Aristos Veyrud ha compartido un enlace en el grupo Teología de la Liberación. pagina12.com.ar 26 de mayo de 2019
El 14 de marzo de 2018, cuatro balas en la cabeza terminaron con la vida de Marielle Franco en Río de
Janeiro. Su acompañante, el chofer Anderson Gomes, también murió. Salían
de una reunión política (ella pertenecía al PSOL), cuando un auto se
les puso a la par y les descerrajaron nueve disparos. Cuatro le entraron
en la cabeza a Marielle, que la tenía llena de ideas y de sueños y de
proyectos para su gente, los débiles entre los débiles.
El Brasil obturado, el vencido, el Brasil humillado, el que desde
hace años no cesa de recibir latigazos con forma de democracia y
contenido de dictadura de nuevo tipo, la despidió acongojado. Al día
siguiente cincuenta mil personas fueron a su entierro. Marielle había
sido asesinada en una forma de anticipo de lo que sobrevendría después,
el aceleramiento de la militarización y el saqueo de la región. Es un
mismo poder con las mismas ideas y un mismo comando extranjero el que ha
decidido abortar posibles reacciones populares eliminando a sus
referentes. Líderes campesinos, sociales, facilitadores de la paz,
activistas ambientales y de derechos humanos están siendo
sistemáticamente asesinados en un crescendo que el asesinato de Marielle
dejó entrever.
“Mujer, negra, de Maré (complejo de favelas en Río de Janeiro) y defensora de los Derechos Humanos”. Así se presentaba la concejala Marielle Franco en las redes sociales. Tenía 38 años, una hija de 19, y llevaba ya doce años en pareja con otra mujer. Marielle había nacido y crecido en la favela, y pobres entre los pobres y aplastados entre los aplastados, los afrodescendientes eran a quien ella dedicaba especialmente su trabajo y sus proyectos, como un Programa nocturno de acogida infantil de niños cuyos padres salían a estudiar o trabajar, o como la instauración del Día de la Mujer Negra, o como campañas de sensibilización sobre el acoso y la violencia sexual en los transportes públicos.
Más tarde fueron detenidos sus asesinos, y resultó que uno de ellos era amigo del hijo de Jair Bolsonaro y el otro posaba en una foto con el mismísimo presidente. No fue un escándalo ni nada tambaleó. Brasil es todavía una carcaza de democracia envenenada con el elixir nazi.
“Mujer, negra, de Maré (complejo de favelas en Río de Janeiro) y defensora de los Derechos Humanos”. Así se presentaba la concejala Marielle Franco en las redes sociales. Tenía 38 años, una hija de 19, y llevaba ya doce años en pareja con otra mujer. Marielle había nacido y crecido en la favela, y pobres entre los pobres y aplastados entre los aplastados, los afrodescendientes eran a quien ella dedicaba especialmente su trabajo y sus proyectos, como un Programa nocturno de acogida infantil de niños cuyos padres salían a estudiar o trabajar, o como la instauración del Día de la Mujer Negra, o como campañas de sensibilización sobre el acoso y la violencia sexual en los transportes públicos.
Más tarde fueron detenidos sus asesinos, y resultó que uno de ellos era amigo del hijo de Jair Bolsonaro y el otro posaba en una foto con el mismísimo presidente. No fue un escándalo ni nada tambaleó. Brasil es todavía una carcaza de democracia envenenada con el elixir nazi.
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OTRA COSA: La Tierra ha alcanzado hoy niveles de CO2 nunca vistos en varios millones de años
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