Ros Noel ha compartido un enlace. documentalismomemorialistayrepublicano.wordpress.com Tulio Riomesta 3/5/2017
a los
libros que no cuadraban con su ideología antipatrióticos, inmorales,
heréticos a la moral católica, promotores de ideas extranjeras,
masonería, ateísmo, judaísmo. Las quemas de libros, consideradas por los
sublevados como un acto patriótico, fueron realizadas por la iglesia,
falange, guardias civiles, ultraderechistas. Se quemaron libros de
autores antinazis, liberales, marxistas (Marx, Engels, Lenin, Trotsky),
socialistas, republicanos (Azaña, Machado, Lorca, Juan Ramón Jiménez,
Alberti o Miguel Hernández), nacionalistas (Sabino Arana), Lamartine,
Freud, Voltaire, Lafontaine, Rousseau, Kant, Stendhal, Sade, Goethe,
Balzac, Ibsen, Azorín, etc. Fueron prohibidos el Carmen de Merimée,
Gabriel Miró, Pardo Bazán, Pérez Galdós, La Celestina (de Fernando de
Rojas), Darwin, Thomas Mann, El Libro de Buen Amor (del Arcipreste de
Hita), de autoras feministas, etc, incluso las aventuras de Celia, de
Elena Fortún.
En 1936 en La Coruña más de 1.000 libros
de autores como Blasco Ibáñez, Ortega y Gasset, Pio Baroja o Miguel de
Unamuno fueron quemados en hogueras públicas. También la biblioteca del
diputado republicano Santiago Casares Quiroga, la del Centro de Estudios
Sociales ‘Germinal’ de la ciudad coruñesa. El Ideal Gallego decía que
la Falange está quemando los libros “para que el mar se lleve los restos
de tanta podredumbre y de tanta miseria”. En Córdoba, se destruyeron
más de 5.400 libros. El maestro republicano Severiano Núñez de Jaráiz de
la Vega, intentó destruir algunos de sus ejemplares lo que no evitó
ser fusilado. El minero onubense Pedro Masera y el bibliotecario de
Zaragoza Manuel Lapeña fueron fusilados y sus bibliotecas incineradas.
En Navarra, la biblioteca del abogado Enrique Astiz fue incendiada. En
Madrid, la biblioteca personal de Juan Ramón Jiménez fue destruida por
falangistas. Maestros, editores y bibliotecarios fueron fusilados y sus
bibliotecas destruidas, como el cordobés Rogelio Luque o la
bibliotecaria gallega Juana Capdevielle que, embarazada, fue ejecutada
en 1936.
En Sevilla, un bando de Queipo de Llano ordenó incendiar miles de libros. Hubo quemas en las plazas de Tolosa, y en la de Zaharra libros en euskera, de la biblioteca municipal, de imprentas como Ixkalópez-Mendizábal y de las escuelas. En El Carpio la biblioteca fue destruida. En Peñaranda de Bracamante ardió su biblioteca. En Mallorca se quemaron libros de las organizaciones políticas y sindicales. En Inca se incendiaron libros de las bibliotecas públicas en catalán. En Soria la destrucción la realizó la columna de Mola, y en Castilla y León, Navarra y La Rioja los requetés. En Badajoz se hicieron hogueras mientras se desataba una feroz represión. Durante la ocupación franquista de Barcelona, fue destruido el Ateneu Enciclopèdic Popular y 6.000 volúmenes fueron lanzados por las ventanas. En toda Barcelona fueron quemadas 72 toneladas de libros procedentes de librerías, bibliotecas y particulares.
Los golpistas prestaron especial atención a las escuelas, centros obreros y universidades, que sufrieron censura y purga quemas de sus libros. Miles de libros de la universidad de Valladolid y Santiago de Compostela, fueron quemados en grandes hogueras. Con la dictadura las quemas se extendieron a las provincias que habían sido leales a la República. En Jaén se hicieron hogueras en las que se quemó prensa de organizaciones republicanas y de izquierda. En Valencia se destruyeron unos 50.000 libros, muchos de ellos del poeta Miguel Hernández. En Barcelona, editoriales enteras fueron cerradas y fondos purgados. La biblioteca de Pompeu Fabra fue quemada en una plaza pública de la localidad de Badalona. La biblioteca del ateneo de Madrid fue destruida por falangistas. Se quemaron ingentes cantidades de libros de la Universidad Central de Madrid por el sindicato falangista de estudiantes. La censura intelectual fue tan férreamente anormal que durante la dictadura a Caperucita Roja la llamaron Caperucita Azul y luego Encarnada.
“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres” Heinrich Heine (1821)
En Sevilla, un bando de Queipo de Llano ordenó incendiar miles de libros. Hubo quemas en las plazas de Tolosa, y en la de Zaharra libros en euskera, de la biblioteca municipal, de imprentas como Ixkalópez-Mendizábal y de las escuelas. En El Carpio la biblioteca fue destruida. En Peñaranda de Bracamante ardió su biblioteca. En Mallorca se quemaron libros de las organizaciones políticas y sindicales. En Inca se incendiaron libros de las bibliotecas públicas en catalán. En Soria la destrucción la realizó la columna de Mola, y en Castilla y León, Navarra y La Rioja los requetés. En Badajoz se hicieron hogueras mientras se desataba una feroz represión. Durante la ocupación franquista de Barcelona, fue destruido el Ateneu Enciclopèdic Popular y 6.000 volúmenes fueron lanzados por las ventanas. En toda Barcelona fueron quemadas 72 toneladas de libros procedentes de librerías, bibliotecas y particulares.
Los golpistas prestaron especial atención a las escuelas, centros obreros y universidades, que sufrieron censura y purga quemas de sus libros. Miles de libros de la universidad de Valladolid y Santiago de Compostela, fueron quemados en grandes hogueras. Con la dictadura las quemas se extendieron a las provincias que habían sido leales a la República. En Jaén se hicieron hogueras en las que se quemó prensa de organizaciones republicanas y de izquierda. En Valencia se destruyeron unos 50.000 libros, muchos de ellos del poeta Miguel Hernández. En Barcelona, editoriales enteras fueron cerradas y fondos purgados. La biblioteca de Pompeu Fabra fue quemada en una plaza pública de la localidad de Badalona. La biblioteca del ateneo de Madrid fue destruida por falangistas. Se quemaron ingentes cantidades de libros de la Universidad Central de Madrid por el sindicato falangista de estudiantes. La censura intelectual fue tan férreamente anormal que durante la dictadura a Caperucita Roja la llamaron Caperucita Azul y luego Encarnada.
“Allí donde se queman los libros, se acaba por quemar a los hombres” Heinrich Heine (1821)
+ Ros Noel ha compartido un enlace. digitalsevilla.com 2 de agosto de 2018
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OTRA COSA: ARBÓREO, LOS ÁRBOLES NOS CUENTAN SU VIDA. Exposición Museo Nacional de Ciencias Naturales, hasta 23 agosto
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