La
 imagen de la desolación. Un médico voluntario toma un minuto de 
descanso luego de atender a decenas de heridos en la Gran Marcha del 
retorno que ya lleva 11 
semanas. Sin los 
recursos médicos necesarios y la fiereza de las heridas de balas la vida
 palestina se le escapa de las manos. No hay mucho que pueda hacer y su 
guardapolvo da cuenta de la sangre de sus muertos, heridos y 
amputados. Quizá el próximo muerto sea él mismo cuando salga a recoger 
los heridos de este genocidio lento, continuo y sistemático de un Isarel
 cada vez más belicoso y hambriento de más sangre, más tortura, más 
territorios.
 
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