Si el Brexit está demostrando que
abandonar la Unión Europea no se parece al camino prometido por los
euroescépticos británicos, los actuales apuros de Emmanuel Macron en
Francia demuestran que la lealtad ciega a Europa tampoco es viable. El
motivo es que la arquitectura de la Unión también es muy difícil de
desmontar, reformar y sostener.
La clase política británica está en el punto de mira, y lo merece, por el desastre que ha hecho con el Brexit. Pero el establishment de la UE se encuentra en aprietos similares por su estrepitoso fracaso a la hora de civilizar la Eurozona, con el espantoso resultado de una derecha xenófoba en crecimiento.
Macron era la última esperanza del establishment europeo. " Si no avanzamos,
estaremos decidiendo el desmantelamiento de la Eurozona", reconoció
durante su campaña como candidato a la presidencia (y terminar con la
Eurozona es el paso previo a terminar con la Unión). Sin miedo a entrar
en detalles, Macron definió entonces un programa minimalista de reformas
para salvar el proyecto europeo: un seguro común para los depósitos
bancarios (que terminaría con el aciago y crónico círculo vicioso de
bancos y estados insolventes); un tesoro común y bien dotado (que
financiaría inversiones paneuropeas y subsidios de desempleo); y un
parlamento mixto, con diputados nacionales y europeos (que daría
legitimidad democrática a todo lo anterior) (...)
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