La familia de Maldonado hoy pide por la aparición del joven de Pedro Luro. Tres años sin Santiago, tres meses sin Facundo
Ellos
 eran los wenüy, los amigos blancos de los mapuches de Cushamen que 
desde 2015 recuperaron territorio ocupado por el magnate Benetton, y 
habían acudido a reforzar la presencia durante la protesta con corte de 
la ruta 40 por la represión del 31 de julio de 2017 en Bariloche cuando 
la comunidad y organizaciones que la apoyaban repudiaron la detención de
 su lonko, líder político y espiritual, Facundo Jones Huala. A Romina 
Jones Huala le habían roto la boca los policías, y la mitad de los 
weichafe (guerreros) de la Pu Lof en Resistencia estaban presos. 
Santiago partió hacia la Lof casi sin avisar a nadie, su amigo Ariel 
Garzi no podía ir porque ya estaba fichado, ya lo habían detenido cuatro
 veces, y en una de ellas fue paseado y golpeado adentro de un 
patrullero mientras le decía que se dejara de «joder» con su activismo 
en apoyo de «esos indios de mierda».
Lejos
 del estereotipo hippie y «silvestre», Santiago usaba un abrigo a rayas 
que no había comprado sino trocado por sus tatuajes, y escuchaba el rap 
anarquista del grupo chileno 89 Puñaladas mientras dibujaba y pintaba la
 piel de Facundo. No Castro sino Parodi, el hijo de María Eva Barabini, 
valiente militante que al igual que todes quienes alzaron su voz cuando 
El Brujo estaba desaparecido, fueron perseguidos por la maquinaria 
encubridora y disciplinadora de Cambiemos y las alas adictas a los 
oficialismos de turno del Poder Judicial. Causas armadas, hostigamiento 
en redes, espionaje de sus vidas privadas, todo valía para invalidar lo 
que terminó siendo: Santiago nunca había salido de la Patagonia, cayó 
ahí porque los gendarmes que salieron a cazar indios por la orden 
política de Patricia Bullrich y Pablo Noceti entraron a la Lof con balas
 de plomo. Los peñi ya conocían el sonido de esos disparos, diferentes a
 los de goma cuando silban cerca (...)
+ 30 de agosto de 2020 laultimahora.es
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