Diario Público · Montevideo 16/04/2018
La
vicepresidenta de Uruguay, militante tupamara y pareja del ex
presidente José Mujica, Lucía Topolansky, se muestra contraria a la
existencia de monarquías y reivindica el derecho de autodeterminación
Asegura además que la izquierda de su país alcanzó el gobierno, pero no el poder.
Asegura además que la izquierda de su país alcanzó el gobierno, pero no el poder.
Lucía Topolansky: 'El tema de las nacionalidades en España me recuerda a Isabel la Católica a sangre y fuego' DANILO ALBIN
Dice el calendario que es
abril, pero sobre el pavimento de Montevideo parece enero. El sol cae
con fuerza sobre General Flores, una avenida que conduce directamente al
Palacio Legislativo, el Congreso uruguayo. Justo enfrente está la Plaza
de los Mártires de Chicago, bautizada así en homenaje a los anarquistas
estadounidenses que fueron fusilados en 1887 por pelear por sus derechos. Cada Primero de Mayo, este mismo parque sirve de escenario para la celebración del Día Internacional de la Clase Trabajadora.
Un siglo después, en los convulsos años setenta del
siglo XX, otras y otros rebeldes se sumaron a la pelea por un mundo
nuevo. Muchas y muchos cogieron las armas. En Uruguay lo hicieron bajo
las siglas del Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T). La
muerte fue el destino de muchos de ellos.
Otros cayeron en manos de la dictadura cívico-militar (1973-1985) y permanecieron largos años en cautiverio. El mítico José Mujica,
quien alcanzaría fama mundial tras ser investido presidente del país en
2010, fue uno de ellos. Su pareja, una montevideana llamada Lucía
Topolansky, también.
Caluroso abril uruguayo, 9.30 de la mañana. Los
autobuses, allí conocidos como “ómnibus”, van cargados hasta las orejas.
Dentro del Palacio Legislativo, atravesando el majestuoso Salón de los
Pasos Perdidos, está el despacho de Topolansky. Ahora es vicepresidenta
del país. Tras ser elegida senadora en las últimas elecciones, esta
mujer de pelo blanco y hablar pausado tuvo que asumir el cargo que quedó
vacante a raíz de la renuncia del anterior número dos del gobierno del
Frente Amplio (coalición de izquierdas), Raúl Sendic. Así, sin preverlo,
se convirtió en la primera mujer que alcanza la vicepresidencia de este
país de tres millones y medio de habitantes.
La conversación de Topolansky con Público duró una
hora. Sobre su escritorio había una agenda con varias anotaciones,
algunas carpetas prolijamente apiladas y un vaso de agua. No hacía falta
más.
¿Alguna vez imaginó que iba a estar sentada en este despacho?
La política no es para mí una carrera, sino un compromiso militante.
La
verdad, no. Yo no tengo la cabeza de algunos políticos tradicionales
que dicen “voy a ser concejal, diputado, senador, ministro…”. La
política no es para mí una carrera, sino un compromiso militante.
Por una serie de circunstancias estoy hoy aquí, y para mí es un puesto de militancia como cualquier otro.
¿El Uruguay de 2018 se asemeja en algo a aquel Uruguay por el que usted empezó a luchar?
No, para nada. No se asemeja el Uruguay, ni tampoco
el mundo. Hoy estamos en un momento de cambio de época. Aparecen
factores completamente nuevos, como internet o las redes sociales, que
inciden en la política. Ahora hay libros que hablan de la “tecnopolítica”,
pero yo ya no pertenezco a ese mundo. Por mi edad, he transitado otros
caminos. Ahora parece que alguien contrata a alguien, saca una
plataforma, le trabaja la cabeza a los electores y obtiene resultados.
Esto es algo que habría que pensar mucho.
El Frente Amplio (FA) lleva 13 años gobernando en Uruguay. ¿Qué cambios ha logrado la izquierda?
En primer lugar, hay que tener en cuenta que el
mundo ha ido cambiando. Actualmente hay transnacionales que tienen un
PIB mayor que el de Uruguay. En otras palabras, es el capital financiero
el que gobierna en el mundo. Pero como la única lucha que se pierde es la que se abandona, nosotros seguimos luchando.
Este pequeño escalón no es la llegada al poder, sino
al gobierno, que es una cosa diferente. Estos tres gobiernos del FA han
dejado un antes y un después para el Uruguay. Hoy se trata de un país
con menos diferencias sociales, se ha reducido la pobreza y la
indigencia, se desarrolla la educación pública gratuita y laica… Del
mismo modo, nuestro país depende mucho del mundo exterior, y todos
sabemos cómo se complicó todo: el libre comercio es una cosa que no existe.
El mundo es salvaje, cambiante… Ahora mismo podemos
ver lo que está haciendo el presidente de EEUU y la guerra comercial que
ha desatado. Uruguay es un pequeño barco en ese mar de aguas
procelosas, y lo que tiene que intentar es manejar la vela de tal modo
que la suerte de sus connacionales sea lo mejor posible. Eso es lo que
ha hecho el FA, y esa es la gran diferencia con los gobiernos
anteriores. Esperamos seguir gobernando para continuar subiendo
escalones en la escalera de la igualdad y de la pública felicidad.
Es muy interesante esa diferencia entre “ser gobierno” y “ser poder” de la que usted habla.
La diferencia entre ser gobierno y ser poder es que
una multinacional que se instala en Uruguay, genera valor agregado para
la materia prima local, paga impuestos, etcétera, si el día de mañana le
conviene irse a Burkina Faso, levanta el negocio y se va. Le importa un
bledo, no tiene responsabilidad social del desastre que deja atrás.
Manejar el barquito en ese mundo y tener los indicadores que tiene
Uruguay es una proeza. Es verdad que todavía faltan cuestiones de
igualdad o de mejorar el acceso a la vivienda. También se nos ha metido
el tema del narcotráfico, que es una plaga mundial que condiciona a todo el mundo.
Aunque no somos un país de destino, sí lo somos de
paso, y eso genera problemas. Ese problema debería solucionarlo EEUU,
porque los consumidores de droga viven en EEUU, y si se acaban los
consumidores se acaba el narcotráfico. Pero parece que los EEUU no quieren acabar con el consumo de droga.
Ustedes han dado pasos en esa materia con la legalización de la marihuana.
Sí, dimos pasos, y hay que dar más todavía, pero eso
no basta. Uruguay no mueve la aguja del mundo porque es muy pequeño. Lo
que hacemos es poner una señal testigo.
¿Esos pasos pueden ayudar a luchar contra el narcotráfico?
Creemos que el plan de represión que implementó EEUU
fracasó en Colombia, en México y en el mundo. En realidad, EEUU tendría
que invertir ese dinero en eliminar a los consumidores, pero eso no lo
va a hacer. Ante esa situación, lo que hicimos nosotros fue sacarle el
mercado a los narcotraficantes. Es como la ley seca: el mal existe, el
consumidor está, pero que por lo menos sea el Estado el que regula eso.
Esa política en torno a la marihuana le ha dado fama internacional a Uruguay. También ha tenido mucha repercusión a nivel mundial el estilo de su pareja, el ex presidente Pepe Mujica. Ustedes no se mudaron a la residencia oficial y siguieron viviendo igual que antes. ¿Os sentís unos bichos raros?
En realidad el Uruguay es un bicho raro. Por eso le
decía antes que probablemente el concepto de socialdemocracia haya
nacido aquí. Pepe no es el único presidente que ha vivido en su casa: el
actual presidente también lo hace, al igual que en su momento lo hizo
el ex presidente (Julio María) Sanguinetti.
Hay una concepción republicana que va más allá de
Pepe y del Frente Amplio, es un valor intangible que los uruguayos
debemos preservar. Que el presidente tenga solamente dos policías en la
puerta de su casa habla del Uruguay. Que el presidente pueda ir a una
actividad pública sin tener una corte de milicos y de seguridad también
habla muy bien de nuestro país. El presidente es un ciudadano como cualquier otro,
sólo que tiene la mayor de las responsabilidades, y es así porque se la
han dado los ciudadanos. Lo que hace Pepe es darle visibilidad a todo
esto. Tuvo la virtud, porque es un buen comunicador, de plantear cosas
distintas en los foros internacionales
“España nos duele”. ¿Cómo son las relaciones con España?
Con España tenemos una fuerte pata cultural. Nos
guste o no, la historia de la conquista eliminó los pueblos originarios
en Uruguay. Nosotros no tenemos la realidad de los países andinos o
centroamericanos, donde hubo fuertes culturas precolombinas que se
desarrollaron y que hasta el día de hoy están presentes y pelean. De los
pueblos originarios de Uruguay, los que no fueron muertos se
mimetizaron para sobrevivir. Nuestro país conformó su población con una
fuerte emigración española e italiana, principalmente.
Se puede decir que nosotros descendemos de los
barcos, y de los barcos descendieron nuestros antepasados, nuestros
apellidos, los oficios y las ideas. Por eso mismo, con España hay un
gran vínculo: es difícil encontrar a algún uruguayo que no tenga algún
familiar de origen español. Hay una cuestión afectiva, y nos duele
España. Todo lo que ocurre allí nos resulta muy cercano.
Los españoles tienen el gobierno que eligieron.
En
lo personal podemos no estar de acuerdo con la existencia de monarquías
porque somos republicanos, pero eso es un lío de los españoles. También
somos partidarios de la autodeterminación y de la soberanía, pero no nos vamos a meter en ese lío. Los españoles tienen el gobierno que eligieron.
¿Está al corriente de la situación en Cataluña?
Sí. No podemos olvidar que hay muchos uruguayos que
viven en Cataluña. Cuando una ve el tema de las nacionalidades en
España, porque no solo es Cataluña, también es el País Vasco, los
valencianos… lo primero que se le viene a la cabeza es la imagen de
Isabel la Católica a sangre y fuego, con la cruz y la inquisición.
Esa imagen es castellana, esa Castilla de Isabel la
Católica está ahí, omnipresente. Hay que tener en cuenta que los pueblos
catalán y vasco se sintieron muy agredidos durante los larguísimos años
de dictadura. Esas luchas se entienden; es lógico que vascos, catalanes
hayan salido a poner en valor su cultura, sus raíces. Si los catalanes
tienen razón o no, yo no me voy a meter, porque me queda grande y no me
gusta estar metiéndome en rancho ajeno.
Hace ahora tres años usted participó en un acto a favor del proceso de paz en el País Vasco que se realizó en Montevideo
Yo creo que los procesos de paz hay que
acompañarlos. Cuando la organización armada ETA quiere desarmarse y
quien tiene que recibir la contraparte mira para el costado, es muy
embromado, porque entonces no hay ninguna intención de paz, sino de
revancha, de venganza. Cuando los conflictos están estancados no se sale
queriendo masacrar al otro, sino buscando entendimientos de paz que no
son nada fáciles, pero que son posibles. Ahí está la reivindicación,
tibia además, que plantean los vascos de traer a los presos al País
Vasco, que es nada, porque ni siquiera están pidiendo las libertades…
Dentro de poco va a venir a Uruguay el lehendakari (Iñigo Urkullu), y le
vamos a recibir.
¿Los retos de la izquierda en España se asemejan en algo a los que tienen en América Latina?
En realidad, creo que los retos de la izquierda se
asemejan en el mundo. Tuve la oportunidad de conocer en persona a
Manuela Carmena (alcaldesa de Madrid), y me pareció una mujer
tremendamente centrada, muy respetada y muy sencilla, con una carrera
interesante en el Poder Judicial. Considero que fue un acierto de
Podemos levantar esa figura. Del mismo modo, me parece que si Podemos y
otros sectores de la izquierda, incluido el PSOE -si bien ha virado
mucho hacia el centro hubiesen encontrado un pacto de entendimiento -y
creo que Pedro Sánchez peleó por eso-, habrían impedido que Rajoy
estuviera en el gobierno.
Asimismo, si los seis grupos de izquierda que hay en
Chile hubieran comprendido el pacto de entendimiento, allí no estaba
ahora Piñera. En Perú se acaba de dividir el Frente Amplio, en Ecuador
ídem de ídem… Uruguay tiene ese diferencial, y es lo único que le puede
ofrecer a la izquierda del mundo: la unidad. ¿Cuál es la fórmula uruguaya? Unidad en la diversidad.
En el Frente Amplio están desde el Partido Demócrata Cristiano hasta el
Partido Comunista, estamos personas que provenimos de la lucha armada…
¿Qué nos une? Que tenemos unas reglas de juego a las que nos avenimos,
un programa común y un compromiso ético.
“Siempre hice lo que se me antojó”. ¿Hay alguna posibilidad de que usted sea candidata a presidenta en las próximas elecciones?
No, ninguna. Yo estaba con causal jubilatoria de
este tipo de funciones, pero no de la militancia. De hecho, los años que
viva voy a militar. Hay causas imprescindibles, pero no personas imprescindibles.
¿Tiene usted tiempo para disfrutar de la felicidad?
Cuando uno se compromete con una causa sabe que va a tener dificultades, porque nada es gratuito.
Como
soy feliz abrazando la causa que abracé, mi tiempo es ese. A mí nadie
me planteó que tenía que militar en política; yo me tiré en esta pecera
porque quise, libremente e incluso contra la voluntad de mi familia. A
mi modo, soy feliz. Estuve presa, clandestina, pero a mi modo fui feliz.
Cuando uno se compromete con una causa sabe que va a tener dificultades, porque nada es gratuito.
Siempre hice lo que se me antojó, tuve la libertad
de ir por donde quise, en el acierto y en el error. Voy a cumplir 74
años, y puedo decirle que viví al mango (a tope). Lo que yo le pido a la
juventud es que se comprometa con una causa, que la viva al mango, no
por arribita.
¿Pepe Mujica podría volver a ser candidato?
Yo pienso que no debe serlo. Cuando termine este
periodo va a tener 85 años. También hay que pensar en la vida y si no
precisamos esa figura más allá de lo concreto, que esté en otra
dimensión.
Quizás ya lo está…
Sí, yo creo que ya lo está.
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