la red para adolescentes Snapchat 
propiamente presidenciales ―y en teoría personales― se ocupan otras diez
 personas, coordinadas por un excuñado (de Macri). Hasta aquí, salvo la 
utilización de fondos públicos para desacreditar y presionar a rivales, 
nada del otro Nuevo Mundo. Y al fin y al cabo, en el Viejo, en España, 
el Ministerio de Industria le dio 300.000€ de vellón, sin avales ni 
garantía, a Eduardo Inda para que montase su OK Diario, ese medio que no
 quería ser “un sumiso lactante de la ubre pública”. Como dice mi amiga,
 “no es que sean muy originales, claro, pero salvajes en las mecánicas 
sí que son. En todo este contexto, somos muchísimos los periodistas 
‘gourmet’ que escogemos nuestros lectores en las redes sociales. O, para
 decirlo más claro, escogemos no tener demasiados lectores”.
Pero lo que ya parece ofrecer más peligro es que todo ese ejército de 
las tinieblas de la tecla tiene a su disposición un arma enorme, como 
indica su nombre: big data. “El aprendizaje de la campaña les enseñó que
 las bases de datos son primordiales para la política. Es por eso que se
 decidió utilizar las que generan diferentes administraciones del Estado
 y el Registro de las personas para crear una megabase de datos con los 
argentinos que son parte del sistema, para enviarles publicidad 
segmentada. Es el ‘big data’ de Macri, que estará administrado por el 
mismo equipo de redes sociales”. Es decir, la Subsecretaría del Vínculo 
con el Ciudadano ―denominación que aquí despliega todo su esplendor― 
puede hacer que le lleguen a su Facebook fotos de puestas de sol y 
pensamientos profundos de su presidente, específicos para su perfil (el 
suyo, no el de Macri). O argumentos demoledores, no importa si ciertos o
 no, contra los aspectos en los que usted se muestra de acuerdo con la 
oposición. O mensajes presidenciales de audio sobre sus temas de 
interés, a su whatsapp. O todo a la vez. Cambien al Macri ese que no les
 suena de demasiado por Rajoy, o incluso, si tienen el ánimo blindado, 
por Aznar. O bien pensado, por quien quieran.
D. me cuenta todo esto, pero no cree que sea de interés acá: “Tampoco es
 que Europa no tenga ya bastantes problemas. En general, paso del 
periodismo de periodistas, porque hay mucha gente que necesita de los 
medios más que nosotros”, me escribe. Aquí se dice ―le contesto― muchas 
veces de forma hipócrita, aunque no deje de ser verdad, que sin 
periodismo no hay democracia, si bien con él tampoco es que sea una 
hemorragia de fervor ciudadano. Pero lo que no quieren es que haya 
intermediarios, que no haya testigos, que nadie compruebe si lo que 
cuentan es cierto o una milonga.
A ver si convenzo a D. para que ella se lo cuente a ustedes bien.
Xosé Manuel Pereiro
 
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