jueves, 7 de noviembre de 2019

Lo que Abascal no dice en sus mítines: más de 50.000 ejecutados por Franco entre 1939 y 1943

La ultraderecha española manipula la historia para tratar de enterrar el mayor genocidio de la historia de nuestro país, el cometido por su padre político y espiritual tras finalizar la Guerra Civil
Santiago Abascal asegura que el PSOE ha sido, históricamente, un partido criminal. Ortega Smith, en una de las sentencias más infames que se recuerdan, añade que las 13 Rosas “torturaban, asesinaban y violaban vilmente” en las checas de Madrid. Son solo dos ejemplos, sangrantes eso sí, de cómo la nueva ultraderecha española trata no ya de revisar la historia, sino de modificarla radicalmente, a su antojo, por intereses electorales.
Sin embargo, es fácil rebatir las mentiras y bulos de los fascistas. Basta con acercarse a cualquier librería, abrir un libro de historia de los grandes especialistas en franquismo (los hay y muy buenos), y comprobar que el único régimen genocida que ha habido en España en el último siglo ha sido el que instauró Franco ilegítimamente. Es cierto que la Guerra Civil fue un compendio de atrocidades cometidas por ambos bandos (siempre sin olvidar que la confrontación fue fruto del levantamiento armado de un grupo de golpistas). Pero fue tras el triunfo militar del Ejército nacional en 1939 cuando el régimen de Franco puso en marcha en todo el país una macabra y monumental maquinaria represora con el fin de aislar, encerrar y liquidar a todo aquel sospechoso de haber apoyado a la Segunda República.
La “limpieza” de lo que quedaba del enemigo comenzó pronto, en 1939, cuando el país todavía se hallaba en guerra y el dictador promulgó leyes de represión inspiradas en el odio y la venganza como la llamada Ley de Responsabilidades Políticas destinada a enjuiciar a “quienes contribuyeron con actos u omisiones graves a forjar la subversión roja, a mantenerla viva durante más de dos años y a entorpecer el triunfo providencial e históricamente ineludible del Movimiento Nacional”. La propia ley (más bien un acta oficial de la venganza ciega que se iba a llevar a cabo con miles de personas) reconoció que “la magnitud internacional y las consecuencias materiales de los agravios son tales que impiden que el castigo y la reparación alcancen unas dimensiones proporcionales”. Es decir, ya se avisaba de que no habría compasión con el “preso político”.
Así fue cómo se crearon los tribunales militares para juzgar a civiles y cómo se extendió la responsabilidad con carácter retroactivo, llevándola atrás en el tiempo, hasta 1934. La persecución de los republicanos se incrementó en los años inmediatamente posteriores al final de la contienda, sobre todo entre 1939 y 1942, sin duda los más duros y letales. La tarea de control y purga de todos aquellos reductos disidentes fue implacable. Los estudios historiográficos cifran en 270.000 el número de españoles encarcelados en 1940. Muchos de ellos terminaron siendo ejecutados por vía del juicio sumarísimo y sus cuerpos arrojados a cunetas y fosas comunes (...)
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OTRA COSA:   Comprobar, día a día, cómo se asienta en muchos jóvenes la semilla del fascismo, de Marisa Peña.


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