Diario Público · 25/08/2018 - Por Cristina Fallarás
"Bergoglio,
imagínese la siguiente escena: Un sacerdote maduro tumba a un crío de 7
años sobre una superficie. El crío está desnudo. Lo ata. Le penetra el
ano con los dedos antes de sodomizarlo con el pene. Una vez torturado,
lo fotografía. Tras él espera otro cura"
blogs.publico.es
(...) Me dirijo a usted como hombre porque es un hombre quien ostenta el
cargo llamado sumo pontífice de la Iglesia católica, de la misma manera
que son hombres los 300 individuos que durante más de siete décadas han
abusado, violado y torturado a niños y niñas en Pensilvania, según el último informe conocido.
Pero usted sabe, como yo, sr. Bergoglio, que esos trescientos son
apenas un grano de mostaza, ¿verdad? Italia, Francia, Reino Unido,
Alemania, Estados Unidos, Australia, Irlanda, Bélgica, Suiza, Austria,
Polonia, Argentina, México, Chile, Colombia, Ecuador, Malta, España… En
fin, allí por donde ustedes han pasado y siguen.
Un par de párrafos del último, el de Pensilvania, de entre los pocos que he leído (todo es poco):
Usted no tiene vergüenza. ¡Usted lo sabía! El informe del gran jurado de Pensilvania descubre que el Vaticano conocía los abusos al menos desde 1963 y hasta hoy. Usted pide disculpas solo porque les han descubierto. Nuestra sociedad les ha descubierto. Nuestra sociedad, que no soluciona la tortura a miles y miles de criaturas con arrepentimiento, contrición, confesión ni basuras de alcoba, sino con leyes.
(...)
Para ustedes, para la sociedad paralela en la que habitan, la tortura habitual y generalizada de niños y niñas es un pecado. Para nuestra sociedad es un crimen. Para ustedes, esconderla es un secreto que un hombre susurra a otro en un aliento enfermo. Para nosotras, que la escondan es un delito. “Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas”, escribe usted. A los que somos civilizados y nos hemos dotado de leyes justas, su vergüenza y su arrepentimiento nos importan un pimiento. Se han cometido miles de crímenes y se han tapado. Usted los conocía. Wojtyla y Ratzinger los conocían. Y los ha tapado, como sus predecesores.
(...)
+ George Gonzalo y Ros Noel han compartido un enlace. infolibre.es
Un par de párrafos del último, el de Pensilvania, de entre los pocos que he leído (todo es poco):
Esos casos incluyen un sacerdote que,
según el gran jurado, violó a una niña de 7 años cuando la visitaba en
el hospital después de que le extirparon las amígdalas. Otro sacerdote
hizo que un niño de 9 años le diera sexo oral, “luego enjuagó la boca
del niño con agua bendita para purificarlo”.
El gran jurado informó que había
descubierto un círculo de sacerdotes depredadores en la diócesis de
Pittsburgh que “compartían inteligencia o información con respecto a las
víctimas”, crearon pornografía utilizando a las víctimas e
intercambiaron víctimas entre ellos. “Este grupo de sacerdotes usaba
látigos, violencia y sadismo para violar a sus víctimas”, dice el
informe.
Párese de nuevo: látigos, penes, semen… ¿Recuerda a qué le gustaba
jugar con 7 años? A mi hija menor, que ahora tiene 9, a los acertijos y
las palabras encadenadas. Pero qué va a saber usted de hijas. He leído
varias veces su carta de disculpa,
que es un insulto a la decencia, a la inteligencia y al mínimo respeto
por los hombres, mujeres y criaturas que respiran todavía.Usted no tiene vergüenza. ¡Usted lo sabía! El informe del gran jurado de Pensilvania descubre que el Vaticano conocía los abusos al menos desde 1963 y hasta hoy. Usted pide disculpas solo porque les han descubierto. Nuestra sociedad les ha descubierto. Nuestra sociedad, que no soluciona la tortura a miles y miles de criaturas con arrepentimiento, contrición, confesión ni basuras de alcoba, sino con leyes.
(...)
Para ustedes, para la sociedad paralela en la que habitan, la tortura habitual y generalizada de niños y niñas es un pecado. Para nuestra sociedad es un crimen. Para ustedes, esconderla es un secreto que un hombre susurra a otro en un aliento enfermo. Para nosotras, que la escondan es un delito. “Con vergüenza y arrepentimiento, como comunidad eclesial, asumimos que no supimos estar donde teníamos que estar, que no actuamos a tiempo reconociendo la magnitud y la gravedad del daño que se estaba causando en tantas vidas”, escribe usted. A los que somos civilizados y nos hemos dotado de leyes justas, su vergüenza y su arrepentimiento nos importan un pimiento. Se han cometido miles de crímenes y se han tapado. Usted los conocía. Wojtyla y Ratzinger los conocían. Y los ha tapado, como sus predecesores.
(...)
+ George Gonzalo y Ros Noel han compartido un enlace. infolibre.es
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