Mayte Pisa Solans y 2 personas más han compartido un enlace. publico.es
La industria textil se ha convertido en una de las más contaminantes del planeta. El 8% de las emisiones de gases de efecto invernadero mundiales están vinculadas a la fabricación de prendas, pero también hay otros factores como la contaminación por vertidos y microplásticos. A ello, debemos sumar las vulneraciones de los derechos humanos que se producen en la mayoría de las fábricas del sector.
Terminan las navidades y los
comercios no se paran. Si el mes de diciembre estuvo marcado por la
compra masiva de regalos, enero se inscribe en una espiral comercial
argumentada por las tradicionales rebajas. Y en este ciclo, la
industria textil se presenta como uno de los sectores más demandados por
los consumidores, que acuden a los centros comerciales en busca de un outfit renovador.
De hecho, el crecimiento productivo de las grandes compañías de moda se prevé ascendente, según las estimaciones del programa Detox de Greenpeace,
que augura un aumento incesante del 63% para el año 2030. Sin embargo,
tras los maniquís y los escaparates se esconde un problema
medioambiental que convierte al sector de la moda en el segundo más contaminantes del planeta.
En ese sentido, los datos de las oenegés ecologistas ponen énfasis en el impacto en emisiones que hay detrás del sector, pues el
8% de los gases de efecto invernadero mundiales tienen que ver con la
fabricación de prendas y el transporte intercontinental de las mismas.
Sin embargo, esta cifra es sólo una más dentro de una práctica
económica que, en su conjunto, repercute de manera negativa en la
biosfera.
"Para producir ropa se necesita muchísimo transporte.
Se requiere para obtener las materias primas y también para moverlas,
porque hoy en día la mayor parte de la moda se produce en Asia y se
distribuye por todo el mundo, lo que implica una enorme cantidad de
emisiones de CO2", explica a Público Celia Ojeda, coordinadora de Consumo de Greenpeace.
A esta contaminación por emisiones hay que añadir la
ingente cantidad de vertidos tóxicos que hay detrás de la fabricación
deslocalizada de prendas. Sustancias que se filtran por los acuíferos y
en las corrientes fluviales para terminar en los océanos y causar
problemas en la flora y la fauna marítima como, por ejemplo,
"disrupciones hormonales que interrumpen la cadena trófica”.
"Las fábricas, en su mayoría localizadas en India o en
China, vierten residuos tóxicos en los cursos de agua, exponiendo a
trabajadoras y población local a sustancias químicas perjudiciales para
la salud, y en muchas casos, teniendo incluso un impacto mortal en los
habitantes de las zonas aledañas a las industrias", denuncia la portavoz
de Ecologistas en Acción, Serlinda Vigara.
A las emisiones y los vertidos, debemos sumar los
materiales que, en ocasiones, suponen una amenaza importante para los
ecosistemas. Un ejemplo es la viscosa, "un elemento muy utilizado
para dar ligereza a prendas de verano cuya producción es tremendamente
contaminante", explica Vigara. Un informe de la organización ecologista
denuncia el uso sistematizado de esta sustancia que contamina los cauces
fluviales aledaños a las fábricas.
La viscosa, en sí misma, no es el problema, pero sí el
tratamiento que las empresas hacen de ella, ya que con un procesamiento
adecuado podría ser una alternativa sostenible al algodón transgénico y a
los tejidos sintéticos. Sin embargo, tal y como explica el informe Moda Sucia, las marcas compran esta materia prima a otras empresas que la fabrican en un circuito abierto y plagado de químicos tóxicos.
Prendas que desprenden microplásticos
Es posible que no tenga conciencia de ello, pero la
camisa que lleva puesta mientras leen este artículo posiblemente esté
fabricada con partículas de poliéster. Este material, presente en
muchísimas de las prendas del mercado, está compuesto en base a microplásticos que
se liberan en los procesos de lavado y terminan desembocando en los
ríos y en los mares. “La isla de basura del Pacífico, la denominada sopa de plásticos,
ya tiene el tamaño de España”, advierte Ojeda, para señalar los graves
efectos que tienen estos compuestos para el medio ambiente.
Sin embargo, más allá del remolino tóxico que se
concentra en los océanos, los microplásticos suponen una amenaza para la
biodiversidad y para la propia salud de los seres humanos. Tanto es
así, que los estudios de Agencia Federal de Medio Ambiente de Austria y la Universidad de Medicina de Viena han hallado restos de estos materiales inapreciables en las heces de los seres humanos.
Además, la fabricación del poliéster, presente en el 60% de las prendas del mercado, implica el empleo de cerca de 70 millones de barriles de petróleo anuales.
Las alternativas a este material no son nada halagüeñas, ya que el
algodón, otro de los materiales preferidos de la industria necesita un
tratamiento sostenible y alejado de las macroproducciones, ya que el
cultivo masificado requiere el uso de pesticidas e insecticidas que
inciden en el calentamiento global y suponen un riesgo sanitario (...)
"La solución es parar"
Este modelo productivo vertiginoso ha venido acompañado en los últimos tiempos de la creciente aparición de marcas alternativas
que apuestan por un sistema más transparente y sostenible. Aunque
competir con los gigantes de la industria resulta difícil si se apuesta
por un sistema sin deslocalización y con materiales limpios, la lista de
empresas es grande (...)
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OTRA COSA: “IV Jornada sobre Patrimonio Industrial” ‘Poblado residencial de Monsanto’ 25 enero, 19h
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