Enfermedad y cultura 23 Junio, 2017 - http://www.diariodesevilla.es/opinion/tribuna/Enfermedad-cultura_0_1147685744.html
Insistía Hannah Arendt en situar
el pensamiento en las antípodas del cálculo. Desde el Renacimiento, una
de las grandes aportaciones de la cultura europea ha sido la crítica y
el pensamiento. Las humanidades han ocupado el núcleo del saber, pero de
pronto ese núcleo ha cambiado de huésped y ha complicado nuestro
espacio psíquico.
Sírvanos la figura del extranjero por su fragilidad
-pérdida de lengua materna, de identidad, de lugar estable, de
referencias morales…-. Un lenguaje incapaz de escudriñar los arcanos del
propio ser o un vocabulario exiguo, que no traduce emociones a la
conciencia, es un excelente aval para las somatizaciones. Muchos
extranjeros atendidos en la consulta médica presentan trastornos
psicosomáticos vinculados con la segunda lengua, sin gramática ni
epigramática, inhabilitada para interpretar impulsos profundos o hacer
justicia en un duelo. También es cierto que aquellos que logran superar
tal escollo renacen con colosal creatividad.
Las nuevas enfermedades del siglo XXI presentan la
novedad de recaer sobre hombres y mujeres en profunda transformación.
Aunque el problema del alma ha sido tratado desde la antigüedad, fue
Freud quien abrió paso a la investigación e introspección de la
interioridad humana entre sus grandezas y abyecciones. Muchos
desgraciados carecen de palabras para evocar sufrimientos, ni siquiera
poseen las imágenes de sus conflictos. El sustituto televisivo puede
tranquilizar, pero declina la reflexión, esto es, la necesaria toma de
distancia respecto a cualquier conflicto. Se carece de expresiones
verbales para explicar el gruñir del monstruo dentro del pecho. La
dispersión de imágenes borra el espacio psíquico que andando el tiempo
irá requintando el malestar.
A esta olla a presión se le reconocen tres válvulas
de escape. La enfermedad psicosomática: no hay palabras, imágenes ni
representaciones para que el espacio psíquico medie con el amargo cáliz
del mundo. Emergen dolores corporales, ansiedades inmotivada,
constipados, alergias, inesperados trastornos en la piel o del aparato
digestivo, hasta que algún órgano rompe el sutil equilibrio de su
rutina. Adicciones de toda naturaleza: sirven al olvido, pero no ahondan
allí donde anida la medusa. Son alivios momentáneos, pero terribles
soluciones. Y por último, cualquier acto de transgresión de normas,
cualquier forma de violencia. Para qué hablar de la que hoy asuela las
ciudades de Occidente.
Más allá de identificar el dolor innombrable
necesitamos un lenguaje con el que metamorfosear el malestar y
reconstruirnos desde dentro. Esta nueva decrepitud, derivada de la
destrucción del espacio psíquico, pone en cuestión la educación en
humanidades y la política. La humilde tarea de enseñar a leer y a
escribir es el primer deber político de la democracia. La inseguridad en
la capacidad de pensar -posiblemente relacionada con el grado de
equilibrio del ámbito familiar-, inhabilita para sostenerle la mirada al
negro sobre blanco más allá de unos minutos, o saber qué se está
leyendo. La capacidad de atender se ha agotado o dispersado, y el
espacio psíquico del que emana tampoco acoge. Eso afecta a los vínculos
con los otros, o a la capacidad para suavizar los fieros atavismos de
nuestra condición.
No son las nuevas tecnologías las que agrietan la
clave de bóveda sobre la que asienta nuestra civilización - la lectura y
la escritura -, sino la destrucción de nuestro espacio psíquico. ¿Y qué
destruye ese espacio? Es ocioso y falso culpar al paradigma
tecno-científico. Las llamadas ciencias sociales han hecho de sus
contenidos objeto del método científico - propiedad de las ciencias de
la naturaleza-. Si la ciencia se define por su carácter metodológico,
las humanidades quedan postergadas para estragar la sed de conocimiento
en una huida hacia ninguna parte. ¿Querrá la sociedad educar ciudadanos
que sepan leer, escribir, interpretar e interpretarse? ¿Querrán los
gobiernos impulsar la lectura de la tradición histórica, artística o
literaria, no porque atesore verdad absoluta, sino por ser fuente de
referencia? La conciencia formada en humanidades fue la que inspiró la
caída del Ancien Régime. En el siglo XX otro régimen en la
ilustrada Alemania destruyó su tradición humanística para anunciar una
época nueva, y acabó inoculando el totalitarismo ante una ingente
disponibilidad de beocios ingenieros al servicio de las máquinas del
terror.
El estudio de la cultura, en sentido temporal,
cultivando lenguas o el hábito de la lectura, contemplando el arte o
reconociendo la novedad que define a los clásicos, no con finalidad
arqueológica, sino para promocionar modelos eminentes de lo humano,
ofrecería un sentido al compungido pecho del mundo y atemperaría el
destino de la era que sucumbe.
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OTRA COSA: ¿Por qué el capitalismo es insostenible? Yayo Herrero
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