Jose Eduardo Gimeno Garcia ha compartido la publicación de Uriah 101. · pijamasurf.com
Uriah 101 · "Hablar
con la mujer a quien compramos nuestros víveres, preguntar a un
compañero de trabajo cómo se encuentra"... Sólo se trata de acercar
lazos, todo sería más sencillo...
Un fantasma recorre el mundo contemporáneo: el fantasma del aislamiento.
Sabemos bien que el ser humano es un ser
social. Si observamos la historia de nuestra evolución –e incluso si
miramos a otros primates con quienes compartimos parentesco– nos daremos
cuenta de que desde la mera supervivencia hasta los logros más
refinados dependen, como individuos o como especie, de los lazos que
somos capaces de establecer con otros.
No obstante, en las últimas décadas se
ha observado una tendencia conductual y social que va en contra de esos
siglos de historia y evolución. Contrario al pasado que nos ha traído
hasta este momento, parece ser que en años recientes los seres humanos
tienen cada vez más dificultades para pertenecer a una comunidad o,
dicho de otro modo, hay personas que se autoimponen una especie de
condena de aislamiento, como si la soledad fuera su única opción de
vida.
Paradójicamente, este hecho se está agudizando en los países más acaudalados y, pensaríamos, de mayor bienestar. En Estados Unidos, por ejemplo, al menos 1/3 de la población declara estar o sentirse sola, mientras que en el Reino Unido
cerca del 18% de la población adulta considera que “siempre” o “muy
seguido” le invade dicha sensación de soledad. Asimismo, en otras investigaciones
se ha encontrado que en Estados Unidos, Europa, Asia y Australia, la
soledad tiene el mismo efecto en la reducción de la esperanza de vida
que la obesidad.
En un texto publicado hace casi 1 año en el diario The Guardian, George Monbiot sugirió
que el capitalismo estaba logrando lo que ningún otro modelo económico o
de organización social en la historia había podido hacer: separarnos.
Por su tendencia a la individualización, por la necesidad de rivalidad
entre los integrantes de un sistema que le es inherente, por la
fetichización de las mercancías, la medición y cuantificación de todos
los aspectos de la vida (desde las ventas de un producto hasta el número
de “amigos” que acumulamos en nuestras redes sociales) y por tantas
otras cualidades, el capitalismo parece haber implantado eso que otros
teóricos han llamado la “atomización” de la sociedad, lo cual implica la
fragmentación y división de las distintas comunidades de las que antes
formábamos parte (nuestra familia, nuestros amigos, nuestro vecindario,
etc.) y, por otro lado, cierta incapacidad de las personas para
establecer contacto con otros por medios inmediatos de comunicación
(hablar directamente con alguien, ser amable con la gente en el
transporte público, etcétera) (…)
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OTRA COSA: Niñas con el pecho planchado con una piedra caliente: una tradición de abuso infantil que asoma en Europa
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