Entrevista al economista y activista por la paz y la justicia social Arcadi Oliveres 20 agosto 2018
Jordi Pacheco
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El 15 de septiembre de 2008 se produjo
 la quiebra del gigante financiero Lehman Brothers, un hecho que 
incendió los mercados y desató la crisis mundial. ¿Cómo ve la situación 
mundial diez años después? 
Todo ha ido a peor. Aquella fecha marcó 
el inicio oficial de la crisis, pero había un caldo de cultivo que 
propició la caída. La palabra clave que define este caldo de cultivo se 
llama especulación. Históricamente, no todas las crisis han tenido estas
 características. Durante la década de 1970 también se produjo una gran 
crisis mundial, pero le dieron otro calificativo. La llamaron la crisis 
del petróleo. En cambio, esta crisis desatada con la caída de Lehman 
Brothers fue una crisis de especulación que se produjo en un doble 
ámbito: la especulación inmobiliaria y la especulación bursátil. La 
primera la hemos conocido bien aquí, pero la segunda fue mayor e incluso
 más grave. La gente compraba y vendía acciones esperando que cambiara 
la cotización y a partir de aquí hacían subir y bajar los valores 
atrapando a mucha gente que había invertido y que después no podía 
vender lo que había comprado o no podía volver a comprar lo que había 
vendido. Esta gente, que en su mayoría eran bancos y fondos de 
inversión, acabaron pidiendo auxilio a la administración pública. Fue a 
partir de este momento cuando los gobiernos de EEUU, Inglaterra, Japón y
 España, entre otros, empezaron a llevar a cabo lo que conocemos como el
 rescate bancario, para el cual han destinado grandes cantidades de 
dinero. Este es un tema que me ha obsesionado durante mucho tiempo, 
especialmente durante mis últimos años en la facultad. Y si los números 
no me fallan, en aquella época se alcanzó la cifra de cuatro billones de
 dólares destinados al rescate. En el caso de España, a pesar de que hay
 cifras escondidas, el rescate costó 60.000 millones a las arcas 
públicas. Hemos destinado a salvar a los bancos, que han tenido un 
comportamiento pésimo, prácticamente la mitad de lo que destinamos a 
pagar las pensiones. Y el problema es que no se ha puesto remedio a 
esto. La especulación sigue, no aprendemos.
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