Manuel Rivas ha compartido la publicación de Fernando Broncano R. latrivial.org
Clarividente análisis de Iago Moreno sobre el triunfo de Bolsonaro.
Ya está claro que hemos entrado en una nueva era de postpolítica donde el activismo cultural será la línea de sutura. Frente a todos los que odian el activismo cultural, el caso Bolsonaro muestra claramente lo rentable que es: políticas de diversidad resignificadas: antifeminismo, antigays...etc. La trampa de la diversidad es solo para la izquierda. La derecha entiende perfectamente dónde están los enemigos. No se habla de economía (se sobreentiende que será neoliberal. Nadie quiere decirlo en voz alta). Se emplea masivamente la música popular (Miguel Angel Gil Escribano está trabajando sobre el inmenso poder político de la música. Generalmente para la derecha). Se emplea masiva e inteligentemente la tecnología de redes, con poderosos medios de captación de Big Data. Algo que falta en este análisis de Iago Moreno: se emplean como agentes militantes las tupidas redes de las iglesias (necesitamos mucha más antropología de la religión evangélica. Quienes han trabajado en eso (no citaré aquí nombres) infiltrándose en sus prácticas, hablan de los poderosos métodos de creación de comunidad: emplean muchas horas a la semana en larguísimas reuniones en donde las partes más vulnerables de la sociedad encuentran consuelo. Hay que estudiar, por ejemplo, las redes de tratamiento de adiciones creadas por los evangelistas). Religión, música, rencor antifeminista, políticas emocionales. Los datos que empezamos a conocer son coherentes: las zonas ricas han votado masivamente a Bolsonaro, las pobres a Haddad. Las clases medias han sido convencidas por estas estrategias.
La conclusión es en Barbara (una forma de silogismo): la izquierda necesita urgentemente una política cultural. La vieja izquierda anti-trampa de diversidad debe empezar a convencer a las zonas a las que no llega: autónomos, precarios, emigrantes; debe dejarse de tácticas electorales y bajar a los barrios y descubrir que los proletarios con los que sueñan han desaparecido. El feminismo debe empezar a convencer a tantas mujeres que no se ven representadas en él, y a convencer a los varones de que es una alternativa para todos. La izquierda cultural debe aprender a hablar en roman paladino y hacerse entender por la gente común. Si propone una política del 99% bien haría en emplear un discurso del 99%. La izquierda economicista debe explicar mejor que el capitalismo de servicios hacia el que vamos implica formas de explotación que no se entienden bien todavía. Convencer a las clases medias de que la crisis que vendrá va a ser su tumba definitiva, y no la políticas de impuestos de los gobiernos de izquierda. Todos: dejar de insultar y empezar a pensar. Va a ser difícil pero hay que hacerlo ya.
Ya está claro que hemos entrado en una nueva era de postpolítica donde el activismo cultural será la línea de sutura. Frente a todos los que odian el activismo cultural, el caso Bolsonaro muestra claramente lo rentable que es: políticas de diversidad resignificadas: antifeminismo, antigays...etc. La trampa de la diversidad es solo para la izquierda. La derecha entiende perfectamente dónde están los enemigos. No se habla de economía (se sobreentiende que será neoliberal. Nadie quiere decirlo en voz alta). Se emplea masivamente la música popular (Miguel Angel Gil Escribano está trabajando sobre el inmenso poder político de la música. Generalmente para la derecha). Se emplea masiva e inteligentemente la tecnología de redes, con poderosos medios de captación de Big Data. Algo que falta en este análisis de Iago Moreno: se emplean como agentes militantes las tupidas redes de las iglesias (necesitamos mucha más antropología de la religión evangélica. Quienes han trabajado en eso (no citaré aquí nombres) infiltrándose en sus prácticas, hablan de los poderosos métodos de creación de comunidad: emplean muchas horas a la semana en larguísimas reuniones en donde las partes más vulnerables de la sociedad encuentran consuelo. Hay que estudiar, por ejemplo, las redes de tratamiento de adiciones creadas por los evangelistas). Religión, música, rencor antifeminista, políticas emocionales. Los datos que empezamos a conocer son coherentes: las zonas ricas han votado masivamente a Bolsonaro, las pobres a Haddad. Las clases medias han sido convencidas por estas estrategias.
La conclusión es en Barbara (una forma de silogismo): la izquierda necesita urgentemente una política cultural. La vieja izquierda anti-trampa de diversidad debe empezar a convencer a las zonas a las que no llega: autónomos, precarios, emigrantes; debe dejarse de tácticas electorales y bajar a los barrios y descubrir que los proletarios con los que sueñan han desaparecido. El feminismo debe empezar a convencer a tantas mujeres que no se ven representadas en él, y a convencer a los varones de que es una alternativa para todos. La izquierda cultural debe aprender a hablar en roman paladino y hacerse entender por la gente común. Si propone una política del 99% bien haría en emplear un discurso del 99%. La izquierda economicista debe explicar mejor que el capitalismo de servicios hacia el que vamos implica formas de explotación que no se entienden bien todavía. Convencer a las clases medias de que la crisis que vendrá va a ser su tumba definitiva, y no la políticas de impuestos de los gobiernos de izquierda. Todos: dejar de insultar y empezar a pensar. Va a ser difícil pero hay que hacerlo ya.
(...)
Si quería
superar las limitaciones de su discurso del odio y su tono
militar, Bolsonaro debía parecer una víctima. Y aquel era el momento
perfecto. Por eso, con medio Brasil en vilo, sus asesores se lanzaron a
subir a la red cientos de cartas de apoyo, mensajes de solidaridad y
demás muestras de afecto intentando aprovechar fría y calculadoramente
la situación. Como la canción que una niña de quince o dieciséis años le dedicó mientras estaba en sus momentos más críticos.
Esta última, llegó a subirse a más de 100 canales distintos: a veces a
canales oficiales, como el del propio Bolsonaro, otras a canales
aparentemente personales, y otras a canales con nombres como “Brasil, Pátria Livre do Comunismo”,
que se dedican exclusivamente a bombardear de propaganda anti-Lulista
las redes sociales. La canción es sin duda capaz de enternecer a
cualquiera, tanto que cuesta creer que haya sido escrita para un
siniestro personaje como él. Pero explica porqué a partir del atentado,
en vez de recriminarle abrir la caja de los truenos, hubo tanta gente
que empezase a verle como un héroe; como una persona capaz de resistir
cualquier adversidad. Se hizo verdad el dicho: lo que a uno no le mata
le hace más fuerte; aunque en lo que a la democracia Brasileña se
refiere, es muy difícil que podamos asegurar lo mismo.
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