George Gonzalo · elsaltodiario.com Francisco Javier González Bayón 2019-04-15
Mortal
porque la radiactividad, a esos niveles, mata. Herencia porque serán
las generaciones futuras -que no han disfrutado de la electricidad
producida por las centrales nucleares- las que tendrán que asumir el
problema. Y eterna, porque mantendrán su capacidad mortífera durante
cien mil años, por dar una cifra mínima.
El plutonio 239, generado únicamente en las barras de los elementos combustibles de una central nuclear, es un elemento de la tabla periódica que dejó de existir sobre la tierra en sus primeros millones de años, antes de que apareciera la vida. Su núcleo es inestable y durante su desintegración emite una partícula alfa y otra gamma, ambas de muy alta energía. Al chocar con cualquier molécula la destruye, algo habitual en la naturaleza que no tendría mayor problema si no fuera porque eso incluye a las moléculas de los seres vivos. Si esa molécula es del ADN, puede producirse una mutación, es decir: cáncer. Su periodo de semidesintegración es de 24.100 años, es decir, a los 24.100 años el número de núcleos de una muestra se reduce a la mitad. Tras otro periodo igual se reduce de nuevo a la mitad, es decir la cuarta parte de la cantidad inicial. Tras cien mil años, la muestra se ha reducido a un dieciseisava parte, una cantidad que sigue siendo peligrosa si se trata de una concentración importante, como es el caso (...)
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